Parashat Vayeshev con cometario del Rabino Jonathan Sacks

 

La Parashá
(relato los hechos antes del estudio posterior)

Iaacov se establece en Jevrón con sus 12 hijos. Su favorito era Iosef, de 17 años. Los hermanos de Iosef estaban celosos por el trato preferencial que recibe de Iaacov.

Iosef le cuenta a sus hermanos dos sueños que tiene, que profetizan que él está destinado a gobernar sobre ellos, aumentando la envidia y el odio hacia él.
Shimón y Levi planean matarlo, pero Reuvén sugiere a cambio arrojarlo en un pozo con intención de volver más tarde y salvarlo.

Mientras Iosef está en el pozo, Iehuda lo vende a una caravana de Ishmaelitas.

Los hermanos manchan un saco especial que Iaacov le había regalado a Iosef con sangre de un cabrito y se lo muestran a su padre, haciéndole pensar que su más preciado hijo fue devorado por una bestia salvaje.

Iehuda se casa y tiene tres hijos. El mayor Er muere joven y sin dejar desendencia y su mujer Tamar es dada en matrimonio a su segundo hijo Onan. Onan peca al derramar su simiente y también muere joven. Iehuda no quiere que Tamar se case con su tercer hijo.Determinada a tener un hijo de la familia de Iehuda, Tamar se disfraza de prostituta y seduce a Iehuda mismo. Más tarde Iehuda se entera de que Tamar está embarazada y la manda a matar por su infidelidad, pero cuando ella muestra ciertos objetos personales que Iehuda dejó de cómo garantía de pago, él admite públicamente que es el padre. Tamar tiene dos hijos Peretz ( ancestro del Rey David) y Zeraj.Iosef es llevado a Egipto y vendido a Potifar, el ministro encargado de las carnicerías del Faraón. Hashem bendice todo lo que él hace y pronto es nombrado encargado de todas las propiedades de su amo. La mujer de Potifar desea al muchacho; cuando Iosef se niega a estar con ella, le dice a su marido que el sirviente hebreo trato de forzarla y lo envían a prision.

Iosef gana la confianza de los carceleros, quienes le otorgan un cargo importante en la administración de la prisión. En prisión Iosef se encuentra con el maestro de coperos y con el maestro de panaderos del Faraón, ambos encarcelados por el Faraón. Los dos tienen un sueño, que Iosef interpreta: En tres días les dice al maestro de coperos será liberado y al maestro de panaderos en tres días será ahorcado. Iosef le pide al maestro de coperos que interceda por él ante el Faraón. Las predicciones de Iosef se cumplen, pero el maestro de coperos se olvida de Iosef.

Jánuca:
Erev Jánuca comienza el próximo Domingo 22/12. Jánuca es una de las celebraciones más emblemáticas y familiares de la religión judía.

Esta Fiesta de las Luminarias tiene un significado ligado fundamentalmente a la renovación y la alegria.

Durante ocho jornadas Jánuca evoca la victoria hace 22 siglos de los macabeos sobre el ejército seleucida que culminó con la recuperación del templo de Jerusalem. Según la creencia en el Templo ocurrió un milagro: Los Macabeos prendieron un candelabro de siete brazos que permaneció 8 días encendido aunque tenían aceite para una jornada. Cada una de estas velas deben encenderse apenas iniciado el anochecer y no pueden ser utilizadas para otro propósito que no sea la contemplación y la reflexión.
La Januquia, además debe estar cerca de una ventana para que se pueda apreciar desde afuera. La tradición indica que al menos, se debe encender un candelabro por familia.
Las Fiestas de las Luminarias nos enseña que nuestra vida solo brillará si nos comprometemos con lo que sucede a nuestro alrededor, enfrentando nuestros desafíos y luchando por nuestra Fe, a pesar de los obstáculos parezcan imposibles de superar.

Shabat Shalom Umeboraj Ve Jánuca Sameaj

Marcelo Mann

Estudiando la Parashá

Por el Rabino Jonathan Sacks Z´L´

El heroísmo de Tamar

Esta es una historia verídica que ocurrió en 1970. El Rabino Nahum Rabinovitvh, entonces Director del Jews’ College, del seminario rabínico de Londres donde fui alumno y maestro, fue contactado por una organización que tuvo la inusual oportunidad de realizar un encuentro interreligioso. Un grupo de obispos africanos deseaba saber más sobre el judaísmo. ¿Estaría dispuesto el Director a enviar a sus alumnos avanzados para entablar un diálogo en un castillo en Suiza?

Ante mi sorpresa, él accedió. Me dijo que era escéptico respecto al diálogo judeo-cristiano en general, porque creía que a través de los siglos la Iglesia había estado infectada de antisemitismo, y eso era difícil de superar. Pero en ese tiempo pensó que los cristianos africanos eran distintos. Ellos amaban el Tanaj y sus historias. Estaban, por lo menos en un principio, abiertos a comprender el judaísmo bajo sus propios términos. Él no agregó, aunque yo sabía que por ser una de las máximas autoridades del mundo sobre Maimónides,  que el sabio del siglo XII tenía una actitud especial respecto al diálogo. Maimónides creía que el Islam era una fe auténticamente monoteísta, mientras que el cristianismo, en esa época,  no lo era. Sin embargo, sostuvo que estudiar el Tanaj con cristianos estaba permitido, pero no con los musulmanes, ya que los cristianos creían que el Tanaj (lo que ellos llamaban Antiguo Testamento) era la palabra de Dios, mientras que los musulmanes sostenían que los judíos habían falsificado el texto1

Por lo tanto, fuimos a Suiza. Era un grupo inusual: la clase de smijá del Colegio Judío junto con la clase más avanzada de la yeshivá de Montreux donde había disertado el difunto  Rabino Yejiel Weinberg, autor de Seridei Esh y uno de los mayores halajistas del mundo. Durante tres días el grupo judío rezó y bendijo con especial intensidad. Estudiamos Talmud cada día. Durante el tiempo restante tuvimos un encuentro poco común y casi transformador con los obispos africanos, terminando en una mesa de tipo jasídica durante la cual compartimos nuestras canciones e historias y ellos nos contaron las suyas. A las tres de la mañana, terminamos bailando juntos. Nosotros sabíamos que éramos distintos, sabíamos que había diferencias profundas entre nuestras respectivas fes, pero nos hicimos amigos. Quizás sea eso lo que debemos buscar. Los amigos no tienen porqué estar de acuerdo para ser amigos. Y la amistad puede a veces sanar el mundo.

La mañana siguiente a nuestro arribo hubo un episodio que me impresionó profundamente. El grupo convocante era una organización secular global judía y para cumplir con sus normas el grupo debía incluir por lo menos a una judía no ortodoxa, una mujer que estudiaba para el rabinato. Nosotros, la smijá y los estudiantes de la yeshivá estábamos rezando durante el servicio de Shajarit en una de las salas del lugar cuando la mujer reformista entró, con su talit y tefilin, y se sentó en medio del grupo.

Eso fue algo que los estudiantes nunca habían experimentado. ¿Qué debían hacer? No había mejitzá. No había forma de separarse. ¿Cómo reaccionar ante una mujer con talit y tefilin en medio de un grupo de hombres rezando? Fueron corriendo al Rabino en un estado de gran agitación y le preguntaron qué hacer. Sin un instante de hesitación les citó lo dicho por los sabios: una persona debe preferir arrojarse dentro de un horno ardiendo antes que humillar a una persona en público. (Ver Berajot 43b y Ketubot 67b), con lo cual les ordenó que volvieran a sus lugares y que siguieran rezando.

La moraleja de ese momento nunca me abandonó. El Rav, director de la yeshivá Maalé Adumim durante 32 años fue uno de los grandes halajistas de nuestro tiempo2. Sabía perfectamente la seriedad de lo que estaba en juego: hombres y mujeres rezando juntos sin una barrera que los separe, y la complicada cuestión de si las mujeres deben ponerse talit y tefilin. El tema era cualquier cosa menos simple. Pero también sabía que la halajá es una manera sistemática de convertir las grandes verdades espirituales y la ética en hechos concretos, y no se debe perder nunca la visión abarcadora por enfocarse exclusivamente en los detalles. Si los alumnos hubieran insistido que la mujer rezara en otro lado, le habrían causado una gran humillación. Nunca, bajo ninguna circunstancia, se debe humillar a alguien en público. Ese era el imperativo trascendente del momento. Revela la marca del hombre de alma elevada. Uno de los grandes privilegios que he tenido es haber sido su alumno durante más de una década.

El motivo por el cual cuento esta historia es porque se relaciona con una de las lecciones más poderosas e inesperadas de nuestra parashá. Judá, el hermano de Iosef que propuso venderlo como esclavo (Génesis 37: 26) había “bajado” a Canaán donde se casó con una mujer del lugar (Génesis 38: 1). La expresión “bajar” fue tomada justamente por los sabios con todo su significado3.  Así como Iosef había sido bajado a Egipto (Génesis 39: 1) de la misma forma Judá descendió moral y espiritualmente. He aquí que uno de los hijos de Yaakov estaba haciendo lo que los patriarcas insistieron que no se debía: asimilarse a la población local. Es un ejemplo de una lamentable declinación.

Su primogénito, Er, se casa con una mujer local, Tamar4.  Un pasaje oscuro nos dice que pecó y luego murió. Judá entonces la casó con su segundo hijo, Onán, en base a la forma de casamiento de levirato pre mosaico en el que el hermano está obligado a casarse con la cuñada viuda si no ha tenido hijos. Onán, reacio a ser padre de un hijo que sería considerado de su hermano fallecido y no propio, practicó una forma de coitus interruptus que al día de hoy lleva su nombre. Debido a esto, él también murió. Habiendo perdido a dos de sus hijos, Judá no quiso casar a su tercer hijo, Shelah, con Tamar. Como consecuencia, quedó en un estado de “viuda en vida”, destinada a casarse con su cuñado pero impedida de hacerlo por Judá y por lo tanto imposibilitada de casarse con otro hombre.

Después de muchos años, al ver que su suegro (a la vez también viudo) se negaba a permitir que ella se case con Shelah, decidió, en una maniobra audaz, sacarse la vestimenta de viudez, cubrirse con un velo y ubicarse en un sitio por el que Judá debía pasar camino a esquilar las ovejas. Judá la vio, la tomó por prostituta y aceptó sus servicios. Como garantía del pago de los mismos, ella insistió en recibir el anillo con su sello, su cuerda y su vara. Judá volvió al día siguiente con el pago, pero la mujer había desaparecido. Preguntó a los lugareños por la prostituta del templo (el texto en este punto emplea la palabra kedeshah “prostituta de culto” en lugar de zonah, haciendo que la trasgresión de Judá sea aún peor) pero ninguno en la zona había visto a tal persona. Perplejo, Judá retornó a su casa.

Tres meses más tarde se enteró de que Tamar estaba embarazada. Llegó a la única conclusión posible: había tenido una relación sexual con otro hombre estando ligada por ley a su hijo Shelah. Había cometido adulterio, trasgresión castigada con la muerte. Tamar fue llevada  a enfrentar su sentencia y Judá se percató de inmediato de que portaba su vara y su sello. Ella dijo: “Yo estoy embarazada de la persona a la que pertenecen estos objetos”. Judá se dio cuenta de lo ocurrido y proclamó: “Ella es más justa que yo” (Gén 38: 20).

Este es el momento de quiebre de la historia. Judá es la primera persona en la Torá en admitir explícitamente que obró mal5.  No nos damos cuenta aún, pero este parece ser el momento en el que él adquirió la profundidad de carácter necesaria para convertirse en el primer verdadero baal teshuvá. Esto lo vemos años más tarde, cuando él  (el hermano que propuso vender a Iosef como esclavo) propone pasar el resto de su vida en esclavitud con tal de que su hermano Benjamin pueda ser liberado (Génesis 44: 33). He argumentado en otro texto que es de aquí que aprendemos el principio de que una persona arrepentida es más elevada que un individuo perfectamente virtuoso6.  Judá, el arrepentido, será el antecesor de los reyes de Israel, mientras que Iosef, el Justo, es sólo un virrey, mishné le-melej, el segundo del Faraón.

Hasta aquí Judá. Pero la verdadera heroína de la historia es Tamar. Ella asumió un riesgo inmediato al quedar embarazada. En realidad corrió peligro de muerte por ello. Lo había hecho por una razón noble: quería asegurar la continuidad del nombre de su marido fallecido. Pero tomó recaudos no menores para evitar la humillación de Judá. Solo ellos dos supieron lo ocurrido. Judá pudo reconocer su error sin pérdida de imagen. Es por este episodio que los sabios derivaron la regla articulada por el Rabino Rabinovitch esa mañana en Suiza. Es preferible arrojarse a un horno ardiente antes que humillar a alguien en público.

Por lo tanto no es coincidencia que Tamar, una heroica mujer no judía, haya sido la antecesora de David, el más grande rey de Israel. Hay semejanzas impactantes en el caso de Tamar y la otra mujer heroica antecesora de David: la mujer moabita que conocemos por el nombre de Ruth. Hay una antigua costumbre en Shabat y otras festividades que es la de cubrir la jalá o matzá al recitar el Kidush. El motivo es el de no avergonzar al pan ante la prioridad del vino. Existen algunos judíos muy religiosos que evitan avergonzar un objeto inanimado como el pan, pero no tienen problema alguno en humillar a otros judíos por no

considerarlos lo suficientemente religiosos. Eso es lo que ocurre cuando tenemos presente la halajá, pero olvidamos el principio moral que lo sustenta. 

Nunca avergüences a nadie. Eso es lo que Tamar le enseñó a Judá y lo que el gran Rabino de nuestro tiempo enseñó a los que tuvimos el privilegio de ser sus alumnos.

  1. Maimonides, Teshuvot HaRambam, Blau Edition (Jerusalem: Mekitzei Nirdamim, 1960), no. 149.
  2. Este ensayo fue originalmente escrito por el Rabino Sacks en el 2015. El Rabino Dr. Nachum Rabinovitch fue el Rabino, maestro y mentor del Rabino Sacks. Tristemente falleció en el año 2020, unos meses antes de que falleciera el Rabino Sacks. Para leer más acerca del Rabino Rabinovitch, por favor ver el ensayo de Conversación y Convenio titulado “Mi maestro: in Memoriam”, escrito para Matot-Masei.
  3. De acuerdo con la tradición midráshica (Midrash Agadá, Pesikta Zutreta, Sejel Tov et al), Judá fue “Enviado hacia abajo” o excomunicado por sus hermanos por convencerlos de vender a Iosef, luego de la grieta vieron a su padre sufrir. Ver también Rashi ad loc.
  4. Targum Yonatan la identifica como la hija de Shem(hijo de Noaj). Otros la identifican como la hija de Malkizedek, contemporáneo de Abraham.Sin embargo, la verdad es que ella aparece en la narrativa sin lineaje, un recurso que la Torá utiliza a menudo para enfatizar que la grandeza moral, muchas veces, puede encontrarse entre la gente común. No tiene nada que ver con la ascendencia. Ver Alshij ad loc.
  5. El texto, aquí, se encuentra lleno de alusiones verbales. Como lo notamos, Judá “bajó” tal como Iosef fue “llevado hacia abajo”. Iosef está a punto de alcanzar la grandeza política.Judá eventualmente alcanzará la grandeza moral. El engaño de Tamar a Judá es similar al engaño de Iaakov (las dos involucran a las ropas): La túnica manchada con sangre de Iosef, el velo de Tamar. Los dos alcanzan su clímax con las palabras haker na, “por favor, examine Judá obliga a Iaakov a creer una mentira. Tamar obliga a Judá a reconocer la verdad.
  6. Berajot 34b. Jonathan Sacks, Covenant and Conversation Genesis: The Book of Beginnings, pp. 303-314.

Traductores

Carlos Betesh

Editores

Abraham Maravankin

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