Parashat Ree con comentario del rabino Jonathan Sacks

La Parashá
(relato los hechos antes del estudio posterior)

“ Cuidado con las escuchas”
(Devarim/ Deuteronomio 11:26-16:17)

Continúa el discurso de despedida de Moshé, preparando al Pueblo de Israel para entrar a la tierra de Canaan y conformar una sociedad ética.
La Parashá comienza diciendo: “ Mira (Ree), Yo pongo ante ti la bendición y la maldición “. ( 11:26)

Luego se explican diferentes tipos de Mitzvot (preceptos) que el pueblo deberá cumplir para alcanzar esta bendición. Entre ellas está la Kashrut ( leyes alimentarias) y el Diezmo ( entrega de 10% de las ganancias para beneficencia).

También Moshé advierte al pueblo que no se dejen influenciar por las costumbres idolatras de los pueblos de Canaan.

Cómo explicar esta Parashá al día de hoy?
Al inicio de la Parashá dice “ Mira, Hoy presentó ante ustedes la Bendición y la Maldición “, pero por qué dice Mira y no escucha?. En este versículo dice “Mira y no escucha”, porque es una Parashá importante que define muchas de las reglas importantes para el judaísmo que vivimos en el día a día.

Cuando trata de temas tan fundamentales no podemos solamente escuchar, la audición muchas veces no es el sentido más objetivo, porque a veces lo que uno escucha no es lo que el de al lado pudo haber escuchado, por lo que, no basta con ese sentido para prestar atención a esta parashá.

Por otra parte, el sentido de la vista tiene un carácter objetivo y definitivo, por lo que ese versículo trata de decir que la bendición y la maldición que Hashém entrega, no son sólo rumores que pudimos haber escuchado, sino que son hechos que todos vemos.

Esto se puede explicar como lección para la vida, porque muchas veces juzgamos a las personas por lo que escuchamos de ellas, o por lo que escuchamos que han hecho, y aunque ello pueda ser solo un rumor, puede dañar seriamente a la persona en el interior.

Así como Hashém quiere que Sus Mandamientos no sean un rumor que escuchamos, sino que sean algo que vemos en el día a día, nosotros también debemos juzgar a las personas por lo que vemos de sus acciones y no por lo que escuchamos.
Preguntas para todos:
Por qué solemos influenciarnos por lo que escuchamos de los demás?
Por qué será que confiamos más en nuestros oídos que en nuestros ojos?
Para los adolescentes:
Que implica juzgar a alguien por lo que escuchamos de el, o por lo que vemos de sus acciones?
Cómo te gustaría que te juzguen a ti?
Para los padres:
Compartamos con nuestros hijos alguna experiencia en que no hicimos caso a los rumores sobre alguien, y nos llevamos una grata sorpresa.
Equipo de Torá Jaím
Shabat Shalom Umeboraj

Marcelo Mann

 

Estudiando la Parashá

Rabino Jonathan Sacks

El no ser víctima

(Texto seleccionado por Uri Aiskovich Templo IONA)

Existen casos donde la gente tiene toda la razón en sentirse víctima. Sus vidas se caracterizan por el sufrimiento y la traición. Son sentimientos que no se pueden erradicar.

La cuestión es cuál es la actitud a asumir ante esto – ira, rechazo, resentimiento, hostilidad, tendencia asesina?

Esa es la historia de Caín y Abel, y no es buena. Conduce al infierno.
Apenas escuché esas palabras pude comprender qué fue lo que me condujo a conocer a este hombre, ya que buena parte de mi vida ha estado consagrada a
la misma búsqueda, aunque en un contexto distinto.

Me refiero a los sobrevivientes del Holocausto que llegué a conocer.

Fueron objeto de uno de los peores crímenes contra la humanidad en toda la historia, y sin embargo no se consideraban víctimas.

Los sobrevivientes que conocí, dotados de un coraje casi sobrehumano, miraron hacia adelante, construyeron nuevas vidas, se apoyaron mutuamente en lo emocional, y luego, después de muchos años, contaron su historia, no con la intención de revivir el pasado sino para educar a los jóvenes de hoy acerca de la importancia de asumir la responsabilidad de un futuro más humano.

Pero cómo es posible esto? Cómo se puede ser víctima y no verse como tal sin caer en la negación, olvido deliberado o expresión de deseo?
La respuesta es que singularmente – y es por eso que somos Homo Sapiens – en cualquier situación que se presente podemos mirar hacia atrás o hacia
adelante. Podemos preguntarnos “Por qué pasó esto?” que significa mirar hacia atrás buscando la causa en el pasado.

O podemos preguntar “Entonces, qué debo hacer?” o sea, mirar hacia adelante, tratando de elaborar algún destino futuro a partir de ese punto de partida.

Hay una diferencia sustancial entre las dos. No puedo cambiar nada del pasado.

Pero sí puedo cambiar el futuro.

Mirando hacia atrás, me veo como objeto sobre el cual actuaron fuerzas por fuera de mi control.

Mirando hacia adelante, me veo como sujeto, un ser moral que elige, que decide qué camino tomar desde aquí y donde quiero eventualmente estar.

Ambas son formas legítimas de pensar, pero una lleva al resentimiento, amargura, ira y deseo de venganza. La otra conduce al desafío, coraje, fuerza de voluntad y autocontrol.

Para mí, es lo que Mijaila Peterson y los sobrevivientes del Holocausto representan: el triunfo de la elección sobre el destino.

Jordan Peterson arribó a su filosofía de vida a través de las batallas propias, las del padre contra la depresión y la de su hija contra su condición física. Los judíos lo hicieron a través de las enseñanzas transformadoras de vida de Moshé, especialmente en el libro de Deuteronomio, representadas en los primeros versículos de nuestra parashá.

Vean, estoy presentando hoy ante ustedes una bendición y una maldición: la bendición será si cumplen con los preceptos del Señor vuestro Dios que les
estoy dando hoy; y la maldición, si no cumplen con los preceptos del Señor vuestro Dios, y se alejan del camino que les estoy ordenando hoy… (Deut. 11:26-28)

A lo largo de Deuteronomio, Moshé repite: no piensen que vuestro futuro será determinado por fuerzas que van más allá de vuestro control.

Ustedes están rodeados de factores que no controlan, pero lo que cuenta es cómo eligen. Todo lo demás dependerá de ello.

Si eligen lo bueno, les pasarán cosas buenas. Si eligen lo malo, eventualmente sufrirán.

Malas elecciones generan malas sociedades, y con ellas, con el tiempo, se pierde la libertad. Yo no puedo elegir por ustedes.

La elección, dice una y otra vez, es enteramente vuestra: tuya como individuo, en segunda persona del singular, y vuestra como pueblo, en segunda persona del plural.

La resultante fue, notablemente, que los judíos no se sintieron como víctimas. Y la figura clave en esto, muchos siglos después de Moshé, fue Jeremías.

Él reiteró que la fortaleza de un país no dependía de la fuerza de su ejército sino de la fuerza de su sociedad. Hay justicia? Hay compasión? La gente está preocupada por el bienestar de otros o solo del propio? Hay corrupción en los altos mandos?

“Vean, estoy poniendo ante ustedes una bendición y una maldición.” Ese fue el mensaje reiterado de Moshé en el último mes de su vida. Siempre existe la elección. Como dijo Viktor Frankl, aún en Auschwitz teníamos una libertad que no nos la podían sacar: la libertad de elegir cómo responder.

El papel de víctima nos lleva a un pasado que no podemos modificar. La elección nos conduce a un futuro que sí podemos cambiar, liberándonos de quedar cautivos de nuestro resentimiento, y llamándonos a lo que Emmanuel Levinas llamó Dif icile Liberté, “difícil libertad.”
Hay en realidad víctimas en este mundo y ninguno de nosotros debe minimizar sus vivencias. Pero en muchos casos (admito que no en todos) lo más importante es ayudarlos a recobrar su sentido de acción.

Esto nunca es fácil, pero es esencial para no sucumbir en la propia impotencia adquirida.

Nadie debería culpar a una víctima.

Pero tampoco animar a que la víctima permanezca siéndolo.

Mijaila Peterson y los sobrevivientes del Holocausto requirieron un inmenso coraje para elevarse sobre el papel de víctima, pero qué triunfo lograron para la libertad humana, la dignidad y la responsabilidad.

De ahí la idea transformadora: Nunca te asumas como víctima.

No puedes modificar el pasado, pero sí tu futuro.

Siempre existe una elección, y ejerciendo la fortaleza de elegir, podemos elevarnos por sobre nuestro destino.


La buena sociedad
Traductor: Carlos Betesh
 
Moshé, habiendo expuesto el prólogo y el preámbulo del pacto en sus grandes principios generales, se dedica ahora a los detalles que ocupan la mayor parte del libro de Devarim, desde el capítulo 12 hasta el 26. Pero antes de comenzar con las particularidades, plantea una propuesta que es la más fundamental del libro, la que sería repetida sin cansancio por los Profetas de Israel:
 
Vean, en este día pongo delante de ustedes bendición y maldición: bendición, si obedecen los preceptos del Señor vuestro Dios que yo les manifiesto en este día; y maldición si no obedecen los preceptos del Señor vuestro Dios y se apartan del camino que yo les presento en este día, y siguen a otros dioses de los cuales no han tenido conocimiento. (Deuteronomio 11:26-28)
 
Si se comportan bien, todo irá bien. Si se comportan mal, las cosas terminarán mal. Comportarse bien significa honrar el pacto con Dios, siendo fieles a Él, haciendo caso a Sus palabras y actuando de acuerdo a Sus mandamientos. Ese fue el fundamento de la nación. La única que tenía a Dios como libertador y dador de leyes, soberano, juez y defensor. Otras naciones tenían sus dioses, pero ninguno tenía un pacto con ellos, y tampoco con el Creador del cielo y la tierra.
 
Efectivamente, como vimos la semana pasada, hay ocasiones en las cuales Dios actúa con jesed, siendo bondadoso con nosotros aunque no lo merezcamos. Pero no dependan de eso. Hay cosas que Israel debe hacer para sobrevivir. Por lo tanto, advirtió Moshé, cuídense de la tentación de actuar como las naciones vecinas, adoptando sus dioses, sus prácticas o sus rituales. El camino de ellos no es el suyo. Si te comportas como ellos, morirás como ellos. Para sobrevivir, y aún más para prosperar, mantente fiel a tu fe, a tu historia y destino, a tu misión, a tu llamado y tu tarea, como “un Reino de Sacerdotes y una nación santa.”
 
De la manera que actúes, así te resultará. Como expuse en mi libro Morality (Moralidad), una sociedad libre es un logro moral. Lo paradójico es que una sociedad es fuerte cuando se hace cargo de los débiles; rica cuando cuida a los pobres, e invulnerable cuando protege a los vulnerables. Históricamente, el guardián último de esta creencia es Alguien más grande que este tiempo y lugar, más grande que todo tiempo y lugar, que nos guía por el camino de la virtud, viendo todo lo que hacemos, urgiéndonos a ver el mundo como Su obra, a los seres humanos hechos a Su imagen, y por lo tanto a cuidar a ambos. Ben adam le-Makom y ben adam le-javeró – los deberes que tenemos para con Dios y los que tenemos hacia nuestros semejantes – son inseparables. Sin la creencia en Dios buscaríamos nuestros propios intereses, y eventualmente los marginados sociales con poco poder y menos fortuna, perderían. Ese no es el tipo de sociedad que se supone que deben construir los judíos.
 
La buena sociedad no ocurre así nomás. No es creada por el mercado ni por el estado. Está construida por las decisiones morales de cada uno de nosotros. Ese es el mensaje básico de Deuteronomio: ¿elegiremos la bendición o la maldición? Como dice Moshé al final del libro:
En este día convoco a los cielos y a la tierra como testigos de que yo he puesto ante ustedes la vida y la muerte, bendiciones y maldiciones. Ahora elijan la vida, para que ustedes y vuestros hijos puedan vivir. (30:15-19)
La evaluación de una sociedad no es militar, política, económica o demográfica. Es moral y espiritual. Eso es lo revolucionario del mensaje bíblico. ¿Pero es realmente así? ¿No tenía el Egipto antiguo el concepto de ma’at, orden, equilibrio, armonía en el universo, estabilidad social, justicia y verdad? ¿No asignaron los griegos y los romanos, específicamente Aristóteles, un lugar central para la virtud? ¿No crearon los estoicos un influyente sistema moral a través de los escritos de Séneca y Marco Aurelio? ¿En qué se diferencia el camino de la Torá?
 
Esos sistemas antiguos eran esencialmente formas de adoración al estado, que en el caso del Egipto de los faraones era de dimensión cósmica, y de dimensión heroica en Grecia y Roma. En el judaísmo no servimos al estado, servimos sólo a Dios. La ética singular del pacto, cuyo texto clave es el libro de Devarim, coloca sobre cada uno de nosotros una inmensa responsabilidad dual, tanto individual como colectiva.
 
Yo soy responsable por lo que hago. Pero también soy responsable por lo que haces tú. Ese es uno de los significados del precepto de Kedoshim: “Con seguridad reprenderás a tu semejante y no cargarás con un pecado por causa de él.” Como escribió Maimónides en su Sefer ha-Mitzvot: “No es correcto decir ‘Yo no pecaré; si algún otro lo hace es un tema entre él y su Dios’. Eso es lo opuesto de la Torá.”[1] En otras palabras, no es el estado, el gobierno, el ejército o la policía el principal guardián de la ley, aunque pueden ser necesarios, (como lo indica la primera frase de la parashá de la semana entrante: “Nombrarás magistrados y oficiales en vuestras tribus.”) Es de cada uno de nosotros y de todos juntos. Esto es lo que hace que la ética del pacto sea única.
 
Esto lo vemos en una frase que es central en la política de Estados Unidos y que no existe en la británica: “Nosotros, el pueblo.” Estas son las palabras de apertura del preámbulo de la constitución norteamericana. Inglaterra no está regida por “Nosotros, el pueblo,” sino por Su Majestad la Reina, de quien somos leales súbditos. La diferencia es que Gran Bretaña no es una sociedad de pacto, mientras que Estados Unidos sí lo es: sus textos más tempranos, el Mayflower Compact de 1620 y el mensaje de John Winthrop a bordo del Arbella en 1630, eran ambos pactos construidos sobre la base del modelo deuteronómico.[2] El pacto significa que no podemos delegar la responsabilidad moral al estado o al mercado. Nosotros – cada uno de nosotros, juntos y separados – construimos o destruimos la sociedad.
 
El estoicismo es la ética de la resistencia y tiene alguna semejanza con la sabiduría de la literatura judía. La ética de Aristóteles trata sobre la virtud y mucho de lo que afirma es de valor trascendente. Rambam tuvo mucho respeto por él. Pero en su visión estaba instalada la mentalidad jerárquica. Su retrato del “hombre de alma elevada” es de un personaje de la aristocracia, de riqueza y alto nivel social. Aristóteles no hubiera comprendido el mensaje de Abraham Lincoln sobre una nueva nación, “dedicada a la propuesta de que todos los hombres son creados iguales.”
 
Los griegos estaban fascinados por las estructuras. Virtualmente todos los términos que utilizamos hoy en día – democracia, aristocracia, oligarquía, tiranía – son de origen griego. El mensaje de Sefer Devarim es, efectivamente, de crear estructuras – cortes, jueces, oficiales, sacerdotes, reyes – pero lo que realmente importa es cómo se comporta cada uno de ustedes. ¿Son fieles a la misión colectiva de manera que “todos los pueblos de la tierra verán que han sido llamados por el nombre del Señor y estarán asombrados por ustedes? (Deuteronomio 28:10) Una sociedad libre está formada menos por estructuras y más por la responsabilidad personal del orden moral-espiritual.
 
Esto fue plenamente comprendido por figuras clave en la generación (en sus particulares formas) de las sociedades libres de Inglaterra y Estados Unidos. En Inglaterra Locke hizo la distinción entre la libertad, la facultad de hacer lo que es posible, y la licencia, la libertad de hacer lo que uno desee.[3] (3) Alexis de Tocqueville, en su Democracy in America, escribió que “La libertad no se puede establecer sin moralidad, y tampoco la moralidad sin fe.”[4] En su Farewell Address (Discurso de despedida), George Washington escribió: “De todas las disposiciones y hábitos que conducen a la prosperidad política, la religión y la moralidad son apoyos indispensables.”
 
¿Por qué motivo? ¿Cuál es la conexión entre moralidad y libertad? La respuesta la dio Edmund Burke:
 
“Los hombres están aptos para la libertad civil en la exacta proporción de su disposición para poner cadenas morales a sus propios apetitos… La sociedad no puede existir a menos que se instaure en algún lugar un poder que controle el deseo y el apetito; y cuanto menos control interno existe más control externo debe haber. Está en el orden constitutivo de las cosas que hombres de mentes impulsivas no pueden ser libres. Sus pasiones forjan sus amarras.”[5]
 
En otras palabras, cuanto menos necesario es el monitoreo o la acción policial y más internalizados son los hábitos de cumplimiento de la ley, más libre es la sociedad. Es por eso que Moshé, luego Ezra y más tarde los rabinos, pusieron tanto énfasis en aprender la ley para que resulte natural cumplirla.
 
Lo triste es que toda esta constelación de creencias – los fundamentos bíblicos de una sociedad libre – ha sido casi totalmente perdida por las democracias liberales de Occidente. Hoy se presume que la moralidad es un asunto privado. Que no tiene nada que ver con el destino de la nación. Aun el concepto de nación es cuestionable en la era global. Las culturas nacionales son ahora multiculturas. Las élites ya no pertenecen “a algún lado”; su hogar está “en cualquier lado.”[6] La fortaleza de una nación ahora se mide por el tamaño y el crecimiento de su economía. Occidente ha vuelto a la idea helenística de que la libertad tiene que ver con las estructuras – hoy en día, gobiernos elegidos democráticamente – más que con la moralidad internalizada de “Nosotros, el pueblo.”
 
Yo creo que Moshé tenía razón cuando nos enseñó lo opuesto: que la gran elección es entre la bendición y la maldición, entre seguir la voz de Dios o el llamado seductor del instinto y el deseo. La libertad se sostiene sólo cuando una nación es una comunidad moral. Y cualquier comunidad moral logra la grandeza mucho más allá de su número, en tanto nosotros elevamos a otros y ellos nos elevan a nosotros.
 
Fuentes
[1] Rambam, Sefer ha-Mitzvot, mandamiento positive 205.
[2] Ver la reciente encuesta: Meir Soloveichik, Matthew Holbreich, Jonathan Silver y Stuart Halpern, Proclaim liberty throughout the land: the Hebrew Bible in the United States, a sourcebook, 2019.
[3] John Locke, The Second Treatise of Civil Government (1690), capítulo 2.
[4] Alexis de Tocqueville, Democracy in America, Introducción.
[5] Edmund Burke, Letter to a Member of the National Assembly (1791).
[6] David Goodhart, The Road to Somewhere, Penguin, 2017.
 
 

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La Parashá
(relato los hechos antes del estudio posterior)

“ Cuidado con las escuchas”
(Devarim/ Deuteronomio 11:26-16:17)

Continúa el discurso de despedida de Moshé, preparando al Pueblo de Israel para entrar a la tierra de Canaan y conformar una sociedad ética.
La Parashá comienza diciendo: “ Mira (Ree), Yo pongo ante ti la bendición y la maldición “. ( 11:26)

Luego se explican diferentes tipos de Mitzvot (preceptos) que el pueblo deberá cumplir para alcanzar esta bendición. Entre ellas está la Kashrut ( leyes alimentarias) y el Diezmo ( entrega de 10% de las ganancias para beneficencia).

También Moshé advierte al pueblo que no se dejen influenciar por las costumbres idolatras de los pueblos de Canaan.

Cómo explicar esta Parashá al día de hoy?
Al inicio de la Parashá dice “ Mira, Hoy presentó ante ustedes la Bendición y la Maldición “, pero por qué dice Mira y no escucha?. En este versículo dice “Mira y no escucha”, porque es una Parashá importante que define muchas de las reglas importantes para el judaísmo que vivimos en el día a día.

Cuando trata de temas tan fundamentales no podemos solamente escuchar, la audición muchas veces no es el sentido más objetivo, porque a veces lo que uno escucha no es lo que el de al lado pudo haber escuchado, por lo que, no basta con ese sentido para prestar atención a esta parashá.

Por otra parte, el sentido de la vista tiene un carácter objetivo y definitivo, por lo que ese versículo trata de decir que la bendición y la maldición que Hashém entrega, no son sólo rumores que pudimos haber escuchado, sino que son hechos que todos vemos.

Esto se puede explicar como lección para la vida, porque muchas veces juzgamos a las personas por lo que escuchamos de ellas, o por lo que escuchamos que han hecho, y aunque ello pueda ser solo un rumor, puede dañar seriamente a la persona en el interior.

Así como Hashém quiere que Sus Mandamientos no sean un rumor que escuchamos, sino que sean algo que vemos en el día a día, nosotros también debemos juzgar a las personas por lo que vemos de sus acciones y no por lo que escuchamos.
Preguntas para todos:
Por qué solemos influenciarnos por lo que escuchamos de los demás?
Por qué será que confiamos más en nuestros oídos que en nuestros ojos?
Para los adolescentes:
Que implica juzgar a alguien por lo que escuchamos de el, o por lo que vemos de sus acciones?
Cómo te gustaría que te juzguen a ti?
Para los padres:
Compartamos con nuestros hijos alguna experiencia en que no hicimos caso a los rumores sobre alguien, y nos llevamos una grata sorpresa.
Equipo de Torá Jaím
Shabat Shalom Umeboraj

Marcelo Mann

 

Estudiando la Parashá

Rabino Jonathan Sacks

El no ser víctima

(Texto seleccionado por Uri Aiskovich Templo IONA)

Existen casos donde la gente tiene toda la razón en sentirse víctima. Sus vidas se caracterizan por el sufrimiento y la traición. Son sentimientos que no se pueden erradicar.

La cuestión es cuál es la actitud a asumir ante esto – ira, rechazo, resentimiento, hostilidad, tendencia asesina?

Esa es la historia de Caín y Abel, y no es buena. Conduce al infierno.
Apenas escuché esas palabras pude comprender qué fue lo que me condujo a conocer a este hombre, ya que buena parte de mi vida ha estado consagrada a
la misma búsqueda, aunque en un contexto distinto.

Me refiero a los sobrevivientes del Holocausto que llegué a conocer.

Fueron objeto de uno de los peores crímenes contra la humanidad en toda la historia, y sin embargo no se consideraban víctimas.

Los sobrevivientes que conocí, dotados de un coraje casi sobrehumano, miraron hacia adelante, construyeron nuevas vidas, se apoyaron mutuamente en lo emocional, y luego, después de muchos años, contaron su historia, no con la intención de revivir el pasado sino para educar a los jóvenes de hoy acerca de la importancia de asumir la responsabilidad de un futuro más humano.

Pero cómo es posible esto? Cómo se puede ser víctima y no verse como tal sin caer en la negación, olvido deliberado o expresión de deseo?
La respuesta es que singularmente – y es por eso que somos Homo Sapiens – en cualquier situación que se presente podemos mirar hacia atrás o hacia
adelante. Podemos preguntarnos “Por qué pasó esto?” que significa mirar hacia atrás buscando la causa en el pasado.

O podemos preguntar “Entonces, qué debo hacer?” o sea, mirar hacia adelante, tratando de elaborar algún destino futuro a partir de ese punto de partida.

Hay una diferencia sustancial entre las dos. No puedo cambiar nada del pasado.

Pero sí puedo cambiar el futuro.

Mirando hacia atrás, me veo como objeto sobre el cual actuaron fuerzas por fuera de mi control.

Mirando hacia adelante, me veo como sujeto, un ser moral que elige, que decide qué camino tomar desde aquí y donde quiero eventualmente estar.

Ambas son formas legítimas de pensar, pero una lleva al resentimiento, amargura, ira y deseo de venganza. La otra conduce al desafío, coraje, fuerza de voluntad y autocontrol.

Para mí, es lo que Mijaila Peterson y los sobrevivientes del Holocausto representan: el triunfo de la elección sobre el destino.

Jordan Peterson arribó a su filosofía de vida a través de las batallas propias, las del padre contra la depresión y la de su hija contra su condición física. Los judíos lo hicieron a través de las enseñanzas transformadoras de vida de Moshé, especialmente en el libro de Deuteronomio, representadas en los primeros versículos de nuestra parashá.

Vean, estoy presentando hoy ante ustedes una bendición y una maldición: la bendición será si cumplen con los preceptos del Señor vuestro Dios que les
estoy dando hoy; y la maldición, si no cumplen con los preceptos del Señor vuestro Dios, y se alejan del camino que les estoy ordenando hoy… (Deut. 11:26-28)

A lo largo de Deuteronomio, Moshé repite: no piensen que vuestro futuro será determinado por fuerzas que van más allá de vuestro control.

Ustedes están rodeados de factores que no controlan, pero lo que cuenta es cómo eligen. Todo lo demás dependerá de ello.

Si eligen lo bueno, les pasarán cosas buenas. Si eligen lo malo, eventualmente sufrirán.

Malas elecciones generan malas sociedades, y con ellas, con el tiempo, se pierde la libertad. Yo no puedo elegir por ustedes.

La elección, dice una y otra vez, es enteramente vuestra: tuya como individuo, en segunda persona del singular, y vuestra como pueblo, en segunda persona del plural.

La resultante fue, notablemente, que los judíos no se sintieron como víctimas. Y la figura clave en esto, muchos siglos después de Moshé, fue Jeremías.

Él reiteró que la fortaleza de un país no dependía de la fuerza de su ejército sino de la fuerza de su sociedad. Hay justicia? Hay compasión? La gente está preocupada por el bienestar de otros o solo del propio? Hay corrupción en los altos mandos?

“Vean, estoy poniendo ante ustedes una bendición y una maldición.” Ese fue el mensaje reiterado de Moshé en el último mes de su vida. Siempre existe la elección. Como dijo Viktor Frankl, aún en Auschwitz teníamos una libertad que no nos la podían sacar: la libertad de elegir cómo responder.

El papel de víctima nos lleva a un pasado que no podemos modificar. La elección nos conduce a un futuro que sí podemos cambiar, liberándonos de quedar cautivos de nuestro resentimiento, y llamándonos a lo que Emmanuel Levinas llamó Dif icile Liberté, “difícil libertad.”
Hay en realidad víctimas en este mundo y ninguno de nosotros debe minimizar sus vivencias. Pero en muchos casos (admito que no en todos) lo más importante es ayudarlos a recobrar su sentido de acción.

Esto nunca es fácil, pero es esencial para no sucumbir en la propia impotencia adquirida.

Nadie debería culpar a una víctima.

Pero tampoco animar a que la víctima permanezca siéndolo.

Mijaila Peterson y los sobrevivientes del Holocausto requirieron un inmenso coraje para elevarse sobre el papel de víctima, pero qué triunfo lograron para la libertad humana, la dignidad y la responsabilidad.

De ahí la idea transformadora: Nunca te asumas como víctima.

No puedes modificar el pasado, pero sí tu futuro.

Siempre existe una elección, y ejerciendo la fortaleza de elegir, podemos elevarnos por sobre nuestro destino.


La buena sociedad
Traductor: Carlos Betesh
 
Moshé, habiendo expuesto el prólogo y el preámbulo del pacto en sus grandes principios generales, se dedica ahora a los detalles que ocupan la mayor parte del libro de Devarim, desde el capítulo 12 hasta el 26. Pero antes de comenzar con las particularidades, plantea una propuesta que es la más fundamental del libro, la que sería repetida sin cansancio por los Profetas de Israel:
 
Vean, en este día pongo delante de ustedes bendición y maldición: bendición, si obedecen los preceptos del Señor vuestro Dios que yo les manifiesto en este día; y maldición si no obedecen los preceptos del Señor vuestro Dios y se apartan del camino que yo les presento en este día, y siguen a otros dioses de los cuales no han tenido conocimiento. (Deuteronomio 11:26-28)
 
Si se comportan bien, todo irá bien. Si se comportan mal, las cosas terminarán mal. Comportarse bien significa honrar el pacto con Dios, siendo fieles a Él, haciendo caso a Sus palabras y actuando de acuerdo a Sus mandamientos. Ese fue el fundamento de la nación. La única que tenía a Dios como libertador y dador de leyes, soberano, juez y defensor. Otras naciones tenían sus dioses, pero ninguno tenía un pacto con ellos, y tampoco con el Creador del cielo y la tierra.
 
Efectivamente, como vimos la semana pasada, hay ocasiones en las cuales Dios actúa con jesed, siendo bondadoso con nosotros aunque no lo merezcamos. Pero no dependan de eso. Hay cosas que Israel debe hacer para sobrevivir. Por lo tanto, advirtió Moshé, cuídense de la tentación de actuar como las naciones vecinas, adoptando sus dioses, sus prácticas o sus rituales. El camino de ellos no es el suyo. Si te comportas como ellos, morirás como ellos. Para sobrevivir, y aún más para prosperar, mantente fiel a tu fe, a tu historia y destino, a tu misión, a tu llamado y tu tarea, como “un Reino de Sacerdotes y una nación santa.”
 
De la manera que actúes, así te resultará. Como expuse en mi libro Morality (Moralidad), una sociedad libre es un logro moral. Lo paradójico es que una sociedad es fuerte cuando se hace cargo de los débiles; rica cuando cuida a los pobres, e invulnerable cuando protege a los vulnerables. Históricamente, el guardián último de esta creencia es Alguien más grande que este tiempo y lugar, más grande que todo tiempo y lugar, que nos guía por el camino de la virtud, viendo todo lo que hacemos, urgiéndonos a ver el mundo como Su obra, a los seres humanos hechos a Su imagen, y por lo tanto a cuidar a ambos. Ben adam le-Makom y ben adam le-javeró – los deberes que tenemos para con Dios y los que tenemos hacia nuestros semejantes – son inseparables. Sin la creencia en Dios buscaríamos nuestros propios intereses, y eventualmente los marginados sociales con poco poder y menos fortuna, perderían. Ese no es el tipo de sociedad que se supone que deben construir los judíos.
 
La buena sociedad no ocurre así nomás. No es creada por el mercado ni por el estado. Está construida por las decisiones morales de cada uno de nosotros. Ese es el mensaje básico de Deuteronomio: ¿elegiremos la bendición o la maldición? Como dice Moshé al final del libro:
En este día convoco a los cielos y a la tierra como testigos de que yo he puesto ante ustedes la vida y la muerte, bendiciones y maldiciones. Ahora elijan la vida, para que ustedes y vuestros hijos puedan vivir. (30:15-19)
La evaluación de una sociedad no es militar, política, económica o demográfica. Es moral y espiritual. Eso es lo revolucionario del mensaje bíblico. ¿Pero es realmente así? ¿No tenía el Egipto antiguo el concepto de ma’at, orden, equilibrio, armonía en el universo, estabilidad social, justicia y verdad? ¿No asignaron los griegos y los romanos, específicamente Aristóteles, un lugar central para la virtud? ¿No crearon los estoicos un influyente sistema moral a través de los escritos de Séneca y Marco Aurelio? ¿En qué se diferencia el camino de la Torá?
 
Esos sistemas antiguos eran esencialmente formas de adoración al estado, que en el caso del Egipto de los faraones era de dimensión cósmica, y de dimensión heroica en Grecia y Roma. En el judaísmo no servimos al estado, servimos sólo a Dios. La ética singular del pacto, cuyo texto clave es el libro de Devarim, coloca sobre cada uno de nosotros una inmensa responsabilidad dual, tanto individual como colectiva.
 
Yo soy responsable por lo que hago. Pero también soy responsable por lo que haces tú. Ese es uno de los significados del precepto de Kedoshim: “Con seguridad reprenderás a tu semejante y no cargarás con un pecado por causa de él.” Como escribió Maimónides en su Sefer ha-Mitzvot: “No es correcto decir ‘Yo no pecaré; si algún otro lo hace es un tema entre él y su Dios’. Eso es lo opuesto de la Torá.”[1] En otras palabras, no es el estado, el gobierno, el ejército o la policía el principal guardián de la ley, aunque pueden ser necesarios, (como lo indica la primera frase de la parashá de la semana entrante: “Nombrarás magistrados y oficiales en vuestras tribus.”) Es de cada uno de nosotros y de todos juntos. Esto es lo que hace que la ética del pacto sea única.
 
Esto lo vemos en una frase que es central en la política de Estados Unidos y que no existe en la británica: “Nosotros, el pueblo.” Estas son las palabras de apertura del preámbulo de la constitución norteamericana. Inglaterra no está regida por “Nosotros, el pueblo,” sino por Su Majestad la Reina, de quien somos leales súbditos. La diferencia es que Gran Bretaña no es una sociedad de pacto, mientras que Estados Unidos sí lo es: sus textos más tempranos, el Mayflower Compact de 1620 y el mensaje de John Winthrop a bordo del Arbella en 1630, eran ambos pactos construidos sobre la base del modelo deuteronómico.[2] El pacto significa que no podemos delegar la responsabilidad moral al estado o al mercado. Nosotros – cada uno de nosotros, juntos y separados – construimos o destruimos la sociedad.
 
El estoicismo es la ética de la resistencia y tiene alguna semejanza con la sabiduría de la literatura judía. La ética de Aristóteles trata sobre la virtud y mucho de lo que afirma es de valor trascendente. Rambam tuvo mucho respeto por él. Pero en su visión estaba instalada la mentalidad jerárquica. Su retrato del “hombre de alma elevada” es de un personaje de la aristocracia, de riqueza y alto nivel social. Aristóteles no hubiera comprendido el mensaje de Abraham Lincoln sobre una nueva nación, “dedicada a la propuesta de que todos los hombres son creados iguales.”
 
Los griegos estaban fascinados por las estructuras. Virtualmente todos los términos que utilizamos hoy en día – democracia, aristocracia, oligarquía, tiranía – son de origen griego. El mensaje de Sefer Devarim es, efectivamente, de crear estructuras – cortes, jueces, oficiales, sacerdotes, reyes – pero lo que realmente importa es cómo se comporta cada uno de ustedes. ¿Son fieles a la misión colectiva de manera que “todos los pueblos de la tierra verán que han sido llamados por el nombre del Señor y estarán asombrados por ustedes? (Deuteronomio 28:10) Una sociedad libre está formada menos por estructuras y más por la responsabilidad personal del orden moral-espiritual.
 
Esto fue plenamente comprendido por figuras clave en la generación (en sus particulares formas) de las sociedades libres de Inglaterra y Estados Unidos. En Inglaterra Locke hizo la distinción entre la libertad, la facultad de hacer lo que es posible, y la licencia, la libertad de hacer lo que uno desee.[3] (3) Alexis de Tocqueville, en su Democracy in America, escribió que “La libertad no se puede establecer sin moralidad, y tampoco la moralidad sin fe.”[4] En su Farewell Address (Discurso de despedida), George Washington escribió: “De todas las disposiciones y hábitos que conducen a la prosperidad política, la religión y la moralidad son apoyos indispensables.”
 
¿Por qué motivo? ¿Cuál es la conexión entre moralidad y libertad? La respuesta la dio Edmund Burke:
 
“Los hombres están aptos para la libertad civil en la exacta proporción de su disposición para poner cadenas morales a sus propios apetitos… La sociedad no puede existir a menos que se instaure en algún lugar un poder que controle el deseo y el apetito; y cuanto menos control interno existe más control externo debe haber. Está en el orden constitutivo de las cosas que hombres de mentes impulsivas no pueden ser libres. Sus pasiones forjan sus amarras.”[5]
 
En otras palabras, cuanto menos necesario es el monitoreo o la acción policial y más internalizados son los hábitos de cumplimiento de la ley, más libre es la sociedad. Es por eso que Moshé, luego Ezra y más tarde los rabinos, pusieron tanto énfasis en aprender la ley para que resulte natural cumplirla.
 
Lo triste es que toda esta constelación de creencias – los fundamentos bíblicos de una sociedad libre – ha sido casi totalmente perdida por las democracias liberales de Occidente. Hoy se presume que la moralidad es un asunto privado. Que no tiene nada que ver con el destino de la nación. Aun el concepto de nación es cuestionable en la era global. Las culturas nacionales son ahora multiculturas. Las élites ya no pertenecen “a algún lado”; su hogar está “en cualquier lado.”[6] La fortaleza de una nación ahora se mide por el tamaño y el crecimiento de su economía. Occidente ha vuelto a la idea helenística de que la libertad tiene que ver con las estructuras – hoy en día, gobiernos elegidos democráticamente – más que con la moralidad internalizada de “Nosotros, el pueblo.”
 
Yo creo que Moshé tenía razón cuando nos enseñó lo opuesto: que la gran elección es entre la bendición y la maldición, entre seguir la voz de Dios o el llamado seductor del instinto y el deseo. La libertad se sostiene sólo cuando una nación es una comunidad moral. Y cualquier comunidad moral logra la grandeza mucho más allá de su número, en tanto nosotros elevamos a otros y ellos nos elevan a nosotros.
 
Fuentes
[1] Rambam, Sefer ha-Mitzvot, mandamiento positive 205.
[2] Ver la reciente encuesta: Meir Soloveichik, Matthew Holbreich, Jonathan Silver y Stuart Halpern, Proclaim liberty throughout the land: the Hebrew Bible in the United States, a sourcebook, 2019.
[3] John Locke, The Second Treatise of Civil Government (1690), capítulo 2.
[4] Alexis de Tocqueville, Democracy in America, Introducción.
[5] Edmund Burke, Letter to a Member of the National Assembly (1791).
[6] David Goodhart, The Road to Somewhere, Penguin, 2017.
 
 

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La Parashá
(relato los hechos antes del estudio posterior)

“ Cuidado con las escuchas”
(Devarim/ Deuteronomio 11:26-16:17)

Continúa el discurso de despedida de Moshé, preparando al Pueblo de Israel para entrar a la tierra de Canaan y conformar una sociedad ética.
La Parashá comienza diciendo: “ Mira (Ree), Yo pongo ante ti la bendición y la maldición “. ( 11:26)

Luego se explican diferentes tipos de Mitzvot (preceptos) que el pueblo deberá cumplir para alcanzar esta bendición. Entre ellas está la Kashrut ( leyes alimentarias) y el Diezmo ( entrega de 10% de las ganancias para beneficencia).

También Moshé advierte al pueblo que no se dejen influenciar por las costumbres idolatras de los pueblos de Canaan.

Cómo explicar esta Parashá al día de hoy?
Al inicio de la Parashá dice “ Mira, Hoy presentó ante ustedes la Bendición y la Maldición “, pero por qué dice Mira y no escucha?. En este versículo dice “Mira y no escucha”, porque es una Parashá importante que define muchas de las reglas importantes para el judaísmo que vivimos en el día a día.

Cuando trata de temas tan fundamentales no podemos solamente escuchar, la audición muchas veces no es el sentido más objetivo, porque a veces lo que uno escucha no es lo que el de al lado pudo haber escuchado, por lo que, no basta con ese sentido para prestar atención a esta parashá.

Por otra parte, el sentido de la vista tiene un carácter objetivo y definitivo, por lo que ese versículo trata de decir que la bendición y la maldición que Hashém entrega, no son sólo rumores que pudimos haber escuchado, sino que son hechos que todos vemos.

Esto se puede explicar como lección para la vida, porque muchas veces juzgamos a las personas por lo que escuchamos de ellas, o por lo que escuchamos que han hecho, y aunque ello pueda ser solo un rumor, puede dañar seriamente a la persona en el interior.

Así como Hashém quiere que Sus Mandamientos no sean un rumor que escuchamos, sino que sean algo que vemos en el día a día, nosotros también debemos juzgar a las personas por lo que vemos de sus acciones y no por lo que escuchamos.
Preguntas para todos:
Por qué solemos influenciarnos por lo que escuchamos de los demás?
Por qué será que confiamos más en nuestros oídos que en nuestros ojos?
Para los adolescentes:
Que implica juzgar a alguien por lo que escuchamos de el, o por lo que vemos de sus acciones?
Cómo te gustaría que te juzguen a ti?
Para los padres:
Compartamos con nuestros hijos alguna experiencia en que no hicimos caso a los rumores sobre alguien, y nos llevamos una grata sorpresa.
Equipo de Torá Jaím
Shabat Shalom Umeboraj

Marcelo Mann

 

Estudiando la Parashá

Rabino Jonathan Sacks

El no ser víctima

(Texto seleccionado por Uri Aiskovich Templo IONA)

Existen casos donde la gente tiene toda la razón en sentirse víctima. Sus vidas se caracterizan por el sufrimiento y la traición. Son sentimientos que no se pueden erradicar.

La cuestión es cuál es la actitud a asumir ante esto – ira, rechazo, resentimiento, hostilidad, tendencia asesina?

Esa es la historia de Caín y Abel, y no es buena. Conduce al infierno.
Apenas escuché esas palabras pude comprender qué fue lo que me condujo a conocer a este hombre, ya que buena parte de mi vida ha estado consagrada a
la misma búsqueda, aunque en un contexto distinto.

Me refiero a los sobrevivientes del Holocausto que llegué a conocer.

Fueron objeto de uno de los peores crímenes contra la humanidad en toda la historia, y sin embargo no se consideraban víctimas.

Los sobrevivientes que conocí, dotados de un coraje casi sobrehumano, miraron hacia adelante, construyeron nuevas vidas, se apoyaron mutuamente en lo emocional, y luego, después de muchos años, contaron su historia, no con la intención de revivir el pasado sino para educar a los jóvenes de hoy acerca de la importancia de asumir la responsabilidad de un futuro más humano.

Pero cómo es posible esto? Cómo se puede ser víctima y no verse como tal sin caer en la negación, olvido deliberado o expresión de deseo?
La respuesta es que singularmente – y es por eso que somos Homo Sapiens – en cualquier situación que se presente podemos mirar hacia atrás o hacia
adelante. Podemos preguntarnos “Por qué pasó esto?” que significa mirar hacia atrás buscando la causa en el pasado.

O podemos preguntar “Entonces, qué debo hacer?” o sea, mirar hacia adelante, tratando de elaborar algún destino futuro a partir de ese punto de partida.

Hay una diferencia sustancial entre las dos. No puedo cambiar nada del pasado.

Pero sí puedo cambiar el futuro.

Mirando hacia atrás, me veo como objeto sobre el cual actuaron fuerzas por fuera de mi control.

Mirando hacia adelante, me veo como sujeto, un ser moral que elige, que decide qué camino tomar desde aquí y donde quiero eventualmente estar.

Ambas son formas legítimas de pensar, pero una lleva al resentimiento, amargura, ira y deseo de venganza. La otra conduce al desafío, coraje, fuerza de voluntad y autocontrol.

Para mí, es lo que Mijaila Peterson y los sobrevivientes del Holocausto representan: el triunfo de la elección sobre el destino.

Jordan Peterson arribó a su filosofía de vida a través de las batallas propias, las del padre contra la depresión y la de su hija contra su condición física. Los judíos lo hicieron a través de las enseñanzas transformadoras de vida de Moshé, especialmente en el libro de Deuteronomio, representadas en los primeros versículos de nuestra parashá.

Vean, estoy presentando hoy ante ustedes una bendición y una maldición: la bendición será si cumplen con los preceptos del Señor vuestro Dios que les
estoy dando hoy; y la maldición, si no cumplen con los preceptos del Señor vuestro Dios, y se alejan del camino que les estoy ordenando hoy… (Deut. 11:26-28)

A lo largo de Deuteronomio, Moshé repite: no piensen que vuestro futuro será determinado por fuerzas que van más allá de vuestro control.

Ustedes están rodeados de factores que no controlan, pero lo que cuenta es cómo eligen. Todo lo demás dependerá de ello.

Si eligen lo bueno, les pasarán cosas buenas. Si eligen lo malo, eventualmente sufrirán.

Malas elecciones generan malas sociedades, y con ellas, con el tiempo, se pierde la libertad. Yo no puedo elegir por ustedes.

La elección, dice una y otra vez, es enteramente vuestra: tuya como individuo, en segunda persona del singular, y vuestra como pueblo, en segunda persona del plural.

La resultante fue, notablemente, que los judíos no se sintieron como víctimas. Y la figura clave en esto, muchos siglos después de Moshé, fue Jeremías.

Él reiteró que la fortaleza de un país no dependía de la fuerza de su ejército sino de la fuerza de su sociedad. Hay justicia? Hay compasión? La gente está preocupada por el bienestar de otros o solo del propio? Hay corrupción en los altos mandos?

“Vean, estoy poniendo ante ustedes una bendición y una maldición.” Ese fue el mensaje reiterado de Moshé en el último mes de su vida. Siempre existe la elección. Como dijo Viktor Frankl, aún en Auschwitz teníamos una libertad que no nos la podían sacar: la libertad de elegir cómo responder.

El papel de víctima nos lleva a un pasado que no podemos modificar. La elección nos conduce a un futuro que sí podemos cambiar, liberándonos de quedar cautivos de nuestro resentimiento, y llamándonos a lo que Emmanuel Levinas llamó Dif icile Liberté, “difícil libertad.”
Hay en realidad víctimas en este mundo y ninguno de nosotros debe minimizar sus vivencias. Pero en muchos casos (admito que no en todos) lo más importante es ayudarlos a recobrar su sentido de acción.

Esto nunca es fácil, pero es esencial para no sucumbir en la propia impotencia adquirida.

Nadie debería culpar a una víctima.

Pero tampoco animar a que la víctima permanezca siéndolo.

Mijaila Peterson y los sobrevivientes del Holocausto requirieron un inmenso coraje para elevarse sobre el papel de víctima, pero qué triunfo lograron para la libertad humana, la dignidad y la responsabilidad.

De ahí la idea transformadora: Nunca te asumas como víctima.

No puedes modificar el pasado, pero sí tu futuro.

Siempre existe una elección, y ejerciendo la fortaleza de elegir, podemos elevarnos por sobre nuestro destino.


La buena sociedad
Traductor: Carlos Betesh
 
Moshé, habiendo expuesto el prólogo y el preámbulo del pacto en sus grandes principios generales, se dedica ahora a los detalles que ocupan la mayor parte del libro de Devarim, desde el capítulo 12 hasta el 26. Pero antes de comenzar con las particularidades, plantea una propuesta que es la más fundamental del libro, la que sería repetida sin cansancio por los Profetas de Israel:
 
Vean, en este día pongo delante de ustedes bendición y maldición: bendición, si obedecen los preceptos del Señor vuestro Dios que yo les manifiesto en este día; y maldición si no obedecen los preceptos del Señor vuestro Dios y se apartan del camino que yo les presento en este día, y siguen a otros dioses de los cuales no han tenido conocimiento. (Deuteronomio 11:26-28)
 
Si se comportan bien, todo irá bien. Si se comportan mal, las cosas terminarán mal. Comportarse bien significa honrar el pacto con Dios, siendo fieles a Él, haciendo caso a Sus palabras y actuando de acuerdo a Sus mandamientos. Ese fue el fundamento de la nación. La única que tenía a Dios como libertador y dador de leyes, soberano, juez y defensor. Otras naciones tenían sus dioses, pero ninguno tenía un pacto con ellos, y tampoco con el Creador del cielo y la tierra.
 
Efectivamente, como vimos la semana pasada, hay ocasiones en las cuales Dios actúa con jesed, siendo bondadoso con nosotros aunque no lo merezcamos. Pero no dependan de eso. Hay cosas que Israel debe hacer para sobrevivir. Por lo tanto, advirtió Moshé, cuídense de la tentación de actuar como las naciones vecinas, adoptando sus dioses, sus prácticas o sus rituales. El camino de ellos no es el suyo. Si te comportas como ellos, morirás como ellos. Para sobrevivir, y aún más para prosperar, mantente fiel a tu fe, a tu historia y destino, a tu misión, a tu llamado y tu tarea, como “un Reino de Sacerdotes y una nación santa.”
 
De la manera que actúes, así te resultará. Como expuse en mi libro Morality (Moralidad), una sociedad libre es un logro moral. Lo paradójico es que una sociedad es fuerte cuando se hace cargo de los débiles; rica cuando cuida a los pobres, e invulnerable cuando protege a los vulnerables. Históricamente, el guardián último de esta creencia es Alguien más grande que este tiempo y lugar, más grande que todo tiempo y lugar, que nos guía por el camino de la virtud, viendo todo lo que hacemos, urgiéndonos a ver el mundo como Su obra, a los seres humanos hechos a Su imagen, y por lo tanto a cuidar a ambos. Ben adam le-Makom y ben adam le-javeró – los deberes que tenemos para con Dios y los que tenemos hacia nuestros semejantes – son inseparables. Sin la creencia en Dios buscaríamos nuestros propios intereses, y eventualmente los marginados sociales con poco poder y menos fortuna, perderían. Ese no es el tipo de sociedad que se supone que deben construir los judíos.
 
La buena sociedad no ocurre así nomás. No es creada por el mercado ni por el estado. Está construida por las decisiones morales de cada uno de nosotros. Ese es el mensaje básico de Deuteronomio: ¿elegiremos la bendición o la maldición? Como dice Moshé al final del libro:
En este día convoco a los cielos y a la tierra como testigos de que yo he puesto ante ustedes la vida y la muerte, bendiciones y maldiciones. Ahora elijan la vida, para que ustedes y vuestros hijos puedan vivir. (30:15-19)
La evaluación de una sociedad no es militar, política, económica o demográfica. Es moral y espiritual. Eso es lo revolucionario del mensaje bíblico. ¿Pero es realmente así? ¿No tenía el Egipto antiguo el concepto de ma’at, orden, equilibrio, armonía en el universo, estabilidad social, justicia y verdad? ¿No asignaron los griegos y los romanos, específicamente Aristóteles, un lugar central para la virtud? ¿No crearon los estoicos un influyente sistema moral a través de los escritos de Séneca y Marco Aurelio? ¿En qué se diferencia el camino de la Torá?
 
Esos sistemas antiguos eran esencialmente formas de adoración al estado, que en el caso del Egipto de los faraones era de dimensión cósmica, y de dimensión heroica en Grecia y Roma. En el judaísmo no servimos al estado, servimos sólo a Dios. La ética singular del pacto, cuyo texto clave es el libro de Devarim, coloca sobre cada uno de nosotros una inmensa responsabilidad dual, tanto individual como colectiva.
 
Yo soy responsable por lo que hago. Pero también soy responsable por lo que haces tú. Ese es uno de los significados del precepto de Kedoshim: “Con seguridad reprenderás a tu semejante y no cargarás con un pecado por causa de él.” Como escribió Maimónides en su Sefer ha-Mitzvot: “No es correcto decir ‘Yo no pecaré; si algún otro lo hace es un tema entre él y su Dios’. Eso es lo opuesto de la Torá.”[1] En otras palabras, no es el estado, el gobierno, el ejército o la policía el principal guardián de la ley, aunque pueden ser necesarios, (como lo indica la primera frase de la parashá de la semana entrante: “Nombrarás magistrados y oficiales en vuestras tribus.”) Es de cada uno de nosotros y de todos juntos. Esto es lo que hace que la ética del pacto sea única.
 
Esto lo vemos en una frase que es central en la política de Estados Unidos y que no existe en la británica: “Nosotros, el pueblo.” Estas son las palabras de apertura del preámbulo de la constitución norteamericana. Inglaterra no está regida por “Nosotros, el pueblo,” sino por Su Majestad la Reina, de quien somos leales súbditos. La diferencia es que Gran Bretaña no es una sociedad de pacto, mientras que Estados Unidos sí lo es: sus textos más tempranos, el Mayflower Compact de 1620 y el mensaje de John Winthrop a bordo del Arbella en 1630, eran ambos pactos construidos sobre la base del modelo deuteronómico.[2] El pacto significa que no podemos delegar la responsabilidad moral al estado o al mercado. Nosotros – cada uno de nosotros, juntos y separados – construimos o destruimos la sociedad.
 
El estoicismo es la ética de la resistencia y tiene alguna semejanza con la sabiduría de la literatura judía. La ética de Aristóteles trata sobre la virtud y mucho de lo que afirma es de valor trascendente. Rambam tuvo mucho respeto por él. Pero en su visión estaba instalada la mentalidad jerárquica. Su retrato del “hombre de alma elevada” es de un personaje de la aristocracia, de riqueza y alto nivel social. Aristóteles no hubiera comprendido el mensaje de Abraham Lincoln sobre una nueva nación, “dedicada a la propuesta de que todos los hombres son creados iguales.”
 
Los griegos estaban fascinados por las estructuras. Virtualmente todos los términos que utilizamos hoy en día – democracia, aristocracia, oligarquía, tiranía – son de origen griego. El mensaje de Sefer Devarim es, efectivamente, de crear estructuras – cortes, jueces, oficiales, sacerdotes, reyes – pero lo que realmente importa es cómo se comporta cada uno de ustedes. ¿Son fieles a la misión colectiva de manera que “todos los pueblos de la tierra verán que han sido llamados por el nombre del Señor y estarán asombrados por ustedes? (Deuteronomio 28:10) Una sociedad libre está formada menos por estructuras y más por la responsabilidad personal del orden moral-espiritual.
 
Esto fue plenamente comprendido por figuras clave en la generación (en sus particulares formas) de las sociedades libres de Inglaterra y Estados Unidos. En Inglaterra Locke hizo la distinción entre la libertad, la facultad de hacer lo que es posible, y la licencia, la libertad de hacer lo que uno desee.[3] (3) Alexis de Tocqueville, en su Democracy in America, escribió que “La libertad no se puede establecer sin moralidad, y tampoco la moralidad sin fe.”[4] En su Farewell Address (Discurso de despedida), George Washington escribió: “De todas las disposiciones y hábitos que conducen a la prosperidad política, la religión y la moralidad son apoyos indispensables.”
 
¿Por qué motivo? ¿Cuál es la conexión entre moralidad y libertad? La respuesta la dio Edmund Burke:
 
“Los hombres están aptos para la libertad civil en la exacta proporción de su disposición para poner cadenas morales a sus propios apetitos… La sociedad no puede existir a menos que se instaure en algún lugar un poder que controle el deseo y el apetito; y cuanto menos control interno existe más control externo debe haber. Está en el orden constitutivo de las cosas que hombres de mentes impulsivas no pueden ser libres. Sus pasiones forjan sus amarras.”[5]
 
En otras palabras, cuanto menos necesario es el monitoreo o la acción policial y más internalizados son los hábitos de cumplimiento de la ley, más libre es la sociedad. Es por eso que Moshé, luego Ezra y más tarde los rabinos, pusieron tanto énfasis en aprender la ley para que resulte natural cumplirla.
 
Lo triste es que toda esta constelación de creencias – los fundamentos bíblicos de una sociedad libre – ha sido casi totalmente perdida por las democracias liberales de Occidente. Hoy se presume que la moralidad es un asunto privado. Que no tiene nada que ver con el destino de la nación. Aun el concepto de nación es cuestionable en la era global. Las culturas nacionales son ahora multiculturas. Las élites ya no pertenecen “a algún lado”; su hogar está “en cualquier lado.”[6] La fortaleza de una nación ahora se mide por el tamaño y el crecimiento de su economía. Occidente ha vuelto a la idea helenística de que la libertad tiene que ver con las estructuras – hoy en día, gobiernos elegidos democráticamente – más que con la moralidad internalizada de “Nosotros, el pueblo.”
 
Yo creo que Moshé tenía razón cuando nos enseñó lo opuesto: que la gran elección es entre la bendición y la maldición, entre seguir la voz de Dios o el llamado seductor del instinto y el deseo. La libertad se sostiene sólo cuando una nación es una comunidad moral. Y cualquier comunidad moral logra la grandeza mucho más allá de su número, en tanto nosotros elevamos a otros y ellos nos elevan a nosotros.
 
Fuentes
[1] Rambam, Sefer ha-Mitzvot, mandamiento positive 205.
[2] Ver la reciente encuesta: Meir Soloveichik, Matthew Holbreich, Jonathan Silver y Stuart Halpern, Proclaim liberty throughout the land: the Hebrew Bible in the United States, a sourcebook, 2019.
[3] John Locke, The Second Treatise of Civil Government (1690), capítulo 2.
[4] Alexis de Tocqueville, Democracy in America, Introducción.
[5] Edmund Burke, Letter to a Member of the National Assembly (1791).
[6] David Goodhart, The Road to Somewhere, Penguin, 2017.
 
 

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La Parashá
(relato los hechos antes del estudio posterior)

“ Cuidado con las escuchas”
(Devarim/ Deuteronomio 11:26-16:17)

Continúa el discurso de despedida de Moshé, preparando al Pueblo de Israel para entrar a la tierra de Canaan y conformar una sociedad ética.
La Parashá comienza diciendo: “ Mira (Ree), Yo pongo ante ti la bendición y la maldición “. ( 11:26)

Luego se explican diferentes tipos de Mitzvot (preceptos) que el pueblo deberá cumplir para alcanzar esta bendición. Entre ellas está la Kashrut ( leyes alimentarias) y el Diezmo ( entrega de 10% de las ganancias para beneficencia).

También Moshé advierte al pueblo que no se dejen influenciar por las costumbres idolatras de los pueblos de Canaan.

Cómo explicar esta Parashá al día de hoy?
Al inicio de la Parashá dice “ Mira, Hoy presentó ante ustedes la Bendición y la Maldición “, pero por qué dice Mira y no escucha?. En este versículo dice “Mira y no escucha”, porque es una Parashá importante que define muchas de las reglas importantes para el judaísmo que vivimos en el día a día.

Cuando trata de temas tan fundamentales no podemos solamente escuchar, la audición muchas veces no es el sentido más objetivo, porque a veces lo que uno escucha no es lo que el de al lado pudo haber escuchado, por lo que, no basta con ese sentido para prestar atención a esta parashá.

Por otra parte, el sentido de la vista tiene un carácter objetivo y definitivo, por lo que ese versículo trata de decir que la bendición y la maldición que Hashém entrega, no son sólo rumores que pudimos haber escuchado, sino que son hechos que todos vemos.

Esto se puede explicar como lección para la vida, porque muchas veces juzgamos a las personas por lo que escuchamos de ellas, o por lo que escuchamos que han hecho, y aunque ello pueda ser solo un rumor, puede dañar seriamente a la persona en el interior.

Así como Hashém quiere que Sus Mandamientos no sean un rumor que escuchamos, sino que sean algo que vemos en el día a día, nosotros también debemos juzgar a las personas por lo que vemos de sus acciones y no por lo que escuchamos.
Preguntas para todos:
Por qué solemos influenciarnos por lo que escuchamos de los demás?
Por qué será que confiamos más en nuestros oídos que en nuestros ojos?
Para los adolescentes:
Que implica juzgar a alguien por lo que escuchamos de el, o por lo que vemos de sus acciones?
Cómo te gustaría que te juzguen a ti?
Para los padres:
Compartamos con nuestros hijos alguna experiencia en que no hicimos caso a los rumores sobre alguien, y nos llevamos una grata sorpresa.
Equipo de Torá Jaím
Shabat Shalom Umeboraj

Marcelo Mann

 

Estudiando la Parashá

Rabino Jonathan Sacks

El no ser víctima

(Texto seleccionado por Uri Aiskovich Templo IONA)

Existen casos donde la gente tiene toda la razón en sentirse víctima. Sus vidas se caracterizan por el sufrimiento y la traición. Son sentimientos que no se pueden erradicar.

La cuestión es cuál es la actitud a asumir ante esto – ira, rechazo, resentimiento, hostilidad, tendencia asesina?

Esa es la historia de Caín y Abel, y no es buena. Conduce al infierno.
Apenas escuché esas palabras pude comprender qué fue lo que me condujo a conocer a este hombre, ya que buena parte de mi vida ha estado consagrada a
la misma búsqueda, aunque en un contexto distinto.

Me refiero a los sobrevivientes del Holocausto que llegué a conocer.

Fueron objeto de uno de los peores crímenes contra la humanidad en toda la historia, y sin embargo no se consideraban víctimas.

Los sobrevivientes que conocí, dotados de un coraje casi sobrehumano, miraron hacia adelante, construyeron nuevas vidas, se apoyaron mutuamente en lo emocional, y luego, después de muchos años, contaron su historia, no con la intención de revivir el pasado sino para educar a los jóvenes de hoy acerca de la importancia de asumir la responsabilidad de un futuro más humano.

Pero cómo es posible esto? Cómo se puede ser víctima y no verse como tal sin caer en la negación, olvido deliberado o expresión de deseo?
La respuesta es que singularmente – y es por eso que somos Homo Sapiens – en cualquier situación que se presente podemos mirar hacia atrás o hacia
adelante. Podemos preguntarnos “Por qué pasó esto?” que significa mirar hacia atrás buscando la causa en el pasado.

O podemos preguntar “Entonces, qué debo hacer?” o sea, mirar hacia adelante, tratando de elaborar algún destino futuro a partir de ese punto de partida.

Hay una diferencia sustancial entre las dos. No puedo cambiar nada del pasado.

Pero sí puedo cambiar el futuro.

Mirando hacia atrás, me veo como objeto sobre el cual actuaron fuerzas por fuera de mi control.

Mirando hacia adelante, me veo como sujeto, un ser moral que elige, que decide qué camino tomar desde aquí y donde quiero eventualmente estar.

Ambas son formas legítimas de pensar, pero una lleva al resentimiento, amargura, ira y deseo de venganza. La otra conduce al desafío, coraje, fuerza de voluntad y autocontrol.

Para mí, es lo que Mijaila Peterson y los sobrevivientes del Holocausto representan: el triunfo de la elección sobre el destino.

Jordan Peterson arribó a su filosofía de vida a través de las batallas propias, las del padre contra la depresión y la de su hija contra su condición física. Los judíos lo hicieron a través de las enseñanzas transformadoras de vida de Moshé, especialmente en el libro de Deuteronomio, representadas en los primeros versículos de nuestra parashá.

Vean, estoy presentando hoy ante ustedes una bendición y una maldición: la bendición será si cumplen con los preceptos del Señor vuestro Dios que les
estoy dando hoy; y la maldición, si no cumplen con los preceptos del Señor vuestro Dios, y se alejan del camino que les estoy ordenando hoy… (Deut. 11:26-28)

A lo largo de Deuteronomio, Moshé repite: no piensen que vuestro futuro será determinado por fuerzas que van más allá de vuestro control.

Ustedes están rodeados de factores que no controlan, pero lo que cuenta es cómo eligen. Todo lo demás dependerá de ello.

Si eligen lo bueno, les pasarán cosas buenas. Si eligen lo malo, eventualmente sufrirán.

Malas elecciones generan malas sociedades, y con ellas, con el tiempo, se pierde la libertad. Yo no puedo elegir por ustedes.

La elección, dice una y otra vez, es enteramente vuestra: tuya como individuo, en segunda persona del singular, y vuestra como pueblo, en segunda persona del plural.

La resultante fue, notablemente, que los judíos no se sintieron como víctimas. Y la figura clave en esto, muchos siglos después de Moshé, fue Jeremías.

Él reiteró que la fortaleza de un país no dependía de la fuerza de su ejército sino de la fuerza de su sociedad. Hay justicia? Hay compasión? La gente está preocupada por el bienestar de otros o solo del propio? Hay corrupción en los altos mandos?

“Vean, estoy poniendo ante ustedes una bendición y una maldición.” Ese fue el mensaje reiterado de Moshé en el último mes de su vida. Siempre existe la elección. Como dijo Viktor Frankl, aún en Auschwitz teníamos una libertad que no nos la podían sacar: la libertad de elegir cómo responder.

El papel de víctima nos lleva a un pasado que no podemos modificar. La elección nos conduce a un futuro que sí podemos cambiar, liberándonos de quedar cautivos de nuestro resentimiento, y llamándonos a lo que Emmanuel Levinas llamó Dif icile Liberté, “difícil libertad.”
Hay en realidad víctimas en este mundo y ninguno de nosotros debe minimizar sus vivencias. Pero en muchos casos (admito que no en todos) lo más importante es ayudarlos a recobrar su sentido de acción.

Esto nunca es fácil, pero es esencial para no sucumbir en la propia impotencia adquirida.

Nadie debería culpar a una víctima.

Pero tampoco animar a que la víctima permanezca siéndolo.

Mijaila Peterson y los sobrevivientes del Holocausto requirieron un inmenso coraje para elevarse sobre el papel de víctima, pero qué triunfo lograron para la libertad humana, la dignidad y la responsabilidad.

De ahí la idea transformadora: Nunca te asumas como víctima.

No puedes modificar el pasado, pero sí tu futuro.

Siempre existe una elección, y ejerciendo la fortaleza de elegir, podemos elevarnos por sobre nuestro destino.


La buena sociedad
Traductor: Carlos Betesh
 
Moshé, habiendo expuesto el prólogo y el preámbulo del pacto en sus grandes principios generales, se dedica ahora a los detalles que ocupan la mayor parte del libro de Devarim, desde el capítulo 12 hasta el 26. Pero antes de comenzar con las particularidades, plantea una propuesta que es la más fundamental del libro, la que sería repetida sin cansancio por los Profetas de Israel:
 
Vean, en este día pongo delante de ustedes bendición y maldición: bendición, si obedecen los preceptos del Señor vuestro Dios que yo les manifiesto en este día; y maldición si no obedecen los preceptos del Señor vuestro Dios y se apartan del camino que yo les presento en este día, y siguen a otros dioses de los cuales no han tenido conocimiento. (Deuteronomio 11:26-28)
 
Si se comportan bien, todo irá bien. Si se comportan mal, las cosas terminarán mal. Comportarse bien significa honrar el pacto con Dios, siendo fieles a Él, haciendo caso a Sus palabras y actuando de acuerdo a Sus mandamientos. Ese fue el fundamento de la nación. La única que tenía a Dios como libertador y dador de leyes, soberano, juez y defensor. Otras naciones tenían sus dioses, pero ninguno tenía un pacto con ellos, y tampoco con el Creador del cielo y la tierra.
 
Efectivamente, como vimos la semana pasada, hay ocasiones en las cuales Dios actúa con jesed, siendo bondadoso con nosotros aunque no lo merezcamos. Pero no dependan de eso. Hay cosas que Israel debe hacer para sobrevivir. Por lo tanto, advirtió Moshé, cuídense de la tentación de actuar como las naciones vecinas, adoptando sus dioses, sus prácticas o sus rituales. El camino de ellos no es el suyo. Si te comportas como ellos, morirás como ellos. Para sobrevivir, y aún más para prosperar, mantente fiel a tu fe, a tu historia y destino, a tu misión, a tu llamado y tu tarea, como “un Reino de Sacerdotes y una nación santa.”
 
De la manera que actúes, así te resultará. Como expuse en mi libro Morality (Moralidad), una sociedad libre es un logro moral. Lo paradójico es que una sociedad es fuerte cuando se hace cargo de los débiles; rica cuando cuida a los pobres, e invulnerable cuando protege a los vulnerables. Históricamente, el guardián último de esta creencia es Alguien más grande que este tiempo y lugar, más grande que todo tiempo y lugar, que nos guía por el camino de la virtud, viendo todo lo que hacemos, urgiéndonos a ver el mundo como Su obra, a los seres humanos hechos a Su imagen, y por lo tanto a cuidar a ambos. Ben adam le-Makom y ben adam le-javeró – los deberes que tenemos para con Dios y los que tenemos hacia nuestros semejantes – son inseparables. Sin la creencia en Dios buscaríamos nuestros propios intereses, y eventualmente los marginados sociales con poco poder y menos fortuna, perderían. Ese no es el tipo de sociedad que se supone que deben construir los judíos.
 
La buena sociedad no ocurre así nomás. No es creada por el mercado ni por el estado. Está construida por las decisiones morales de cada uno de nosotros. Ese es el mensaje básico de Deuteronomio: ¿elegiremos la bendición o la maldición? Como dice Moshé al final del libro:
En este día convoco a los cielos y a la tierra como testigos de que yo he puesto ante ustedes la vida y la muerte, bendiciones y maldiciones. Ahora elijan la vida, para que ustedes y vuestros hijos puedan vivir. (30:15-19)
La evaluación de una sociedad no es militar, política, económica o demográfica. Es moral y espiritual. Eso es lo revolucionario del mensaje bíblico. ¿Pero es realmente así? ¿No tenía el Egipto antiguo el concepto de ma’at, orden, equilibrio, armonía en el universo, estabilidad social, justicia y verdad? ¿No asignaron los griegos y los romanos, específicamente Aristóteles, un lugar central para la virtud? ¿No crearon los estoicos un influyente sistema moral a través de los escritos de Séneca y Marco Aurelio? ¿En qué se diferencia el camino de la Torá?
 
Esos sistemas antiguos eran esencialmente formas de adoración al estado, que en el caso del Egipto de los faraones era de dimensión cósmica, y de dimensión heroica en Grecia y Roma. En el judaísmo no servimos al estado, servimos sólo a Dios. La ética singular del pacto, cuyo texto clave es el libro de Devarim, coloca sobre cada uno de nosotros una inmensa responsabilidad dual, tanto individual como colectiva.
 
Yo soy responsable por lo que hago. Pero también soy responsable por lo que haces tú. Ese es uno de los significados del precepto de Kedoshim: “Con seguridad reprenderás a tu semejante y no cargarás con un pecado por causa de él.” Como escribió Maimónides en su Sefer ha-Mitzvot: “No es correcto decir ‘Yo no pecaré; si algún otro lo hace es un tema entre él y su Dios’. Eso es lo opuesto de la Torá.”[1] En otras palabras, no es el estado, el gobierno, el ejército o la policía el principal guardián de la ley, aunque pueden ser necesarios, (como lo indica la primera frase de la parashá de la semana entrante: “Nombrarás magistrados y oficiales en vuestras tribus.”) Es de cada uno de nosotros y de todos juntos. Esto es lo que hace que la ética del pacto sea única.
 
Esto lo vemos en una frase que es central en la política de Estados Unidos y que no existe en la británica: “Nosotros, el pueblo.” Estas son las palabras de apertura del preámbulo de la constitución norteamericana. Inglaterra no está regida por “Nosotros, el pueblo,” sino por Su Majestad la Reina, de quien somos leales súbditos. La diferencia es que Gran Bretaña no es una sociedad de pacto, mientras que Estados Unidos sí lo es: sus textos más tempranos, el Mayflower Compact de 1620 y el mensaje de John Winthrop a bordo del Arbella en 1630, eran ambos pactos construidos sobre la base del modelo deuteronómico.[2] El pacto significa que no podemos delegar la responsabilidad moral al estado o al mercado. Nosotros – cada uno de nosotros, juntos y separados – construimos o destruimos la sociedad.
 
El estoicismo es la ética de la resistencia y tiene alguna semejanza con la sabiduría de la literatura judía. La ética de Aristóteles trata sobre la virtud y mucho de lo que afirma es de valor trascendente. Rambam tuvo mucho respeto por él. Pero en su visión estaba instalada la mentalidad jerárquica. Su retrato del “hombre de alma elevada” es de un personaje de la aristocracia, de riqueza y alto nivel social. Aristóteles no hubiera comprendido el mensaje de Abraham Lincoln sobre una nueva nación, “dedicada a la propuesta de que todos los hombres son creados iguales.”
 
Los griegos estaban fascinados por las estructuras. Virtualmente todos los términos que utilizamos hoy en día – democracia, aristocracia, oligarquía, tiranía – son de origen griego. El mensaje de Sefer Devarim es, efectivamente, de crear estructuras – cortes, jueces, oficiales, sacerdotes, reyes – pero lo que realmente importa es cómo se comporta cada uno de ustedes. ¿Son fieles a la misión colectiva de manera que “todos los pueblos de la tierra verán que han sido llamados por el nombre del Señor y estarán asombrados por ustedes? (Deuteronomio 28:10) Una sociedad libre está formada menos por estructuras y más por la responsabilidad personal del orden moral-espiritual.
 
Esto fue plenamente comprendido por figuras clave en la generación (en sus particulares formas) de las sociedades libres de Inglaterra y Estados Unidos. En Inglaterra Locke hizo la distinción entre la libertad, la facultad de hacer lo que es posible, y la licencia, la libertad de hacer lo que uno desee.[3] (3) Alexis de Tocqueville, en su Democracy in America, escribió que “La libertad no se puede establecer sin moralidad, y tampoco la moralidad sin fe.”[4] En su Farewell Address (Discurso de despedida), George Washington escribió: “De todas las disposiciones y hábitos que conducen a la prosperidad política, la religión y la moralidad son apoyos indispensables.”
 
¿Por qué motivo? ¿Cuál es la conexión entre moralidad y libertad? La respuesta la dio Edmund Burke:
 
“Los hombres están aptos para la libertad civil en la exacta proporción de su disposición para poner cadenas morales a sus propios apetitos… La sociedad no puede existir a menos que se instaure en algún lugar un poder que controle el deseo y el apetito; y cuanto menos control interno existe más control externo debe haber. Está en el orden constitutivo de las cosas que hombres de mentes impulsivas no pueden ser libres. Sus pasiones forjan sus amarras.”[5]
 
En otras palabras, cuanto menos necesario es el monitoreo o la acción policial y más internalizados son los hábitos de cumplimiento de la ley, más libre es la sociedad. Es por eso que Moshé, luego Ezra y más tarde los rabinos, pusieron tanto énfasis en aprender la ley para que resulte natural cumplirla.
 
Lo triste es que toda esta constelación de creencias – los fundamentos bíblicos de una sociedad libre – ha sido casi totalmente perdida por las democracias liberales de Occidente. Hoy se presume que la moralidad es un asunto privado. Que no tiene nada que ver con el destino de la nación. Aun el concepto de nación es cuestionable en la era global. Las culturas nacionales son ahora multiculturas. Las élites ya no pertenecen “a algún lado”; su hogar está “en cualquier lado.”[6] La fortaleza de una nación ahora se mide por el tamaño y el crecimiento de su economía. Occidente ha vuelto a la idea helenística de que la libertad tiene que ver con las estructuras – hoy en día, gobiernos elegidos democráticamente – más que con la moralidad internalizada de “Nosotros, el pueblo.”
 
Yo creo que Moshé tenía razón cuando nos enseñó lo opuesto: que la gran elección es entre la bendición y la maldición, entre seguir la voz de Dios o el llamado seductor del instinto y el deseo. La libertad se sostiene sólo cuando una nación es una comunidad moral. Y cualquier comunidad moral logra la grandeza mucho más allá de su número, en tanto nosotros elevamos a otros y ellos nos elevan a nosotros.
 
Fuentes
[1] Rambam, Sefer ha-Mitzvot, mandamiento positive 205.
[2] Ver la reciente encuesta: Meir Soloveichik, Matthew Holbreich, Jonathan Silver y Stuart Halpern, Proclaim liberty throughout the land: the Hebrew Bible in the United States, a sourcebook, 2019.
[3] John Locke, The Second Treatise of Civil Government (1690), capítulo 2.
[4] Alexis de Tocqueville, Democracy in America, Introducción.
[5] Edmund Burke, Letter to a Member of the National Assembly (1791).
[6] David Goodhart, The Road to Somewhere, Penguin, 2017.
 
 
 
 

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