Parashat Behaloteja

parasha behaloteja

La Parasha:

Esta parasha nos relata dónde Aarón es mandado a encender las velas de la Menora y la tribu de Levy es iniciada en el servicio en el Santuario.

Un segundo Pesaj es instituido en respuesta a la petición elevada por un grupo de judíos que no pudieron ofrendar el sacrificio pascual en el momento adecuado por haber estado ritualmente impuros.

Hashem instruye a Moshe sobre los procedimientos para el viaje y campamentos del pueblo de Israel en el desierto, la gente viaja en formación desde el Monte Sinaí, donde habían acampado cerca de un año.

Se prepararon las trompetas que anunciarían las paradas y las partidas durante el viaje y se determinó cómo y cuando se hacían estas paradas, las que serían pura y exclusiva voluntad de Hashem.

El pueblo de Israel está insatisfecho con el “ Pan del Cielo” ( el maná)  y demanda a Moshe que les provea carne. Este acto provoca la ira de D’s. Cómo podía ser que un pueblo recién salido de la esclavitud se queje de un alimento como él maná que recibían gratuitamente?
Según la interpretación de Abravanel en Egipto él pescado era gratis. El río Nilo tenía abundancia de peces y los Egipcios permitían a los esclavos ir a buscar el alimento allí, por eso el pueblo comparaba el recibir los dos alimentos sin pagar.

El enojo de D’s radica justamente en esa comparación ya que el pueblo de Israel no toma en cuenta que cuando eran esclavos veían morir a sus padres, hermanos e hijos bajo el yugo de la esclavitud. El pueblo en ese momento no entendía que era el significado de ser libres.

En el Sefer Tehelim ( libro de los salmos) se llama a esta generación “ Dor lo Hejin Libo” la generación que no preparó su corazón para ser libres.

Cómo escribe Nejama Leibovitz ( 1905-1997) el problema “ No fue la comida, ni la bebida, ni el pescado, ni si eran entregados gratuitamente o si debían pagar por ellos, ni si eran frescos o estaban rancios, no era esto lo que deseaban, sino toda aquella libertad ( negativa) de no estar sometidos a las exigencias de la cultura y de la auto-restricción en la que vivían siendo esclavos en Egipto.”
Lamentablemente aquella generación jamás pudo desprenderse de ese instinto hacia la servidumbre que mantuvieron cómo secuela de los años de trabajo forzado.

Este reclamo de carne fue el comienzo del episodio que concluirá con la negativa a conquistar la tierra de Canaan, hecho que sentenció a todo el pueblo a deambular 40 años por el desierto, a la espera del surgimiento de una nueva generación, con nuevas ideas y realmente libre. En esta parashá nos llama a repensarnos continuamente a releer los motivos de nuestras decisiones, a sentirnos incómodos incluso en nuestra libertad.

Finalmente nos relata esta parashá que Moshe designa a 70 ancianos a quienes emana de su propio espíritu para asistirlo con la carga de gobernar al pueblo.

Miriam habla negativamente de Moshe y es castigada por D’s con Tzaraat ( una enfermedad de la piel Lepra). Moshe reza para su curación y toda la comunidad espera siete días su recuperación.

Shabat Shalom Umeboraj.

Marcelo Mann

EL PESCADO QUE EN EGIPTO COMIAMOS DE BALDE
Por Nejama Leibowitz

Concluyeron todos los preparativos para la travesía . Se establecie­ron ya las normas que debían regir el acampar y el partir. Se prescribió la fabricación de las trompetas, como la forma de usarlas, los sones de Tekiá y Teruá. “Y acon­teció que en el año segundo en el mes segundo, a los veinte del mes, se alzó la nube de encima del Tabernáculo del Testimonio. Entonces los hijos de Israel se pusieron en marcha conforme a sus jornadas”.

Toda la travesía en el desierto fue conducida y vigilada por la Divina Providencia, que cual Rey iba frente a ellos. “Por orden del Señor acampaban, y por orden del Señor se ponían en marcha”, y toda la travesía por el “desierto grande y espantoso, de serpientes ardientes y escorpiones, y de sequía en donde no hay agua…” no es sino un continuo avance hacia la meta, la tierra prometida, ¡avance realizado con medios sobre­naturales y acompañado de grandes milagros!
Y aquí, esta generación se revela en su impotencia de subsistir en esta situación sobrehumana, de vivir una vida de verdadera libertad, emancipados de la esclavitud externa e interna, comien­do “el grano celestial… el pan de los poderosos”, que de acuerdo a la interpretación de Rashí es el “pan de los ángeles” otorgado directamente por Su rebosante, abierta y amplia mano. Y aquí aparecen y se entremezclan las añoran­zas, y las ansias hacia una vida más simple, de esclavitud, subyu­gada a los hábitos, los deseos y las pasiones.

Estas añoranzas se revelan por primera vez inmediatamente después del éxodo de Egipto, a la vista del primer peligro (She­mot 14, 10-12), de “los egipcios que marchaban a la pos de ellos”; inmediatamente olvidáronse de todos los grandes milagros que vieron con sus propios ojos, y que se renovaban ante cada nueva dificultad que aparecía en su ruta.  Estas añoranzas desbordan ahora en nues­tra parashá, y se vuelcan como un siniestro torrente en las parshiot Shelaj, Koraj y Jukat; turbio torrente de estrecha fe, ausencia de fe, ingratitud, huída de la libertad a la servidumbre.

He aquí que tropiezan vez tras vez, al caer de las alturas, de sobre “alas de águilas”, a las profundidades de las tiendas de los descontentos y de la comida del “grano celestial”, al grito de deseo de cebolla y ajo.
Y todo ocurrió tal cual lo describe el poeta divino en Los Salmos:
Nuestros padres no entendieron Tus maravillas en Egipto; no se acordaron de la muchedumbre de Tus misericordias, sino se rebelaron junto al mar.
El empero los salvó por amor de Su nombre para dar a conocer Su poder. 
Reprendió, pues, al mar Rojo, y (éste) se secó, e hízolos pasar por los abismos, como por tierra seca. 
Y salvóles de la mano de quien los aborrecía, y los redimió de la mano del enemigo.
Y cubrieron las aguas a sus adversarios, no quedó ni uno de ellos.
Entonces creyeron a Sus palabras, y cantaron Su alabanza. 
Pero diéronse prisa a echar en olvido Sus obras; no esperaron a Su consejo.
Sino entregáronse a un deseo desordenado en el desierto, y tentaron a Dios en el yermo.
Y El les envió lo que pidieron, mas envióles una epidemia. 
También tuvieron envidia a Moshé en el campamento, y a Aharón, el santo del Señor.
Entonces abrióse la tierra y tragó a Datán, y cubrió el séquito a Avirám. 
El fuego también se encendió en la junta de ellos, la llama abrasó a (aquellos) inicuos.
También despreciaron la tierra deleitable, no creyeron a Su palabra. 
Sino murmuraron en sus tiendas, no escucharon la voz del Señor. 
Este descontento en las tiendas encuentra su clara y detallada expresión en nuestra parashá:
Y la chusma (que de Egipto venía en medio) del pueblo, se dejó llevar de una codicia vehementísima; y también los hijos de Israel tornaron y lloraron, diciendo: “¿Quién nos dará de comer carne?
¡Nos acordamos del pescado que en Egipto comíamos de balde, de los cohombros, y de los melones, y de los pue­rros, y de las cebollas, y de los ajos! 
¡Más ahora, nuestra alma se seca; no hay nada; no tenemos ante nuestra vista sino este maná!” 
Quien lea estas líneas quedará indudablemente desconcertado. ¿Es acaso ésta la imagen que se forjó en nuestra mente sobre la vida en Egipto? ¿Dónde quedó el trabajo de “arcilla y ladrillos, y todas las tareas del campo”? ¿Dónde está la amargura de su vida por el trabajo duro, y las tareas demoledoras? ¿Dónde que­daron los niños arrojados a las aguas? ¿Dónde los guardias, los opresores, los torturadores?

Acaso el mismo Egipto llamado por la Torá “casa de escla­vitud”, acaso ese “crisol de hierro” ¿se refleja en su memoria como un lugar de veraneo, un hogar hospitalario, en el que los huéspedes reciben de comer y beber gratuitamente, sin dinero?
Los Sabios ya quedaron perplejos antes estas añoranzas a Egip­to, “dónde comían pescado de balde”, y dicen en Sifrí 5:
“Nos acordamos del pescado”: ¿Es acaso posible que los egipcios les proporcionasen pescado gratis? Está escrito: “Y ahora, id, trabajad, y no se os dará paja”. Paja no les daban gratuitamente, ¿pescado acaso sí? ¿Cuál es entonces el significado de la palabra “gratuitamente”?: gratuitamente, sin mandamientos.

Esta respuesta, “gratuitamente, sin mandamientos” parece ex­traña y alejada del tema central de sus quejas. A pesar de todo, precisamente esta versión no-literal (derash) se encuentra mucho más cercana al verdadero y profundo sentido del versículo, que los comentarios aferrados al sentido estricto (peshat). Más, antes de entrar a analizar el comentario de los Sabios, observemos cual es la respuesta que con gran asombro nuestro ofrecen los diver­sos comentaristas que tratan de adherirse al auténtico sentido del texto, alejándose de los midrashím. Comenzaremos con un comentarista que se identifica a sí mismo con esta corriente, R. Abraham Ibn-Ezra, que escribe:
“De balde”: barato, como si fuese gratuito.

Esta es una forma demasiado simple para sobreponerse a las dificultades. Substraemos a la palabra de su sentido restringido, dándole un significado más amplio. No debemos pensar que es un descubrimiento exclusivo de Ibn-Ezra. Ya afirmaron sobre cierto número de versículos – los Sabios – que: “la Torá habló en forma exagerada”.La cuestión no es si un comentario tal es lícito sino, si con­cuerda aquí con el texto y con el tema central. Si bajo este aspecto, estudiamos su comentario, veremos que no concuerda, en absoluto, con el espíritu de los versículos. ¿Acaso los israelitas se quejaban del alto precio, con el cual se vendían estos artículos, y añoraban la baratura con que era posible conseguirlos en Egip­to’? ¡Indudablemente, no!

Otros comentaristas tratan de resolver la dificultad presentada por el Sifrí, pero quedando fiel al significado literal de “de bal­de”: Comencemos citando a Rambán:
De acuerdo a su sentido literal (peshat), el significado de la ex­presión “que en Egipto comíamos de balde” sería: Los pescadores egipcios se servían de ellos para recoger los peces de las redes, y les entregaban parte de los pescados, como es costumbre de todos los que tienden las redes. Los cohombros, los melones, los puerros y la cebolla y el ajo, eran en Egipto muy abundantes, ya que éste era país fértil cual vergel, y al trabajar en las huertas y en el campo, comían de las hortalizas.
Es también posible, que siendo los israelitas esclavos reales que trabajaban en sus obras, dábanles de comer pan magro y agua medida, y ellos se esparcían en la ciudad y entraban a las huertas y a los campos y comían de las hortalizas, sin que nadie podía protestar, como es habitual que ésto ocurra en los siervos del rey, y a la orilla del Nilo les proporcionaban pequeños peces, que no tenían valor en Egipto, tal cual expliqué en la parashá Shemot.

El lugar al cual corresponde esta cita, es el fragmento de su comentario a Shemot (1, 11) donde describe la vida de pobreza y sufrimiento en Egipto:
“Comisarías de tributos, a fin de reprimirlo”. Además decretaron trabajo duros de ladrillos y arcilla, ya que. en un comienzo los comisarios les proporcionaban los ladrillos y los siervos construían los edificios, mas ahora convirtieron a todo el pueblo a la ser­vidumbre obligándoles a proveerse del material y fabricarlo con sus manos y pies, sin que se le sea entregado del palacio real nada, salvo la paja para los ladrillos (Rambán describe aquí la situación del pueblo antes del decreto de la paja, referido en el Cap. V.). Los siervos recibían de las otras personas del pueblo los ladrillos para hacer los edificios.
Además les fueron encomendados todas clases de trabajos arduos que el Faraón y los egipcios necesitaban ejecutar, como las exca­vaciones y la limpieza de basuras, todo les fue encargado, y a todo ésto eran azotados, para apurarles, y evitar que descansen y eran golpeados y maldecidos. Este es también el significado del versí­culo que dice: “Todo el trabajo con que se servían de ellos, era con rigor”.
Y el rey los alimentaba a pan magro, como es costumbre en los siervos reales, y los “deseosos” del desierto dijeron: “Nos acordamos del pescado que en Egipto, comíamos de balde, de los cohombros. “. . . ya que los pescados de Egipto eran muy numerosos y ellos los pescaban por mandato real, y lleva­ban de las huertas melones y puerros, sin que nadie protestase, ya que ésta era orden real.

En forma similar explica Abravanel la expresión “de balde”, en su sentido literal, sin paga. Salvo, que él agrega a nuestra pregunta, la pregunta del Sifrí – “¿Paja no les proporcionaban gratuitamente, pescados acaso sí?” – una segunda pregunta:
¿Qué es lo que dijeron? “¿Quién nos dará de comer carne ? . . . nos acordarnos del pescado. . .” Si ellos deseaban carne, ¿acaso el pescado podía servirles de substituto? Realmente los que desea­ban carne en la parashá Beshalaj  dijeron allí: “Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto, cuando estábamos sentados junto a la olla de carne”. Mas, éstos no hablan correctamente, ya que comenzaron con la cuestión de la carne y pasaron inmediatamente al pescado y a otras cosas que no son ni carne ni pescado.
Y responde a las dos dificultades conjuntamente:
Lo que dijeron “Nos acordamos del pescado que en Egipto co­míamos de balde” era la respuesta a lo que el oyente podía haberles replicado: “¿Porque os enojáis al no haber comido carne, acaso habéis comido carne en Egipto? Indudablemente no, ya que erais pobres, y la carne de Egipto es muy cara”.
A ésto respondieron, “Ciertamente, si en Egipto no comimos carne, comimos pescado que era numeroso como las aguas del Nilo. Y no necesitamos dinero para comprarlo, ya que lo recibíamos de balde, y sin paga”. Y ésto era posible ya que el Nilo desbordaba y cada egipcio cavaba un pozo que se llenaba de las aguas del Nilo, y al retirarse el río quedaba lleno de peces, y en esta forma lo comían de balde.

Ya sea de acuerdo a Abravanel, que afirma que todo egipcio podía comer gratuitamente pescado, o sea de acuerdo a Rambán que afirmaba que éste era un privilegio de los siervos del rey – podemos deducir de aquí, cuán poderoso es el poder selectivo de la memoria. El horroroso precio con el que debían pagar estos pescados gratuitos, quedó completamente borrado de la mente. La esclavitud, la servidumbre, los suplicios, los golpes, los niños arrojados, todo este tremendo precio pagado, quedó borrado de la memoria. Lo único que quedó – allí por lo menos, se comía pescado gratuitamente.
El sentido oculto de la entrega de pescados gratuitamente por parte del Faraón y su gobierno, es destacado más aún en el libro “Midrashé Hatorá” de Anselmo Astruc[2]:
Rashí escribió: “Que en Egipto comíamos de balde” – gra­tuitamente, sin los mandamientos. A este comentario le llevó la pregunta: Si paja no le daban gratuitamente, ¿pescado acaso sí? Mas, es posible que paja no les suministraban para marti­rizarlos en el trabajo, pero comida recibían en abundancia y gratuitamente, de lo contrario, ¿cómo les hacían trabajar con tanto rigor de faltarle el alimento? Indudablemente les abaste­cían de alimentos para obtener mayores posibilidades de ha­cerles trabajar con mayor rigor.

Es lo que está escrito: (Mishlei 12, 10): “El justo mira por las necesidades de su bestia, pero las compasiones de los inicuos son crueles”. Con ésto quiere decir, que el bienintencionado conoce las necesidades de su bestia, y le limita su trabajo hasta lo razonable, proveyéndole la cantidad de comida que necesita para ese esfuerzo, mientras que el malvado le da de comer el doble para exigir de ella después mucho más. Y ésta es la ver­dadera causa del que se apiade de ella dándole de comer más; en realidad su intención es cruel, ya que quiere hacerla trabajar más de su capacidad y costumbre, con rigor y sin compasión.
Y siendo ésto cierto – no veían los que se quejaban, la amar­ga ironía que sus palabras encerraban. Ciertamente, es verdad, recibían pescado en abundancia y gratuitamente, pero ¿acaso no comprendían ellos cual era la causa de tanta magnanimidad y prodigalidad? La verdadera intención era como lo expresaron los Sabios: “Le dicen al asno: toma este Kur (antigua medida de
capacidad) de centeno, y te cortaremos la cabeza” (Citado por Rashí, Bamidbar, 11, 22, sobre: “Acaso degollarán para ellos de ganado menor y mayor”).
Hasta aquí todos aquellos que tratan de explicar nuestro ver­sículo en forma literal, y que tratan de responder al asombro de los Sabios exponiendo la amplia capacidad de desfigurar el pa­sado con la que nuestra memoria está dotada. Los “codiciosos” olvidaron la enorme injusticia a la que se hallaban sometidos, olvidaron los sufrimientos y las penas; quedaron en su memoria únicamente algunos favores, algunas comodidades, los placeres de la comida que gozaban – sin preguntarse por qué y para qué se les daba – y por ellos, por estos placeres, se desvivían.[3] Sin embargo nos parece que los Sabios lograron observar con mayor profundidad en sus corazones. ¿Acaso sólo por pescado y cohombros hicieron los israelitas todo ese escándalo? ¿Acaso solamente ésto los sublevaba? ¿No debemos buscar tras sus pala­bras que hablan de pescado, cohombros y melones, otros deseos más ocultos, pero más poderosos? Sabemos que una multitud puede soportar sufrimiento, pobreza y privaciones – con buena voluntad y hasta con fervor – sólo si la meta por la cual sufre es la suya y se identifica con ella. A veces desprecia su propie­dad, su comodidad, su salud y aún su vida y la de sus hijos por aquella meta excelsa o sagrada. Mas, sabemos también, que cuan­do el descontento carcome el corazón del individuo o de la multitud, éste brotará y explotará luego, apareciendo en forma de crítica, protesta, despecho y aún difamación ante la más pequeña e insignificante causa. Toda pequeña dificultad a la que con un mínimo esfuerzo podría sobreponerse, aparecerá como una imponente montaña, y toda pequeña renuncia que le fuese exigida, le parecerá tremenda injusticia y pillaje que contra él se comete. El verdadero descontento, que anilla profundamente en el cora­zón no encuentra expresión abierta y clara – ya sea debido a que él mismo lo desconoce, o por tratarse de deseos deshonrosos, incalificables, inaceptables, que deben ser ocultados, “reprimi­dos” – en su lugar aparecen en boca de los que se rebelan pre­textos pequeños pero constantes sobre cosas menudas, sin im­portancia. El que observa ésto de afuera, se asombrará ¿Acaso por éstas pequeñeces es menester levantar tanto alboroto? ¿Aca­so por una nimiedad tal es posible que estalle una rebelión? El ojo del simple observador no logra percibir y distinguir la diferencia entre el pretexto, que dice la boca, y la causa real interna que carcome el corazón.
Esta diferenciación, es la que destacaron los Sabios, al decir: ¿Qué es “de balde”? – gratuitamente, sin los mandamientos. No fue la comida ni la bebida, ni el pescado, ni los pepinos ni si eran entregados gratuitamente o a bajo precio ni si eran fres­cos y comestibles, o si estaban enmohecidos; no era ésto lo que deseaban, sino toda aquella libertad, de no tener que estar some­tidos a las exigencias de la cultura y de la auto-restricción, en la que vivían siendo esclavos en Egipto. “El esclavo es feliz en su vida licenciosa”. El amo que gobierna a sus esclavos no se entromete en la vida privada de sus siervos, sólo le interesa sus horas de trabajo y servidumbre; no le preocupa su educación y sus represiones. Por el contrario, cuanto más esté el esclavo so­metido a su sensualidad, mejor será ésto para el amo. Se embo­rrachará, golpeará a su compañero, se dedicará a la prostitución, al libertinaje, gastará todas las energías que le restan, “y no harán caso de palabras mentirosas” de libertad, de redención de las ligaduras de la esclavitud. Dejará así de pensar en el honor del hombre creado a imagen divina que se ve profanado día tras día por los opresores que lo maltratan. El amo no le dará saber ni moral, serán sólo bestias de trabajo, y al esclavo le place esta situación.
Con el Éxodo de Egipto, de la esclavitud a la libertad, some­tiéronse los israelitas a otra servidumbre; en el Sinay les fue im­puesto el yugo de la Torá y los mandamientos. Y esta ley consti­tuye una auto limitación en la vida del individuo y de la comu­nidad, en las relaciones entre vecinos, en la vida familiar, en los días de trabajo y en los de reposo, en el comer y en el beber, en la vestimenta y especialmente: en la vida sexual, se exige la auto restricción de los instintos sexuales. Y todo este yugo, deseado por todo aquél que lo acepta voluntariamente — es a los ojos de los que están acostumbrados a la esclavitud — un yugo que oprime y molesta. Y esta es la causa – a los ojos de los Sabios de todas aquellas quejas sobre el agua y el pan, la carne y el pescado que en Egipto comíamos gratuitamente. ¿Gratuitamen­te? Ciertamente – allí comíamos pescado gratis, sin manda­mientos, libres del yugo de la Torá y sus mandamientos.
El Midrash, en Sifrí 10, describe la conducta de los quejosos:
“Y oyó Moshé al pueblo; como familias enteras lloraban”.  Rabí Nehoraí decía: De aquí, que los israelitas la­mentábanse, al serles ordenado abstenerse de las relaciones sexuales prohibidas. De aquí, que en aquella época desposaba el hombre a su hermana y a su tía, y cuando Moshé les ordenó separarse de las relaciones prohibidas, se lamentaron.
“Como familias enteras lloraban”: Ya que su corazón se enor­gullecía por causa del pecado, se unieron familias, y difundían ésto en público. (Cada persona se quejaba y lamentaba y difundía su queja en público.)
Rashí sintetiza las palabras del Sifrí y cita los dos comenta­rios:
“Familias enteras lloraban”: familias-familias, se reunían y llora­ban expresando abiertamente su queja. Y nuestros Sabios dijeron: “Familias” – sobre los asuntos de su familia, sobre las relaciones sexuales que les fueron prohibidas.
Vemos pues, que también este versículo, al igual que el an­terior “Que en Egipto comíamos de balde” explica en forma su­perficial la faz de la situación, lo aparente, que se ve con los ojos, mientras que el “derash” ve lo oculto, le profundo, lo que se encuentra entre las líneas de los versículos y revela la profunda capa del sentido de las palabras. El “peshat” se ve con los ojos, el “derash” se observa con el corazón.

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