La triple derrota de Putin en Jerson

Ricardo Angoso

Putin cosecha en unos días varias derrotas significativas: la caída de Jersón a manos ucranias en su imparable ofensiva contra el Ejército ruso; el pésimo resultado en las elecciones de medio término de su amigo Donald Trump en los Estados Unidos; y su cada vez más constatada soledad en la escena internacional, tal como se ha comprobado gráficamente en las cumbres de Egipto, sobre cambio climático, y la del G-20 en Bali. 

Ni siquiera China está muy por la labor de seguir la estrategia de desgaste del Kremlin y muestra un apoyo cada vez más tibio a su impopular guerra. 

No solamente ha sido la derrota de Jersón, en que los rusos se han retirado de una forma vergonzante y miserable, mostrando al mundo que el Ejército ruso no es más que una cuadrilla de forajidos que allá donde van siembran el terror y la muerte, sino que la cascada de acontecimientos acaecida en apenas unos días va señalando el camino que conduce a la derrota total, al estilo de la de Hitler, a ese sátrapa y genocida que responde al nombre de Vladimir Putin. Los ataques contra objetivos civiles ucranios han hecho de esta guerra una causa indefendible e inaceptable. 

La primera de las grandes derrotas ha sido la de su amigo norteamericano Donald Trump, que hasta ahora no ha condenado la agresión rusa a Ucrania y es uno de los pocos dirigentes occidentales que no se ha dignado a visitar Kiev para solidarizarse con los ucranios, y que ha sido fustigado duramente por un electorado que comienza a darle la espalda, entre sus enfermizos y crónicos delirios acusadores de fraude y esa exhibición de ridículo triunfalismo que suena a pataletas de mal perdedor sin arreglo. 

La derrota del ex presidente más payasesco de la historia de los Estados Unidos, que a este paso se llevará el título del peor presidente de todos los tiempos del gigante norteamericano superando a Jimmy Carter, ha sido colosal: contra todo pronóstico, y sin que las encuestas atisbaran el golpe, ha perdido el Senado, que queda en manos demócratas, y si consigue una débil mayoría en la Cámara de Representantes será por la mínima. Trump, a tenor de muchos elementos que lo han dejado descolocado en el Partido Republicano a causa esta derrota, ya no es el mismo payaso de siempre, sino que ahora es un derrotado que se equivocó en poner todas las cartas sobre la mesa en estas elecciones y el hasta ahora desconocido gobernador de Florida, Ron de Santis, ya es una opción creíble y con posibilidades de cara a las próximas elecciones primarias presidenciales. Trump, Dios nos oiga, puede ser un cadáver político y el último en enterarse puede ser él mismo, debido a su prepotencia y soberbia congénitas. 

Luego el segundo escenario en que Putin ha recibido un duro golpe es en la escena internacional. Cada evento que se organiza va quedando clara la soledad del Kremlin en el mundo y los escasos amigos que le quedan, entre ellos los regímenes más abyectos e impresentables del mundo, tales como Bielorrusia, Cuba, Irán, Siria y Venezuela, que cada vez muestran menos fervor y ardor guerrero por defender la campaña militar de su socio. Las recientes cumbres mundiales celebradas en Egipto, para tratar asuntos de medio ambiente, y la del G-20, celebrada en Indonesia, han mostrado a Rusia su soledad internacional y que incluso China toma distancias de su maldita guerra contra Ucrania porque no quiere verse envuelta en la impopularidad de un amigo que no merece tal nombre. Cuanto más tiempo dure la guerra en Ucrania, la proyección exterior de Rusia se irá debilitando cada vez más y eso afectará a su credibilidad, a sus negocios, a sus relaciones con sus vecinos y con Europa y, en fin, a la capacidad de tener influencia en un mundo cada vez más global, volátil y cambiante. Un mundo que, cada vez con más fuerza, al ver las dantescas imágenes que llegan desde Ucrania, deplora su maldita guerra. 

EL SIGNIFICADO MILITAR DE LA DERROTA DE JERSON

Aparte de estas dos consideraciones, cada una muy distinta pero no menos importantes ninguna de ellas, está el significado en clave militar, pues encadena una tercera gran victoria de los ucranios y la conquista de una ciudad y alrededores que Rusia ya se había anexionado precipitadamente sin calibrar los riesgos militares que se vaticinaban en un frente de guerra cada vez más proclive y favorable a los ucranios. 

Como señalaba un editorial del diario español El País, “La retirada de esta capital de la provincia del mismo nombre, y auténtico nudo estratégico de acceso a Crimea y el mar Negro, es especialmente amarga para el Kremlin, que había declarado su anexión a la Federación Rusa y ha fracasado no tan solo militar, sino sobre todo políticamente. Jersón se ha preservado casi intacta debido a que era la única gran ciudad en manos rusas desde el inicio de la guerra, pero los ocupantes no han sido capaces de atraer a la población, a pesar del peso de los ciudadanos rusófonos, ni ofrecer otra alternativa más que la represión, la tortura y la muerte”.

Aparte de estas consideraciones, la derrota de Jersón ha sido una nueva victoria mediática del presidente ucranio y sus fuerzas y una nueva humillación para los rusos, tal como ocurre con cada nuevo avance y conquista de las fuerzas de Kiev. En este contexto, no ha resultado extraño el cálido recibimiento a las tropas ucranias y el entusiasmo con que ha sido acogido el presidente Zelenski en este nuevo viaje a muy pocos kilómetros del frente, algo que ningún dirigente del Kremlin ha osado emular y desafía a la vez las bravatas anexionistas rusas. Los ucranios son recibidos como héroes y besados por la población civil como tales y los rusos, para su mayor desgracia para la historia de la infamia, se retiran como una sarta de criminales rufianesca, inmoral y asesina. Como dice el diario madrileño ya citado antes, “las imágenes de Zelenski por las calles de Jersón, incluidos los selfies que se ha realizado transmiten una extraña mezcla de horror bélico y a la vez pacificado”.

¿Qué puede pasar después de la caída de Jersón? Lo lógico sería que las dos partes, pero sobre todo Rusia que hasta ahora no ha mostrado su disposición a abrir un verdadero diálogo, dieran paso a la política y abandonaran las armas para siempre. Ucrania nunca podrá expulsar a todas las tropas rusas de su territorio, es un objetivo, simplemente, inalcanzable y tiene que ser consciente que, en algún momento, tendrá que negociar con sus enemigos-ocupantes rusos. La cuestión del final de este conflicto tiene mucho que ver con lo que tendrá que ceder territorialmente Ucrania a Rusia para sellar una paz definitiva que dé paso a un nuevo clima de estabilidad, seguridad y coexistencia en esta zona de Europa, alejando por un tiempo (limitado) el riesgo de nuevos conflictos y guerras. Sin embargo, mientras siga Vladimir Putin en el vértice del poder en Rusia este objetivo parece cada vez más lejano y los tambores de guerra resuenan con fuerza. Putin no quiere la paz y la aceptará como un mal menor para vender a su ciudadanía una victoria que no es tal pero que le permitirá seguir en el poder por un tiempo indefinido. Hasta que se muera y el mundo descanse tranquilo. 

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