El tango en idish y su contexto histórico

TANGO IDISHE

Aunque los orígenes del tango son objetos de permanente discusión, generalmente se coincide en que surgió en la Buenos Aires del 1880 a partir de previas danzas latinoamericanas, y se desarrolló en las décadas siguientes bajo la influencia del caldo de cultivo que era entonces la ciudad, poblada de inmigrantes italianos, españoles, franceses, judíos y afroargentinos. Se acepta la visión del tango como un refugio del inmigrante, como un escape a sus penurias cotidianas de pobreza y desarraigo. Se admiten sus inicios dentro del mundo de la prostitución que proliferaba en una ciudad con mayoría masculina. La compleja constitución del tango expresa más que amor platónico; habla de fatalidad, de destinos dolorosos, de un mundo tan ideal como imposible.

A través de los años, el tango comenzó a formar parte de la vida diaria como un símbolo de solidaridad física y psíquica. Su voz era la voz del pueblo. Con la participación de los intelectuales, el género abandonó su aspereza inicial adquiriendo un halo más romántico y nostálgico, como un dulce recuerdo de juventud de una sociedad idílica que nunca existió. Otros autores aportaron una visión más pesimista y tal vez realista, como Enrique Santos Discépolo en Cambalache, de 1935.
Pero, ¿cuál es el significado del tango en idish?, ¿a qué se debe que esta música que deriva de mundos aparentemente tan disímiles, refleje en su sonido un amalgamiento natural?, ¿cómo late el pulso del tango idish? El tango tiene esenciales puntos en común con la música judía de Europa del Este, hoy llamada Klezmer, y con la canción folclórica del idish: el expresar congojas y desamores, el aliar alegrías con tristezas, el utilizar un vocabulario común. Hay coincidencias en la instrumentación, tales como el uso predominante del violín; en el ritmo, como la relación existente entre el ritmo vulgar del Klezmer y la célula tanguera que enfatizaran Osvaldo Pugliese y luego Astor Piazzolla; y en esa inexplicable benkshaft (nostalgia) que colorea el aire.
TANGO EN BUENOS AIRES
Músicos judíos dentro del tango argentino
Como producto de culturas mixtas, el tango albergaba en su escena a músicos de distintos orígenes. Durante los años 1910 y 1920, violinistas judíos que desembarcaban en Buenos Aires llegados de Polonia, Rusia y Rumania encontraban en el tango un medio de expresión con el cual se identificaban y del cual su instrumento era ya un típico representante. Hasta podría presumirse que su identificación era mayor con aquel mundo musical que con la tierra misma. El tango representaba, más que un verdadero empleo, un espacio de experimentación donde cada uno aportaba lo que traía “de casa”, probablemente sin plena conciencia del “título” del resultado. 
Indudablemente el tango era un espejo de la cosmopolita sociedad porteña de aquellos tiempos. Era también un modo de relacionarse y adaptarse a la sociedad, opuesto a las ocupaciones habituales de los inmigrantes, generalmente aislantes y menos redituables.
Hacia la década del `30, que marcó el esplendor del tango alrededor del mundo, la comunidad judía en Buenos Aires contaba con una vibrante vida cultural reflejada en tres diarios en idish y numerosos centros culturales. Los músicos judíos ya formaban una parte de la sociedad argentina y compartían un mismo espacio con sus colegas gentiles, un hecho en sí mismo notable en vista de la creciente propaganda de ideas fascistas en el país. 
Esa integración favoreció el mutuo enriquecimiento, del cual surgieron intérpretes, autores y editores judíos. A través de los años, algunos se convirtieron en prominentes tangueros recordados hasta hoy, mientras que otros se trasladaron a otros ámbitos musicales, mayormente al de la música clásica. A medida que en Buenos Aires proliferaban los tangos de autores judíos escritos en castellano, era inevitable que surgieran también otros en idish.
TANGO EN IDISH EN ARGENTINA
La nueva moda dentro de la colectividad eran canciones en idish que, en un tono tierno y a menudo burlesco, describían la vida del inmigrante y sus proezas en el proceso de adaptación. Su creador más famoso fue Jevel Katz, cuyas canciones se interpretaban en al capital y las colonias por él mismo y por Max Zalkind.
Paralelamente, el teatro había jugado una parte vital en el proceso de asentamiento. A partir de 1930 la Argentina fue una de las capitales mundiales del teatro idish, atrayendo a luminarias de los Estados Unidos y Europa. Se había creado también un espacio para actores locales. Las compañías se presentaban tanto en las provincias como en la capital ante públicos tan hambrientos por teatro idish que las obras no podían estar en cartelera por más de una semana acuciados por la expectativa en las siguientes estaciones de la gira. 
La Sociedad de Actores Idish Aficionados se fundó en 1902 y el Idisher Folks Teater (IFT) abrió sus puertas en 1932. En 1939 existían cinco teatros profesionales dedicados a presentar obras en idish, pero éstos se redujeron a dos en 1949 y sólo a uno, el Mitre, en 1960.
Un tercer medio musical era el de los recitales de canciones idish para los cuales también se importaban a artistas. Dada la popularidad del tango dentro de la comunidad judía resultó natural e incluso necesario que aquellos cantantes incluyeran tangos, ocasionalmente propios, en sus programas.

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