¿Triunfará Qatar en la guerra de imágenes del Mundial?

Por Eitan Fischberger

La Copa Mundial de Fútbol de 2022 comenzó en Qatar en noviembre con mucha fanfarria y controversia. Qatar, que ganó en dudosas circunstancias en 2020 el derecho de albergar el Mundial, aprovechó esa posición para embarcarse en un esfuerzo intensivo para reforzar su imagen pública en Occidente y, en respuesta, recibió un torrente de críticas por su historial de derechos humanos con respecto a las mujeres, personas LGBTQ y trabajadores migrantes. Aunque todavía no sabemos quién es el verdadero vencedor de esta “guerra de imágenes”, la saga ya ha proporcionado información valiosa sobre las tácticas clave que utiliza el régimen en sus batallas y también ha mostrado uno de los métodos que los ciudadanos preocupados y las organizaciones de derechos civiles pueden usar para bloquear la ofensiva de encanto de Qatar, que continúa ofuscando sus políticas represivas.

La principal de las tácticas cínicas de Qatar, y quizás la más efectiva, es desviar la atención de sus propios abusos contra los derechos humanos al permitir mensajes propalestinos durante la Copa del Mundo e intensificar su propaganda contra Israel. Sería prudente que Jerusalén reconozca la táctica y coordine los esfuerzos para combatirla antes de que otros regímenes hostiles aprendan de Qatar y sigan su ejemplo.

Los megaeventos como herramienta de diplomacia pública y poder blando

En el mundo globalizado actual de «poder blando», diplomacia pública y marca país, las guerras de imagen son un fenómeno cada vez más frecuente en el que las naciones luchan por la legitimidad internacional y la reputación en el escenario mundial. En este ámbito, un estado lucha por su capacidad para perseguir sus objetivos sin obstáculos de otros estados, instituciones globales o de la sociedad civil.

Qatar, un formidable gigante del poder blando, lo sabe muy bien. Ya cuenta con un sólido aparato mediático de poder blando con medios estatales como Al Jazeera, de orientación islámica, y su subsidiaria, AJ+, que intencionalmente utiliza una jerga progresista popular entre los miembros de la Generación Z en Occidente para influir en ellos con expresiones antioccidentales y antiisraelíes, e ideas antisemitas. Incluso ha gastado millones de dólares en empresas de medios y relaciones públicas con sede en EE. UU. para ganarse los corazones y las mentes de los susceptibles jóvenes estadounidenses. Del mismo modo, la Fundación Qatar ha donado mil millones de dólares a universidades estadounidenses de élite desde 2011 para avanzar en su agenda en el campus, un hecho que ha tratado de encubrir.

La Copa del Mundo, sin embargo, brinda a Doha su oportunidad más importante hasta el momento para influir en la escena deportiva mundial. Ya en 2011, los comentaristas reconocieron abiertamente que el entusiasmo de Qatar por albergar la Copa del Mundo se deriva de consideraciones de relaciones públicas, no de oportunidades económicas. De hecho, se informa que Qatar envió a 1.600 fanáticos extranjeros en un viaje con todos los gastos pagados a la Copa del Mundo, donde están obligados por contrato a difundir contenido entusiasta en las redes sociales y reportar publicaciones críticas con el país anfitrión.

La estrategia de relaciones públicas de los megaeventos ha sido una herramienta poderosa en el arsenal de la diplomacia pública de los regímenes democráticos y autocráticos, empleada con diversos grados de éxito. Mientras que la imagen pública de Azerbaiyán se disparó después de ser sede del Festival de la Canción de Eurovisión, China y Rusia disfrutaron de mucho menos éxito después de ser anfitriones de los Juegos Olímpicos en 2008 y 2014, respectivamente, mientras los medios de comunicación extranjeros continuaban destacando la persecución de los tibetanos por parte de Beijing y la anexión de Crimea por parte de Moscú.

Israel también reconoce la importancia del poder blando, la marca país y la imagen pública. Es víctima de una cobertura mediática distorsionada y a menudo inexacta que ha obstaculizado su libertad para perseguir sus preferencias políticas. Esta es, en parte, la razón por la que el país estaba tan ansioso por albergar Eurovisión en mayo de 2019 y por la que constantemente destaca su sector de alta tecnología en auge y las innovaciones agrícolas y médicas.

¿Tendrá éxito su campaña de marca país?

¿Cómo le irá a Qatar una vez que termine la Copa del Mundo? ¿Enfrentará una pérdida de influencia positiva de la misma manera que lo hicieron China y Rusia? ¿O ascenderá a nuevas alturas al estilo de Azerbaiyán?

Idealmente, un cambio de política tangible por parte de las potencias mundiales sería la forma óptima de determinar el éxito o el fracaso de la guerra de imágenes de Qatar. Desgraciadamente, las realidades económicas y geopolíticas hacen que sea poco probable que la monarquía autoritaria, el principal proveedor de gas natural de Occidente y un mediador crítico entre los EE. UU. e Irán en las negociaciones en curso para renovar el acuerdo nuclear, sufra consecuencias duraderas. Occidente depende tanto de Qatar que Estados Unidos incluso lo designó como un importante aliado fuera de la OTAN a principios de este año.

Dicho esto, las encuestas de opinión pública pueden ser indicadores útiles. Una encuesta de YouGov realizada antes de la Copa del Mundo preguntó a miles de personas en Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, España y Estados Unidos sobre su opinión general sobre Qatar. Como era de esperar, los encuestados en estos países tienen opiniones negativas sobre la monarquía del golfo: Alemania estaba en el extremo superior con un 92 %, mientras que los estadounidenses estaban en el extremo inferior con un 76 %. Un método potencial para medir el éxito de la guerra de imágenes de Qatar sería realizar una encuesta repetida varios meses después de la Copa del Mundo con personas de grupos de muestra idénticos y ver cómo se comparan los nuevos resultados con los anteriores.

De manera similar, la representación en los medios extranjeros es un barómetro crucial. Los estudios han demostrado que Qatar recibió una cobertura negativa en el período previo a la Copa del Mundo. Por ejemplo, un análisis realizado sobre la cobertura de varios medios de comunicación británicos, por ejemplo, encontró que entre 2010 y 2022, el 66 % de los artículos relacionados con la Copa del Mundo describieron a Qatar de manera negativa, mientras que solo el 5 % fueron positivos. Una vez que finalice el torneo, ¿seguirán los medios internacionales destacando los abusos de los derechos humanos de Qatar, o se dejarán seducir por el brillo y el glamur de la metrópolis del Golfo y se centrarán en sus aspectos más positivos? Si Qatar disfruta de una mejora general en la cobertura en los próximos meses, se podría decir que su campaña habrá tenido éxito. Lo contrario vale también.

Los índices internacionales pueden proporcionar una métrica más concreta para medir el éxito de la guerra de imágenes de Qatar. Este año, el informe anual Freedom in the World de Freedom House le dio a Qatar una puntuación de 25/100, y la clasificación de los mejores países de U.S. News & World Report lo colocó en el puesto 29. Si las ediciones del próximo año muestran una mejora notable, entonces la inversión de 200 mil millones de dólares de Qatar para albergar la Copa del Mundo puede haber valido la pena.

El arma secreta de relaciones públicas de Qatar: ¿Demonizar a Israel?

La guerra de imágenes de la Copa Mundial de Qatar tiene varias ramificaciones para Israel, la menor de las cuales es el acoso que los periodistas israelíes han enfrentado en Doha. De hecho, ha habido múltiples informes de incidentes contra Israel ocurridos en la ciudad y expresiones de apoyo a gran escala para los palestinos dentro del estadio y en la cancha; a pesar de que otros mensajes políticos, como el apoyo a las protestas generalizadas contra el régimen que se están extendiendo actualmente en Irán, están siendo silenciados.

Cuando la CNN se acercó a ellos [para preguntar] sobre el acoso y los mensajes propalestinos, el comité de Qatar responsable de organizar los juegos y su Ministerio de Relaciones Exteriores no respondieron. Estos episodios y otros han llevado a varios comentaristas a especular correctamente que la familia real está siguiendo una táctica de desviar las críticas avivando los sentimientos antiisraelíes.

Quizás el indicador más significativo de que se trata de una táctica cuidadosamente orquestada es el anuncio sospechosamente oportuno el 6 de diciembre de Al Jazeera, en la práctica un órgano del régimen, de que tiene la intención de demandar a Israel en la Corte Penal Internacional (CPI) por la muerte accidental de periodista Shireen Abu Akleh a principios de este año. El anuncio generó numerosos titulares, lo que no sorprende considerando que la muerte de Abu Akleh fue uno de los golpes de imagen pública más severos para Israel en años.

Contramedidas contra la guerra de imágenes de Qatar:

Qatar puede ganar la batalla sobre la percepción pública esta vez cuando todo esté dicho y hecho. Sin embargo, las guerras de imágenes se componen de numerosas batallas libradas en múltiples frentes. Y para que no lo olvidemos, las guerras se libran entre al menos dos partes, no solo a nivel estatal. La contraestrategia más efectiva para que la sociedad civil haga retroceder la agenda de poder blando de Qatar en estas circunstancias desafiantes es trabajar para garantizar que no pueda participar en absoluto en la guerra de imágenes. Una lección clave aquí es comprender que se debe implementar un enfoque más proactivo en lugar de esperar a que Qatar domine un sector determinado antes de montar una oposición, como fue el caso con la Copa del Mundo.

Para lograr eso, las partes involucradas y los grupos de derechos humanos prominentes deben identificar los sectores del sistema internacional donde Doha aún no ha establecido un punto de apoyo y emprender una intensa campaña de cabildeo para evitar que lo haga. Por ejemplo, sería prudente acercarse a las organizaciones internacionales en, digamos, las industrias del cine y la música y advertirles del daño potencial que podrían sufrir sus marcas al empoderar al régimen de Qatar, al igual que la FIFA, el organismo que rige el fútbol mundial, ha sido vapuleado.

Esta estrategia no implica boicotear a los artistas o actores qataríes per se, quienes no tienen la culpa de las políticas de su gobierno, sino trabajar para evitar que las instituciones controladas por el estado de Qatar ejerzan su influencia tan profundamente como lo han hecho en los deportes. El tiempo es esencial, ya que el país del Golfo hará alarde de todos los elementos (positivos) de su cultura y sociedad a lo largo de la Copa del Mundo de un mes de duración.

Por supuesto, tales esfuerzos no servirían de nada sin medios honestos e inquebrantables que destaquen los abusos de derechos humanos de Qatar, del tipo que descarriló los sueños de marca país de Rusia y China cuando organizaron los Juegos Olímpicos hace años. La combinación de estas dos tácticas puede ser la única forma de obstaculizar la ofensiva de encanto de Qatar y cambiar el rumbo de su guerra de imágenes.

Fuente: The Jerusalem Center for Public Affairs

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