Parashat Vaishlaj

vaishlaj

 
La Parashá (relato los hechos antes del estudio posterior)

Esta parashá nos relata cuando Iaacov vuelve a la Tierra Santa luego de 20 años de vivir en Jarán. Envía a emisarios a Esav con la esperanza de lograr una reconciliación. Pero sus mensajeros reportarán que su hermano está en camino hacia él con 400 hombres armados. Iaacov se prepara para la guerra, reza y envía un regalo a Esav ( que consistía en cientos de ovejas y vacas) para calmarlo.
Esa noche, Iaacov atraviesa con su familia y posesiones por el Río Labok. Sin embargo él, queda del otro lado del Río y encuentra un Ángel que personifica el espíritu de Eisav, con quien lucha hasta el amanecer. Iaacov queda con la cadera dislocada, pero derrota al ángel, quien le da a Iaacov el nombre de Israel que significa “ Aquel que prevalece por sobre lo divino”.

Iaacov y Esav se encuentran en la mitad del Río, se abrazan y se besan pero se separan.

Iaacov compra un terreno cerca de Shjera, cuyo príncipe también llamado Shjem rapta y violá a la hija de Iaacov Dina. Los hermanos de Dina Shimon y Levi vengan la desgracia matando a todos los habitantes masculinos de la ciudad, luego dejarlos indefensos al convencerlos de circuncidarse.

Iaacov continúa su viaje. Raquel muere mientras daba a luz a su segundo hijo Beniamin y es enterrada al lado del camino cerca de Betlejem.

Rubén pierde los méritos de su primogenitud porque interfiere con la vida marital de su padre.

Iaacov llega a Jevrón, a ver a su padre Itzak, quien más tarde muere a los 180 años. Rivka fallece antes de la llegada de Iaacov.

Nuestra parashá concluye con un recuerdo detallado de las esposas de Esav, hijos y nietos y las historias familiares de la gente de Seir, entre quienes Esav vive.

Shabat Shalom Umeboraj

Marcelo Mann

Estudiando la Parashá con el Rabino Jonathan Sacks Z´L´

Es uno de los episodios más enigmáticos de la Torá, pero también uno de los más importantes porque fue el momento enel que el pueblo judío obtuvo su nombre:  Israel, el que “lucha con Dios y con los hombres y prevalece”.

Yaacov, al enterarse de que su hermano Esav venía a su encuentro con una fuerza de cuatrocientos hombres, se aterra. Estaba, dice la Torá, “muy asustado y angustiado”. Realizó tres formas de preparación: apaciguamiento, oración y guerra. (Rashi a Génesis 32:9). Le envió a Esav un importante obsequio de ganado, esperando apaciguarlo de esa forma. Rezó a Dios “sálvame, te ruego, de la mano de mi hermano” (32:12). Y se preparó para la guerra, dividiendo a su gente en dos grupos, de tal forma de que por lo menos uno pudiera sobrevivir.

Pero aun así estaba ansioso. Solo, a la noche, luchó con un extranjero hasta el alba. No está claro quién era. El texto lo llama un hombre, pero para Oseas (12:4) era un ángel. Los sabios dicen que era el ángel guardián de Esav. (1) Yaacov parece haberse encontrado con Dios mismo por lo que denominó al lugar donde se llevó a cabo la lucha Peniel, al decir “vi a Dios cara a cara y prevalecí”(32:30). 

Hay muchas interpretaciones. Hay una, sin embargo, que es especialmente fascinante tanto en su temática como en el estilo. Proviene del nieto de Rashi, el Rab Shmuel ben Meir (Rashbam, Francia, c.1085 – 1158) Rashbam tenía un enfoque impactante y original del comentario bíblico. (2) Percibió que como los sabios estaban tan concentrados en encontrar las ramificaciones halájicas del texto, muchas veces no pudieron penetrar en lo que él llamó omek peshutó shel mikrá , el sentido mismo del texto en su dimensión más profunda.

Rashbam sintió que su abuelo en algunas ocasiones cometía errores por el lado midráshico, en lugar de leer el texto llanamente. Comentó que debatía frecuentemente este tema con el mismo Rashi, quien admitió que si hubiera tenido tiempo habría escrito más comentarios de la Torá que se le presentaban “a diario”, en base a este enfoque del sentido llano. 

Este es un dato fascinante acerca de la mentalidad de Rashi, el comentarista más grande y famoso de los estudiosos rabínicos de toda la historia. 

Todo esto es una introducción a la notable lectura de Rashbam de la pelea que duró toda la noche. Lo toma como un ejemplo de lo que Robert Alter llama escena-tipo (3), o sea, un episodio determinado que ocurre más de una vez en el Tanaj. Un ejemplo obvio es el del joven que  se  encuentra con su futura esposa en la fuente, escena que con variaciones, se encuentra tres veces en la Torá: es el caso del sirviente de Abraham con Rebeca; Yaakov y Rajel; Moshé y Tzipora. Hay diferencias entre ellos, pero tienen suficientes semejanzas como para reconocer que se trata de una convención. Otro ejemplo que ocurre muchas veces en el Tanaj es el nacimiento de un héroe de una mujer hasta ese entonces estéril.

Rashbam ve en esto la clave para entender la lucha nocturna de Yaacov. Lo relaciona con otros episodios, dos en particular: la historia de Jonás y el oscuro episodio de Moshé cuando, al volver de Egipto, el texto dice que “Cuando estaban en el lugar en el camino en que pasaron la noche, Dios se enfrentó con Moshé y lo quiso matar “ (Ex.4: 24). Tzipora le salvó la vida a Moshé haciéndole el brit a su hijo (Ex. 4: 25,26) (4). 

La historia de Jonás es la que da la llave para la comprensión de las demás. Jonás trata de huir de la misión de alertar a la población de Nínive de que la ciudad iba a ser destruida si no se arrepentían. Jonás huyó en barco hasta Tarshish, pero Dios produjo una tormenta que amenazaba con hundir al barco. El profeta fue arrojado al mar y devorado por un pez gigante que luego lo expulsó, con lo cual Jonás percibió que la huída era imposible. 

Lo mismo le ocurrió a Moshé ante la zarza ardiente, quien en repetidas veces le expresó a Dios su resistencia a encarar las tareas encomendadas por Él. Evidentemente,  Moshé se estaba demorando desde el comienzo de la travesía, y esto fue lo que causó el enojo de Dios. 

Lo mismo pasó con Yaacov. Según Rashbam, pese a la seguridad dada por Dios, todavía tenía miedo al encuentro con Esav. Le falló el coraje, trataba de huir, y Dios le mandó un ángel para impedirlo. 

Es una interpretación única, de implicancias significativas. He aquí tres grandes hombres, Jonás, Moshé y Yaacov y sin embargo según Rashbam, los tres tenían miedo.  ¿De qué? Cobarde, no era ninguno de ellos. 

Tenían miedo, esencialmente de su misión. Moshé le repetía a Dios: ¿quién soy yo? No me creerán, no soy hombre de palabras. Jonás, por su parte, se resistía a transmitir el mensaje de Dios a los enemigos de Israel. Y Yaacov le acababa de decir a Dios “No soy merecedor de toda la bondad y fe que me has mostrado” (Gen. 32:11). 

Tampoco fueron ellos los únicos personajes del Tanaj que tenían este tipo de temor. El profeta Isaías le dijo a Dios: “Soy un hombre de labios impuros,” y también Jeremías cuando expresó “ No puedo hablar, soy un niño”. 

Este no es un temor físico. Es el miedo que sobreviene por un sentimiento de no ser la persona adecuada. “ ¿Quién soy yo para liderar al pueblo de Israel?” preguntó Moshé. Y “ ¿Quién soy yo para transmitir la palabra de Dios?” exclamaron los profetas. “ ¿Quién soy yo para enfrentar a mi hermano Esav, sabiendo que yo continuaré con el pacto y él no?” preguntó Yaacov. Algunas veces los más grandes son los que tienen la menor confianza en sí mismos, porque saben lo inmensa que es su responsabilidad y qué pequeños se sienten en relación a ella. Coraje no significa no tener temor. Significa tenerlo, pero superarlo. Si eso es así con el coraje físico no es menor en el caso del coraje moral o espiritual. 

Los comentarios de Marianne Williamson sobre el tema se han vuelto famosos . Ella escribió: 

Nuestro temor más profundo no es que no seamos adecuados. Nuestro temor más profundo es que seamos, en gran medida, poderosos.

Es nuestra luz, no nuestra oscuridad la que más nos asusta.  ¿Quién soy yo para ser brillante, hermoso, talentoso, fabuloso? En realidad,  ¿qué es lo que no serás? Eres un hijo de Dios. Que te hagas más pequeño no le sirve al mundo. No tiene nada de iluminado que te encojas para que otra gente no se sienta insegura ante ti. Estamos todos destinados a brillar, como brillan los niños. Nacimos para manifestar la gloria de Dios que está en nosotros. No solo en algunos, está en todos. Y en la medida de que hacemos brillar nuestra luz, damos permiso inconscientemente a que otras personas hagan lo mismo. Como nos hemos liberado de nuestro temor, nuestra presencia libera automáticamente a los demás”. (5) 

Shakespeare lo dijo mejor (en Twelfth Night) “No temas a la grandeza: algunos nacen grandes, otros logran grandeza, y a algunos la grandeza les es asignada” .(6)

A veces siento que, consciente o inconscientemente, algunos huyen del judaísmo por esta misma razón. ¿Quién somos nosotros para ser los testigos de Dios en este mundo, una luz para las naciones, un modelo para otros? Si los gigantes espirituales como Jonás, Moshé y Yaacov quisieron huir, ¿cuánto más tú y yo? Este temor a la desvalorización seguramente nos habrá afectado a la mayoría de nosotros alguna vez. 

La razón por la cual está mal no es porque sea inexacto, sino porque es irrelevante. Naturalmente,  nos sentimos inseguros antes de emprender una gran tarea, pero tener el coraje de hacerla es lo que nos hace grandes. Los líderes crecen liderando. Los escritores, escribiendo. Los maestros, enseñando. Solamente superando ese sentimiento de inseguridad podemos abordar la tarea y resultar elevados y engrandecidos por hacerla. Como el título de un libro bien conocido,(7) debemos “sentir el temor y hacerlo de cualquier manera”. 

No temas la grandeza: es por eso que Dios peleó con Yaacov, Moshé y Jonás y no los dejó escapar. Puede que no hayamos nacido grandes, pero por haber nacido (o habernos convertido en) judíos tenemos la grandeza asignada. Y como justamente dijo Marianne Williamson, al liberarnos del temor, ayudamos a liberar a los demás. Eso es lo que nosotros, como judíos, estamos destinados a hacer: tener el coraje de ser distintos, desafiar a los ídolos de la época, ser fieles a nuestra fe mientras intentamos ser bendición para otros, cualquiera sea su fe. 

Porque somos todos hijos del hombre que recibió el nombre del que lucha con Dios y con los hombres y prevalece. Lo nuestro no es una tarea fácil, pero ¿qué misión valiosa  alguna vez lo fue? Somos tan grandes como el desafío que tengamos el coraje de enfrentar. Y si a veces tenemos ganas de huir, no nos debe hacer sentir mal: así les sucedió a los más grandes. Tener miedo está bien. Caer ante él, no. Porque Dios nos tiene fe, aunque, a veces, aun los mejores pierden la fe en sí mismos.


  1. A veces llamamos a este temor de inadecuación “síndrome impostor”. ¿Alguna vez has vivido esto?
  2. ¿Alguna vez intentaste escapar de algo, pero alguien te frenó?
  3. ¿Por qué es importante escuchar a las personas que tienes alrededor, que tienen fe en ti?
 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *