El destino de Yosef. Reflexión

Dr. Natalio Daitch

¿Voy o me llevan?

Nuevamente en la Parashá Miketz (capítulo semanal de lectura de la Torá), todo parece ponerse nuevamente en movimiento. La situación de Yosef va a cambiar y muy pronto. Después de 12 años de injusto encarcelamiento, el Faraón ha soñado y su sueño que nadie puede descifrar lo ha perturbado profundamente. Se encuentra angustiado, y sus magos y charlatanes y aplaudidores obsecuentes que alberga y mantiene en la corte no pueden resolver el problema.

Solo entonces, el jefe de los Coperos, recuerda a Yosef, y entonces todas las partes del rompecabezas empiezan a encajar. A encastrar de manera perfecta.

Cada uno y uno tendrá lo suyo, y para Yosef el justo, el inicio de su salvación personal.

Hasta donde los pies me lleven.

El título del segundo bloque, responde a una película alemana del año 2001, del género dramático, que narra la historia de un soldado alemán prisionero al final de la Segunda Guerra Mundial, que lucha por escapar de un Gulag o campo de prisioneros de la Unión soviética solo para volver y regresar con su familia en Alemania.

Pero el título es solo la excusa, de la eterna pregunta, si soy solo yo el que decido, o hay circunstancias o determinantes externos o superiores que me conducen en la vida a lugares y situaciones impensadas, a los fines de poder concretar mis deseos particulares, o si solo soy una pieza dentro de un tablero de ajedrez que Hashem mueve de acuerdo a su plan y su objetivo final.

Como siempre, la explicación que me han dado es, que en el judaísmo el determinismo y el libre albedrío no se contradicen, y en la Torá, por el contrario, se complementan y encastran a la perfección.

Igualmente, existe una desigualdad entre los jugadores, ya que uno es un maestro infalible, mientras que el otro, crea lo que se crea de sí mismo, solo es un aprendiz.

La relación D’os-humano, es siempre comparada con la relación Padre terrenal-hijo. Lo queramos o no, existe una distancia o abismo que los separa, pero que en la bondad del maestro superior un tablero existencial los une, y las piezas del juego somos cada uno de nosotros que debe moverse dentro de ciertos límites establecidos. En ocasiones para avanzar, en ocasiones para perder, o para triunfar, o por el contrario solo un medio para ayudar a que otra ficha pueda llegar al Jaque mate, aún a costa de un sacrificio personal.

El humano también “juega su juego”, que él piensa y planifica, pero siempre termina moviéndose dentro de un área restringida que le permite su contendiente superior, que ya conoce todos los movimientos de antemano, y deja a su “rival” cierta dosis de autonomía y quiere ver que movimiento hace y que decide, a los fines de tomar Él la decisión final.

El buen samaritano.

Todos los caminos conducen a Roma. Y todos los caminos conducen al Todopoderoso en el relato bíblico. Cuando en la Parashá Vayésheb, Yosef no encuentra a sus hermanos en Shejem, justo y justamente ahí en ese momento y lugar, aparece el buen samaritano, aquel hombre siempre dispuesto a ayudar a los demás, y este varón le pregunta: ¿Qué Buscas?, y ante la respuesta del joven Yosef le contesta mágicamente: “Se marcharon de aquí, pues los oí decir vayamos a Dotán”.

Y es de esta forma que Yosef cae en la “trampa” (humana, pero bajo designio divino), y es vendido a Egipto. Puede que, si ese hombre no lo hubiera encontrado, Yosef hubiera regresado con Yaakov, pero esto no podía ser, ya que el plan divino se impone por sobre las maquinaciones humanas.

Yosef, del pozo a la cumbre. Final

Al final todo se comprende. No había otra forma de separar a Yosef de sus hermanos y de su Padre. Y que fuera comprado por Potifar y que hubiera querido ser seducido por su esposa, e injustamente acusado, y encarcelado, para que en prisión conociera a los ministros del Faraón y todo lo que sigue en el relato…

Al mismo tiempo, Yosef crece, sufre, aprende, madura, piensa, reflexiona, se transforma, y se prepara sin él mismo saberlo, para su próxima función. Ser nombrado Virrey de Egipto y ser la vía o conducto de salvación de su pueblo, que en un futuro serían esclavizados, para luego ser liberados.

Yosef ahí respondió adecuadamente frente al Faraón (que lo llamó Tzafenat -Paneaj o el que descifra los misterios): “No procede de mí; D’os será quien responda sobre el bienestar del Faraón” Génesis 41: 17.

Yosef entendió cabalmente quien era el maestro eterno y aquel que algunos llaman el Anciano en días, y quién el aprendiz, cuyos pensamientos son solo burbujas de aire, siempre sin consistencia, salvo que se encuentren en sintonía con el deseo y los pensamientos del Todopoderoso.

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