Shavuot: La fiesta del pueblo del libro y comentarios del Rabino Jonathan Sacks

 

La importancia de la Torá en la vida de un judío

Shavuot puede considerarse la festividad del libro. A diferencia de Rosh HaShaná que tiene el shofar, Jánuca que tiene la menorá y Sucot que tiene las cuatro especies y la sucá, Shavuot no tiene ningún símbolo concreto. Dado que es la festividad que celebra la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, la costumbre es dedicarse a estudiar Torá. La costumbre más reciente es permanecer despiertos toda la noche de Shavuot estudiando Torá.

A veces escuchamos referirse a los judíos como “el pueblo del libro”. Paradójicamente, este término viene del Corán y no de fuentes judías. Para muchos, la expresión enfatiza el foco judío en la educación y los logros educativos. Hasta hace poco tiempo atrás, los judíos constituían el 25% de la población de muchas de las universidades más competitivas. 

El “pueblo del libro” recibió más del 20% de los premios Nobel, a pesar de que los judíos constituyen sólo el 0,2% de la población. Es difícil determinar las cifras de alfabetismo judío en el pasado, sin embargo parece que históricamente fue superior que la del resto de la población. 

Mil ochocientos años antes del mundo occidental, Rabí Iehoshúa ben Gamliel instituyó en las comunidades judías la educación universal para todos los niños (ver Talmud de Babilonia, Baba Batra 21a).

Se ha sugerido que el éxito judío en la educación, y como consecuencia en la sociedad en general, se debe en gran medida a la importancia que se le otorga a la educación en la sociedad y la cultura judía. El mantra que me repetía constantemente mi abuela era que yo tenía que adquirir tanta educación como me fuera posible, porque “eso nunca me lo podrían quitar”. 

Esto lo decía a partir de su experiencia personal. Antes de la Segunda Guerra Mundial, a ella y a mi abuelo les quitaron en Austria su casa y su negocio cuando tenían cincuenta años y tuvieron que empezar nuevamente de cero en los Estados Unidos. Yo absorbí el mensaje y terminé con dos títulos universitarios.

Sin embargo, si seguimos buscando hacia atrás, veremos que el énfasis judío en la educación no surge de un valor cultural, sino de la importancia que le damos al estudio de la Torá. Esto quedó representado en el dictamen rabínico que recitamos cada día en nuestras plegarias matutinas: Talmud Torá es equivalente a todos ellos (a honrar a los padres, actos de bondad y otras mitzvot fundamentales)” (Talmud de Babilonia, Shabat 127a).

Una de las características de un hogar judío religioso es la prominente biblioteca. Tener libros de Torá en un lugar central de la casa proyecta un mensaje respecto a la importancia primordial que el estudio de la Torá ocupa en nuestras vidas.
Rabí Iehudá HaLevi, el filósofo, médico y poeta español, expresó su amor a los libros de esta forma: “Mi pluma es mi arpa y mi lira, mi biblioteca es mi jardín y mi huerto” (Brodi pág. 166). 

Aquí se encuentra implícito el mensaje de que el jardín debe cultivarse. El Talmud nos dice que esto significa incorporar el estudio de la Torá dentro del patrón de nuestra vida.

Shamai nos dice que debemos hacer que la Torá sea una parte consistente de nuestras vidas (Avot 1:15). Una de las cinco preguntas que nos formularán cuando lleguemos al Mundo Venidero es: “¿Fijaste momentos regulares para el estudio de la Torá?” (Shabat 31a). El estudio de la Torá no es un simple hobby, sino la actividad fundamental en la vida de un judío.

Shavuot celebra la entrega de la Torá en el Monte Sinaí hace más de 3.000 años, y la transmisión de sus enseñanzas durante más de 3.000 años de historia judía. Las festividades judías no son sólo una conmemoración del pasado. 

La Hagadá de Pésaj nos dice que tenemos que volver a experimentar la experiencia del éxodo. Así también en Shavuot tenemos que volver a experimentar la entrega de la Torá y volver a dedicarnos a nuestro compromiso con la Torá a través de su estudio. 

Esta oportunidad puede extenderse para el resto del año, tal como quedó reflejado en las enseñanzas de Rabí Iehoshúa ben Levi: cada día sale una voz del Monte Jorev (el Monte Sinaí, Avot 6:2).

Ya sea que te quedes despierto toda la noche estudiando Torá, o que encuentres algún momento para hacerlo, este Shavuot volvamos a comprometernos con el estudio de la Torá y lo convirtamos en una parte consistente de nuestra vida cotidiana durante todo el año.


Comentario del Rabino Jonathan Sacks Z´L´

La parashá de Emor tiene un capítulo dedicado a las festividades del año judío. Existen cinco de estas menciones en la Torá: dos de ellas, en el libro de Éxodo (Ex. 23: 14-17; 34:18, 22-23), son muy breves. Se refieren solo a las festividades de peregrinación: Pesaj, Shavuot y Sucot. No especifican fechas, simplemente la época aproximada dentro del calendario agrícola. Tampoco indican mandamientos específicos vinculados a las festividades. 

Quedan entonces tres otras menciones, la de esta parashá, una segunda en Números 28-29 y la tercera en Deuteronomio 16. Lo llamativo es cuán diferentes son. Esto no se debe, como sugieren algunos críticos, a un supuesto carácter compendiado del texto, sino que se trata de una temática vista desde perspectivas diferentes – una característica de la Torá en su totalidad. 

La extensa sección de las festividades en Números está dedicada a los sacrificios adicionales (el musaf) correspondientes a las festividades, incluyendo Shabat y Rosh Hodesh. Un recuerdo de ello queda preservado en los rezos de musaf para esos días. Son días sagrados desde la perspectiva del Tabernáculo, el Templo y luego la sinagoga. 

El fragmento en Deuteronomio se refiere a la sociedad. Moshé, hacia el fin de su vida detalla a la generación siguiente de donde vinieron, adónde van, y qué tipo de sociedad debían construir. Era lo opuesto de Egipto. Pugnaría por la justicia, la libertad y la dignidad humana. 

Uno de los temas más importantes de Deuteronomio es la insistencia de que los rezos se centralicen “en el lugar que Dios eligirá” que resultó ser Jerusalem. La unicidad de Dios sería especular a la unicidad de la nación, algo que no sería factible si cada tribu tuviera su propio templo o santuario. Es por eso que cuando vienen las festividades Deuteronomio se refiere solo a Pesaj, Shavuot y Sucot, y no a Rosh HaShaná o Iom Kipur, ya que solo en esos tres estaba la obligación de hacer aliá lereguel, la peregrinación al Templo. 

Igualmente significativo es el énfasis – no registrado en otro lugar – en la inclusión social: “tú, tus hijos e hijas, tus sirvientes y sirvientas, los levitas que están en tu seno, el extranjero, el huérfano y la viuda viviendo contigo”. Deuteronomio tiene menos que ver con la espiritualidad individual que con el tipo de sociedad que honra la presencia de Dios mediante la honra al prójimo, especialmente a los marginales de la sociedad. El concepto de que podemos servir a Dios y ser indiferentes o descartar los sentimientos del prójimo es totalmente ajena a la visión de Deuteronomio. 

Esto nos deja la mención en Emor, el relato de la parashá de esta semana. También es especial. A diferencia de los pasajes de Éxodo y Deuteronomio, incluye a Rosh Hashaná y Iom Kipur. También nos habla de las mitzvot específicas de estas festividades, especialmente de Sucot: es el único lugar en la Torá donde se mencionan los arba minim, las “cuatro especies”, y el mandamiento de morar en la sucá.

Sin embargo presenta varias rarezas estructurales. La más sobresaliente es el hecho de que incluye al Shabat en la lista de festividades. Esto en sí no sería extraño ya que después de todo el Shabat es uno de los días festivos. Lo que es raro es la forma en que se expresa sobre el Shabat: 

El Señor le dijo a Moshé: “Habla a los israelitas y diles a ellos: Los tiempos asignados (moadei) del Señor, que estás por proclamar (tikreu)como asambleas sagradas (mikraei kodesh). Estas son mis festividades asignadas (moadei). Seis días trabajarás pero el séptimo día es el Shabat de Shabats, día de asamblea sagrada (mikra kodesh). No harás ningún tipo de labor, cualquiera sea donde vivas, es un Shabat al Señor.” 

Después sobreviene una interrupción en el párrafo, después de la cual todo el pasaje parece comenzar nuevamente: 

Estos son los tiempos asignados del Señor (moadei) de festividades, las asambleas sagradas (mikraei kodesh) que has de proclamar (tikreu) a sus tiempos asignados (be-moadam). 

Esta estructura con sus dos comienzos, extrañó a los comentaristas. Más aún por el hecho de que la Torá parecía estar denominando al Shabat un moed un tiempo asignado y una mikra kodesh, una asamblea sagrada, que no aparece en ningún otro lado. Como lo plantea Rashi: “¿Qué tiene que ver el Shabat con las festividades?” Las festividades dependen del calendario fijado por el Bet Din. Ese es el significado de la frase “las asambleas sagradas que proclamarás en los tiempos asignados.” El Shabat, sin embargo, no depende de ningún acto del Bet Din y es independiente del calendario tanto lunar como solar. Su santidad proviene directamente de Dios y desde el amanecer de la creación. Juntar a ambos bajo un mismo título no parece tener sentido. El Shabat es una cosa, mikra kodesh otra. Entonces, ¿qué es lo que conecta a ambas? 

Rashi nos dice que es para enfatizar la santidad de las festividades. “El que desecra las festividades es como si desecrara el Shabat, y a la vez, el que observa las festividades es como si observara el Shabat.” Lo que Rashi quiere enfatizar es que podemos imaginar a alguien que diga que observa el Shabat porque es algo dado por Dios, pero las festividades son de una santidad menor, principalmente porque ciertos tipos de trabajo están permitidos y segundo, porque dependen del acto humano de fijarlos en el calendario. La inclusión del Shabat junto con las festividades sirve para refutar este tipo de razonamiento. 

Rambam propone una explicación muy diferente. El Shabat es mencionado antes de las festividades, de la misma forma que se menciona antes de las instrucciones de Moshé al pueblo de comenzar los trabajos de construcción del Santuario, para expresar que dicha construcción no está por encima del Shabat, de la misma manera que celebrar las festividades no supera al Shabat. De modo que, aunque podemos cargar y cocinar en las festividades, no lo podemos hacer si cae en Shabat. 

Por lejos, la explicación más radical fue dada por el Gaón de Vilna. Según él, las palabras “Seis días trabajarás, pero el séptimo día es Shabat de Shabats” no corresponde a los días de la semana, sino a los días del año. Hay siete días santos especificados en nuestra parashá: el primero y séptimo de Pesaj, un día de Shavuot, Rosh Hashaná, Iom Kipur, el primer día de Sucot y Shemini Atseret. En seis de ellos está permitido algún tipo de labor como cocinar o cargar, pero no en el séptimo, Iom Kipur, porque es el “Shabat de Shabats” (ver el verso 32). La Torá utiliza dos expresiones distintas para la prohibición del trabajo en las festividades en general y en el “séptimo día.” En las festividades lo que está prohibido es el melejet avodá (trabajo servil o pesado), mientras que en el séptimo día está prohibido la melajá, “cualquier labor” aunque no sea pesada. Por lo cual Iom Kipur es al año lo que el Shabat es a la semana. 

La lectura del Gaón de Vilna nos permite ver algo más: que el tiempo sagrado está construido sobre lo que he llamado (en la Introducción al Sidur) fractales: la misma construcción en distintos órdenes de magnitud. Así, la estructura de la semana – seis días de trabajo seguidos por el séptimo día, santo – es especular con respecto a la estructura del año – seis días de festividades menores seguidas por la séptima, Iom Kipur, de santidad suprema. Como veremos dentro de dos capítulos (Lev. 25) la misma construcción aparece en escala aún mayor: seis años comunes seguidos por el año de Shemitá, “absolución”. 

Donde quiera que la Torá desee enfatizar la dimensión de santidad (la palabra kodesh aparece no menos de doce veces en Lev. 23), utiliza sistemáticamente el número y el concepto de siete. Por lo cual no sólo hay siete días santos en el calendario anual. También hay siete párrafos en el capítulo. La palabra siete o séptimo se repite dieciocho veces, así como la palabra Shabat, en una u otra de sus formas, que denomina el séptimo día (quince veces). La palabra “cosecha” aparece siete veces. 

Sin embargo, a mí me parece que Levítico 23 también relata otra historia – una profundamente espiritual. Recordemos nuestra propuesta (hecha por Yehuda Halevi e Ibn Ezra) que casi todos los cuarenta capítulos, entre Éxodo 24 y Levítico 25, son una disgresión causada por el argumento de Moshé de que el pueblo necesitaba la cercanía de Dios. Querían hallarlo no sólo en la cima de la montaña sino en el medio del campamento; no solo como un poder terrorífico que derrotara imperios y dividiera el mar sino como una presencia constante en sus vidas.Fue por eso que Dios les dio el Santuario a los israelitas (Ex. 25-40) y su servicio (todo el libro de Levítico).

Es por eso que en la lista de festividades de Levítico se enfatiza, no la dimensión social que encontramos en Deuteronomio, ni la dimensión sacrificial de Números, sino la dimensión espiritual del encuentro, de la cercanía de la conexión de lo humano con lo divino. Eso explica por qué vemos, en este capítulo más que en cualquier otro, dos palabras clave. Una es moed, la otra mikra kodesh, y ambas son más profundas de lo que aparentan. 

La palabra moed no significa solamente el “tiempo indicado”. Encontramos la misma palabra en la frase ohel moed que significa “tienda de reunión”. Si el ohel moed era el lugar donde se encontraban Dios y el hombre, entonces moadim, en

nuestro capítulo, son los tiempos en que nos encontramos con Dios. Esta idea está dada en la hermosa expresión que aparece en la última línea de la canción mística que cantamos en Shabat, Yedid nefesh, “Apúrate, amada porque el tiempo indicado (moed) ha llegado.” Significa en este caso una cita – un encuentro propuesto entre amantes para encontrarse a determinada hora y lugar. 

En cuanto a la palabra mikra kodesh, proviene de la misma raíz que la palabra que le da el nombre a todo el libro: Vaikrá, que significa “estar convocado amorosamente.” Un mikra kodesh no es solamente un día santo. Es un encuentro al cual hemos sido convocados amorosamente por El que nos tiene cerca. 

Gran parte del libro de Vaikrá trata de la santidad del lugar, el Santuario. Alguna parte trata de la santidad de la gente, los Cohanim, los sacerdotes, y de Israel en su totalidad, como “un reino de sacerdotes.” En el capítulo 23, la Torá torna la santidad del tiempo en los tiempos de santidad. 

Somos seres espirituales pero también seres físicos. No podemos ser espirituales, estar cerca de Dios todo el tiempo. Es por eso que hay un tiempo secular además del sagrado. Pero un día de cada siete, dejamos de trabajar y entramos en presencia del Dios de la creación. En ciertos días del año, en las festividades, celebramos el Dios de la historia. La santidad del Shabat está determinada sólo por Dios, porque solo Él creó al universo. La santidad de las festividades está parcialmente definida por nosotros (al determinar las fechas en el calendario) porque la historia es una sociedad entre Dios y nosotros. Pero en dos aspectos son lo mismo. Ambos son tiempos indicados (moed) y en ambos nos sentimos invitados, convocados como huéspedes de Dios (mikra kodesh). 

No podemos ser siempre espirituales. Dios nos ha dado un mundo material para ocupar. Pero en el séptimo día de la semana, y (originariamente) en siete días del año, Dios nos dedica un tiempo durante el cual sentimos la cercanía de la Shejiná y estamos inmersos en el esplendor del amor de Dios.


Fuentes


Traductores

Carlos Betesh

Editores

Abraham Maravankin

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