Haftará Toldot – Malají 1:1-2:7

 

La Naturaleza de la Ofrenda

Malají significa “Mi enviado” por lo que no estamos seguros si éste es el verdadero nombre de nuestro profeta. Lo cierto es que así lo conocemos y se trata del último de los profetas de Israel, que vivió alrededor del año 450 a.e.c en la primera época del segundo templo.

Esta haftará en consonancia con la parashá comienza ocupándose de Iaacov y Esav y profundizando, desde las palabras del profeta, la diferencia entre estos dos hermanos, sobretodo la elección divina de amar a Iaacov, padre del pueblo de Israel y aborrecer a Esav, tronco del pueblo de Edom.

Empezamos a notar una diferencia respecto de esta preferencia. La Torá nos dice: “ …no habrás de aborrecer al Edomita ya que tu hermano es él…”

Pero luego esto da un giro ya que los edomitas cambiaron su actitud en el día de Ierushalaim.

Entonces el odio, el rechazo termina siendo al pueblo de Edom, y no a Esav como individuo.

Pensamos que Esav y Iaacov son uno, dos caras de un ser humano, la genialidad de la Torá nos los presenta como extremadamente dispares, sin embargo nos hace ver que son dos formas de comportarnos en la vida hacia nuestros semejantes.

Resulta que nada es completamente de una manera o de otra completamente distinta.

A partir del versículo 6, Malají nos habla claramente de la reprimenda que merecen aquellos sacerdotes por su conducción del culto en el templo, podríamos decir, por su conducta.

Serán profetas de la verdad? Nevié Haemet, con temor reverente a D’s, Morá Shamaim?

Hay en esto un claro rechazo a la hipocresía, al culto vacío, a un culto sin fe.

Qué es lo que ofrendamos? Lo que brindamos a nuestros semejantes, lo que brindamos en comunidad, cual es la verdadera naturaleza de nuestra ofrenda?

“Sea maldecido el engañador”…y nos preguntamos: No había sido Iaacov quien engañó a su padre para arrancarle la bendición? Quién es el “bueno” y quien el “malo”?

Seguramente los dos luchan dentro nuestro como Esav y Iaacov lo hacían en el vientre de Rivka.

De lo que resulta de esa lucha será la naturaleza de nuestra ofrenda.

Nos dice el profeta que también dependerá de quién nos enseñe, de cómo aprendamos, de cuánto estudiemos.

Es fundamental contar con un maestro que conozca la Torá, que sepa transmitirla y actuar con honestidad, con una entrega verdadera que nos llene de vida y paz.

Que tengamos la voluntad y la fuerza para aprender y enseñar las diferencias y convertirnos nosotros mismos en maestros.

Que nuestros templos, nuestras comunidades se encuentren plenas de maestros y estudiantes y así logremos lo mejor de la naturaleza de nuestra ofrenda.

Norma Dembo

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