Parashat Shemini y comentario del Rabino Jonathan Sacks Z´L

shemini

La Parashá

En esta Parashah leeremos que en el octavo día, luego de 7 días de inauguración del Cohen Hagadol y sus hijos comienzan a oficiar como sacerdotes.

Los dos hijos mayores de Aarón , Nadav y Avihu estaban dotados por habilidades fuera de lo común, tenían condiciones para convertirse en los próximos líderes.

Nadav significa apto para la nobleza (Nedivot).

Avihu implica que valía como para convertirse en el padre del pueblo judio (Av).

Tanto Nadav y Avihu eran tzadikim, los dos tenían una falta de humanidad y lo demostraban en sus actitudes y forma de expresión. Nadav y Avihu ofrecen un fuego extraño frente a D’s que El no les mando y mueren en el Mishkan.

Formularon esta halaja en presencia de Moshé siendo correcta pero al no haber sido consultada con Moshé previamente el castigo fue la muerte de ambos. Aarón permanece en silencio ante la tragedia.
Hashem entrega las leyes del Cashrut identificando los animales que pueden ser consumidos y aquellos que no. Los animales que tienen las pezuñas partidas y son rumiantes estos están permitidos como así también los peces que tengan escamas y aletas. También son dadas algunas leyes de pureza ritual incluyendo la purificación de la Mikve y de lo manantiales en el cual el pueblo judío es mandado a diferenciar entre lo puro y lo impuro.

Shabat Shalom Umeboraj

Marcelo Mann


Entre esperanza y humanida

Rabino Jonathan Sacks Z´L

Debería haber sido el gran día de celebración. El Tabernáculo, el primer sitio de rezo colectivo de Israel había sido completado. Se habían hecho todos los preparativos. Durante siete días Moshé había realizado la inauguración. Había llegado el octavo día, el primero de Nissan. Los sacerdotes, liderados por Aarón estaban listos para comenzar el servicio.

Y ocurrió la tragedia. Dos de los hijos de Aarón, Nadav y Avihu, trajeron “un fuego extraño que Dios no les había ordenado.” El fuego “provino del Señor” y murieron. Después se suceden dos escenas entre Moshé y Aarón. La primera:

Moshé entonces dijo a Aarón: “Esto es lo que habló el Señor cuando dijo: ‘Ante aquellos que están cerca de Mí me mostraré Santo; a la vista de todo el pueblo Yo seré honrado.’” Aarón permaneció en silencio.

Levítico 10:3

Entonces Moshé ordenó que removieran los cuerpos, y prohibió a Aarón y a sus otros hijos practicar los rituales de duelo. Luego les dio instrucciones para evitar que se sucedan tragedias semejantes en el futuro, y procedió a controlar que los sacrificios del día hubieran sido realizados. Descubrió que Aarón y sus hijos habían quemado la ofrenda, en lugar de comerla como estaba prescripto:

Cuando Moshé inquirió por la cabra de ofrenda de pecado y comprobó que había sido quemada, se enojó con los hijos restantes de Aarón, Eleazar e Itamar, y preguntó: “¿Por qué no comieron la ofrenda de pecado en la zona del Santuario? Es el más sagrado, y les fue dado para expiar el pecado de la comunidad y hacerla ante el Señor. Como su sangre no fue llevada al Lugar Sagrado, tendrían que haber comido la cabra en la zona del Santuario, como yo ordené.”

Aarón le replicó a Moshé: “Hoy ellos hicieron su ofrenda por el pecado y su ofrenda quemada ante el Señor, pero cosas como estas me han ocurrido a mí. ¿Estaría contento el Señor si hubiera comido la ofrenda de pecado, hoy?” Cuando Moshé escuchó esto, lo aprobó.

Levítico 10: 16-20

Sin entrar en detalles acerca de este intercambio, el aspecto psicológico es fascinante. Moshé trata de reconfortar a su hermano que ha perdido a dos de sus hijos. Le dice que Dios ha dicho: “A aquellos que están cerca de Mí, Me mostraré santo.” Según Rashi, dijo lo siguiente: “Ahora veo que ellos (Nadav y Avihu) eran más grandes que tú y yo.” Cuanto más santa es la persona, tanto más exige Dios de ella.

Es como si Moshé le hubiera dicho a Aarón: “Hermano mío, no desfallezcas ahora. Hemos llegado tan lejos. Hemos escalado tan alto. Sé que tu corazón está partido. El mío también. ¿No habíamos pensado – tú y yo – que nuestros problemas habían quedado atrás después de todo lo que sufrimos en Egipto, en el Mar Rojo, en la batalla contra Amalek y con el pecado del Becerro de Oro, que finalmente estaríamos seguros y libres? Y ahora ha ocurrido esto. Aarón, no te entregues, no desesperes, no pierdas la fe. Tus hijos murieron no por malvados sino por santos. Aunque la acción estuvo mal, sus intenciones fueron buenas. Simplemente se exigieron demasiado.” Pero pese a las palabras de consuelo de Moshé, “Aarón se mantuvo en silencio,” sumido en una pena más profunda que las palabras.

En el segundo diálogo, Moshé está preocupado por otra cosa – la comunidad, cuyos pecados debían haber sido expiados por la ofrenda. Es como si le hubiera dicho a Aarón: “Hermano, sé que estás en un estado de desconsuelo. Pero tú no eres una persona cualquiera. Eres el Sumo Sacerdote. La gente necesita que cumplas con tus funciones, cualesquiera que sean tus sentimientos.” Aarón contesta: “¿Estaría contento el Señor si hubiera comido la ofrenda de pecado, hoy?” Solo podemos adivinar el sentido preciso de estas palabras. Quizás significaran lo siguiente: “Yo sé que en general, le está prohibido al Sumo Sacerdote estar de duelo como si fuera un individuo común. Esa es la ley, y yo la acepto. Pero si yo, en este acto inaugural, hubiera actuado como si nada, como si mis hijos no hubieran muerto, ¿no sentiría el pueblo que yo fuera un desalmado, como si la vida y la muerte humana no me significaran nada, como si el servicio a Dios fuera a costa de la renuncia de mi humanidad?”. Esta vez el que permaneció en silencio fue Moshé. Aarón tiene razón, y Moshé lo sabe.

En este intercambio verbal entre los dos hermanos, nace una trascendental valentía: el coraje de Aarón que tiene la fortaleza de hacer su duelo y no aceptar el consuelo fácil, y el coraje de Moshé que tiene la fortaleza de seguir adelante pese a su dolor. Es casi como si estuviéramos viendo el nacimiento de una configuración emocional que caracterizará al pueblo judío en siglos venideros. El judío es un pueblo que ha tenido una cuota adicional de sufrimiento. Como Aarón, no perdió su humanidad. No permitió que su sentido del dolor disminuya, agonice, pierda sensibilidad. Pero tampoco perdió la capacidad de seguir adelante, de continuar, de tener esperanza. Como Moshé, nunca perdió su fe en Dios. Pero como Aarón, nunca permitió que la fe anestesie sus sentimientos, su vulnerabilidad humana.

Me parece que es eso lo que ocurrió con el pueblo judío después del Holocausto. No hubo, ni hay palabras para silenciar el dolor o detener las lágrimas. Podemos decir – como le dijo Moshé a Aarón – que las víctimas eran inocentes, santas, que murieron al kidush Hashem, “santificando el Nombre de Dios.” Seguramente es cierto. Pero, sin embargo, “Aarón permaneció en silencio.” Cuando se sucedieron todos los consuelos y explicaciones, el dolor permanece, sin alivio. No seríamos humanos si fuera de otra forma. Ese es, con certeza, el mensaje del Libro de Job. Los que quisieron consolarlo tenían una intención piadosa, pero Dios prefirió el dolor de Job a la justificación de la tragedia.

Pero, como Moshé, el pueblo judío encontró la fuerza para continuar, para reafirmar la esperanza frente a la desesperación, la vida frente a la muerte. Apenas tres años después de encontrarse cara a cara con el Ángel de la Muerte, el pueblo judío, al establecer el Estado de Israel, enunció la afirmación singular más poderosa de los últimos dos mil años: Am Israel Jai, el pueblo judío vive.

Moshé y Aarón eran como los dos hemisferios del cerebro judío: por un lado la emoción humana; y por el otro la fe en Dios, el Pacto y el futuro. Sin el segundo, podríamos haber perdido la esperanza. Sin el primero, habríamos perdido nuestra humanidad. No es fácil mantener ese equilibrio, esa tensión. Pero es esencial. La fe no nos vuelve invulnerables a la tragedia, pero nos da la fortaleza para penar, y luego, a pesar de todo, seguir adelante.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *