Moises Ville

La vida comunitaria en todos sus aspectos

Fue colonizada en 1889 por un grupo de judíos rusos que escapaban de los pogroms y de la

A 520 km. de Buenos Aires y a 177 de la capital de la Provincia de Santa Fe, se encuentra el pequeño pueblo de Moisés Ville, una localidad de 2.500 habitantes, que se mantiene hace ya 130 años como ejemplo de tolerancia y convivencia pacífica entre diferentes comunidades.

En 1889, llegaron a la Argentina 136 familias provenientes de aldeas judías de la región de Podolia, dentro de la Rusia zarista.

Las aproximadamente 820 personas decidieron que emigrar al país latinoamericano sería la mejor forma de escapar del régimen que los sometía a prácticas abusivas y antisemitas.

Pogroms, las Leyes de Mayo establecidas por Alejandro III – privaban a los judíos de establecerse en las zonas rurales y les limitaban el acceso a la educación y sus derechos legales – , el extremadamente duro servicio militar de 25 años al que eran enviados y los violentos intentos por convertirlos, fueron algunas de las razones para abandonar su hogar en busca un futuro libre y prometedor, para ellos y sus hijos.

Pero la llegada al puerto de Buenos Aires no significó el fin de los problemas y sufrimientos. Así lo explicó Hilda Zamory, la encargada del Museo Histórico Comunal y de la Colonización Judía de Moisés Ville, donde trabaja hace 11 años como guía y responsable historiográfica.El 14 de agosto de 1889 este grupo de inmigrantes debía encontrarse con Rafael Hernández, hermano de José Hernandez, famoso escritor del Martin Fierro, a quien le habían comprado las tierras en las que planeaban asentarse. Sin embargo, el dueño nunca se presentó para hacer la entrega de las mismas. Los habitantes judíos de Buenos Aires, junto con el gobierno de ese entonces, ayudaron a los desamparados inmigrantes que se encontraban a la deriva y les brindaron asilo en el Hotel de Inmigrantes.

Cuando todo parecía encaminarse a una solución, se dirigieron a Santa Fe, donde compraron 10 hectáreas de tierra por familia. Al llegar, se encontraron con una estación de trenes totalmente despoblada y sin terminar. Fueron estafados por segunda vez.Sin comida y víctimas de una cruel epidemia, más de 60 niños del grupo murieron, y otros tantos miembros se dispersaron.Cuando parecía el final de la expedición y que estas familias nunca encontrarían un futuro próspero, el día 23 de octubre de 1889, la presencia del médico higienista austríaco, Guillermo Loewenthal, cambió el curso de los acontecimientos.