“La ONU es un mosaico con dictaduras poderosas y estados fallidos cómplices”

Por Luciano Mondino

La masacre perpetrada por Hamas y la guerra en Gaza será el capítulo final del movimiento político palestino reducido a movimientos en el extranjero y promovido por quienes ni siquiera saben ubicar a la Franja de Gaza o Israel en el mapa, pero creen a ojos cerrados que Palestina debe ser liberada desde el río hasta el mar. Junto a los palestinos caerá también instituciones como UNRWA y la ONU quedará pendiendo de un hilo.

En 1939 estalló la Segunda Guerra con la expansión de la Alemania Nazi y el proyecto de la Sociedad de Naciones promovido por el utópico esquema de Woodrow Wilson quedó hecho añicos frente a la realidad: el futuro todavía podía ser mucho peor. La fundación de las Naciones Unidas (ONU) en 1945, en simultáneo con el estallido de la guerra fría y una historia fragmentada en etapas durante el siglo XX, estaba también dirigida a conservar la seguridad internacional adoptando las realidades de un mundo cada vez más complejo. Sin embargo, casi ocho décadas después esta ONU puede ser la utopía de la Sociedad de Naciones y podemos estar otra vez frente a un futuro que puede ser mucho peor.

 UNRWA y su histórica simbiosis terrorista

La mañana del 7 de octubre de 2023 las sirenas del sur de Israel sonaron. En pocas horas, la organización terrorista Hamas se infiltró en los kibutzim masacrando a más de 1200 personas, cometiendo crímenes y vejaciones contra mujeres y llevándose a más de 240 personas de las cuales 134, incluido un bebé argentino israelí de un año, siguen secuestrados en Gaza. El terror de Hamas fue planificado también en las instituciones de UNRWA, la exclusiva agencia para los refugiados palestinos en Oriente Próximo.

La UNRWA nació en 1949 para evitar que los palestinos desplazados producto de la guerra que los árabes iniciaron y perdieron en noviembre de 1947 sean cooptados por la Unión Soviética. Este proyecto que coincidía con los intereses políticos de Estados Unidos en Oriente Próximo colisionaba con el verdadero interés de los estados árabes que era perpetuar la guerra contra Israel para sostener indeterminadamente el rechazo al proyecto sionista.

Esta organización desde el primer momento fue politizada y escenario de una extensión de la guerra que desde 1948 había colocado al joven estado judío moderno con los ejércitos árabes de la zona y la presión regional promovida desde la Liga Árabe con un boicot y una planificada asfixia económica a través de los bloqueos comerciales en el puerto de Eilat. Los árabes no querían reconocer que “si no hubiera habido guerra contra Israel entonces no habría habido ningún problema de refugiados árabes en la actualidad” como señalara Abba Eban en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas. Pretendían convertir el problema de los refugiados no en algo humanitario, sino en una cuestión política.

Durante las décadas siguientes UNRWA estrechó fuertes vínculos con la OLP, la Organización para la Liberación Palestina creada en la década de 1960 en Egipto, permitiendo la cooptación terrorista en los campos de refugiados palestinos en países árabes vecinos. La simbiosis con el semillero terrorista fue tan alevosa en ese momento que los funcionarios de UNRWA fueron invitados a participar de la primera sesión del Consejo Nacional Palestino celebrado en 1965 donde se expondría la carta fundacional que señalaba a Israel como un estado ilegitimo que no debía existir.

 La usurpación de Hamas

Desde la toma del poder de Hamas en la Franja de Gaza esta estrecha relación se acentuó al mismo ritmo en que la organización terrorista extendía dentro del territorio un estado totalitario ocupando todos los rincones de la sociedad gazatí y utilizando a la propia ONU para sus fines. En 2014, en medio de una escalada entre Hamas y las Fuerzas del Defensa de Israel, las pruebas fueron tan contundentes contra UNRWA que la organización debió emitir un repudio contra la organización terrorista de Gaza por utilizar las escuelas de la ONU en Gaza como bases de cohetes para atacar a las poblaciones civiles israelíes.

Durante muchos años la utilización de infraestructura civil y los escudos humanos en mujeres, niños y ancianos fue una práctica recurrente de Hamas que creció a los ojos de gobiernos extranjeros que hicieron caso omiso a las denuncias de malversación de fondos que los terroristas cometían en Gaza: el dinero de la ayuda humanitaria, extraída de los impuestos de ciudadanos europeos, australianos, canadienses o estadounidenses, iba a parar a las arcas de Hamas.

La participación de miembros de UNRWA en la masacre del 7 de octubre fue una postal tan grave como increíble para muchos: hay registros de cámaras de seguridad que muestran a trabajadores de la organización que pertenece a la ONU trasladando cuerpos de israelíes asesinados, portando armas y asaltando las casas de civiles donde violaron y ultrajaron a las víctimas de esa fatídica mañana. Considerando también las pruebas que probablemente no se conozcan públicamente, distintos países decidieron terminar este mes con el financiamiento de UNRWA y desplomar los fondos de la organización en miles de millones de dólares.

La grieta entre democracias y autocracias

La invasión de Rusia a Ucrania en 2022 y la masacre de Hamas, patrocinada por Irán, contra Israel en 2023 dejan al descubierto una guerra global de las democracias del mundo libre contra los autoritarismos, los regímenes teocráticos y aquellos estados que segundo o tercer orden internacional que obedecen solo a aquel que pueda garantizarle mejores dádivas. La Asamblea General de la ONU, el órgano de mayor debate de la organización pasó de 55 miembros en 1946, en su mayoría democracias consolidadas, a los 193 estados de hoy compuestos por un mosaico de dictaduras y países devaluados en su respeto a las libertades.

La incorporación de los nuevos estados producto del proceso de descolonización con un fuerte resentimiento a Europa, en especial hacia Francia y Gran Bretaña, hacia 1960 inició un proceso devaluatorio de la Asamblea General pasando por el Movimiento de No Alineados y hoy con las agendas políticas llevadas por los presentantes del antiimperialismo liderado por las dictaduras de Venezuela, Cuba o Nicaragua en estrecha colaboración con Rusia e Irán como parte de un eje contestario a Occidente.

Esta nueva composición de las Naciones Unidas exhibe sus enormes complejidades en momentos donde el mundo transita por una guerra existencial no solo para Israel, sino para el mundo libre en su totalidad. Esta Asamblea General es escenario de las más descabelladas resoluciones que han planteado una agenda fuertemente antiisraelí y con fuertes convocatorias al antisemitismo institucionalizado: en 1975, esta misma Asamblea General aprobó una resolución que señalaba al sionismo como un movimiento racista desconociendo absolutamente que el sionismo es, ni más ni menos, que el proyecto de autodeterminación del pueblo judío en su tierra ancestral: Judea y Samaria.

El ensañamiento de la ONU contra Israel no se limita a la Asamblea General copada por países árabes que aprobarían cualquier resolución contra el pueblo judío por más disparatada que fuera, sino también por UNESCO quien en 2016 y 2017 resolvió unilateralmente que los judíos no tenían ninguna relación con Jerusalén desconociendo así los más de dos mil años de historia.

No es sostenible una ONU donde los estados antidemocráticos le marquen la agenda y condicionen a los estados democráticos que, aun con muchas cosas perfectibles, nos permiten vivir en el mejor mundo posible.

Nadie en su sano juicio preferiría vivir en Irán donde las mujeres son asesinadas por la Policía de la Moral si llevan mal puesto el velo o en Rusia donde las tendencias suicidas aumentan proporcionalmente con la oposición al régimen de Putin.        

Luciano Mondino es Licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por la Universidad Católica de La Plata. Master en Política Internacional por la Universidad Complutense de Madrid. Sus principales líneas de investigación son sobre islamismo, Terrorismo y Crimen Organizado.

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