Carlos Casares

Un lugar de promesas y buenos augurios

Tenían prohibido trabajar la tierra y también acceder al estudio universitario. Las fuertes persecuciones y pogroms que sufrían por parte del régimen de los zares llevaron a esta comunidad a buscar otros destinos que les prometieran un futuro de trabajo, dignidad y libertad.

En estas condiciones apareció en el horizonte una nueva “tierra prometida” señalada en los mapas del cono sur: Argentina. Un lugar de promesas y buenos augurios, según se infiere del informe que el médico rumano Guillermo Lowenthal director general del proyecto agrícola judío en la Argentina, le envió en 1891 el Barón Mauricio Hirsch. Por esos tiempos, Argentina ávida de poblar su suelo de manos laboriosas abrió las puertas a los migrantes de diversas latitudes y, entre ellos, a los provenientes del país de mayor superficie del planeta.

El rol del Barón Hirsch como catalizador de este proceso fue fundamental. Este filántropo de origen alemán fue quien bajo el paraguas jurídico de la Jewish Colonization Agency compró tierras e invitó a los judíos rusos postergados a instalarse en esta región que, paradójicamente, él mismo jamás pudo conocer.

Para finales del Siglo XIX se dio una de las más fuertes corrientes migratorias hacia este suelo austral. La colonización judía en Entre Ríos, Santa Fe y la zona de la provincia de Buenos Aires que hoy forma el partido de Carlos Casares dio lugar a una nueva expresión cultural: allí se dio un sincretismo tangible a partir de un conjunto de voluntades que amalgamó de forma espontanea e inevitable sus ritualidades heredadas con un nuevo territorio, un nuevo calendario festivo, una nueva providencia de insumos gastronómicos; es decir, se creó una nueva – 10 B.P. N°2861 cultura; emergía un nuevo actor social al que la pluma de Alberto Gerchunoff llamaría Gauchos Judíos.

La crónica dice que el 31 de agosto de 1891 amarraron en el Río de la Plata dos buques denominados Tioko y Lissabon provenientes de las regiones de Podolia, Berasavia y otras aldeas y latitudes de los Imperios Austro-Húngaro y Ruso. Las bitácoras de los barcos informa que la travesía duró 34 días. Una vez desembarcados en la costa porteña fueron alojados en el viejo Hotel de Inmigrantes, donde se controló el estado de salud de los recién llegados. Permanecieron allí unos días hasta que la Empresa Colonizadora los llevó a la terminal Once de Septiembre, cabecera del ferrocarril Sarmiento, donde tomaron el tren, hasta la estación de Carlos Casares que se había inaugurado sólo dos años antes: en 1889. Pero su espíritu emprendedor y su experiencia con el comercio fue llevando a los habitantes de la Colonia Mauricio a emigrar a la ciudad más cercana, para poder ejercer las actividades que les resultaban más familiares: paulatinamente se instalaron en Carlos Casares, donde comenzaron a mezclarse con los habitantes del lugar.

Se trataba de ciento cincuenta familias, más de quinientas personas de entre dieciocho y cuarenta años con escasos conocimientos del mundo agrario. En su mayoría eran pequeños comerciantes, obreros y artesanos y la vida como campesinos les resultó en los comienzos ajena y áspera. Vivieron más de un año en improvisadas carpas y trincheras hasta que se hicieron las primeras construcciones de adobe que los resguardaron de los vientos y tormentas de la llanura.

A pesar del desconocimiento del idioma, la religión y las costumbres locales, se fueron afianzando en estas tierras. Y poco a poco familiarizándose con el trabajo rural. Norma Vanni recuerda que en su infancia era común ver negocios “con nombres raros”, escuelas de formación religiosa donde sus amigos iban a aprender idish, sinagogas y templos. Así fue que Casares comenzó a quedarles chico también y poco a poco fueron migrando a otros centros urbanos más grandes.

Hoy quedan muy pocos descendientes de la colonia y solo escasas marcas de esta historia, como el cementerio judío. Desde la biblioteca José Ingenieros así definen su leyenda: “Llegaron a nuestras tierras buscando paz y trabajo, aquí se afianzaron, criaron a sus hijos con un amor indescriptible hacia esta nueva tierra.

A pesar de que la Colonia ya no existe (excepto como un lugar histórico) ellos fueron un poco fundadores también del Carlos Casares de hoy. Sus descendientes están diseminados hoy por todo el país y el mundo, pero muchos de ellos aún se encuentran en “su cuna”, en Carlos Casares”.