¿Cómo empezó todo? Claves para entender «Guardián de los muros» 

El episodio jurídico en Sheij Djarraj en Jerusalén oriental no fue la verdadera razón de la actual vuelta de violencia entre Israel y el Hamás en la Franja de Gaza. Es más, se trata de la primera vez que Hamás se «monta» en el tema Jerusalén, y en el viejo mito, reciclado hasta el cansancio, de «Al Aqsa está en peligro».

La verdadera razón hay que buscarla en la interna palestina. La Administración Biden había conminado a Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina por el partido Fatah, a llevar a cabo comicios libres y democráticos, después de 15 años sin abrir las urnas. ¿Por qué no habría de hacerlo, si EEUU es el principal exportador de democracia a los pueblos del mundo?

Sólo que EEUU ya había comprendido el error cometido por George W. Bush Jr. en 2006, de obligar a la ANP a permitir la participación de Hamás en las elecciones, sin preguntarse antes qué pasaría si ganaba. «No va a ganar, porque no son una agrupación democrática, pero tienen que participar», fue el extraño pensamiento de Bush y de Condoleezza Rice, su entonces Secretaria de Estado.

Hamás vino, participó y ganó. Pero, dado que no son democráticos, no reconocieron a Israel, y no se comprometieron a abandonar la Jihad (el terrorismo, vamos) como modo de dirimir el conflicto, no les fueron entregadas las riendas del gobierno. Eso llevó a la guerra civil entre Hamás y Fatah en Gaza, con más de mil palestinos muertos a manos de otros palestinos en 2007, a la fundación de «Hamastán», y a la existencia, de facto, de dos Autoridades Palestinas paralelas e irreconciliables, una en Cisjordania y la otra en Gaza. El error de Bush lo seguimos pagando, israelíes y palestinos, hasta el día de hoy.

Pero Biden se detuvo antes de dar el salto al abismo, y permitió a Abbas posponer o anular los comicios, al advertir, algo tarde, que Hamás podía volver a ganar. No porque la mayoría palestina sea islamista radical, sino porque está harta de la corrupción y el autoritarismo de Mahmud Abbas y su banda. Un voto castigo. A veces, los pueblos cometen errores, por ejemplo, el pensar que «peor no podemos estar».

Fue en el último mes cuando Ijia Sinwar, líder del Hamás en Gaza, advirtió a Abbas: «Si anulas las elecciones, arderá Palestina». Abbas anuló de todos modos las elecciones, porque no le quedaba otra si no quería ver caído su feudo y quizás su vida. Y «Palestina» ardió.

UNA JUSTICIA DEMASIADO CIEGA

Al mismo tiempo, una dinámica destructiva había comenzado a desarrollarse en Jerusalén. Jóvenes árabes venían maltratando a ultraortodoxos judíos, abofeteándolos en la vía pública, o humillándolos de muchas maneras. Lo filmaban y lo subían a las redes, en especial a Tik Tok, donde competían entre sí a ver quién subía la provocación más atrevida.

Esto comenzó a darse también en la Puerta de Damasco de la Ciudad Vieja, donde los jóvenes musulmanes tradicionalmente se reúnen a socializar después del ayuno de Ramadán, en especial los viernes. Esta vez, la socialización viró a golpizas a judíos que venían del Kotel, y a choques con la policía, que no tuvo mejor idea de cerrar la explanada, lo cual llevó a más choques, con lanzamiento de piedras y botellas incendiarias, a decenas de detenidos y heridos de ambas partes.

Y en paralelo, el fallo de la corte israelí a favor de los propietarios de la casa en Sheij Djarraj, una ONG judía a la que los dueños anteriores, judíos que habían comprado la propiedad antes de 1948, la habían vendido. Para la justicia israelí, que es independiente de verdad, fue un fallo más. Para las familias palestinas inquilinas desalojadas, quizás azuzadas por militantes palestinos politizados, a no pagar el alquiler a dueños judíos a los que no reconocen como tales, fue la vivencia de «los sionistas nos expulsaron de nuestras casas».

El problema fue que el fallo se emitió en los días de Ramadán, en los que los ánimos de por sí están siempre caldeados. A veces, la justicia israelí es demasiado ciega, y no tiene sentido del «timing». Los palestinos, como en cualquier sociedad tercermundista, no tienen por qué creer que se trató de un fallo «inocente». Es más: muchos latinoamericanos que lean estas líneas, también dirán que el «inocente» soy yo, pues, con buenas razones basadas en su propio background, no pueden concebir que en algún lugar del mundo exista una justicia independiente. No están solos. Tampoco nuestro Primer Ministro cree en ello.

De un modo u otro, esto desató más disturbios en Sheij Djarraj, alimentados por personajes nefastos de la política israelí como el diputado de la ultraderecha religiosa Itamar Ben Gvir (partido Otzmá Yehudit, Poder Judío), que instaló su «despacho» de diputado –una mesa plegable de picnic y una lona enorme con el cartel «Despacho del Diputado Itamar Ben Gvir»- en el barrio de la disputa.

Los focos de los disturbios: Sheikh Djarraj, Puerta de Damasco, Monte del Templo, donde también se desataron choques entre palestinos y las fuerzas de seguridad israelíes, con lanzamientos de piedras también hacia el Kotel.

Entonces, a la hora de hacer «arder Palestina» por la anulación de los comicios, Hamás decidió montarse en lo que allí ocurría y hacer una movida nueva, que no se había dado en las vueltas anteriores: trazar un puente simbólico entre Gaza y Jerusalén. Los seis misiles lanzados el lunes a la capital israelí fueron un mensaje en varias capas: por un lado, hacia Mahmud Abbas, cumpliendo sus amenazas, oponiéndole un adversario serio y peligroso. Por otro, a la sociedad palestina: «Mahmud Abbas y el Fatah no los están protegiendo contra el enemigo sionista, al contrario, son colaboracionistas con el sionismo. Sólo Hamás es protector de Al Quds (Jerusalén) y Al Aqsa». También a los habitantes palestinos de Cisjordania: «Ya tenemos Gaza, vamos por más». No por nada, la calle en Cisjordania se mantiene al margen, al menos por ahora. Por último, a los países árabes: «Al firmar con Israel los Acuerdos de Abraham, nos olvidaron demasiado pronto. Piensen de nuevo»

ISRAEL, UN JUEGUITO DE COMPU

Nuestro problema es que los enfrentamientos internos palestinos no son generalmente una guerra entre ellos (2007 fue una excepción), sino más bien una competencia de tiro al pato, y el pato somos los israelíes. E Israel, que ha decidido aplicar una concepción de «conflicto controlado», que permite al Hamás crecer entre operativo y operativo, se ve obligado a reaccionar si desde Gaza se pasan algunos umbrales de tolerancia: cantidad de misiles (si de disparo por goteo se pasa a decenas o a cientos por día), alcance (de zona aledaña a Gaza, a Tel Aviv, y más aún si se trata de Jerusalén), y costo en vidas humanas. Hamás conoce esos parámetros, y decide cuándo apretar el botón. Israel actúa como un autómata, y se sorprende cada vez que lo activan como un jueguito de compu. Hasta los disparos a Jerusalén, las estimaciones de la inteligencia israelí eran: «Hamás no está interesado en una escalada». Algo tendrá que cambiar ahí arriba.

Y una novedad más: Hamás ha intentado por años arrastrar a toda «Palestina» a una Tercera Intifada, sin éxito significativo. De hecho, tampoco lo están logrando ahora, y los enfrentamientos, además de Gaza, se concentran sólo en Jerusalén. Cisjordania mantiene una calma que ha pasado desapercibida, pero que es significativa y notoria.

Sin embargo, Hamás puede en esta ocasión anotarse un logro. Extremistas de la sociedad árabe dentro de Israel se han lanzado a verdaderos pogroms, con quema de sinagogas, automóviles, linchamientos, y disparos con armas de fuego en numerosas localidades israelíes, mixtas y no tanto, mientras Hamás aplaude e incita a más. Se han escuchado ya testimonios de judíos que se quitan la kipá si tienen que pasar por determinados lugares en sus propias ciudades.

Extremistas del sector judío, que no faltan tampoco del lado israelí, como lo son la barra brava de Beitar Yerushalaim, autodenominada «La familia» (así, en español), han comenzado a poblar las noches de Lod y otros lugares con palos y otros objetos para proteger a los judíos de la ciudad, es decir, para «golpear árabes».

Este round de violencia con Gaza pasará. El cómo y por cuánto tiempo, será motivo de otra columna (como adelanto: acabará más o menos igual que los anteriores). Pero el quiebre entre judíos y árabes en la sociedad israelí, después de muestras tan positivas de solidaridad durante toda la pandemia, o durante el desastre del Monte Merón, es una amenaza existencial.

Autor: Marcelo Kisilevski Periodista, docente, traductor, escritor, analítico

14 de Mayo 2021

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *