LA CONSTRUCCION DEL TABERNACULO

Por Nejama Leibowitz

VOLVEMOS a ocuparnos de la construcción del Tabernáculo. Esta vez, los detalles los conocemos por medio de las instrucciones que Moshé imparte a los hijos de Israel, idénticos con los descriptos en las porciones semanales de lectura de la Torá anteriores: Terumá y Tetzavé. Esta repetición es notable. Al respecto formula Abravanel la siguiente pregunta:

Verás que la Torá menciona cinco veces, tanto en particular como en general, la obra de construcción del Tabernáculo. La repetición más difícil de comprender es aquella en la que Moshé dice a Israel: “Y todos los Sabios de corazón de entre vosotros vendrán, y fabricarán todo cuanto ha mandado el Señor” enumerando a continuación en forma detallada todo lo que el Señor le había ordenado hacer. ¿Acaso no habría sido suficiente que el texto dijera: “E hicieron todo lo que Dios les había ordenado hacer”? ¿Que necesidad había de enumerar nuevamente todos los utensilios?

Rabí Jaim Ibn-Atar, en su comentario “Or Ha-jayim”, da la siguiente breve respuesta:

El motivo de la repetición del relato de la construcción del Tabernáculo es similar al dado por los Sabios con relación a la repetición del capítulo del sirviente de Abraham (Bereshit 23, 39). Puesto que el relato le era predilecto al Altísimo, por ello lo narró dos veces.

Puede ser que esta respuesta no satisfaga a todos. ¿Porqué ha de ser esta narración más apreciada que cualquier otra de las Escrituras? Sabemos cuán conciso es el lenguaje de la Torá. ¿Cuál es entonces el motivo del tratamiento preferencial que mereció el Tabernáculo? ¿Hay acaso algún significado simbólico en los detalles – utensilios, materiales y medidas? El midrash considera al Tabernáculo como un microcosmo, a la construcción del cual los israelitas contribuyeron con labor, bienes y sabiduría:

Yalkut Shimoni, Pekudei, párrafo 419:

Rabí Nejemia dice: La tienda de la Reunión se asemeja a la Creación: Las cortinas – a los cielos; el altar de los sacrificios – al ganado; el altar del incienso – a las especies; el candelabro – a la luna y al sol …

Rabí Shimshón Rafael Hirsch desarrolló en el siglo XIX un sistema de interpretación alegórica de cada uno de los utensilios del Tabernáculo. Con arreglo a su interpretación aporta una respuesta al interrogante de las repeticiones:

Recordemos que el Tabernáculo y sus utensilios no son sino símbolos, y que ningún objeto puede ser símbolo sino se lo hace intencionadamente tal. Tengamos también en cuenta que incluso lo escrito en el pergamino del Rollo de la Ley, que es puro símbolo, pues la palabra escrita es solo símbolo de una idea, a pesar de ello puede ser usado como artículo del culto sólo si el escriba que escribió el Rollo de la Torá, lo hizo con la pureza de pensamiento e intención debida, es decir, al escribir los nombres del Señor, el escriba debe tener en mente no sólo la santidad del nombre, también es su deber expresar oralmente que escribe el nombre del Señor para la glorificación y la santificación del nombre del Señor. Dado que los utensilios del Tabernáculo – el arca, la mesa, el candelabro, las cortinas, las vestimentas – son de uso cotidiano rutinario, depende entonces su valor como símbolos de la intención que se tuvo al costruírlos.

De un modo diferente explica en el “Biur” Moshé Mendelsohn, al final del libro del Exodo, el significado y el motivo del Tabernáculo, de todos sus utensilios y de todo lo relacionado con él.

Cuando el Todopoderoso eligió a Su pueblo, previó con Su sabiduría, que requerirían toda clase de artes y oficios cuando se establecerían en la Tierra Prometida, y se hubieran organizado políticamente.

Estos oficios pueden ser clasificados en las siguientes categorías:

1- esenciales – sin los que el hombre no puede ser feliz; por ejemplo, los necesarios para la alimentación, la vestimenta, la vivienda.

2- útiles – requeridos para la mantención de puentes y caminos y para la producción de necesidades diarias, trabajados en metales y en otros materiales;

3- habilidades artísticas que dan lustre y placer a la vida humana, tales como el bordado, las artes, la escultura, la joyería y el dibujo.

Todas estas ocupaciones son útiles y ventajosas para la nación, siempre que no excedan los límites de la discreción y no desemboquen en el lujo. En todos estos artes y oficios, el exceso es perjudicial, en particular en el caso de las artes, pues conducen a la búsqueda del placer, a la laxitud, a la envidia, a la lucha entre el hombre y su prójimo, y por último a la anarquía. Nuestros Sabios dijeron: Nada existe cuyas primicias no sean dedicadas al Señor. Del mismo modo en que Dios ordenó a Su pueblo que Le consagre las primicias de los frutos de los vientres y de las tierras, asimismo fue Su voluntad que Le fuesen dedicadas las primicias de sus pensamientos y de sus habilidades, mediante la construcción del Tabernáculo, de sus utensilios y de las vestiduras sacerdotales. De tal modo santificarían las ocupaciones en todos los campos de la actividad humana, pues recordarían al Señor en todos sus asuntos, y no errarían en la búsqueda de lujos y vanidades. Oficio o arte que no fue empleado en la construcción del Tabernáculo no merece ser contado entre las artes y los oficios; y no es correcto que un judío temeroso de Dios se ocupe en tal arte u oficio.

La explicaión de Mendelsohn no se basa entonces en la interpretación alegórica de cada uno de los utensilios ni trata de encontrar una semejanza para cada uno de ellos en el mundo del espíritu. Compara en cambio las instrucciones para la construcción del Tabernáculo, para el trabajado del metel, de la madera, del oro y de la plata con los preceptos que reglamentan las primicias y los primogénitos, preceptos por medio de los que dedicamos nuestros bienes al Señor en reconocimiento a Su bondad. En el caso del Tabernáculo, no sólo fueron dedicados los productos de la labor del hombre, sino que también lo más precioso de sus bienes: su inteligencia creadora.

Antes que los israelitas se establecieron en su tierra, antes que construyeran su propia casa y su propio viñedo, fueron llamados a dedicar sus artes y sus oficios al Señor, en calidad de primicias de sus trabajos.

Tomado de: “Reflexiones sobre la Parasha”, Prof. Nejama Leibovitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986 págs. 121-123.