Derivado de un encuentro virtual que el 10 de noviembre de este año sostuvo el Doctor Frank Sommers, sobreviviente del Holocausto, psiquiatra de la Universidad de Toronto y presidente de la Asociación de Doctores contra el Racismo y Antisemitismo, junto con la Asociación Médica de Ontario, en la que participaron el reconocido Profesor Sheldon Rubenfeld, fundador y director del Centro para la Medicina luego del Holocausto, la doctora bioeticista Sheena Eagan, y Horton, el editor en jefe de The Lancet; concretaron las múltiples razones por las cuales las escuelas de medicina deben incluir formalmente el estudio del Holocausto, especialmente en los primeros años de la carrera.

La gran pregunta era explicar ¿por qué? Y la respuesta radica en que los futuros médicos deben entender a fondo qué hizo que tantos médicos hayan sido colaboradores activos de los nazis; que tantos se hayan involucrado en las más altas esferas políticas siendo que el 7% de los médicos alemanes pertenecían a la SS y que más de 38,000 médicos hayan pertenecido a las filas del partido Nacionalsocialista, los más que de cualquier otra profesión.

Qué hizo que el irrefutable prestigio que tenían los médicos alemanes de esa época haya sido aprovechado por la agenda política de Hitler, que las organizaciones médicas alemanas normalizaran el antisemitismo, legitimizaran las ideas racistas bajo la excusa de la eugenética, que los médicos justificaron el racismo y racionalizaron la propaganda basada en supuesta “ciencia”.

Qué hizo que los médicos hayan sido los instrumentadores de gran parte de las atrocidades del Holocausto incluidas las esterilizaciones masivas, los experimentos humanos en los campos de Auschwitz y Dachau, el diseño y la implementación de la Solución Final, la supervisión del éxito de las cámaras de gas, la promoción de la eutanasia sistemática y la absurda selección en las rampas de los campos. Era tan esencial la participación de los médicos en la perversa misión del Tercer Reich que hasta el propio Adolf Hitler comentó que no hubiera podido ni un día sin ellos.

En concreto, qué hizo que los médicos, cuyo juramento hipocrático asegura que su única labor es la de ayudar a todos los seres humanos por igual, hayan resultado los mayormente sentenciados en los juicios de Núremberg. Qué hizo que los médicos, cuya vocación es la de salvar vidas, hayan buscado los mejores métodos para la muerte. Qué hizo que los médicos dejen de ver a sus pacientes como personas y se hayan convencido de que el enfermo era la sociedad, y que en la misión por “curar” al colectivo estaba permitido sacrificar a los individuos, asumiendo sin piedad, que el fin justifica los medios.

Son muchos los aprendizajes que hay detrás del Holocausto, no sólo hay que mirarlo como un hecho histórico perteneciente al pasado, sino como un suceso trascendente, con relevancia e implicaciones importantes para nuestros tiempos, para procurar las conductas del presente. El Holocausto es en sí mismo una lección que garantiza que la practica médica no vuelva a descarrilarse para servir a las ideologías.

Que el médico crezca como persona y profesionista a partir de los errores de sus antecesores y encamine su práctica médica con la máxima dignidad y rectitud. Como comentó Rubenfeld en el encuentro, “los médicos no sólo deben saber de anatomía y fisiología; también tienen que formar su carácter y conciencia y construir una relación con sus pacientes basada en justicia, privacidad, verdad y responsabilidad.”

Por su parte, Richard Horton confirmó que el estudio del Holocausto sería una especie de vacuna para las sociedades, para prevenir que la medicina vaya por mal camino, “hay tantos peligros morales; que los médicos deben conocerlos para evitarlos.” Y sintetizó de la charla, precisamente en su texto de The Lancet, que las razones para incluir al Holocausto en la currícula médica en cinco puntos:

  1. Los médicos fueron cómplices centrales del Holocausto atentando la ética de su profesión; todo estudiante de medicina debe de conocer este episodio donde imperó la perversa idea de que ciertas vidas no merecían la vida.
  2. Precisamente del Holocausto y de las atrocidades de tortura y asesinato en los experimentos que buscaban mejorar la muerte, y no la vida, surgieron las normas éticas de la investigación médica aceptadas hoy y descritas en el Código de Núremberg. Cualquier aspirante a ser médico en el siglo 21 debe conocer el depravado origen que dio sentido a las metodologías actuales de experimentación en humanos.
  3. El racismo es un problema de salud pública, por lo que estudiar sobre el Holocausto es una forma profesional de resistencia y repudio al racismo y al antisemitismo.
  4. Estudiar el Holocausto durante la carrera médica aporta una oportunidad para reflexionar sobre el papel del médico en la sociedad, sobre la profesión de servicio que conlleva un contrato moral entre el doctor y su paciente. Durante el Nazismo, los individuos no tenían valor, más bien su valor se subordinaba al bien común. Hitler veía a la sociedad como un ente orgánico que estaba enfermo, el paciente era la sociedad, y la misión del médico era servir a ese cuerpo político, curarlo del mal; perdiendo la dignidad del ser humano, el servicio a las personas individuales; el sentido mismo de la profesión.
  5. Finalmente, enseñar sobre el Holocausto enfatiza dos principios básicos. Primero, que el valor de cada ser humano es infinito. Segundo, nuestro destino común. Claramente sobre el destino compartido en el genocidio, pero también con retos actuales como la crisis climática, una posible guerra nuclear, y epidemias, como ahora con la COVID-19. Existen amenazas que compartimos como especie humana, todos. Y aprender en el salón de clases sobre el Holocausto conlleva a esa sensibilización.

Para darle seguimiento a la propuesta y en vísperas de la reunión que se llevó a cabo de forma virtual, la revista The Lancet creó una comisión especial para la Solidaridad Humana y la Comunidad de la Memoria. Una acción que buscará integrar al Holocausto en las aulas médicas, que asegure que la ciencia y la medicina siempre tengan en su brújula el eje ético y moral. Que no pierdan el rumbo. Gran iniciativa de esta renombrada revista médica en su búsqueda por procurar las buenas prácticas de esta hermosa profesión. Esperemos se sumen más instituciones, asociaciones y colegios con la idea de formar, fortalecer y encaminar a los héroes de la salud.

Mi padre siembre dice que la ciencia nos describe el “cómo”, pero los valores nos indican el camino, orientan, nos dictan el “para qué”. No hay ciencia o medicina sin un ser humano. Así, aseguran que los beneficios de la terapia génica, de las ecuaciones atómicas, de los avances biotecnológicos, sean aplicados por el bien. Y por ello, voy más allá, y creo que se beneficiarían de aprender sobre el Holocausto no sólo los doctores, también los estudiantes de ciencias naturales, ciencias aplicadas y ciencias sociales; todos. No sólo ganarían los doctores, también los químicos, físicos, ingenieros, biólogos, sociólogos, psicólogos, politólogos, escritores… seríamos mejores profesionistas, humanos, ciudadanos, constructores de sociedades más colaborativas, empáticas y robustas.

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