OTRO AÑO DE DUELO

La historia judía puede ser vista en sus dos aspectos: el de la diáspora y el del movimiento sionista en la tierra de Israel.En el primero de ellos, los judíos huyeron de persecuciones, fueron recibidos en muchos países, se afincaron, conservaron sus tradiciones, aportaron lo suyo al nuevo lugar y luego fueron rechazados, expulsados o asesinados en muchos lugares.En el otro, en vez de ser nómades pasaron a ser residentes y dueños de su tierra.

El metódico accionar del antisemitismo en algunas partes tardó siglos y en otros apareció rápidamente.

Fue una dialéctica que esgrimieron todos los antisemitas en nombre de su Dios único y verdadero cuando hubo conflictos políticos y económicos. Basta hacer un relevamiento de sus barrios, sinagogas, cementerios y activismo local, tanto comunitario como nacional, para mostrar que siempre fue más de lo mismo, a lo que se le agregó hace décadas el terrorismo para dejar sus huellas como lo demuestran los dos atentados contra la comunidad judía en la Argentina.

Los que conocimos el edificio de la AMIA, antes del ataque del 18 de julio de 1994, recordamos que su frente estaba en la misma línea que todos los edificios de la cuadra.

Después del ataque, la reconstrucción del edifico se hizo, para resguardarlo, retirado del muro, lo que habla de inseguridad y de precaución porque el peligro contra la comunidad sigue vigente.

La evidencia está en los pilotes frente a la AMIA y a las instituciones judías en general, además de los controles.

Así hoy, la AMIA, tiene un nuevo edificio reforzado como los que se construyen en zonas sísmicas, o en Nueva York, después del atentado a las Torres Gemelas y en cualquier parte para proteger el derecho a la vida de los que los habitan por sobre todas las cosas.

Lo que la tragedia de los 86 muertos de la AMIA, sin Justicia para condenar a los culpables, ha logrado, es haber convertido un barrio judío en un referente turístico para los que visitan el país y un lugar de duelo para los familiares. Todos los que por allí pasan, rezan con sus ojos los nombres y apellidos de los muertos en el atentado.

Los asesinos sepultaron a judíos y no judíos bajo las ruinas de la explosión al estilo de una fosa común como lo hacían los nazis, pero sus nombres, escritos en el frente del nuevo edificio, están para honrarlos y ser revividos cuando familiares y ciudadanos se reúnen cada 18 de julio a las 9.53“y dicen acongojados ¡Presente! para recordarlos.

También los extranjeros, van a conocer la Plaza de la Memoria donde estaba la Embajada de Israel destruida por un coche bomba el 17 de marzo de 1992 a las 14.42”.

Entrando a la nueva AMIA puede verse la escultura cinética del gran artista israelí Yaacov Agam y admirar su arte en movimiento de colores y figuras cambiantes. Y es que Agam, siendo un hombre creyente, así como realiza candelabros judíos de múltiples brazos, en la escultura de la AMIA interpela a Dios sobre el misterio de la vida y de la fe.

Su obra de arte,  dinámica, en planchas de colores no deja de ser un constante ruego para encontrar Justicia y no tener que repetir: ¡Otro año sin culpables, otro año de duelo!

Por Martha Wolff

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