Abstención: La herramienta con herrumbre

Por Eduardo Kohn

La abstención, término que deriva de la voz latina «Abstentio«, es un no hacer o no obrar que normalmente no produce efecto jurídico alguno, aunque en ocasiones puede ser considerada como la exteriorización de una determinada voluntad y en tal sentido ser tenida en cuenta por el Derecho. En ciencia política, es el acto por el cual un potencial votante en unas elecciones decide no ejercer su derecho al voto. Puede haber abstención por ignorancia de lo que hay que votar, por protesta de que lo que se ofrece es rechazado, por indiferencia. En elecciones en países democráticos es bastante común el tema de la abstención y se generan controversias diversas en cuanto a quien favorece o perjudica que la abstención sea alta o no.

En Naciones Unidas siempre se ha manejado la abstención como alternativa a no jugarse, a no definir decisiones, y también como herramienta para manejar la incertidumbre.

Si Estados Unidos se abstiene en una resolución sobre Medio Oriente, más allá que las resoluciones de Naciones Unidas sean un gasto de tiempo y sueldos y no una acción ejecutiva, la Autoridad Palestina va a proclamar que esa abstención es en realidad a favor, como ya sucedió durante el gobierno de Obama, y en la práctica termina siendo una nadería, porque hoy en día, ¿quién se acuerda  de esa abstención y mucho menos del tema de la misma?.

Cuando el jueves pasado, en el marco del festival de 14 resoluciones de la Asamblea General contra Israel durante este mes, se votaron varias porque así lo indicaba la gimnasia política de ese día, surgió un tema que fue comentado en diversos medios del mundo: las abstenciones y cómo siguen aumentando año a año y no acompañan a ciegas la letanía antiisraelí que sigue deshonrando todos los principios en que se basaron los fundadores del organismo. Y fue así, porque las matemáticas no coinciden con la política. En la resolución concerniente a “Trabajo del Comité Especial que investiga prácticas que afectan los derechos humanos del pueblo palestino y otros árabes de los territorios ocupados”, presentada sólo por dictaduras: Cuba, Egipto, Irak, Jordania, Kuwait, Namibia, Omán, Qatar, Senegal, Túnez, Venezuela y Palestina, la votación este año fue 80 a favor,18 en contra y 73 abstenciones. Legalmente se aprobó, obviamente porque hay más votos a favor que en contra. ¿Qué pretenden los que se abstuvieron? Porque 73 más 18 en contra sobrepasa largamente los 80 votos a favor. No importa saber que pretenden, importa qué lograron: nada ejecutivo, no apoyar una propuesta que no les gusta, pero dejarla que siga existiendo, porque a la larga con mirar para el costado, han obtenido ese resultado.

Esta reiterada resolución permite que ese llamado Comité Especial, además de cobrar salarios obscenos, ignore completamente la existencia de Hamas, Yihad Islámica; acuse a Israel de no respetar los lugares sagrados cuando no sólo eso es una patraña, sino que la propia Asamblea General, como lo mencionamos aquí la semana pasada, ha tenido el desparpajo de torcer la historia y negar el vínculo del pueblo judío con el Monte del Templo. Si miramos cómo votó América Latina, la proporción general es la misma, y el resultado de las decisiones políticas que llevan a esos votos, camino al vacío. ¿Qué quieren decir Argentina, Costa Rica, Ecuador, Jamaica, México, Panamá, Paraguay y Uruguay cuando se abstienen y dejan que un Comité Especial saque conclusiones sin siquiera visitar el terreno? Si no les gusta la manipulación política de las dictaduras que promueven la corrupción de apoyar un Comité fantasmal y sesgado, ¿tanta diferencia les hace votar igual que Brasil, Colombia, República Dominicana, Guatemala y Honduras, que sin muchas vueltas decidieron decir no a la propuesta?

¿Cuál es la utilidad de la abstención? ¿Mostrar que no acompañan el antisemitismo rampante de dictaduras como las de Venezuela, Cuba, Nicaragua o el voto de la autoritaria Bolivia o el del Perú que no se sabe muy bien por qué sendero se dirige ni a dónde va por ahora? Ninguna respuesta va a satisfacer una definición clara de la abstención, más allá del uso tóxico de una herramienta a la cual comienza a desgastar cada día más el herrumbre.

Abstenerse significa, además, sacarse de encima responsabilidades ante hechos graves. Si en un solo día, como el jueves pasado, la Asamblea General tiene el apoyo de dictaduras, reinados y cínicos para aprobar seis resoluciones contra Israel porque, entre otras cosas, hay un río de abstenciones que allanan el camino de la perpetración del daño, ¿qué se puede esperar de la comunidad internacional enferma de indiferencia cuando además de ser diletante un día tiene realmente que actuar? Veamos. Hace 15 días, dos israelíes, se equivocaron de camino y entraron por error a Ramallah. Palestinos que se percataron de que se trataba de judíos, comenzaron a atacar su auto y lanzar todo tipo de objetos, tratando de sacarlos a ambos del vehículo. Algunos palestinos que vieron lo que estaba sucediendo, impidieron que los maten y llamaron a la Policía palestina, que llegó de inmediato al lugar y rescató a los israelíes. Muy poco después llegó la advertencia de Israel: si no entregan a los dos hombres sanos y salvos, tropas israelíes entrarán a Ramallah. Hamas criticó en las redes a la Autoridad Palestina por haber permitido que sus servicios de seguridad salven a los israelíes. El auto fue incendiado y totalmente saqueado y destruido. Esta vez se salvaron. Hace diez años, lincharon en el mismo lugar a dos israelíes, los descuartizaron y los palestinos mostraron los cadáveres por televisión, con orgullo. Esta vez, Hamas hubiera hecho lo mismo. ¿Sólo por odio? Por eso y mucho más. Porque Hamas sabe que tiene impunidad universal. Sabe que Irán, mientras le da armas y apoyo puede ir a cualquier foro de Naciones Unidas y proclamar el asesinato de todo el pueblo judío y nadie le dirá nada. Hamas sabe y disfruta de su impunidad internacional lanzando 4 mil cohetes contra civiles israelíes y viendo como después el Consejo de DDHH saca resoluciones interminables condenando a Israel por defenderse y ni siquiera mencionando una vez a Hamas, y menos aún, a Irán.

Esto lo logra, entre otras cosas el sistema de abstenciones, la falta de seriedad en el uso del veto y la escasa o nula preocupación de las potencias por darle fuerza a unas Naciones Unidas que cada día se parecen más a la difunta Sociedad de Naciones, pero a diferencia de aquella con millones de dólares en sueldos que buscan como justificar su existencia.

Durante la denominada Cumbre de la Democracia que citó el Presidente de EEUU Joseph Biden hace unos días, el Secretario General de la ONU Antonio Guterres consideró que “la pandemia ha generado mayores desprecios a la democracia” e insistió en la necesidad de que se condenen “todas las formas de populismos y extremismos utilizando todas las herramientas disponibles en la revolución tecnológica”. Con todo respeto al Secretario General, no sólo por su investidura, sino por su digna trayectoria como demócrata, ¿y si tan solo, haciendo valer precisamente lo que lo destaca y distingue exigiera un minuto de seriedad, honestidad y decencia a su propia Organización? Un minuto. Después vemos si hay espacio para otro más.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *