Efectos colaterales del fiasco afgano: Biden arruina las cruciales relaciones con la India

La caótica retirada de Afganistán ordenada por el presidente Biden ha arruinado, quizá para décadas, la más importante relación bilateral de EEUU en el momento presente.

 

Si Washington va a ejercer la disuasión frente a una China militante, necesita el apoyo de la democrática India. Por desgracia, todo indica que la India es el país más inmediatamente –y quizá más negativamente– afectado por esa debacle provocada por Biden. En consecuencia, Nueva Delhi podría optar por alinearse no con Washington sino con un aliado de Pekín: Moscú.

 

Nueva Delhi era uno de los más firmes defensores del Gobierno afgano respaldado por EEUU y colaboraba con EEUU en la guerra contra el Talibán y demás grupos insurgentes. Un ejemplo: los servicios de inteligencia indios fueron determinantes en la desarticulación de un círculo afgano de espías chinos que trabajaba con la Red Haqani. La Administración Trump pensaba que esos individuos, que fueron puestos bajo custodia en diciembre, ofrecían dinero por, entre otras cosas, matar soldados americanos desplegados en el país.

 

La India veía en el Gobierno afgano un aliado para la mitigación del extremismo en el vecino Pakistán, que siempre se ha definido como enemigo de la primera. Islamabad no deja de generar problemas en la Cachemira controlada por la India ni de apoyar a los insurgentes antiindios. Los terroristas de Lashkar e Taiba que perpetraron los atentados de Bombay de noviembre de 2008 procedían de Pakistán y dependían fuertemente de los recursos del Gobierno pakistaní.

 

La caída del Gobierno afgano fue, pues, un golpe para Nueva Delhi. Peor aún: la incapacidad de la Administración Biden para acometer una retirada ordenada no hizo sino dañar los intereses indios.

 

«EEUU dejó tras de sí unas redes yihadistas reforzadas, decenas de miles de millones de dólares en armamento y equipos de comunicación, infraestructura estratégica crítica y, según se ha reportado, incluso información de inteligencia no sólo sobre quién trabajaba para EEUU sino sobre quién lo hacía para la India”, comenta a Gatestone Cleo Paskal, de la Fundación para la Defensa de las Democracias. «Físicamente, el objetivo más a mano para este yihadismo redivivo, masivamente armado y confiado es la India. A raíz de unas decisiones tomadas en Washington, la India es dramáticamente menos segura hoy que hace sólo unos meses”.

 

Para obtener seguridad, Nueva Delhi ha venido poniendo el foco en Washington. En consecuencia, los amigos de Rusia y China en los círculos políticos indios habían ido perdiendo influencia, como quedó especialmente de manifiesto tras las incursiones chinas en Ladaj a principios de mayo del año pasado. Los amigos de Rusia quedaron deslegitimados porque Moscú había asegurado a Nueva Delhi que el movimiento de fuerzas chinas en el Tíbet inmediatamente anterior a la invasión no eran sino unas maniobras militares.

 

Por incidentes como el de Ladaj, el Gobierno de Narendra Modi se apresuró a fomentar las relaciones militares con EEUU. Sin embargo, tras la caída de Kabul las relaciones con Washington han quedado congeladas. “Los estrategas indios que venían diciendo que la manera de avanzar consistía en trabajar más estrechamente con EEUU han sido objeto de escarnio por quienes tenían una actitud más prorrusa”, afirma Pskal, que también trabaja para Chatham House.

 

“Hay una revaluación en curso”, añade. “Una posible consecuencia es que Nueva Delhi colabore más estrechamente con Tokio, y posiblemente con Canberra y Taipei”. Japón, Australia, la India y EEUU forman el denominado Quad, que hasta la caída de Kabul se comportaba como una agrupación eficaz.

 

Otro escenario es que Nueva Delhi decida colaborar más intensamente con Rusia, reviviendo conexiones de hace decenios. Por descontado, Rusia está cada vez más alineada con China.

 

Tras la caída de Afganistán, Taiwán se ha convertido en el test fundamental de la resolución norteamericana, sobre todo porque el presidente Biden ha justificado la retirada como una maniobra estratégica para contener a Rusia y a China. “El mundo ha cambiado”, les dijo a los estadounidenses el 31 de agosto; “estamos implicados en una competición de gran importancia con China y afrontando los desafíos que plantea Rusia en múltiples frentes”.

 

Es significativo que el 27 de agosto el destructor USS Kidd y el guardacostas USCG Munro atravesaran el Estrecho de Taiwán, luego de que la vicepresidenta Kamala Harris saludara los comentarios procedentes de Singapur y Hanoi sobre el “bullying» chino en el Mar del Sur de China.

 

Puede que la Administración Biden esté dispuesta a defender Taiwán, pero esto no es lo único importante en estos momentos cruciales. También cuentan las percepciones, especialmente las de Pekín. Con la caída de Kabul, los propagandistas chinos han promovido dos mensajes: que EEUU no defenderá Taiwán y que unos EEUU incapaces de lidiar con el Talibán no pueden plantar cara a China.

 

La retirada de Afganistán fue interpretada en Pekín como un rotundo fracaso de la comunidad de inteligencia norteamericana, el Pentágono y el equipo de seguridad nacional de la Casa Blanca. En este contexto, las maniobras chinas en la periferia taiwanesa del mes pasado y el simulacro de ataque contra Taiwán el 13 del mismo mes –con un misil de corto alcance– son malos presagios.

 

Las otras percepciones que cuentan son las de Nueva Delhi, que se ha venido inclinando hacia una mayor cooperación con Taipei. Los estrategas indios comprendieron que necesitan desafiar a China en su periferia marítima de la misma manera que China desafía a la India en las aguas de su vecindario. Los estrechos lazos de la India con Vietnam son una indicación de que Nueva Delhi percibe su seguridad como dependiente de que el Mar del Sur de China y hasta el Mar de China Oriental permanezcan abiertos. Taiwán, que se encuentra entre ambos cuerpos de mar, es ahí un factor esencial.

 

Más que nunca, América necesita de la ayuda india para asegurar la paz en los países que circundan China, así como en esas aguas. Sin embargo, la India podría abandonar a América de la misma manera que América la ha abandonado a ella. Como dice Pascal, “decir que hay una crisis de confianza hacia EEUU en Nueva Delhi es quedarse corto”.

Por Gordon G. Chang

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