Parashat Beshalaj con comentarios del Rabino Jonathan Sacks

 

La Parashá
(relato los hechos antes del estudio posterior)

En esta parashá leeremos que al poco tiempo que el pueblo de Israel salió de Egipto al mando de Moshé, el Faraón los persigue para forzarlos a volver, el pueblo israelita se encuentra atrapado entre el ejército del Faraón y el mar.

Hashém le dice a Moshé que eleve el bastón por sobre el agua.

El Mar Rojo se abre para dejar pasar al Pueblo Judío y luego se cierra sobre los egipcios matándolos a todos.

Moshé y los Hijos de Israel cantan una canción de alabanza y agradecimiento a D”s. ( pesukei desimra).

En el desierto la gente sufre sed y hambre y repetidamente se quejan ante Moshé y Aarón.

D”s endulza milagrosamente las amargas aguas del Mara. D”s le dice a Moshé que lanzara una rama al agua y así milagrosamente se endulza.

El Rabino Avi Amsalem ( de la Comunidad Hebrea de Bogotá) nos hace la siguiente pregunta: “ Qué pasó con el pueblo y por el agua se endulzaría con una rama si esta es amarga?

La enseñanza que da Hashém a Moshé y al Pueblo es que el problema no era el agua amarga, sino que el pueblo era “amargo” y por eso, sabía así por esta circunstancia Hashém endulzó el agua con una rama amarga para decirle al pueblo de Israel que debían quitar su amargura y así el agua volvería a tener un sabor dulce.

Muchas veces llevamos dentro de nuestro sentimiento un sabor amargo y mal negativo afectando la manera de cómo podemos ver las cosas y por eso, las vemos mal y negativas, por tal razón algunas veces la corrección tiene que ser dentro de nosotros para poder tener un sentimiento con sabor bueno y positivo y así observar la realidad para volver a encontrar el bien y el positivo en nosotros y en nuestros semejantes.

Más adelante Moshé extraía agua de una roca golpeándola con su bastón en ella, no cumpliendo en el pedido de Hashém que le había ordenado que le hablara a la roca.

Hashém hace descender Maná del cielo antes de cada roció de cada mañana para desaparecer del campamento israelita al caer la noche. El Maná era el sustento que Hashém les proveía al pueblo.

El pueblo judío estaba instruido a recolectar una doble ración los días Viernes porque este no descendería los días sábados ( Shabat), día de descanso decretado por D”s.

Aarón preserva una pequeña cantidad de Maná en un jarro, como testimonio a futuras generaciones.

La Parashá termina relatándonos el pueblo es atacado por los Amalekitas, quienes son derrotados por las plegarias de Moshé y un ejército preparado por Josué ( Ioshua)

Shabat Shalom Umeboraj

Marcelo Mann


Estudiando la Parashá con el Rabino Jonathan Sacks Z´ L´

Cruzando el mar

Nuestra parashá comienza con una propuesta aparentemente simple:

Cuando el Faraón dejó salir al pueblo, Dios no los condujo por el camino que atraviesa la tierra de los Filisteos, aun siendo esta más corta. Pues Dios dijo, “Si se enfrentan con una guerra, podrían cambiar de idea y volver a Egipto.” Entonces Dios guió al pueblo alrededor del desierto por el camino que va hacia el Mar Rojo. Los israelitas salieron de Egipto preparados para la batalla.

Éxodo 13:17-18

Dios no condujo al pueblo hacia la Tierra Prometida por el camino de la costa, que hubiera sido el más directo. La razón esgrimida era que se trataba de una ruta muy importante, la principal vía por la cual Egipto podía ser atacado por fuerzas del noreste, como la del ejército hitita. Los egipcios habían construido una serie de fortalezas a lo largo del camino, que hubieran sido inexpugnables para los israelitas.

Sin embargo, si miramos más profundo, esta decisión plantea una serie de preguntas. Primero: vemos que la ruta alternativa tomada era potencialmente más traumática. Dios los condujo por fuera, a través del desierto hacia el Mar Rojo. El resultado, como veremos en breve, es que los israelitas, al ver a la  distancia los carruajes egipcios en plena persecución, no tenían adonde ir. Estaban aterrados. No se habían salvado del temor de la guerra. Entonces, la primera pregunta es: ¿por qué el Mar Rojo? Vista así, parecería la peor de las rutas posibles.

Segundo: si Dios no quería que los israelitas se enfrentaran a una batalla, porque Él creía que por ello podrían querer retornar a Egipto, ¿por qué salieron  jamushim, “armados”, “o listos para la guerra”?

Tercero: Si Dios no quería que los israelitas entraran en guerra, ¿por qué provocó al Faraón para perseguirlos? El texto lo dice explícitamente: “Y Yo endureceré el corazón del Faraón y él los perseguirá. Pero Yo obtendré gloria para Mí a través del Faraón y todo su ejército, y los egipcios sabrán que Yo soy el Señor.” (Éxodo 14:4, 8, 17)

La Torá explica la motivación de “Yo obtendré gloria para Mí.” La derrota del ejército egipcio en el Mar Rojo sería un recuerdo eterno del poder de Dios. “Los egipcios sabrán que Yo soy el Señor.” Egipto llegará a la conclusión de que hay una fuerza más poderosa que los carruajes, los ejércitos y el poderío militar.  Pero el comienzo de la parashá sugiere que Dios estaba preocupado principalmente de los sentimientos de los israelitas – no de Su gloria o a las creencias de los egipcios. Si Dios quería que los israelitas evitaran la guerra como indica el comienzo, ¿por qué orquestó que fueran testigos de este ataque en el Mar Rojo?

Cuarto: Dios no quería que los israelitas tuvieran motivo para decir “Volvamos a Egipto.” Sin embargo, en el Mar Rojo le dijeron a Moshé algo bastante parecido:

“¿Es que no había tumbas en Egipto que nos trajiste aquí al desierto para morir?  ¿Qué nos has hecho al sacarnos de Egipto? ¿No te hemos dicho en Egipto ‘Déjanos tranquilos; déjanos servir a los egipcios’? ¡Hubiera sido mejor para nosotros servir a los egipcios que morir en el desierto!”

Éxodo 14:11-12

Quinto: Dios indudablemente quería que los israelitas desarrollaran la confianza en sí mismos que les daría la fortaleza necesaria para luchar las batallas que deberían librar para poder conquistar la Tierra Prometida. ¿Por qué entonces creó las condiciones necesarias para que ellos hicieran lo contrario, dejando todo en manos de Dios?

Moshé contestó al pueblo: “No teman. Plántense firmemente y verán lo que les entregará Dios el día de hoy. Los egipcios que ven hoy, no los verán nunca más. El Señor luchará por ustedes, solo deben  permanecer quietos.

Éxodo 14:13-14

El milagro que sucedió quedó tan grabado en la mente de los judíos, que recitamos el Canto del Mar a diario en los rezos matutinos. La apertura de las aguas fue, a su manera, el más grande de todos los milagros. Pero no ayudó a crear confianza ni autoafirmación de los judíos. El Señor luchará por ustedes, sólo deben permanecer quietos. Los egipcios fueron derrotados, no por los israelitas, sino por Dios, y no por una guerra convencional sino por un milagro. ¿Cómo entonces sirvió este encuentro para darles coraje a los israelitas?

Sexto: La parashá finaliza con otra batalla, contra los amalekitas. Pero esta vez no hubo ninguna queja por parte del pueblo, ni temor, ni trauma ni desesperación. Iehoshúa lidera al pueblo en la batalla. Moshé, respaldado por Aarón y Hur, está de pie en la cima de una montaña, sus brazos levantados, y cuando el pueblo mira hacia el Cielo, se inspira, se fortalece y prevalece.

¿Dónde está entonces el temor mencionado en el versículo inicial de la parashá? Enfrentados a los amalekitas, de alguna forma más atemorizantes que los egipcios, los israelitas no dijeron que querían retornar a Egipto. El silencio del pueblo revela el máximo contraste posible frente a las quejas anteriores sobre el agua y los alimentos. Los israelitas revelaron ser buenos guerreros.

Entonces, ¿por qué el cambio súbito entre el comienzo y el final de la parashá? Al principio, Dios es protector y hacedor de milagros. En el cierre, Dios está más oculto. No pelea la batalla contra los amalekitas; les da a los israelitas la fortaleza necesaria para que lo hagan ellos mismos. Al comienzo, los israelitas enfrentados con los egipcios entraron en pánico diciendo que nunca deberían haber salido de Egipto. Al final, contra los amalekitas, luchan y ganan.

¿Qué cambió?

La respuesta, me parece, es que tenemos aquí la primera instancia registrada de lo que sería más adelante una estrategia militar clave. En uno de los ejemplos más famosos, Julio César ordena a su ejército cruzar el Rubicón durante su intento de hacerse con el poder. Ese era un acto específicamente prohibido por la ley romana. Él y su ejército debían vencer o serían ejecutados. De ahí la frase “cruzar el Rubicón.”

En 1519 Hernán Cortés (el comandante español que lideró la conquista de México) quemó las naves que llevaban a sus hombres. Por lo tanto, sus soldados no tendrían la posibilidad de escapar. Debían vencer o morir. De ahí proviene la frase “quemar las naves.”

Lo que tienen en común estas tácticas es que en algunas ocasiones es necesario planificar el no retorno, ninguna forma de retirada, ninguna posibilidad de escape inducido por el temor. Es una estrategia extrema, para ser empleada cuando lo que se juega es fundamental, para lo cual se necesitan reservas excepcionales de coraje. Esa es la lógica de los eventos de la parashá de esta semana, que  vistos de otra forma son difíciles de entender.

Antes de cruzar el Mar Rojo los israelitas estaban temerosos. Pero una vez que lo hicieron, ya no había posibilidad de retorno.[1] Es cierto que aún se quejaban de los alimentos y el agua. Pero su capacidad para luchar y vencer a los amalekitas mostró cuán profundamente habían cambiado. Habían cruzado el Rubicón. Habían quemado las naves. Miraban solo hacia adelante, ya que no había retorno.

En un comentario notable, Rashbam conecta la lucha de Yaakov con el ángel con el episodio en el cual Moshé, volviendo a Egipto, es atacado por Dios (Éxodo 4:24) y además con el de Jonás en el barco en medio de la tormenta.[2] En los tres eventos, dice, imperaba el temor al peligro o a la dificultad presentada, y en cada caso quisieron huir. Yaakov y el ángel, el encuentro de Moshé y la tormenta que amenazaba hundir el barco fueron todos casos en los que el Cielo cortó el camino de retirada.

Cualquier gran emprendimiento está asociado con el miedo. Muchas veces tenemos miedo al fracaso. En otras, tenemos miedo del éxito. ¿Seremos merecedores de él? ¿Podremos sustentarlo? Ansiamos la seguridad de lo familiar, la vida conocida. Tenemos miedo a lo desconocido, al territorio inexplorado. La travesía misma pone en evidencia nuestra vulnerabilidad. Hemos dejado el hogar; aún no hemos llegado a nuestro destino. Rashbam nos está diciendo que si tenemos estos sentimientos no debemos avergonzarnos. Hasta los más grandes han sentido miedo. El coraje no es audacia. Es, como el título de un libro conocido, sentir temor pero de cualquier forma seguir adelante.

En algunas instancias, la única forma de hacer algo es saber que no hay marcha atrás. Franz Kafka, en uno de sus aforismos, escribió: “Más allá de cierto punto no hay retorno. Ese punto debe ser alcanzado.”[3] Eso fue lo que significó el cruce del Mar Rojo para los israelitas, y el motivo por el cual era esencial experimentarlo al comienzo de la travesía. Marcó el punto de no retorno, la línea tras la cual no había retirada posible; el punto crítico en el que sólo era posible marchar hacia adelante. 

Yo creo que algunos de los cambios más positivos de nuestras vidas sobrevienen cuando, habiendo aceptado el desafío, cruzamos el Mar Rojo sabiendo que no hay marcha atrás. Sólo es posible ir hacia adelante.

Entonces Dios nos da la fuerza para librar nuestras batallas y vencer.

Fuentes

[1] Esta explicación no es válida para la opinión del Midrash que dice que los israelitas emergieron del mar en la misma costa por la que entraron. Pero, por lo que puedo decir, es una opinión minoritaria.

[2] Rashbam, Comentario a Génesis 32:21-29.

[3] Kafka, Notebooks, 16.

Traductores

Carlos Betesh

 

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