La vida en el Kibbutz, Israel

Cuando se atraviesa el portón de entrada a Degania, el primer kibutz establecido en octubre de 1910 junto al Lago Tiberíades, se tiene la sensación de que el tiempo se ha detenido hace décadas.

Casitas de poca altura y tejados rojos, viejos tractores expuestos como estatuas, y senderos donde la bicicleta es el medio de transporte, conforman un paisaje idílico aderezado por el silbido de los pájaros al abrigo de frondosos árboles.

Cuesta creer que apenas un siglo atrás el mismo terreno fuera un lodazal junto al río Jordán que el Fondo Nacional Judío había comprado a la aldea beduina de Umm Juni.

UN MOVIMIENTO DE COMUNIDADES

La idea surgió de un grupo de judíos procedentes de Europa del Este, conocidos como la Comuna de Hedera, diez hombres y dos mujeres que, sin saberlo, pusieron la piedra fundacional de lo que se convertiría en un movimiento de comunidades agrícolas de inspiración socialista y sionista, sin las que no se puede entender el establecimiento en 1948 del Estado de Israel.

“Hemos venido a establecer un asentamiento independiente de trabajadores hebreos en tierra nacional, un asentamiento colectivo sin explotadores ni explotados”, reza una carta escrita por esos emprendedores que luce con orgullo el museo del kibutz.

Los pioneros creían en un nuevo tipo de sociedad igualitaria donde nadie estuviera por encima de nadie, dando lugar al concepto de que los judíos debían administrar su propiedad en común, como se desprende de la voz hebrea “kibutz”, que significa agrupación.

“Cada uno según su capacidad, a cada cual según sus necesidades”, fue la insignia de este sueño colectivo con raíces en las ideas de transformación social nacidas en el siglo XIX.

Considerado uno de los experimentos comunales más importantes de la historia, el kibutz fue fundado en un momento en el que la agricultura independiente no era práctica y se consolidó gracias a sucesivas oleadas de judíos que llegaron a la zona el siglo pasado.

1910 fue el año en el que se estableció el primer kibutz junto al Lago Tiberíades.

El proceso de transformación

Sin embargo, esta utopía comunitaria ha tenido que atravesar un proceso de transformación, iniciado en la década de los ochenta y que pone en duda la vigencia de esta forma de vida alternativa.

Como muestra, el propio Degania se vio obligado hace tres años a adentrarse en un proceso de capitalización parcial, medida que se adoptó, como no podía ser de otra manera en este marco comunal, de forma consensuada.
“Se trató de dar mayor libertad a los miembros del kibutz con la posibilidad de prosperar en la vida”, afirma Gen Vardi, de 54 años y exponente de la tercera generación del kibutz.

Curiosamente Vardi es el dueño del restaurante “Café de los Pioneros”, que se encuentra en la plaza del mismo nombre y donde recientemente se reunió el Consejo de Ministros israelí para conmemorar el centenario del movimiento kibutziano.

Pese a que muchos consideran las nuevas medidas como una “privatización” que pone fin al sueño socialista, sus habitantes las consideran una decisión pragmática y, en muchos casos, la única manera de sobrevivir.

“Lo que se ha hecho es cambiar el equilibrio. Las propiedades siguen siendo colectivas, aunque las ganancias se repartan de acuerdo a distintos baremos”, apunta el propietario del café, que le ha arrendado la propia administración del kibutz.

En la actualidad 190 kibutzim distribuyen las ganancias de forma diferenciada entre sus miembros en función de sus trabajos, tamaño familiar o aportación laboral a la comuna

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