De realidades y esperanza

Por Luis Fuensalida 

En la primera mitad del siglo pasado, se produjeron los dos conflictos mundiales que más vidas han costado, la 1ra. Guerra Mundial, motivada por la confrontación de nacionalismos, ocasionó más de 10 millones muertes, entre 1914 y 1918, y el período que le siguió se caracterizó por las grandes crisis económicas y la aparición de dos concepciones totalitarias contrapuestas, el fascismo/nazismo y el comunismo, sin embargo también se dio el primer intento de evitar las guerras, fue la Sociedad de las Naciones, nacida en el Tratado de Versalles en 1919, que tuvo como directrices, los principios de Seguridad Colectiva y el de Autodeterminación de los Pueblos.

No obstante los nobles propósitos de esta primera organización de naciones, y pese a los diferentes Tratados, Convenciones y Acuerdos firmados, fuesen para limitar el armamentismo, la gestión pacífica de crisis y conflictos y reconocer justas reivindicaciones nacionales e identitarias, no logró evitar el estallido de la 2da. Guerra Mundial, y formalmente fue disuelta la Sociedad de las Naciones en 1946.

Por su parte, el segundo conflicto global, provocado por el choque de ideologías, que paradojalmente alió a las democracias liberales con el régimen comunista, enfrentados al fascismo, nazismo y el expansionismo imperial, fue aún más violento e inhumano, y entre septiembre de 1939 y finales de agosto de 1945, causó 60 millones de muertos, de los cuales 20 millones fueron civiles, y en el que se dio el mayor genocidio sufrido por la Humanidad, más de 6 millones de judíos, casi 5 millones de otros grupos étnicos, sociales y políticos, y 150 mil seres humanos con distintas discapacidades.

Nuevamente, la comunidad internacional desgarrada por los horrores y la barbarie de este conflicto, buscó poner fin a las crisis y las guerras, y con más idealismo que realismo, acogió con esperanzas renovadas la creación de la Organización de Naciones Unidas, la que nace formalmente con la firma de Tratado de San Francisco, el 26 de junio de 1945, un organismo que desde el principio constituyó una hipocresía institucionalizada, pues el mundo de posguerra ya había sido diagramado en las reuniones de Yalta y Postdam, por lo que no tardó mucho en abrir una nueva confrontación, la Guerra Fría, que se prolongó desde 1947 a 1991.

Antes de abordar el acontecimiento puntual, del que se celebran hoy 76 años, y que involucra directamente al Estado de Israel, debemos valernos de la Historia, aunque de manera muy sintética, para tener un contexto de lo ocurrido hace tanto años, pero con una vigencia real.

En el período comprendido entre mediados de la 1ª. Guerra Mundial y el inicio de la 2da., el territorio llamado Palestina, desde épocas del Imperio Romano, involucró los intereses geopolíticos de británicos y franceses, habida cuenta que estaba dominado por el Imperio Turco, que además de ser una potencia enemiga, su decadencia como tal era inevitable, y en ese contexto se dieron una serie de acuerdos y tratados, que afectaban a un “hogar en disputa”.

El doble rasero en la diplomacia de Londres, se documentó primero en la Correspondencia entre el gobernador británico en Egipto, Lord Mac Mahom y el líder de la casa Saud, el rey Hussein, entre julio de 1915 y marzo de 1916, por la cual, el funcionario británico se comprometía en nombre de la Corona, que la península arábiga y Oriente Medio, incluida Palestina, una vez derrotados los turcos pasaría a formar un Gran Reino Árabe, y esto se contradice, con los Acuerdos Sykes-Picot, elaborados y aprobados entre febrero y mayo de 1916, en los cuales, el Imperio Británico y Francia se repartían Oriente Medio, en cinco zonas, dos de influencia y control inglés, Transjordania e Irak, dos en idénticas condiciones a los franceses, Siria y Líbano, y Palestina como zona internacional, lo que varió por la firma de un acuerdo secreto entre las dos potencia mencionadas, más el Imperio Ruso, y por el cual Palestina pasaba al control inglés con el status de Mandato.

Cuando el final del conflicto mundial se hacía evidente, al igual que la desarticulación del Imperio Turco, en ese marco, las potencias aliadas, Francia y el Reino Unido, iniciaron negociaciones en forma simultánea con representantes judíos y árabes, y en noviembre de 1917, Londres dio a conocer la Declaración Balfour, en la cual se reconocía y apoyaba el establecimiento de un Hogar Judío en Palestina, que para ese entonces ya asistía a una incipiente migración judía, que se había iniciado a finales del Siglo XIX, que benefició al aumento de la población judía que ya habitaba esa región, pero el documento le fue ocultado a los representantes árabes.

Tras el fin de la guerra, y en el ámbito de la recién creada Sociedad de las Naciones, se dio un acontecimiento muy importante, la reunión en Londres en enero de 1919, entre Jaim Weizman, pte. del Congreso Judío Mundial y el príncipe Faisal, hijo del rey Hussein de Arabia, y en la que se llegó a un Acuerdo, que contemplaba: 1) el reconocimiento mutuo como representantes de ambas comunidades, 2) las fronteras entre el Estado Árabe y Palestina como Hogar Judío, serían fijadas de común acuerdo, 3) se asegurarían los términos de la Declaración Balfour, 4) se fomentaría la inmigración judía a la región, respetándose los derechos de los árabes que la habitaban y 5) se respetarían las creencias religiosas, los derechos civiles y políticos, y el Congreso Judío Mundial prestaría la ayuda necesaria para el desarrollo del Estado Árabe. Sin embargo, la firma de este Acuerdo, no fue ratificado por el Congreso Árabe, reunido en Damasco, Siria, y obligó a Feisal a aceptar la posición tomada por dicho congreso, tras lo cual, Palestina se constituyó en Mandato Británico.

En 1920, se firma el Tratado de San Remo, en el que más allá de las presiones del nacionalismo árabe y del boicot de militares británicos, e incluso del informe de la Comisión King-Crane, creada por el pte. estadounidense Wilson, el cual era contrario a las aspiraciones judías, éstas se vieron favorecidas en el art. 95 del tratado, que consagraba los intereses del Congreso Judío Mundial para Palestina, sin embargo, de acuerdo a las Convenciones de La Haya de 1889, y por aplicación de principios del Derecho Internacional, Turquía mantenía su soberanía sobre los territorios del eximperio, hasta tanto no hubiese firmado la paz, cosa que hizo en el Tratado de Sevres, que fue a posteriori del de San Remo, por lo tanto, todo lo rubricado con anterioridad se consideró nulo, al igual que sus efectos jurídicos, los que sólo se validaron tras la firma del Tratado de Lausana, en 1922.
Lo que siguió hasta el estallido de la 2da. Guerra Mundial, fueron una serie de instrumentos legales para dar una solución a la Cuestión Palestina, los tres Libros Blancos, 1922, 1930 y 1939, propiciado por los británicos, la Comisión Peal de 1935-1937, el Programa Baltimore de 1939, y la Declaración Bevin del mismo año, pero también la violencia estalló entre las comunidades judías y árabes en Palestina, y 1936 estalla la Rebelión Árabe, alentada por el Muftí de Jerusalén, Amín al Husayni, declarado antisemita y posteriormente aliado del régimen nazi durante la guerra, pero también en ese escenario, se dio el nacimiento de organizaciones clandestinas judías, el Haganá, el Irgum y el Grupo Stern, más allá que las autoridades inglesas autorizaron un aumento de miembros de la Policía Rural Judía.
Antes del estallido de la 2da. Guerra Mundial, y en relación a la problemática judía planteada por la política del régimen nazi hacia más de 600 mil judíos residentes en el Reich alemán, desde la exclusión social y económica a la persecución violenta, provocó la emigración, que se chocó con la oposición de muchos países a recibirla, y esto dio lugar a la Conferencia de Evian, Francia, entre el 6 y el 15 de julio de 1938, por iniciativa del pte. estadounidense Franklin D. Roosevelt, a la que se negaron a asistir además de Alemania, sus aliados, Italia y Japón, pero tampoco lo hicieron por un arraigado antisemitismo, Polonia, Hungría, Rumania, Unión Sudafricana y la URSS, y en cuanto a los británicos, ratificaron que no se alteraría la cuota de inmigración judía al Mandato de Palestina, establecida en 1924. En la conferencia también estuvieron presentes, la Agencia Judía y el Congreso Judío Mundial, y representantes de la ya devaluada Sociedad de las Naciones, y los resultados fueron paupérrimos para solucionar el problema, a tal punto, que Jaim Weizman lo sintetizó en la siguiente frase, “El mundo parece estar dividido en dos partes, una donde los judíos no pueden vivir y la otra, donde no pueden entrar.”.

Tal como se señaló al inicio, durante la 2da. Guerra Mundial, la Humanidad asistió a la consumación del Holocausto, más de 6 millones de judíos asesinados, y muchos sobrevivientes buscaron las formas de emigrar a Palestina, en su mayoría de manera clandestina, lo que endureció la política migratoria británica, levantándose en Chipre campos de detención, aunque algunos pudieron ingresar gracias a la ayuda prestada por la Haganá, el Irgun y el Palmaj, quienes a su vez iniciaron acciones armadas contra las autoridades y fuerzas británicas, como así también contra grupos nacionalistas árabes, lo que decantó en un verdadero espiral de violencia.

Es entonces, que la recién creada ONU, designa un Comité Especial para Palestina, a fin de lograr una solución al conflicto, la UNSCOP, integrada por 11 países, entre las cuales no estaban las grandes potencias, con el criterio de garantizar mayor objetividad, y el 31 de agosto de 1947, el comité emitió su informe oficial, el que por mayoría proponía la creación de dos Estados, uno judío y otro árabe, y darle a Jerusalén un status especial, con administración internacional, de los 11 miembros de la UNSCOP, Australia se abstuvo y Yugoslavia, Irán e India, estuvieron por un único Estado que incluyera a ambas comunidades.

De las tres potencia vencedoras de la 2da. Guerra Mundial, EE.UU., la URSS y Gran Bretaña, sólo esta última se oponía a lo resuelto por el Comité mencionado, sin embargo, el 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de la ONU, en sesión plenaria, presidida por el brasileño Osvaldo Aranha, se puso a votación el plan de partición recomendado por la UNSCOP, el resultado fue, 33 votos a favor entre estos, EE.UU. y la URSS, 13 en contra, entre los que se encontraban, además de los países musulmanes, Grecia, Cuba y la India, y 10 abstenciones, entre ellos, Argentina, Colombia, Chile, El Salvador, Honduras y Méjico por Latinoamérica, más China, Etiopía, Yugoslavia, Tailandia y obviamente, Gran Bretaña.
Por supuesto, la histórica Resolución 181, fue recibida favorablemente por la comunidad judía, tanto en Palestina como en el resto del mundo, pese a lo cual surgieron críticas por la falta de continuidad territorial, incluso en un principio las organizaciones clandestinas judías mostraron resistencia, pues adujeron con razón y visión estratégica, que los territorios así distribuidos, hacían difícil su defensa, entre éstos el Grupo Irgun liderado por Menájem Beguin, advirtió que el Plan de Partición no traería la paz y que sería una guerra por la propia existencia y el futuro del pueblo judío en Palestina, por su parte los líderes árabes se opusieron rotundamente, pues argumentaron que violaba los derechos de la población árabe, que para ese entonces constituía un 65%, y días más tarde, la Liga Árabe, creada en marzo de 1945, rechazó formalmente la Resolución 181 de la ONU, y Gran Bretaña rechazó compartir la administración con la ONU durante el período de transición, sin embargo, como todos sabemos, el 14 de Mayo de 1948, 5 de Iyar de 5708, del calendario judío, David Ben Gurión, en el Museo de Arte de Tel Aviv, leyó la declaración de la constitución del tercer Estado Judío, libre y soberano, basado en preceptos de libertad, justicia y paz, y la plena igualdad social y política de todos sus ciudadanos, sin distinción de raza, credo o sexo, garantizando la libertad de conciencia, culto, educación y cultura.

El 15 de mayo de 1948, tras la retirada de los británicos, los ejércitos de siete países árabes atacaron al recién constituido Estado de Israel, desde entonces, los conflictos armados con los países árabes vecinos se fueron sucediendo, como así también las acciones de las organizaciones terroristas islámicas, en el camino se lograron avances importantes para la paz, como los Acuerdos con Egipto y Jordania, los esperanzadores Acuerdos de Oslo, con el fin de lograr la solución de dos Estados, que prácticamente murieron con el asesinato de Yitzak Rabin y la intransigencia maliciosa del líder Yasser Arafat, a cargo de la Autoridad Nacional Palestina, y más recientemente los llamados Acuerdos de Abraham, pero el accionar bárbaro y violento de Hezbollah, Hamas, la Yihad Islámica y los Hutíes, apoyados logísticamente por Siria e Irán y financiados por Qatar, hacen que la coexistencia pacífica de dos Estados, siga siendo sólo una anhelada esperanza, y no una posible realidad.

Finalizando la columna, un 29 de noviembre como hoy, pero hace ya 76 años, el pueblo judío en todo el mundo celebraba la constitución del Estado de Israel, el Hogar de todos los judíos, sin embargo, desde entonces la paz y la convivencia con los países árabes ha sido difícil, y la lucha continua con organizaciones y grupos terroristas islamistas no ha cesado, por el contrario, se ha vuelto más cruenta, en particular por la ayuda de actores estatales que persiguen la destrucción de Israel, Irán, Siria y Qatar, pero también, desde aquella Resolución 181, la ONU a través de las decisiones de su Asamblea General, del Consejo de Seguridad y de otras oficinas, como la ACNUR, la UNESCO, el Comité de DD.HH. o las vergonzosas declaraciones de su impresentable Secretario Gral., el portugués Antonio Guterres, han criticado y hasta condenado toda política israelí de ejercer su legítimo derecho de la autodefensa, lo que se refleja en casi 30 resoluciones en contra de Israel, y a esto hay sumar al llamado “Progresismo”, con su ayornado antisemitismo travestido de antisionismo o antiisraelismo, todo lo cual, aquella solución, quizás imperfecta, que constituyó la Resolución 181 del 29 de noviembre de 1947, se ha convertido más en una esperanza que una realidad, por eso la frase elegida es de una joven Golda Meir, que al finalizar la Conferencia de Evian, hace 85 años dijo, “…estoy deseosa de combatir para que mis compatriotas no necesiten nunca más de la compasión de otros países para sobrevivir…”. AM ISRAEL JAI!!