Parasha Mishpatim, comentarios del Rabino Jonathan Sacks y Haftara

Libro Shemot / Éxodo (21:1 a 24:18)

Resumen de la Parashá

En esta parashá el Todopoderoso enumera ciertas leyes de importancia existencial del Pueblo de Israel.
Comienza con el trato con el siervo hebreo, quien, si fue comprado, al séptimo año de servidumbre, debe ser liberado.  Si fuera casado con mujer judía al comenzar el tiempo de servicio, ella también será liberada al séptimo año, así como los hijos que tuvieren.  Siendo soltero y si durante el período de servidumbre su amo le diera una mujer pagana, y tuvieran niños, al séptimo año él saldrá solo, quedando su mujer y los hijos para su amo.  Si el siervo, después de los seis años decide quedarse con su amo, tendrá que declararlo ante los jueces y su amo deberá con un punzón perforarle su oreja contra la puerta de su casa.
Un hombre podrá vender a su hija como sirvienta hasta la edad de doce años.  Si no agradare a su amo y no casara con éste, no podrá ser vendida a extranjeros y podrá ser devuelta a sus padres.  Si el hijo del amo se casara con ella, será tratada como una judía libre.  Sus derechos matrimoniales no le serán negados, y si uno de los dos se hubieran casado con ella y a su vez se casaran con otra mujer, la sirvienta queda en libertad.
Si un hombre golpea a su esclavo no judío causándole la muerte, su amo se será castigado con muerte, salvo que lo haya hecho sin intención.
Quien matare con alevosía a su prójimo, o quien golpeare a su padre o a su madre, o quien raptare a un hombre, o quien maldijere a su padre o a su madre, la pena será muerte. También será esta pena para prácticas de brujería, de bestialidad y de sacrificio de ídolos.
En caso de herir a otro, por causa de una pelea, deberá resarcir por la pérdida de beneficios del herido y los gastos de su curación. Si durante una pelea se golpea por accidente a una mujer embarazada y se le causa aborto, deberá pagar por el daño que causó. Si un animal mata a un ser humano, se sacrifica al animal y su dueño pagará una compensación. Si un hombre abriere un pozo que queda al descubierto, y cayere en él un animal que muere por la caída, el responsable de esa desidia deberá indemnizar al propietario del animal.
Quien robara un buey y posteriormente lo sacrifica o vende, deberá pagar a su propietario 5 veces el valor del animal y si se trata de un ovino, el valor de 4 veces.  Si al ladrón se lo captura en poder del animal, paga el doble.
Si un ladrón es sorprendido al asaltar una casa, y fuera herido de muerte, si esto ocurre durante la noche, nadie será culpado.  En cambio si el hecho ocurriera de día, se acusa a quien lo mató, como asesinato.  Si el ladrón no muere y no puede devolver lo robado, se lo vende como esclavo.
Si alguien con su ganado dañara el campo o el viñedo de otro, deberá compensar los daños.  También quien hiciere fuego y por descuido produce un incendio sobre propiedad ajena, deberá indemnizar.
Si alguien diera a otro dinero o cosas para su custodia, y le fuera robado, deberá pagar al propietario de las cosas el doble del valor de lo faltante, si fuera hallado el ladrón. Y si este último no fuese encontrado, deberá jurar ante jueces que no fue responsable de la falta de los objetos.
Cuando se confía a alguien pago la guarda de un animal y éste muere o es lastimado o robado sin testigo alguno, deberá jurar que no fue responsable y no habrá indemnización.  Pero si el animal le fuere robado, deberá pagar al propietario.  Si el animal fuera maltratado por bestias salvajes, no pagará.  Si alguien pidiere prestado un animal, y éste fuera lastimado o muerto, deberá pagar indemnización, salvo que el dueño estuviera presente durante el hecho.
Está prohibido maltratar a un extranjero, al igual que la viuda o el huérfano.  En su caso, Hashem encenderá Su ira.
Al prestar dinero a un pobre del propio Pueblo, no se le cobrará intereses.
El testigo no levantará falso testimonio en favor de un culpable; no debe seguir a la mayoría durante un proceso, que desvirtúe a la justicia. No se debe pervertir el derecho del pobre en un juicio. No se debe aceptar soborno, ya que desnaturaliza las palabras de la justicia.
Los primeros productos y frutos de la tierra y viñedos, deberán ser ofrecidos al Todopoderoso, ya que ellos fueron dados por Él. De la misma manera, se Le ofrecerán los primogénitos de hombres y animales.
Se sembrará durante seis años y el séptimo año deberá descansar la tierra, ya que es un año sabático.  No se sembrará ni se cosechará durante el mismo.
Cada uno deberá observar el Shabat, no realizando por completo labores, como tampoco los sirvientes ni el ganado. Tres veces por año, Pésaj, Shavuot y Sucot, cada judío adulto deberá peregrinar hacia el Templo Sagrado, en Jerusalem, llevando ofrendas de gratitud al Eterno.
Está prohibido remojar o cocinar la carne de un cabrito en la leche de su madre.
Por orden del Eterno, Moshé, Aharón, Nadav y Avihú, junto con setenta ancianos de Israel, ascendieron al monte, no así el resto del Pueblo, y únicamente Moshé podía acercarse hasta el lugar indicado por Hashem. Moshé contó al Pueblo lo dicho por el Eterno y enumeró Sus leyes, y el Pueblo respondió: “Todo lo que mandó el Eterno haremos”.
Escribió Moshé todas Sus palabras y construyó un altar al pie del monte. Nuevamente Moshé fue convocado por el Todopoderoso para recibir las Tablas de la Ley sobre las que estaban inscritos los Diez Mandamientos para luego ser enseñados detalladamente al Pueblo. Moshé subió junto a Yehoshúa, quien quedó en la parte baja del monte, y Moshé permaneció durante cuarenta días y cuarenta noches en la cima del Monte Sinai.

Comentario del Rabino Jonathan Sacks Z”L,

 traducido del ingles por Ana Barrera.

Editor: Marcello Farias

Visión y Detalles

Nuestra parsha nos lleva a través de una transición desconcertante. Hasta ahora en Shemot hemos sido llevados por la extensión y el drama de la narrativa: la esclavización de los israelitas, su esperanza por la libertad, las plagas, la obstinación del Faraón, la escapada por el desierto, el cruce del Mar Rojo, el viaje al Monte Sinaí y el gran pacto con Dios.

De pronto, ahora, nos encontramos encarados con una diferente forma de literatura: un código de leyes cubriendo una variedad desconcertante de temas, desde responsabilidad por daños a la protección de la propiedad, leyes de justicia, de Shabat y festivales. ¿Por qué aquí? ¿Por qué no continuar con la historia, que lleva al siguiente gran drama, el pecado del becerro de oro? ¿Por qué interrumpir el flujo? ¿Y qué tiene que ver esto con el liderazgo?

La respuesta es esta: grandes líderes, sean CEOs o simplemente padres, tienen la habilidad de conectar una gran visión con altos detalles específicos. Sin la visión los detalles son meramente cansadores. Hay una bien conocida historia de tres hombres que son empleados para cortar bloques de piedra. Cuando se les pregunta qué están haciendo, uno dice “Cortando piedra”, el segundo dice “Ganándome la vida” y el tercero dice “Construyendo un palacio”. Aquellos que tienen la imagen más grande toman más orgullo en su labor, y trabajan más duro y mejor. Los grandes líderes comunican una visión.

Pero ellos también son esmerados, incluso perfeccionistas, cuando se refiere a detalles. Edison famosamente dijo, “Genio es uno por ciento inspiración, noventa y nueve por ciento transpiración”.  Es la atención a los detalles lo que separa a los grandes artistas, poetas, compositores, cineastas, políticos, jefes de corporaciones de las personas meramente promedio. Cualquiera que haya leído la biografía sobre Steve Jobs de Isaac Walter sabe que él tenía una atención al detalle al borde de la obsesión. Insistía, por ejemplo, que todas las tiendas de Apple deberían tener escaleras de cristal. Cuando se le dijo que no había cristal lo suficientemente fuerte, el insistió que debería ser inventado, y se inventó (él tenía la patente).

El genio de la Torá era aplicar este principio a la sociedad como un todo. Los israelitas habían venido a través de una serie de eventos transformadores. Moisés sabía que antes no había habido nada como esto. También sabía, por Dios, que nada era accidente o incidental. Los israelitas experimentaron la esclavitud para hacerlos apreciar su libertad. Ellos habían sufrido, para que pudieran saber lo que se siente estar en lado equivocado del poder tiránico. En Sinaí Dios, a través de Moisés, había dado a los israelitas una declaración de misión: convertirse en “un reino de sacerdotes y una nación santa”, bajo la soberanía sólo de Dios. Deberían crear una sociedad construida sobre principios de justicia, dignidad humana y respeto a la vida.

Pero ninguno de los eventos históricos ni de los ideales abstractos – ni siquiera los principios generales de los Diez Mandamientos – son suficientes para sostener una sociedad en largo plazo. Entonces el notable proyecto de la Torá: traducir la experiencia histórica a una detallada legislación, para que los israelitas vivirán lo que habían aprendido de manera diaria, tejiéndola en la textura de su vida social. En la parashá de Mishpatim, la visión se convierte en detalle, y la narrativa se convierte en ley.

Entonces, por ejemplo: “Si compras un sirviente hebreo, él te servirá por seis años. Pero en el séptimo año, se irá libre, sin pagar nada” (Ex.21: 2-3). De golpe, en esta ley, la esclavitud es transformada en una condición de nacimiento a una circunstancia temporal – desde donde quien tú eres a que, en el tiempo, lo que tú haces. La esclavitud, la amarga experiencia de los israelitas en Egipto, no pudo abolirse de la noche a la mañana. No fue abolida en los Estados Unidos hasta 1860, e incluso entonces, no se abolió sin haber desatado una guerra civil. Pero esta apertura de la ley en nuestra parashá es el inicio de ese largo viaje.

De igual manera la ley que “Cualquiera que golpee a su esclavo hombre o mujer con una vara debe ser castigado si el/la esclavo/a muere como resultado directo de la golpiza” (Ex. 21:20). Un esclavo no es una mera propiedad. Ella o él tienen el derecho a la vida.

Similarmente la ley del Shabat que dice: “Seis días harán su trabajo, pero en el séptimo día no trabajes, para que tu buey y tu mula puedan descansar, y entonces el esclavo que nació en tu casa y el extranjero viviendo entre ustedes pueda ser refrescado” (Ex. 23:12). Un día en siete los esclavos podrían respirar el aire de la libertad. Estas tres leyes prepararon el camino para la abolición de la esclavitud, aunque se llevó más de tres mil años.

Hay dos leyes que tienen que ver con la experiencia de los israelitas de haber sido una minoría oprimida: “No maltrates ni oprimas al extranjero, pues tú fuiste extranjero en Egipto” (Ex. 22:21) y “No oprimas a un extraño, tú sabes cómo se siente ser extranjero, porque fuiste extranjero en Egipto” (23:9).

Y hay leyes que evocan otros aspectos de la experiencia del pueblo en Egipto, tales como, “No tomes ventaja de la viuda o del huérfano. Si lo haces y lloran hacia mí, ciertamente escucharé su llanto” (Ex. 22:21-22). Esto recuerda el episodio en el que, al inicio del Éxodo, “Los israelitas gimieron en su esclavitud y lloraron, y su clamor por ayuda a causa de su esclavitud llegó a Dios. Dios escuchó su llanto y recordó su pacto con Abraham, con Isaac y con Jacob. Entonces Dios miró sobre los israelitas y se preocupó por ellos” (Ex. 2: 23-25).

En un famoso artículo escrito en los 1980s, el profesor de derecho de Yale Robert Cover escribió sobre “Nomos y Narrativa” (1). Por esto él quería decir que debajo de las leyes de cualquier sociedad hay un nomos, esto es, una visión de un orden social ideal que la ley intenta crear. Y detrás de cada nomos hay una narrativa, esto es, una historia sobre por qué los formadores y visionarios de esa sociedad o grupo llegaron a tener esa visión específica del orden ideal que buscaron construir.

Los ejemplos de Cover son en gran parte tomados de la Torá, y la verdad es que su análisis suena menos como una descripción de la ley más a una descripción del fenómeno único que conocemos como Torá. La palabra “Torá” es intraducible porque quiere decir muchas cosas diferentes que solo aparecen juntas en el libro que lleva ese nombre.

Torá significa “ley”. Pero también quiere decir “enseñanza, instrucción, guía”, o más generalmente, “dirección”. También es el nombre genérico para los cinco libros, del Génesis al Deuteronomio, que comprenden ambas narrativa y ley.

En general, ley y narrativa son dos géneros literarios diferentes que tienen muy poca superposición. Casi todos los libros de leyes no contienen narrativas, y casi todas las narrativas no tienen ley. Además, como Cover mismo lo nota, incluso si la gente en Gran Bretaña o América el día de hoy conocieran la historia detrás de una ley dada, no hay un texto canónico que las una. En cualquier caso, en casi todas las sociedades hay muchas formas diferentes de contar la historia. Además, casi todas las leyes son promulgadas sin una declaración de por qué llegaron a ser leyes, lo que intentan alcanzar, y qué experiencia histórica llevaron a su promulgación.

Entonces la Torá es una combinación única de nomos y narrativa, historia y ley, las experiencias formativas de una nación y la forma en la que esa nación buscó vivir su vida colectiva para que no olvidar las lecciones que aprendió a lo largo del camino. Esto une la visión y el detalle en una forma que nunca ha sido superada.

Así es como nosotros debemos liderar si queremos que la gente venga con nosotros, dando lo mejor de sí. Debe haber una visión que nos inspire, que nos diga por qué debemos hacer lo que se nos pide hacer. Debe haber una narrativa: esto es lo que pasó, estos es lo que somos y esto es por qué la visión es tan importante para nosotros. Entonces debe estar la ley, el código, la fastidiosa atención al detalle, que nos permita traducir la visión hacia una realidad y convertir el dolor del pasado a bendiciones en el futuro. Esa extraordinaria combinación, que no se encuentra en ningún otro código de leyes, es lo que le da a la Torá el poder perdurable. Es un modelo para quienes buscan liderar pueblos a la grandeza.

(1) Robert Cover, ‘Nomos and Narrative,’ Foreword to the Supreme Court 1982 Term (1983), Yale Faculty Scholarship Series, Paper 2705; http://digitalcommons.law.yale.edu/fss_papers/2705.

Jeremías 34:8-22 Jeremías 33:25 y 26
El texto de esta Haftará acompaña quizás más que cualquier otro al de nuestra Parashá.
Entre las muchas mitzvot a llevar a cabo se nos habla de las relaciones entre amos y esclavos pero sobre todo del deber de cuidar al prójimo en todos los sentidos: respecto de sus pertenencias, de su moral y de la vida misma.
Nuestro profeta reacciona violentamente contra todos aquellos que atenten en contra del Pacto, que no lo cuiden, que lo rompan.
Y lo importante del mensaje de Jeremías es que pone muy en claro que no se refiere a cuestiones espirituales, religiosas, sino básicamente a la relación entre los Bnei Israel.
Desde nuestra salida de Egipto, el cruce del Iam Suf y la llegada al Sinaí nos queda claro que hacemos nuestro camino buscando a cada paso aires de libertad.
Aires de libertad que sólo pueden lograrse si cuidamos de nuestro prójimo, si nos cuidamos de no esclavizarlo.
Nuestras raíces, nuestra tradición ponen este principio por sobre todos los otros.
La libertad es el bien más preciado que un ser humano puede tener.
Y más todavía debiera serlo la libertad de nuestro prójimo.
Esto es lo que le agradecemos a D’s cada día, habernos librados del mitzraim de todos, de cada uno. Ayudar al prójimo a liberarse de sus ataduras, internas y externas.
Comprometernos a luchar por eso, un deber y un derecho.
Y si nuestro profeta nos habla de esto con tal énfasis es porque el Pacto ha sido violado.
Y esto trae inevitablemente consecuencias.
Nos dice el Rab Edery z’l, que los profetas de Israel no han sido ni políticos ni estrategas; que siempre se han visto enfrentados al poder político o militar.
 Y que la independencia nacional misma del pueblo de Israel está condicionada a la subordinación del pueblo de Israel a la Torá.
Nos queda claro entonces que no hay ni debiera haber resquicios.
Sólo la ley nos hace libres. Y cuidar la libertad de cada uno de nosotros es fundamental para cada judío. Porque es nuestra propia esencia, nuestra razón de ser.
Que podamos en este Shabat Mishpatim reconocer lo que hemos recibido, recordar siempre lo D’s ha dicho.
Vosotros no Me habéis escuchado para proclamar libertad cada hombre a su hermano y cada hombre a su prójimo. He aquí que Yo voy a proclamar para vosotros libertad…a la espada, a la mortandad y al hambre. Y os convertiré en conmoción, para todos los reinos de la tierra.
Norma Dembo

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