Parashat Ree

Ree

La Parashá

En este Shabat Ree leeremos como Moshé le sigue hablando al pueblo y dice “Ve”pongo frente a ti hoy una bendición y maldición. La bendición vendrá cuando observen los Mandamientos Divinos y la maldición si los abandonan.
Moshé le muestra a cada persona del Pueblo de Israel que es libre, que la decisión está en sus manos, entregándoles la autonomía necesaria para elegir transitar cualquiera de estos dos caminos.
Estas serán proclamadas en el Monte Grizim y Eibal, cuando el pueblo cruce hacia la Tierra Santa.
Un templo deberá ser establecido en el lugar que D”s “ elegirá “ para hacer morar Su nombre “ allí”, donde la gente traerá sus sacrificios; está prohibido traer ofrendas a D”s en cualquier otro lugar. Está permitido degollar animales en otros lugares, no como sacrificios sino para comer su carne. Sin embargo la sangre que en el templo es vertida en el Altar está prohibida.


Un falso profeta o una persona que seduce a otros a adorar ídolos debe ser castigado con la pena de muerte. Una ciudad idólatra debe ser destruida. Los signos identificadores de animales y peces Casher; así como la lista de aves no Casher es repetida.
Un diezmo de todo producto debe ser comido en Jerusalem o intercambiado por dinero con lo cual se comprará comida allí. En ciertos años este diezmo es dado a los necesitados ( pobres). Los primogénitos del ganado bovino y ovino deben ser ofrendados en el templo y su carne comida por un Cohen ( sacerdote).
La mitzva de caridad obliga al judío a ayudar a un prójimo en necesidad con un regalo o un préstamo. En el año Sabático ( que ocurre cada siete años) todos los préstamos deben ser perdonados y todos los sirvientes liberados. La parashá concluye con las leyes de los tres festivales de peregrinaje Pesaj, Shavuot y Sucot cuando todos deben ir a “ Ver y Ser Vistos” ante Hashem en el Santo Templo.
En este Shabat estamos ingresando en el último mes de año Elul. Este mes es muy especial ya que estamos muy cerca (un mes) de las Fiestas de Rosh Hasana y Kipur. En este mes debemos realizar una introspección de nosotros por las actitudes que hemos tenido. (Teshuvá) como también hacer Tefilá para sentirnos más cerca de Hashem y Tzedaká para ayudar a los mas necesitados. Este acercamiento a D”s se termina de cristalizar en el día de Iom Kipur donde Hashem termina rubricando en el Libro del Perdón y la Absolución. Quiera D”s que todos nosotros familiares y amigos sean inscriptos por Hashem en el Libro de la Vida Plena. Amén

Shabat Shalom Umeboraj.

Marcelo Mann

 

Estudiando la Parashá

PROFETA O SOÑADOR DE SUEÑOS

Por Nejama Leibowitz

DESPUES que la Torá nos advirtió:

Cuidaréis de hacer todo cuanto os mando; no añadirás a ello ni quitarás de ello – 

vuelve a prevenirnos que nos cuidemos de las seducciones, incitaciones a influencias perniciosas que puedan desviar nuestro corazón del culto del Señor, y del cumplimiento de Sus ordenanzas. Prestemos atención al primero de ellas, el caso del profeta que nos llama en nombre del Señor, a servir a la idolatría:

Si se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, que te propusiere una señal o maravilla,

y en efecto sucediere la señal o la maravilla de que te haya hablado, diciendo: “Vamos en pos de otros dioses (que nunca conociste) y sirvámoslos”, 

no escucharás las palabras del tal profeta, o del tal soñador de sueños, porque os prueba el Señor, vuestro Dios, para saber si amáis al Señor, vuestro Dios, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma. 

Nuestros comentaristas encontraron difícil la comprensión de estos versículos; de si se trata de un profeta verdadero, o de uno falso, puesto que la Torá lo denomina simplemente “profeta”, y deja por sentado que sus signos y sus maravillas se cumplirán. Abravanel planteó este problema con suma claridad:

He aquí que el profeta mencionado en este párrafo es de exis­tencia imposible: si dijéramos que es un falso profeta . . . puesto que nos ha dicho: “Vamos en pos de otros dioses”, razón por la cual será muerto, queda planteado el interrogante: ¿Cómo es que está escrito: “Que te propusiere una señal o maravilla, y en efecto sucediere la señal o la maravilla”? Si es realmente un falso profeta, ¿cómo es que sus maravillas se llevarán a cabo ? … Y si dijéramos que es un profeta verdadero, y por tal causa suce­dieron la señal y la maravilla, y que su intención fue someternos a prueba, como surge del texto, plantearíase la dificultad de explicar la aseveración del versículo: “El tal profeta, pues, …será muerto, por cuanto ha aconsejado apostasía … para desviarte del camino . . .”; si es como suponemos que el tal profeta era temeroso del Señor, y no dijo lo que dijo sino para probaros y saber si amáis al Señor … y que no fue su intención desviaros del camino recto, ¿por qué, pues, será muerto?

Diversas soluciones fueron propuestas por nuestros Sabios y comentaristas. Veamos en primer lugar el Sifrí:

“Y en efecto sucediere la señal”: Dijo Rabí Yosí el Galileo: Observa hasta que punto llegó la Torá a revelarnos lo más recóndito del pensamiento de los idólatras, y les dio poder; pues aún cuando detengan la marcha del sol y de la luna, ¡no les hagáis caso! ¿Por qué?: “Porque es prueba el Señor, vuestro Dios, para saber si amáis . . .”

Dijo Rabí Akiva: ¡Guardémonos de suponer que el Santo, ala­bado sea, detendrá la marcha de los astros para los idólatras! Este capítulo no trata sino de un verdadero profeta que se convirtió en falso, tal como ocurrió con Janania, el hijo de Azor.

De acuerdo a R. Yosí es evidente que el texto se refiere a un falso profeta, ¿pues quién otro que no fuera un falso profeta podría exhortar: “vamos en pos de otros dioses”? Y si preguntases: ¿Cómo es posible que el tal falso profeta proponga una señal o maravilla “y en efecto sucediere la señal o la maravilla”? Te respondería: Es posible. En efecto, el Señor les da poder, has­ta el punto de poder predecir el futuro y ejecutar maravillas. No obstante, y a pesar de todo, debes tener presente sólo esto: “. . . no escucharás las palabras del tal profeta, o del tal soñador de sueños”. Y aún cuando lo que vean tus ojos atestigüe en su favor, y todas sus profecías se cumpliesen, y todas sus señales y maravillas sucedieren – “no escucharás las palabras del tal pro­feta, del tal soñador de sueños”.

Rabí Akiva trata de suavizar tal temeraria opinión. No puede aceptar la posibilidad de que los malvados tengan éxito hasta el punto de realizar milagros y de gobernar los cuerpos celestes. “¡Guardémonos de pensar así!” – exclama Rabí Akiva. Según él debemos dividir el tercer versículo en dos partes. El primer hemistiquio: “. . . y en efecto sucediere la señal o la maravi­lla . . .”, trata del período en que era todavía un profeta verdadero, y el Señor hizo por su intermedio señales para verificar su profecía. En cambio el segundo hemistiquio: “. . . diciendo: Vamos en pos de otros dioses”, trata del período en el cual se convirtió de profeta verdadero, por cuya boca hablaba el espíritu del Señor, en falso profeta, que sólo proclama sus propias visiones, no recibidas de “boca del Señor”, e incita y descarria al pueblo.

Además de la dificultad lingüística de dividir entre las dos partes del versículo, unidos entre sí por la palabra “lemor” = diciendo, queda claro que la señal y la maravilla realizáronse para aseverar su exigencia de adorar otros dioses, y que no se realizaron en otro momento ni para otra profecía. Además de esta dificultad, nota Abravanel otra cuestión en las palabras de Rabí Akiva, por lo que no está dispuesto a aceptarlas de ningún modo:

Guardémonos de creer, que el hombre que participó de los secretos divinos, que escuchó Su palabra, y que fue profeta del Señor, se haya convertido en profeta de la idolatría.

Don Isaac no puede imaginar que un hombre pueda precipitarse en una caída tan terrible, de las más excelsas alturas a las profundidades de la perdición; de la profecía verdadera a la falsa. Y así como R. Akiva dijo: ¡Guardémonos de creer que el falso profeta tenga éxito en la realización de maravillas!, del mismo modo dirá Don Isaac: Guardémonos de creer que pueda el profeta verdadero, que alcanzó a ver la verdad divina, con brillante claridad (y aunque fuera sin esa brillante claridad), convertirse e internarse en las tinieblas, y exhortar a los hombres a acercarse a la mentira, al caos, y a lo vano. (No sabemos si la exclamación: “guardémonos de creer”, esta optimista seguridad, es un resultado de su vigorosa visión del poder y brillo de la luz de la profecía; o es un resultante de la débil visión del abismo abierto a los pies del alma de cada ser humano, incluyendo de aquél que mereció elevarse a la cima de las alturas.)

De todas maneras, también Abravanel intenta suavizar el problema, aunque tomando otra senda, modificando la interpretación de lo que expresa el versículo: “y en efecto sucediere la señal . . .”. El versículo no se refiere – según su opinión – a lo que sucederá o a lo que pudiera suceder, sólo se trata de una exageración, de una hipótesis quimérica:

Aunque vieras a alguien realizar señales y maravillas en el cielo o en la tierra, y aún en el caso de que se tratare de uno de los Profetas del Señor – caso imposible de cumplirse – y exhortare a la idolatría, no le hagáis caso.

Pero volvamos a revisar tales opiniones a la luz de nuestros versículos. ¿Podemos afirmar que es ésta la intención de la Torá? Volvamos nuestra mirada a nuestro alrededor: ¿Acaso no le fue dado poder a los embusteros a fin que obtengan éxitos? ¿Acaso no existen mentiras y teorías embusteras que encuentran profetas que prueban esas teorías con demostraciones eficientes, con pruebas cortantes, precisamente al mostrar el hecho de que sus caminos – los caminos de la mentira, el vacío, la falsedad y de la tontería – son los más exitosos?

“Y en efecto sucediere la señal o la maravilla” – y ese profeta de la falsedad, (representante de cualquiera de las clases de falsedades), que seduce e instiga, y que exhorta a derrumbar los valores de la Torá, prometiendo éxito completo, milagros y maravillas a todo quien lo escuche. ¿No lo ven nuestros ojos obteniendo éxitos, y cumplírsele todas sus maravillas, día a día?

He aquí, éstos son inicuos, mas prosperan de continuo, aumentan (sus) riquezas.

No suavizaremos el problema; tampoco afirmaremos que “la Torá nos habla exagerando”; rendiremos fidelidad a la tesis de Rabí Yosí el Galileo:

(El Señor) les concedió poderes (a los falsos profetas) de paralizar el sol, la luna, las estrellas y los astros (como lo hizo Yeoshua bin Nun en su época).

Pero luego de quedar aclarado que el párrafo se refiere a un falso profeta, surge un interrogante de la mayor importancia: ¿Qué canon nos ha de servir de criterio para verificar la falsedad de las palabras de este profeta – denominado, tal como lo leemos en el versículo, simplemente “profeta” (denominación que nos revela el estado de ánimo del oyente quien ve ante si un “profeta”, sin adjetivo alguno) – qué indicio ha de instruir al oyente, de si se trata de un falso o verdadero profeta?

El versículo dice de él, que propondrá “una señal o maravilla y en efecto sucediere la señal o la maravilla de que te haya hablado” – sin embargo “no escucharás las palabras del tal profeta” – ¿cuál será pues el criterio que revelará su falsedad?

Por lo que aprendemos de este capítulo, el criterio de reconocimiento es absolutamente claro. Si este “profeta” te dice: “Va­mos en pos de otros dioses (que nunca conociste) y sirvámoslos”, todas sus señales y maravillas no determinarán ningún cambio en tus convicciones.

Deducimos pues, que sólo por medio del contenido de sus palabras será examinado el profeta. En caso que sus palabras contradigan lo afirmado por la Torá, no le creeremos ni acepta­remos sus palabras.

Dice Rambam en “Hiljot Yesodé Hatorá”, con relación a las señales, que no verifican la profecía:

Regla 2:

Resulta que todo profeta que aparezca después de nuestro maestro Moshé, no confiaremos en él solamente debido a la señal, di­ciendo: si realizará una señal aceptaremos todo lo que afirme; le creeremos sólo porque Moshé lo ordenó en la Torá. Dijo: “Si realizará una señal, a él oiréis”. De la misma manera que nos ordenó emitir una sentencia en un juicio en base al testimonio de dos testigos, a pesar que no sabemos si hablaron verdad, así también es obligatorio oír a este profeta a pesar de no saber si la señal es veraz o producto de la magia o de la hechicería.

Regla 3 :

Por eso si apareciere un profeta e hiciere señales o maravillas, e intentaré contradecir la profecía de Moshé, nuestro maestro, no se le oirá; sabemos a ciencia cierta que esas señales son productos del arte de la magia o de la hechicería. Puesto que la profecía de Moshé, nuestro maestro, no fue atestiguada por medio de señales tampoco podemos comparar las señales de éste con las señales de aquel, pues con nuestros propios ojos la hemos visto, y con nuestros propios oídos la hemos escuchado, tal como la escuchó él mismo.

Deducimos pues, que el éxito de una señal o maravilla no es prueba ni demostración de la verdad. Es lo mismo si el éxito fue alcanzado dentro de los límites de las leyes naturales conocidas o si fue alcanzado mediante el trastocamiento de esas leyes; lo natural y lo sobrenatural está en manos del Señor, y el éxito de ese instigador fue logrado únicamente con la ayuda del Señor, a fin de someternos a prueba.

Los seres humanos – esclavos del tiempo – persiguen el éxi­to, y a quién la suerte le favorece, lo suponen portador de la verdad. Hagar puede servir de ejemplo de la identificación errónea del éxito con la verdad, al decir según Rashí  en su comentario a la expresión del versículo: “Fue despreciada su señora en sus ojos”:

Sara no se comporta en privado como lo aparenta en público, disimula ser piadosa, pero no lo es; la prueba está que en todo este tiempo no mereció el don del embarazo, mientras que yo he quedado encinta de la primera copulación.

Lo que fue expresado aquí en escala reducida, de mujer a mujer, referente al éxito como criterio de la verdad y de la piedad, fue dicho y repetido durante todas las generaciones en una escala mayor, de nación a nación.

R. Abraham lbn-Ezra se lamenta en su poesía titulada: “Mi corazón y mi cuerpo cantarán”:

¡Mira! a la verdadera señora

una esclava le dice

¡No! sino que tu hijo es el muerto

y mi hijo el vivo.

Mientras la Iglesia argüía así contra nuestro, y toda vez que nuestros Rabinos y dirigentes fueron obligados a participar en las “controversias” con los representantes de la Iglesia (curiosas controversias, donde a una parte le estaba permitida exponer cualquier argumento, mientras que a la otra le estaba prohibida herir al adversario ni atribuir falta a su fe) se escuchaba fre­cuentemente ese argumento: Las señales y maravillas demuestran la veracidad de nuestra fe, el éxito nos ha favorecido ampliamente; a nuestra fe pertenecen los duques y los príncipes y todos los gobernadores del mundo – mientras Uds. han sido humillados y rebajados hasta lo más bajo – nuestra es pues la verdad.

Sobre las señales y maravillas sobrenaturales como prueba de la veracidad de sus creencias, responde Moshé Mendelsohn en su controversia con el sacerdote suizo Luter (último eslabón de esa clase de controversias, del final del siglo XVIII) en su segunda carta, publicada bajo el título “Nacherinnerungen” (Remembranzas):

… De acuerdo a las leyes de mi Torá, los milagros no son piedras de toque de la verdad, ni atestiguan con certeza moral que el profeta que los realiza es realmente un enviado del Señor. Únicamente el acto de la entrega de la Torá, reunidos frente a frente, es un testimonio fidedigno; puesto que no hubo intermediario alguno, no hubo necesidad de testimoniar tal misión, el pueblo entero escuchó con los propios oídos los mandamientos divinos… Encuentro en el Tanaj pruebas suficientes que evidencian el poder de los instigadores y de los falsos profetas para producir mara­villas. (¿Qué se puede decir – por ejemplo – referente a los hechiceros de Egipto? Y en Devarim nos habla de un profeta o soñador de sueños, a quién no hay que escuchar aún cuando se cumplan sus señales y maravillas, debiéndose ajusticiarlo). No soy capaz de determinar si esos milagros fueron producidos por arte de magia, o fueron actos de hechicería, o más bien fueron resultado del mal uso de un don otorgado para un buen objetivo. De cualquier manera, pienso en algo irrebatible, que según las palabras claras de la Torá, los milagros no son demostración evidente de que una misión es divina.

Nuestros Rabinos solían rebatir el argumento del éxito como criterio de la verdad diciendo que según la doctrina de sus ad­versarios tampoco se consideraba la magnificencia, el honor y el éxito en este mundo como criterios de la verdad, sino el sufrimiento y el sacrificio. R. Yehudá Haleví ya utilizó esta argu­mentación al oponerse a demostraciones basadas en señales y maravillas naturales, o en el éxito de los adversarios, mientras que la humillación y la pobreza eran nuestra suerte. Dice en el Cuzarí, capítulo lº, párrafo 113:

Dijo el Javer: Yo veo que nos desprecias por nuestra pobreza e indigencia. ¡Precisamente con ellos se enorgullecían los grandes de aquellos pueblos! Precisamente se enorgullecen (los cristianos) con aquél que exclamó: “Si te abofetean la mejilla derecha – ofrece la izquierda . . .” llegando él y sus seguidores, después de siglos de desprecio, sufrimientos y muertes, a cosas maravillosas y pú­blicas, consistiendo ellos el orgullo …

Así también los sostenedores de las ideas de Ismael, y sus segui­dores, (sufrieron y fueron perseguidos) hasta que triunfaron. Con estas personalidades se enorgullecían y engrandecían; no con los reyes que llegaron a las alturas y ensancharon sus reinados y magnificaron sus carruajes.

Deducimos pues: si viniere alguien a exhortarnos a seguir una senda opuesta a la que nos señaló Moshé nuestro maestro, en su Torá, y nos ofreciere una señal, y esa señal se cumpliere – aún en el caso en que detenga, tal leemos en el Sifrí, la marcha del sol, de la luna, de las estrellas y de los astros, tal lo hizo Yehoshúa bin Nun – no le prestaremos atención. Aún en el caso que con­quiste países y domine el mundo entero, la suerte le favorezca, adquiera riquezas, obtenga honores, y los hombres lo alaben con toda clase de halagos – no le oiremos ni daremos fe a sus en­señanzas.
Porque la señal, la maravilla y lo que los ojos ven, no son criterios de la verdad.

Tomado de: “Reflexiones sobre la Parasha”, Prof. Nejama Leibowitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986 Págs. Págs. 267-274

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