Parashá Bamidbar con comentarios del Rabino Jonathan Sacks

Libro Bamidbar / Números (1:1 a 4:20)

Diferentes Enfoques sobre esta Parashá

 

“En el desierto…” (Bamidbar 1:1)

¿Por qué la Torá fue dada específicamente en el desierto?  Porque así como el desierto es gratis -nadie va a quejarse si conduces dentro del desierto y te llevas dos toneladas de arena- así tambien la Torá es gratis:  Nadie va a impedirte venir, sentarte y estudiar tanta Torá como tengas ganas…

¿Por qué la Torá fue dada específicamente en el desierto?  Porque para que una persona aprenda Torá, debe liberarse de toda distracción.  Vaciarse hasta que quede desposeída como el desierto.

“UN MOMENTO, recién me dijeron en el párrafo anterior que la Torá es gratis.  Ahora me están diciendo que me va a costar todo lo que tengo, y que tengo que abandonar todo y ser como el desierto.  ¿Cuál es la respuesta cierta? “

“Son ambas; la Torá es libre, todo el mundo puede disfrutar de la incomparable fascinación intelectual de aprender Torá, pero si quieres que la Torá te cambie -te eleve y te refine-, entonces debes estar preparado para liberar tu vida de toda distracción y convertirte en un desierto para que la Torá florezca en él.

(Rab. Mordejai Perlman)

 

“En el desierto…” (Bamidbar 1:1)

¿Por qué la Torá fue dada específicamente en el desierto?  Las personas que viven en un área geográfica, por razones pragmáticas de sobrevivencia y un mutuo interés propio, tenderán a formar una sociedad.

En función de que esta sociedad funcione, una constitución será formulada, leyes promulgadas y elaboradas y una legislación complicada crecerá para cubrir las necesidades de cada posible situación.  Esto es el modelo histórico de cada nación excepto del Pueblo Judío.  Todos los otros pueblos que comienzan con una tierra y un sentido común de interés propio, solamente después desarrollan una constitución.  Sin embargo, la entrega de la Torá, la “constitución” del Pueblo Judío, antecede a su locación geográfica en la tierra de Israel.  Es por esto que la Torá fue entregada en el desierto, para mostrar que el propósito de vivir en Eretz Israel es para cumplir la Torá, y no viceversa.

 

“Y con vosotros estarán un hombre por cada tribu, cada hombre será la cabeza de su familia” (Bamidbar 1:4)

Un ignorante, el producto decepcionante de una línea distinguida de estudiosos, estaba presumiendo delante de un talmid jajam (sabio) que no tenía antecedentes de su familia de origen.

“La diferencia entre tú y yo”, dijo el ignorante, “es que yo provengo de una familia de grandes rabinos y tú, en cambio, vienes de la nada”.  “No”, dijo el sabio, “la diferencia entre nosotros, es que tú eres el final de tu línea… mientras que yo soy el principio de la mía”.

Así el versículo aquí nos enseña: “Cada hombre debe ser la cabeza de su familia”.  La cabeza y no la cola.

(Mejelet Majshevet)

 

“Di-s habló a Moshé en el desierto…  Eleva (censa) a toda la congregación de los hijos de Israel…” (Bamidbar 1:1-2)

La parashá de esta semana es la primera parashá del cuarto libro de la Torá, Séfer Bamidbar.  El cuarto libro también se llama “Jumash HaPekudim”, el libro de los Números, porque Israel es contado nuevamente.  Los países del mundo, acostumbran censar a la población para determinar el crecimiento y las necesidades de la sociedad.  Un censo, transforma a cada persona en un número.  Rashi explica que el Pueblo Judío fue contado más de una vez “porque eran amados por Di-s y debido a eso Él los contaba constantemente”.  Debido a que cada vida judía es tan valiosa para Di-s, la Torá utiliza la palabra “eleva” para expresar que el deseo de Di-s era que cada judío se sintiera especial.  Este censo “elevó” a cada judío.  Di-s no necesitaba  que Moshé fuera a contar al pueblo, pero fuimos contados para que cada judío supiera que tenía un propósito determinado en el mundo.

(Basado en Rabí Z.S. Suchard)

 

“Eleva (censa) a toda la congregación…” (Bamidbar 1:1-2)

Cuando el Pueblo de Israel se conduce de la manera apropiada, entonces el propósito de cada individuo se puede cumplir.  Para el Pueblo Judío en el desierto, esto significaba entrar a la Tierra de Israel rápidamente.  El censo de Di-s significaba el deseo de ver al Pueblo Judío en su estado más elevado.  Sin embargo, si no se comportaban de la manera apropiada, como una “Luz para las naciones”, cuidando los mandamientos de Di-s, esta cuenta podría separarlos unos de los otros para la muerte.  De la misma manera, Yosef utilizó el término “elevará” para describir tanto el perdón del jefe de los coperos, como la muerte del jefe de los panaderos.

(Basado en el Rambán y el Seforno)

 

“Cuenta a los hijos de Leví… todo varón de un mes de edad en adelante habrás de contar’ (Bamidbar 3:15).

La cuenta de los Levitas desde la temprana edad de treinta días (el mínimo periodo de tiempo para saber si un bebe puede sobrevivir) demuestra que la función de los Levitas va mucho más allá de su servicio en el Mishkan.  El servicio y cuidado del Mishkán durante los viajes y mientras acampaban solo empezaba a los treinta años de edad.  La cuenta desde pequeños demuestra que los Levitas tenían una función especial a parte del cuidado del Mishkán.  Esta era una función que podían cumplir a una edad más temprana, pero requería que toda su educación fuera dirigida hacia él.  Y efectivamente, la tribu de Leví no solo protegía y cuidaba el Mishkán, sino que también eran maestros de Torá y enseñaban cómo observarla.  Su misión era demostrar al pueblo que el cuidado de la “casa” de la Torá era responsabilidad de todos.  El Rambam nos dice que los Talmidei Jajamim (Sabios) son los Levitas de nuestro tiempo, y es por eso que debemos educar a nuestros hijos desde que nacen y cuidarlos a lo largo de su crecimiento y seguir cuidándolos aún después.

(Basado en los Rabinos S.R. Hirsh y Moshe Fainshtein)

 

“En el desierto…” (Bamidbar 1:1)

  1. La desolación del desierto es eternamente la antítesis de la vida y la actividad.El símbolo de la civilización, del flujo y la vitalidad de la vida, es la ciudad.  La ciudad está compuesta de casas, y las casas, de piedras.  Las palabras de una oración son como piedras.  Así como cada piedra por sí misma está desprovista de vida, pero, al combinarse una piedra con otra, se forma una casa, el medio de la vida y la vitalidad, lo mismo ocurre con las letras de la palabra.  Cuando están solas, no irradian luz ni vida.  No son más que piedras inertes.  Pero cuando se combinan, construyendo palabras y oraciones, frases y párrafos, irradian la luz del intelecto que le infunde vida al hombre, conduciéndolo y guiándolo.

“Con la palabra de Hashem, se hizo el cielo”.  Todo el mundo fue creado con la combinación de las letras del Alef-bet hebreo.  Las letras y las palabras se expanden y dispersan por toda la faz de la tierra.  Si, a través de ellas, logramos reconocer y ver el hilo de divinidad que invade todo el mundo, si son como las cuentas de un collar, que revelan el hilo de divinidad que teje al mundo, entonces este ya no es un desierto de desolación, sino una populosa ciudad, vibrante de vida y de sentido.  Pero si no comprendemos la escritura de la Mano Divina; si no hacemos ningún esfuerzo por ensamblar las letras de la existencia en palabras y oraciones, entonces el mundo es un desierto desolado.

Es como dos personas que leen en voz alta el mismo libro.  Uno lo lee con comprensión y con inteligencia, y el otro vomita las palabras sin sentido.  El primer lector enciende la luz de la sabiduría que hay dentro de las palabras; les da vida.  El segundo, lo único que tiene es una colección de piedras muertas.  El mundo es un gran libro.  Dichoso del que conoce la manera de leerlo y comprenderlo.

  1. Igual que el enamorado tiene una obsesión con su amada, el verdadero estudiante de la Torá está obsesionado con su “amada”: la Torá. Ella ocupa sus pensamientos todo el tiempo, y no hay nada que le importe más que ella.  Él debe sentir que únicamente la Torá le da sentido a su vida, y que por ella está dispuesto a renunciar a todo el confort material de este mundo, a transformarse en un desierto, vacío y sin dueño.  Su alma tiene que ser el lienzo virgen sobre el cual la Torá habrá de pintar su paisaje.

La Torá nos fue dada en el desierto.  Y para absorberla con profundidad, para que ella pueda “regar” nuestra alma, debemos tener sed de su agua viva, igual que el hombre tiene sed de agua en el desierto.

Debemos ser humildes como el desierto; olvidar todos nuestros conceptos previos, y estar dispuestos a renunciar a nuestros deseos materiales y a los efectos distorsionadores de la pasión.  Porque recién cuando permitamos que la Torá moldee nuestros procesos mentales, recién entonces Hashem abrirá nuestros ojos al mundo real.

(Adaptado de Rabí Shlomó Yosef Zevin Torá U Moadim)

  1. Cada año, en la fiesta de Shavuot, el pueblo judío recibe nuevamente la Torá. El Shabat previo a Shavuot nos preparamos para tal evento.  Históricamente hablando, el Shabat nos fue dado antes que la Torá, y fue el poder del Shabat el que nos condujo hacia el Sinai.  Pues el Shabat crea la unidad en el pueblo judío.  Y la unidad del pueblo es prerrequisito para recibir la Torá.  Al sentarnos juntos a la mesa del Shabat como hermanos, como una gran familia, estamos recreando esa misma unidad que fue necesaria para recibir al Torá en el Sinai.

Si la unidad que crea el Shabat es un modo de prepararnos para recibir la Torá, otro modo más es el renunciamiento del Shabat: en vez de sentirnos “llenos de nosotros mismos”, nos transformamos en un desierto, vacío de toda preocupación o interés, excepto el deseo de cumplir con la voluntad de Hashem.  Todos y cada uno de los judíos poseen esa capacidad de renunciamiento, que cada Shabat encuentra expresión en el cese de la melajá (trabajo creativo).  Por consiguiente, el Shabat es un preludio necesario para recibir la Torá.  Tal como dice la Hagadá de Pésaj: “Y Él nos dio el  Shabat y Él nos acercó al Monte Sinai”.

(Sfat Emet)

 

“Y la Tienda de la Reunión viajaba en el campamento de Leví en medio de los campamentos…” (Bamidbar 2:17)

Entra a cualquier sinagoga.  ¿En qué lugar se encuentra la bimá, el gran atril en el que se lee la Torá?  En el centro.

¿Por qué no está a un costado?  Cuando los Hijos de Israel viajaban por el desierto, la Tienda de la Reunión viajaba dentro del campamento de Leví, que estaba justo en el centro del campamento.  La Tienda de la Reunión se encontraba allí debido a que dentro de la Tienda de la Reunión estaba el Arón, el Arca Sagrada donde se guardaba la Torá.

La Torá tiene que estar en el centro.  No está más cerca de una persona que de otra, ni más lejos de una persona que de otra.  Cualquier judío puede estar tan cerca de la Torá como cualquier otro.

Del mismo modo, el Árbol de la Vida estaba plantado en el centro del Jardín del Edén.  La Torá es llamada el Árbol de la Vida a aquellos que la sostienen.  Las manijas con las que la asimos se llaman “Etz ha Jaim”, el Árbol de la Vida.  Las manijas están en el centro de cada uno de los   rollos, así como el Árbol de la Vida estaba en el centro del Jardín del Edén.  Y la Torá es el centro de la vida del judío.  Si la mueve a un costado, relegándola a ser un pasatiempo de fin de semana, pierde todo el equilibrio y sentido de la vida.  El materialismo enseguida se encarga de llenar el vacío que quedo al dejar “a un lado” a la Torá.

La Torá exige concentración.  Debemos concentrarla en el centro de nuestra vida.  Pues ella es el corazón de nuestra fe.  Y así como del corazón surge la vida misma, por lo que su sitio se encuentra en el centro del cuerpo, la Torá se encontraba en el centro de los campamentos de Israel.  El corazón bombea la sangre a todas las extremidades del cuerpo por igual, sin discriminación, sustentando así a todos los miembros.  La Torá Sagrada bombea la fuerza vital del judaísmo a todos los miembros del pueblo judío, sin discriminación, no importa quienes sean.

(Jafetz Jaim) 


Comentario del Rabino Jonathan Sacks Z´L´

Liderando una nación de individuos

Bamidbar comienza con un censo de los israelitas. Es por eso que el libro es conocido en inglés (y en español) como Números. ¿Cuál es el significado de esta acción de contar? ¿Y por qué está al comienzo del libro? Además, ya se habían hecho dos censos de los israelitas anteriormente, y esta sería la tercera en el lapso de un año. Por cierto, uno solo podría haber sido suficiente. Y el hecho de contar, ¿tiene algo que ver con el liderazgo?

Para comenzar, es necesario notar que parece haber una contradicción. Por un lado Rashi dice que el acto de contar en la Torá es un gesto de amor de Dios:

Porque ellos (los hijos de Israel) son queridos por Él, Dios los cuenta con frecuencia. Los contó cuando estaban por salir de Egipto. Los contó después del episodio del Becerro de Oro para ver cuántos quedaban. Y ahora que estaba por establecer Su presencia para estar en medio de ellos (con la inauguración del Santuario) los contó nuevamente.

Rashi a Bamidbar 1: 1

De esta forma aprendemos que cuando Dios inicia un censo de los israelitas es para mostrar que Él los ama.

Cuando, siglos más tarde el rey David contó la población, la ira Divina se manifestó y murieron 70,000 personas. (1) ¿Cómo puede ser eso, si contar es una expresión de amor?

La Torá es explícita al decir que hacer un censo está rodeado de peligros:

Entonces Dios le dijo a Moshé: Cuando haces un censo para contar a los israelitas, cada uno debe dar un rescate a Dios por su vida en el momento en que está siendo contado. De esa forma ninguna plaga les vendrá cuando los numeras.

Éxodo 30: 11-12

La respuesta a la aparente contradicción está en la frase que la Torá emplea para describir el acto de censar: se’u et rosh, literalmente, “levantar la cabeza.” Esta expresión, un circunloquio, es extraña. El hebreo bíblico posee muchos verbos para “contar”: limnot, lifkod, lispor, lajshov. ¿Por qué no utiliza la Torá esas palabras simples y elige en su lugar una expresión retorcida, “levantar las cabezas” del pueblo?

Brevemente, la respuesta es esta: en cualquier censo, al contar o pasar lista hay una tendencia a enfocarse en el total: la población, la multitud, la masa. Ya sea una nación de 60 millones de habitantes, una empresa de 100.000 empleados o un estadio con 60,000 espectadores. Cualquiera sea el total, se tiende a valorar el grupo o nación por la sumatoria. Cuanto mayor la cifra, mayor poderío militar, más popular el equipo, más exitosa la empresa.

Al contar se devalúa al individuo y se tiende a hacerlo reemplazable. Si un soldado muere en una batalla, otro ocupará su lugar. Si una persona deja una organización, otra puede ser incorporada para hacer su trabajo.

También, notoriamente, las multitudes tienen el efecto de hacer que el individuo deje su criterio propio y siga lo que hacen los demás. A eso lo llamamos “conducta de masa,” que en ocasiones conduce a la locura colectiva. En 1841 Charles MacKay publicó su estudio clásico, Extraordinary Popular Delusions and The Madness of Crowds, (Delirios populares extraordinarios y la locura de las masas) que cuenta acerca de la South Sea Bubble (burbuja del Mar del Sur) que a miles de personas les costó todo su dinero en 1720; y la manía de los tulipanes en Holanda, donde se gastaron fortunas para comprar un solo tulipán. La gran crisis económica de 1929 y 2008 tuvieron la misma psicología de masas.

Otra gran obra, The CrowdA Study of the Popular Mind, (La multitud: un estudio de la mentalidad popular) de Gustav Le Bon, muestra cómo las masas ejercitan una influencia magnética “que transmuta el comportamiento de individuos en una ‘mentalidad de grupo’” colectiva. Como él lo señaló, “Un individuo en una multitud es un grano de arena entre otros, que el viento mueve a voluntad.” Las personas en una masa se vuelven anónimas. Su conciencia es silenciada. Pierden el sentido de la responsabilidad personal. Las multitudes tienen una curiosa tendencia a una conducta regresiva, a reacciones primitivas y a un comportamiento instintivo. Pueden ser conducidas fácilmente por figuras demagógicas, que perciben los temores de la gente y su sentido de victimización. Esos líderes, dijo, son “reclutados de entre las filas de personas mórbidamente nerviosas, excitables y semi desequilibradas que bordean la locura,” (2) una notable predicción de Hitler. No es casual que la obra de Le Bon fuera publicada en Francia en el tiempo del antisemitismo creciente y del caso Dreyfus.

De ahí lo significativo de una característica notable del judaísmo: su insistencia, por principio – como ninguna otra civilización anterior – en la dignidad y en la integridad del individuo. Nosotros creemos que cada ser humano fue creado a la imagen y semejanza de Dios. Los sabios afirmaron que cada vida es como si fuera un universo entero. (3) Maimónides dice que cada uno de nosotros debe verse a sí mismo como si su acción a realizar pudiera cambiar el destino del mundo. (4) Cada visión disidente está cuidadosamente registrada en la Mishná, aún en el caso de que la ley dictamine lo contrario. Cada versículo de la Torá es capaz de ser interpretado, de acuerdo a los sabios, de setenta formas distintas. Ninguna voz, ninguna visión es silenciada. El judaísmo nunca permite que perdamos nuestra individualidad en la masa.

Hay una magnífica bendición mencionada en el Talmud que se pronuncia al ver a 600.000 israelitas juntos en un lugar. Es: “Bendito seas Oh Señor… que disciernes secretos.”(5) El Talmud explica que cada persona es diferente. Cada uno de nosotros tiene sus atributos. Todos tenemos nuestros propios pensamientos. Sólo Dios puede penetrar la mente de cada uno de nosotros, saber qué estamos pensando, y es esto a lo que se refiere la bendición. En otras palabras, aun en una multitud donde, a los ojos humanos se borran las caras en medio de la masa, Dios todavía se relaciona con nosotros como individuos, no como parte de la multitud.

Este es el sentido de la frase “levantar la cabeza” usada en el contexto del censo. Dios le dice a Moshé que existe el peligro de que cuando se cuenta una nación, cada individuo se sienta insignificante. “¿Qué soy yo? ¿Qué diferencia puedo hacer? Soy sólo uno entre millones, una mera ola en el océano, un grano de arena en la costa, polvo en la superficie del infinito.”

Contra eso, Dios le dice a Moshé que levante las cabezas de la gente mostrando que cada uno de ellos es importante, que cuentan como individuos. Ciertamente en la ley judía un davar she-be-minián, algo que es contado, vendido individualmente más que por peso, nunca se anula, aun mezclado en mil o un millón de unidades. (6) En el judaísmo un censo debe realizarse de tal forma que se señale siempre nuestro valor como individuos. Cada uno de nosotros tiene sus atributos particulares. Hay una contribución que solo yo puedo realizar. Levantar la cabeza de alguien equivale a mostrarle favor, a reconocerlo. Es un gesto de amor.

Existe, sin embargo, toda la diferencia del mundo entre individualidad e individualismo. Individualidad significa que yo soy único y un miembro valorado del equipo. Individualismo es que no soy parte del equipo. Estoy interesado en mí mismo, no en el grupo. El sociólogo de Harvard, Robert Putnam, le asignó a esta característica un nombre famoso, viendo que había cada vez más personas en Estados Unidos jugando en forma individual al bowling y cada vez menos jugando en equipo. Lo llamó “Bowling alone” (jugando al bowling solo). (7) La profesora de MIT Sherry Turkle llama a nuestra era de Twitter, Facebook y amistades on-line (más que de cara a cara), “Solos juntos.” (8) El judaísmo valora la individualidad, no el individualismo. Como dijo Hillel: “Si yo soy sólo para mí, ¿qué soy?” (9)

Todo esto tiene implicancias en el liderazgo judío. No estamos en el negocio de contar números. El pueblo judío siempre fue pequeño en número y sin embargo logró grandes cosas. El judaísmo desconfía profundamente de los líderes demagógicos que manipulan las emociones de las multitudes. Moshé en la zarza ardiente habló de su falta de elocuencia. “No soy hombre de palabras.” Él pensó que eso era una falencia, una cualidad necesaria para ser líder. De hecho fue lo opuesto. Moshé no encendió al pueblo por su oratoria. Más bien, lo elevó por sus enseñanzas.

Un líder judío debe respetar a los individuos. Debe “levantar sus cabezas.” Cualquiera sea la magnitud del grupo a liderar, siempre es posible comunicar el valor que se asigna a todos los integrantes. Nunca se debe intentar cautivar a una multitud apelando a sus emociones primitivas de temor o de odio. Nunca debe elevarse menospreciando las opiniones de otros.

Es difícil guiar una nación de individuos, pero es el más desafiante, inspirador y fortalecedor de todos los liderazgos.

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