Sajaroff

Organización filantrópica no asistencialista

La epopeya de las inmigraciones hacia la República Argentina que protagonizaron millones de ciudadanos del mundo, que han habitado y habitan el territorio argentino, en firme cumplimiento del mandato constitucional que figura en el Preámbulo de la Carta Magna de 1853, es uno de los rasgos más fuertes de la identidad nacional. Ese viejo relato que dice que los peruanos descienden de los incas y los españoles, los brasileños de los guaraníes, los negros y los portugueses, los mexicanos de los aztecas y los españoles, y que los argentinos sencillamente descienden de los barcos forma parte de una historia sorprendente que hizo del país, aquel que más población extranjera tuvo en la historia de la humanidad, en relación a su población nativa. Hacia 1920 cerca del 40% de los habitantes de la Argentina eran inmigrantes.

Pero, sin duda, dentro de las grandes comunidades de inmigrantes, la llegada de judíos al territorio nacional constituye una extraordinaria conjugación de voluntades políticas, sociales y personales que merece un relato de su historia. Las grandes figuras fueron dos: el presidente Julio Argentino Roca, que el 6 de agosto de 1881 firmó un decreto, el 12011, designando a José M. Bustos como “agente honorario de inmigración en Europa, con especial encargo de dirigir a la República Argentina la inmigración israelita iniciada actualmente en el Imperio Ruso”; y el barón Mauricio de Hirsch, un alemán que fundó la Asociación de Colonización Judía (JCA por sus iniciales en inglés).

La JCA fue una organización filantrópica no asistencialista con sede en Londres, creada por Hirsch para contribuir a la salvación de los judíos askenazis de las persecuciones que sufrían en Rusia, donde habían sido privados de los derechos más elementales. Luego de la muerte de su hijo Lucien, él y su esposa Clara decidieron que su heredero era “el pueblo judío”, y dedicaron su fortuna a la JCA. Fundada el 11 de setiembre de 1891, cesó en sus tareas en 1978. Los negocios del barón Hirsch abarcaban desde el cobre, el azúcar, las inversiones financieras, pero entre ellos se destaca haber sido el constructor del “Expreso de Oriente”, entre París y Estambul, quizá el tren más famoso del mundo.

Las colonias judías en la Argentina abarcaron cerca de 700.000 hectáreas en seis jurisdicciones: las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Santiago del Estero (Colonia Dora) y Santa Fe, y los territorios nacionales de La Pampa y Chaco. Cada uno de estos asentamientos tuvo héroes y heroínas, pero hoy nos dedicaremos a uno de los más grandes personajes de la comunidad judía en la Argentina, desconocido para las mayorías, que fue un ruso llegado desde Alemania en 1899 y que se convirtió en el prócer de los gauchos judíos de Entre Ríos: el ingeniero Miguel Sajaroff.

NACIMIENTO, FAMILIA Y EXILIO

Miguel Sajaroff nace en el pueblo de Mariúpol, sobre el mar de Azov, en tierras ucranianas del imperio ruso, el 2 de octubre de 1873. Poco se conoce de su infancia, pero eran los tiempos en que los zares, frente a los problemas internos del imperio, acusaban a los judíos de ser los culpables de “las calamidades que se ciernen sobre la Santa Rusia, que cobija a quienes mataron a Dios”, y así les iban quitando derechos, como trabajar en sus profesiones, hasta la prohibición de tener propiedades, formando para su aislamiento pueblos que anticiparon los guetos de la época nazi. El asesinato del zar Alejandro II en 1881 acentuó la persecución y es coincidente con la apertura de la política migratoria específica para los judíos por parte del gobierno argentino.

La familia Sajaroff se traslada a Berlín por sus propios medios, ya que tenían una posición económica acomodada, y eso permite que Miguel estudie en la Universidad de Hohenheim y se reciba como ingeniero agrónomo. Miguel se casa con Olga Kippen en 1899, y emigran juntos rumbo a América del Sur, para instalarse cerca de las colonias judías promovidas por la JCA. Para entonces habían muerto el barón Mauricio y su esposa Clara.

LLEGADA AL PAÍS Y VIAJE A ENTRE RÍOS

El matrimonio arriba a Buenos Aires el 22 de marzo de 1899, viajan en barco hasta Concepción del Uruguay y desde allí en tren hasta Villa Domínguez, donde vivían sus cuñados. Las razones que llevaron a Miguel y a Olga a emigrar rumbo a Entre Ríos no son claras, pero sin duda las cartas que intercambiaban con la hermana de Miguel, casada con el médico Noé Yarcho, que vivían en la cabecera de la colonización y estaban a cargo del hospital Clara, fueron un estímulo irresistible. Fueron recibidos por sus familiares en su casa durante un año, y finalmente adquiere 497 hectáreas en la Colonia Leven (hoy Las Moscas) que Miguel convirtió en una chacra modelo, gracias a su formación profesional.

Labró la tierra a la par que sus peones y que los colonos, y en una aguda observación de los avatares que se atravesaban, decidió participar de la vida comunitaria, a través de la ampliación a todas las colonias de la actividad del Fondo Comunal Sociedad Cooperativa Agrícola, que había sido fundado en Colonia Clara. Ese fue el camino que encontró para establecer un mecanismo social de resolución de problemas y de abordaje de las crisis que los mercados y las malas cosechas generaban en las colonias.

SU ACTIVIDAD COMUNITARIA: PIONERO DEL COOPERATIVISMO AGRÍCOLA ARGENTINO

Desde la presidencia de ese organismo cooperativo, a partir de 1908, fue articulando una gran cantidad de acciones destinadas a evitar el hambre, como por ejemplo cambiar granos por harina, permitiendo la comida diaria en cada hogar. Cuando fue cerrada la escuela elemental de la JCA, el Fondo Comunal estableció cursos nocturnos para adultos y jóvenes, muchos de los cuales no hablaban el castellano. La muerte de su cuñado en 1913 no fue óbice para continuar aportando a la comunidad. Separó el hospital de la biblioteca, aumentando el compromiso de los colonos, y sobre todo para definir con claridad el mutualismo y el cooperativismo.

La cooperativa bajo el mando de Sajaroff proveyó servicios sanitarios, mejoró caminos, construyó puentes, entregó semillas a los que perdieron sus cosechas, perfeccionó la raza vacuna lechera adquiriendo vacas holandesas, mejoró las semillas de trigo, lino y maíz y sobre todo, generó un espacio de confianza entre los colonos que se mantuvo durante años. Es muy curioso que don Miguel, siendo presidente de la cooperativa y hablando con cientos de personas cada día, no lo hiciera en idish (dialecto de los judíos alemanes) ni castellano, pero sí ruso, alemán, francés e inglés. Se recuerda con humor la jerigonza que usaba en cada conversación, según el contertulio correspondiente.

La esposa de Sajaroff, Olga, sufrió mucho su adaptación al medio rural, pero poco a poco el entusiasmo de su marido la contagió y terminó convertida en una enfermera de gran practicidad, a la que acudían cientos de colonos cuando tenían algún problema de salud. Olga fue fundadora y tesorera de la Sociedad de Beneficencia, que organizaba bailes con fines filantrópicos. El matrimonio fue un gran difusor del mate, bebida que era mirada con desconfianza por los primeros colonos. Tuvieron tres hijos que fueron criados como argentinos. El lema de su vida fue lograr una sociedad libre, generosa y honesta.

Sajaroff dijo en un discurso en 1913: “La vida del hombre gira alrededor de dos polos opuestos. Por un lado ‘amarás a tu prójimo como a ti mismo’ y por el otro la lucha por la existencia según la cual el hombre es el lobo del hombre, un lobo hambriento para sus semejantes como reza el proverbio latino… Es indudable que el sufrimiento humano debe tender a extirpar de nosotros el lobo… Debemos trabajar por el bienestar general… Debemos realizar día tras día obras de bien y al mismo tiempo trabajamos también por el bienestar general… En esto consiste el ideal de la cooperación de la sociedad futura…”.

MUERTE Y HOMENAJES

El ingeniero Sajaroff murió en la casa que el Fondo Comunal le ofreciera para pasar sus últimos días junto a su hija Vera, el 19 de setiembre de 1957. Su velatorio duró dos días, ya que llegaron miembros de las cooperativas de todo Entre Ríos. El cortejo fue multitudinario y a su paso los comercios bajaban sus persianas. El funeral en la sinagoga desbordó las instalaciones. Fue acompañado por miles hasta el cementerio israelita de la colonia. En su homenaje fue rebautizada la aldea La Capilla con su nombre, un pueblo actual a diez kilómetros de Villaguay, y hay calles con su nombre en cada uno de los pueblos de la colonización. Hoy los circuitos turísticos hacen hincapié en su figura para explicar el proceso notable de la inmigración judía en Entre Ríos.

Los argentinos merecemos conocer a personajes como Miguel Sajaroff, un gaucho judío, que se convirtió en pionero del cooperativismo, activista social y sobre todo en un gran argentino que dio lo mejor de sí y de su familia, por la tierra que los recibió y brindó su generosidad, aún en medio de las dificultades.

Por Eduardo Lazzari

Historiador