Parashat Nitzavim

Nitzavim

La Parashá

En el día que debía morir, Moshé reunió a todos los hombres, mujeres y niños de Israel para comprometerlos en un pacto con Hashem, según el cual no solo los Benei Israel presentes eran confirmados como el pueblo elegido, sino también todas sus generaciones futuras.
Se formuló una advertencia a todo aquel que contemplara rechazar a Hashem en la creencia de que las maldiciones antes mencionadas no se derramarían sobre él. Esta actitud provocaría la cólera de D”s y la persona en cuestión sería borrada de la faz de la tierra. Si era el pueblo que pecaba toda su tierra sería devastada.
Cuando las generaciones siguientes preguntarán sobre las causas de esa destrucción, se les respondería que había sobrevenido a raíz del abandono de D”s y sus mandamientos.
Después que los judíos hubieran experimentado la bendición y la maldición de Hashem y retornado a su congregación el Kadosh Baruj Hu reuniría de la dispersión y los regresaría a la tierra prometida. Entonces la maldición sería transferida a los enemigos que habían perseguido y oprimido a los judíos. Estos, por otra parte disfrutarían de las bendiciones de prosperidad y felicidad siempre y cuando aceptarán y observarán plenamente los preceptos de D”s.
En consecuencia el pueblo debía comprender que la elección entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, era suya, solo suya. El cielo y la tierra son testigos eternos de este ofrecimiento. Si los Benei Israel eligen adherirse a Hashem, prosperarán, de lo contrario perecerán.
Queridos Javerim, amigos, familiares y a todos los judíos que les llegue este mensaje desearles un gran año 5780 muy dulce con salud, Alegrías, Shalom y Parnasa, que seamos mejores personas con nuestros semejantes y que Hashem nos bendiga, nos ilumine en todas nuestras buenas acciones y nos mantenga unidos como pueblo dejando atrás las miserias, la corrupción y las malas actitudes que podamos tener.

Shabat Shalom Umeboraj.

Marcelo Mann

Estudiando la Parashá

por Nejama Leibowitz

Y NO SOLAMENTE CON VOSOTROS HAGO ESTE PACTO Y ESTE JURAMENTO (19, 13)

Sino con aquel que está aquí con nosotros hoy delante del Señor nuestro Dios, y también con aquel que no está aquí hoy con nosotros.

Estos versículos nos enfrentan con un interrogante, difícil de dilucidar.

¿Cómo se ha pactado con las generaciones futuras; qué fuerza emana de este pacto – hecho con una generación pasada – capaz de obligar a las generaciones presentes?

Abravanel ha de relatarnos cómo:

Se han esforzado en discutir, los Sabios de nuestra generación, en el reino de Aragón, sobre la cuestión de este pacto y de lo declarado por el versículo: “Y no solamente con vosotros hago este pacto … sino con aquel que está aquí, etc.”.

Pues ¿quién ha dado poder a la generación del desierto para que, erguidos ante el monte de Sinay, obliguen a las generaciones venideras con su declaración de “cumpliremos y aceptaremos”?… Hasta el punto de obligarlos en todos los preceptos de la Torá, y en el pacto que hicieron, y de crear penalidades para las generaciones posteriores, tal como surge de este versículo, y de todos los textos que encontramos estableciendo en el Talmud que: “Está juramentado desde el acto del monte Sinay”. Esto es lógicamente objetable.

…Sin lugar a dudas, quien contrae una deuda, quedan obligados a restituirla él y sus hijos, hasta el fin de las generaciones. Puesto, que de la misma manera que los hijos heredan los bienes activos de sus padres, están obligados a pagar sus créditos. La obligación creada por los padres, por medio del préstamo, recae sobre sus hijos, a pesar de que éstos no existían en el mundo en el mo­mento de contraer esa deuda.

Es sabido que el Señor, alabado sea, adquirió a los israelitas en virtud de haberlos sacado del crisol de hierro de Egipto, de la casa de esclavitud; siendo ellos, sus ganados y bienes, de Su pertenencia, como leemos: “Porque Mis siervos son los hijos de Israel; siervos Míos son, a quienes Yo saqué de la tierra de Egipto”. Por haber adquirido derechos en sus cuerpos, y además, también en sus almas, por haberlas perfeccionado con la entrega de la Torá, por eso, les hizo partícipes del primer pacto, al sacarlos de Egipto . . . Y por esa razón declararon, en opor­tunidad de ese pacto: “cumpliremos y aceptaremos”; queriendo significar: “con nuestros cuerpos cumpliremos, sirviendo, como esclavos a sus dueños; con nuestras almas aceptaremos con fe, como alumnos de sus maestros”.

Ahora quiso el Señor, hacerles otro favor, el legarles la Tierra Santa, por lo que tuvo necesidad de hacer otro pacto; el primer pacto versó sobre la subordinación de sus cuerpos y la sumisión de su fe; el segundo pacto versó sobre el legado de su país; cabe destacar la importancia de este pacto por su intención de: “Porque no por su espada heredaron la tierra”. Tampoco la recibieron en herencia de sus antepasados; pero el Señor tam­poco se los entregó en donación, sino a título de préstamo, como leemos: “La tierra, pues no podrá venderse en perpetuidad, porque Mía es la tierra”; con la condición de que ellos se obliguen a servir dentro del país a Su Dueño, no adorando otra deidad aparte del Señor, jamás, pues ello sería una rebelión y una traición enormes.

Hemos explicado pues, la necesidad de este pacto y su finalidad, quedado claro que este pueblo es ante el Señor, como esclavos punzados[1] para siempre, que no pueden liberarse de su yugo bajo ningún concepto … Refiriéndose a eso, dijeron nuestros Sabios, que todo hijo de Israel está juramentado desde su presentación en el monte de Sinay. Pues entonces entraron al servicio del Señor, alabado sea, y toda su descendencia está esclavizada y obligada. No podrán liberarse.

Tenemos pues, que por sus cuerpos, por sus almas, y por el país que habitan, están sus hijos obligados e incluidos en el pacto, no por fuerza del juramento que hicieron, sino por la ley de escla­vitud que tomaron sobre sí, al ser sacados de la Tierra de Egipto; por poder de la Torá de la cual son depositarios; del país elegido que recibieron en préstamo. Con toda seguridad a eso se refirieron nuestros Sabios, al escribir en el Midrash Tanjuma correspondiente a nuestro capítulo, que todas las almas estuvieron presentes durante el pacto, ya que ese pacto incluía a todas las generaciones que estaban por venir …

Y por ser la base del pacto y de la subordinación eterna, la salida de Egipto, ésta es constantemente recordada por el Señor y por Sus profetas, siendo todas las fiestas del Señor “en conmemoración de la salida de Egipto”; dado que ello señala la subordinación eterna.

Vemos nosotros que la base sobre la cual quiere Abravanel erigir nuestra obligación de cumplir la Torá del Señor y de obedecer Su voz, es la salida de Egipto, la cual recordamos en nuestras plegarias diariamente. De la misma manera encabezó el Dador de la Torá Sus mandamientos en el acto del monte Sinay. Rabí Yehudá Haleví, ya ha exaltado la importancia de este en­cabezamiento, en el cual no dice: “Yo soy el Señor tu Dios, que creó el Cielo y la Tierra” sino, “que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre”.

Sin embargo, en el comienzo de las palabras de Abravanel, se encuentra el punto débil de su comentario, pues compara la obligación inherente a todas las generaciones de cumplir con la Torá y sus mandamientos – que es precisamente el contenido del pacto – al hijo que al recibir el legado de sus padres, se ve obligado por el mismo hecho a restituir las deudas de su padre. Pero nos parece, que por medio de esta comparación no hemos de llegar al objetivo propuesto – de comprender la obligación de las generaciones posteriores – desde el momento que el heredero tiene el derecho de desistir del legado, sin que por ello incurra en ninguna impropiedad. Viéndose así libre de aquellas deudas, no teniendo de esta manera deuda alguna de restituir.

Mientras que esta obligación, de la cual tratamos, ese pacto hecho “con aquel que está aquí con nosotros”, es irrevocable y no está en nuestras manos liberarnos de él.

Leemos en el Midrash la homilía correspondiente a Yejezquel:

No sucederá, empero, de ninguna manera el pensamiento que surge en vuestra mente,

cuando decís: Nosotros seremos como las (otras) naciones, como las (demás) familias de las tierras, sirviendo a palo, a piedra.

¡Vivo Yo!, dice el Señor Dios, que con mano fuerte y con brazo extendido y con indignación derramada,

Yo mismo reinaré sobre vosotros.

El comentarista ha relacionado estos versículos con los que estamos considerando, referente a la obligación de la cual no podemos eximirnos. Este es el texto del Midrash:

Encontramos que los israelitas quisieron en la época de Yejez­quel desembarazarse de la obligación derivada del juramento. ¿Qué leemos allí? : “Algunos de los ancianos de Israel vinieron a consultar al Señor”. Dijeron: ‘Si un cohen adquiere un esclavo ¿puede éste comer Trumá?’

-‘Puede comer’, replicóles el Profeta.

Siguieron éstos diciendo:

– ‘Si el cohen vende este esclavo a un israel[2] ¿no sale éste de su dominio?’

-‘Sí’, fue su respuesta.

Dijéronle entonces: – ‘También nosotros hemos salido del do­minio del Señor, para poder ser como las demás naciones’.

Replicóles Yejezquel: – “No sucederá, empero, de ninguna ma­nera, el pensamiento que surge en vuestra mente, cuando decís: Nosotros seremos como las (otras) naciones, como las (demás) famillas de la tierra. . . ¡Vivo Yo!, dice el Señor Dios, que con mano fuerte y con brazo extendido y con indignación derramada, Yo mismo reinaré sobre vosotros”, puesto que han pactado por medio de juramento conmigo; por eso dice: “A fin de confirmarte hoy por el pueblo Suyo, y para que El sea tu Dios, como te ha prometido, y como El ha jurado a tus padres . . . Y no solamente con vosotros hago este pacto y este juramento, sino con aquel que está aquí con nosotros hoy de­lante del Señor nuestro Dios, y también con aquel que no está aquí hoy con nosotros”.

Abravanel nos habla en su comentario al Libro Yejezquel de esta profecía, que nos pone en evidencia, hasta que punto no tenemos el derecho de eximirnos de este pacto instituido con nosotros; hasta que punto no tenemos la posibilidad de liberarnos, por el hecho de habernos aliado a El, alabado sea:

Esta profecía es importantísima, y merece nuestra máxima aten­ción, pues la mayor parte de ella la hemos leído, y luego vista cumplida con nuestros propios ojos, en el amargo exilio en el cual vivimos, los hijos de Israel, bajo presión de las desgracias, las persecuciones, y las destrucciones; por la fuerza de las espadas enemigas abandonaron su religión, pensando que podrían ser como las demás naciones, haciendo esto con el cálculo de que de esta manera habrían de eliminar de sobre ellos el poder de la Providencia, y abandonar la obligación del cuidado del cumplimiento de la Torá . . . Siendo de esta manera exitosos en sus actividades, como lo son los demás pueblos, y no ser más el pue­blo del Señor, ovejas de Su rebaño. No se los denominará más con el nombre de Israel … Contra estos convertidos y marranos dijo: “Y con indignación derramada, Yo mismo reinaré sobre vosotros”, advirtiendo con esto que – a pesar de que intenten ellos, y sus hijos tras ellos, de convertirse, en forma absoluta – no lo lograrán, pues siempre las familias de las tierras han de llamarlos “judíos”, denominándolos con el nombre de “Israel”, contra su voluntad; los considerarán judíos y los acusarán siem­pre de ser judaizantes ocultos y los abrasarán en el fuego de las hogueras.

Todo esto está incluido en el versículo que nos dice “y con indignación derramada, Yo mismo reinaré sobre vosotros”, que a pesar de que ellos mismos quieran mostrarse como no-judíos, serán considerados judíos, a pesar suyo, pues el Rey Dios, Amo de los ejércitos, reinará sobre ellos, contra su voluntad.

Estas palabras las escribió Abravanel en la época de la Inquisición, en la época de la persecución de los marranos, en la época que fue demostrado, que el pacto instituido no ha de violarse con facilidad, y que todo intento de violación y de igualdad con las naciones de los países no fructificará.

Así leyó Abravanel los versículos de la Torá y los versículos de los Profetas, como indicando – todos ellos – a su generación, hasta el detalle de sus actitudes. ¿No hemos de aprender de él a leer las palabras de la Torá como si hablarían a nosotros, a nuestra generación?

Tomado de: “Reflexiones sobre la Parasha”, Prof. Nejama Leibovitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986 págs. 294-298

[1]Llámanse así a los esclavos judíos que han rehusado ser liberados por sus amos, debiéndose ese nombre al procedimiento que se usa con ellos. Consultar Shemot 21, 1-6 (N. del T.). [2] Que no es ni cohen ni levita (N. del T.).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *