Parashat Behar

En esta Parashah Behar nos relata que en el Monte Sinaí, Hashem le comunica a Moshe las leyes del año sabático.

Cada séptimo año todo trabajo en la tierra debe cesar, y su producto debe ser dejado libre para que lo tomen todos, tanto seres humanos como animales.

Siete ciclos sabáticos son seguidos por un quincuagésimo año, que se denomina Año de Jubileo, en el cual también cesa el trabajo en la tierra, todos los sirvientes son dejados libres y las propiedades vuelven a la posesión de sus propietarios originales.

Behar también nos habla de leyes adicionales que gobiernan la venta de tierras y las prohibiciones contra el fraude y la usura.

En la sección de Bejukotai, Hashem promete que si los hijos de Israel observaran sus mandatos disfrutaran de prosperidad material y vivirán seguros en su tierra, pero también da una dura reprimenda advirtiendo sobre el exilio, la persecución y otros sufrimientos que les ocurrirán si abandonan su pacto con D’s.

La Parasha concluye con reglas de cómo se calculan los valores de los diferentes tipos de promesas económicas hechas a D’s.

Shabat Shalom Umeboraj

Marcelo Mann

 

Reflexiones de la Parashá

LOS MOTIVOS DEL MANDAMIENTO QUE ORDENA DEJAR LA TIERRA EN BARBECHO
Por Nejama Leibowitz

Seis años sembrarás tu campo, y seis años podarás tu viña y recogerás su producto mas en el año séptimo la tierra tendrá descanso absoluto, descanso consagrado al Señor; no sembrarás tu campo, ni podarás tu viña. 

Y servirá el fruto espontáneo del descanso de la tierra como alimento para vosotros; así para ti como para tu siervo, y para tu sierva, y para tu jornalero, y para tu foras­tero que habita contigo. 

Estudiaremos en esta lección las explicaciones que nuestros Sabios dieron acerca del año sabático, pero antes, veamos dos de las reglamentaciones relativas a este mandamiento.

Escribió Rambam en su Tratado de las Leyes de Shemitá y Yovel,
“Es un precepto positivo el interrumpir el cultivo de la tierra y el mejoramiento de los árboles.”

Es un precepto positivo el renunciar a la propiedad del producto de la tierra en el año sabático, como leemos “Seis años sembrarás tu tierra, y recogerás su producto; mas el séptimo la dejarás libre, para que coman los pobres…”. El que cerca su viñedo o el que cerca su campo en el séptimo año transgrede un precepto positivo, lo mismo, si almacenó todos sus frutos en su casa; por el contrario, debe renunciar a la propiedad de todo el producto de la tierra; y todos tienen el mismo derecho a gozar del producto de la tierra en todo lugar, como leemos: “para que coman los pobres”; puede traer un poco a su casa del mismo modo en que está autorizado a traer de los productos abandona­dos. Dos son las obligaciones que el judío debe cumplir en el año de Shemitá cuyo cumplimiento tiene como consecuencia el estam­par un estilo peculiar a la vida de tal año: La interrupción del trabajo agrícola y el abandono al consumo de todo el producto de la tierra. (No estudiaremos aquí la tercera obligación: de la remisión de los préstamos (Devarim 15, 1-10.)
Quien se propone explicar el propósito de esta institución – el dejar en barbecho las tierras- deberá tomar en cuenta los dos aspectos mencionados del año sabático. No podrá prescindir de ninguno. Veamos a continuación algunas explicaciones. Rambam escribió en la Guía de los Descarriados III, 39:
Los diversos mandamientos que hemos enumerado, relativos al año sabático y al jubileo, tienen por finalidad, ya prescribir la conmiseración y la liberalidad hacia los hombres en general, como está escrito: “. . . para que coman los pobres de tu pueblo; y lo que ellos dejaren lo comerá la bestia del campo”; o bien, hacer que la tierra aumente su producción y su fertilidad al estar en barbecho.
Rabí Abraham Ibn-Ezra escribió referente al precepto de Hakhel (=asamblea de todo el pueblo con motivo del año sabático).
“Al fin de cada siete años. ..”: Al principio del año.
“Para que aprendan . . .”: Todo el año; incluso los sábados.

La reglamentación del precepto de Hakhel indica que tal asamblea se efectuará después de finalizado el año sabático, en la festividad de Sucot, que sigue a dicho año. Pero, según vemos, Ibn-Ezra opina que el precepto de Hakhel debe cumplirse en el comienzo del año séptimo, en calidad de apertura del año sabá­tico. Aunque sea contradictorio lo hemos mencionado para cono­cer su opinión sobre la finalidad del año sabático.
El autor del “Séfer Hajínuj”, escribió en su interpretación al mandamiento sexagésimo noveno, del año sabático:
“Séfer Hajínuj”:
De los fundamentos del Precepto:
De establecer en nuestros corazones y fijar de manera decisiva en nuestros pensamientos la idea de la creación del mundo a partir de la nada, “pues en seis días creó el Señor el cielo y la tierra, y en el séptimo descansó” pues no creó nada. Determinó el des­canso para Sí mismo para eliminar, extirpar y desarraigar de nues­tra conciencia la doctrina ateísta de la existencia eterna de la ma­teria, destruyendo así todas sus bases … Siendo nuestra obligación ocupar nuestro tiempo, cotidianamente, año tras año, con esta disposición de contar seis años, y descansar al séptimo. Por esa razón no hemos de olvidarnos de ello ni por un instante, de la misma manera como contamos seis días en la semana de los seis días laborales estableciendo luego que el séptimo sea un día de descanso. Por esa razón ordenó el Todopoderoso abandonar todo el producto de la tierra, de ese año – además de su descanso – a fin de que recuerde el individuo, que la tierra, que produce para él, año tras año sus frutos, no lo hace en virtud de su poder y de la naturaleza, pues su dueño posee un señor, que cuando así lo desea ordena abandonarla. Este mandamiento tiene también la vir­tud de que por su intermedio el hombre adquiera la cualidad de la generosidad. Puesto que no hay más generoso que aquél que dona sin esperar ninguna recompensa.

Otra virtud más hemos de encontrar en este mandamiento, que ha de aumentar la fe y abandono en el Señor, alabado sea, pues aquél que encuentra la fuerza necesaria en su corazón, de donar y aban­donar para siempre la producción de sus campos y de sus pose­siones heredadas de sus antepasados, la producción de un año entero, tiene probado él y toda su familia, que no han de padecer nunca del vicio de la avaricia ni de la falta de fe.

“Kli Yakar”:
La Shemitá (del mismo modo que el mandamiento de “asamblea” – “hakhel” una vez cada siete años – pro­mueve el sentido de unión (compañerismo – confraternidad) y paz a través de la suspensión de los cultivos aún para los pobres.

Nadie está autorizado a ejercer la propiedad sobre ningún producto del Séptimo Año. Indudablemente éste es un factor primordial en la promoción de la paz; puesto que todos los altercados son provo­cados por la actitud de “lo mío es mío”, cada cual reclama “todo es mío”. Mas, en el séptimo año, todos son iguales, y ésto es real­mente el verdadero y primordial sentido de paz.

El Rabino Kuk en la introducción a su obra: “El sábado de la tierra” se expresa así:
La vida mundana no permite la revelación de las virtudes propias de la nación – la bondad divina impresa en ella; el vivir recta­mente y en armonía con la justicia y la rectitud; la tranquilidad, la gracia y la fortaleza enaltecidas por la contemplación integral de Dios.

La vida mundana, con su alboroto utilitario, oculta la ma­jestad espiritual del alma divina (que mora en la nación), y difi­culta la irradiación de su clara luz sobre la realidad laica impe­rante.

El impulso de la vida para alcanzar nuevas alturas y para perfeccionarse necesita para poder manifestarse, de intervalos, de un respiro, del desembarazo de la rutina de la vida común.

El individuo se sacude de la vida gris a intervalos frecuentes – cada sábado … La misma influencia que el sábado ejerce sobre el individuo, lo ejerce el año sabático sobre la nación toda. Es una necesidad especial de esta nación – en la que está impresa de un modo notorio la creación divina – que de tanto en tanto se ma­nifieste en su seno, en todo su esplendor, su luz divina (sabática), y que no sea empañada por la vida mundana de la sociedad, ca­racterizada por el trajín, las preocupaciones, el enojo y la com­petencia – para que se revele en su seno la pureza de su alma, tal cual es.

La dureza de corazón concomitante a toda forma de organización social, causa la minoración de la suavidad de la vida moral. La luz divina se aleja de la conciencia de la nación a causa de la permanente contradicción entre el cumplimiento ideal de las exigencias de la bondad y de la verdad, de la conmiseración y de la piedad, por un lado, y por el otro, la coerción y la presión intransigente de los bienes materiales y de la propiedad, fenó­menos concomitantes también, del mundo práctico y utilitario. En cambio, la interrupción periódica, en determinados aspectos del orden social, enaltece a esta nación (cuando está debidamente establecida en su tierra), y la eleva a las alturas de las cualidades íntimas propias de la vida moral y espiritual, en el aspecto divino de tales virtudes que está por encima de todo ceremonial y de todo orden social, y que elabora y eleva dicho orden, y le otorga integridad … ¡El año sabático es, por tal motivo, una necesidad imprescindible para la nación y para la tierra! Año que sea de quietud y de tranquilidad al no haber coerción ni dominio, pues el hombre “no exigirá de su prójimo o de su hermano, por ha­berse pregonado la remisión del Señor”.

Año que sea de igualdad y de descanso, de expansión del alma hacia la justicia divina, que es la que sustenta la vida con benevolencia. En tal año no hay propiedad privada alguna ni privilegios intran­sigentes sobre el producto de la tierra. Reina la paz divina “sobre todo aquel que tiene aliento de vida en su nariz”, porque “el fruto espontáneo del descanso de la tierra servirá como alimento para vosotros; así para ti como para tu siervo, y para tu sierva, y para tu jornalero y para tu forastero que habita contigo, y también para tus bestias y para los animales que hubiere en tu tierra, servirá todo aquel producto de ella como alimento”. No se manifiesta la profanación que acompaña a la intransigencia de la propiedad privada en todo el producto de este año y la ambición de riquezas que provoca el comercio es olvidada porque la pro­ducción servirá como alimento más no como mercancía. En cam­bio advienen la generosidad y el reconocimiento fiel de la ben­dición de Dios, que se derrama sobre el fruto de la tierra, que debe servir “para alimento – pero no para destruirlo”, pues está prohibido destruir fruto apto para el consumo. El hombre retorna a su modo natural, floreciente, hasta el punto de no necesitar de medicamentos para las enfermedades, causadas, en su mayoría, por la alteración del equilibrio de la vida, cuando ésta se aleja de la naturaleza espiritual y material que le es propia. El fruto será para “alimento y no para remedio”; “para comer y no para apósito”.

Un aire de santidad y de nobleza se derramará sobre todo porque la tierra tendrá “descanso absoluto, ¡descanso consagrado al Señor!”

La clasificación de las explicaciones relativas al año sabático nos mostrará que Rambam y el autor de “Kli Yakar” vieron en al precepto un medio para alcanzar un orden social justo. Ram­bam hace hincapié en dos puntos: el económico, mejoramiento de la situación del campesino, propietario de tierras y en el so­cial, ayuda a los indigentes. Lo mismo en “Kli Yakar”, que acentúa el mejoramiento de los desposeídos y el fortalecimien­to de la igualdad.
Rabí A. Ibn-Ezra y el Rabino Kuk, en cambio, vieron en el año sabático un medio para la elevación espiritual del pueblo. R.A. Ibn-Ezra, porque los que labran la tierra se dedicarán al estudio de la Torá; es decir, que se elevarán mediante la labor espiritual. El Rabino Kuk en cambio, ve en la interrupción del orden social corriente, del trabajo, de la lucha por la subsistencia, del comercio (incluso, se sobrentiende en la remisión de los préstamos), y en la desaparición de la profanación que acompaña a la intran­sigencia de la propiedad privada – uno de los fines del año sa­bático para que pueda tener lugar la purificación del alma y la elevación de la peculiaridad divina de la nación.

El “Séfer Hajínuj” considera que el propósito de este precepto ­es el de educar al individuo: Inculcar opiniones y creencias rectas – la creencia en la novedad del mundo; fortalecer la fe en el señorío de Dios sobre la naturaleza; corregir las costumbres mediante la educación hacia la generosidad y la ayuda a com­batir la tendencia a acumular riquezas.
Luego de examinar el versículo veremos la analogía entre el año sabático y el día sábado, pues es idéntico el objetivo de ambos preceptos, ya que con toda seguridad, el propósito principal del precepto del sábado es que sepamos, que “en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra.”
Ya hemos indicado en la primera lección de este libro, que la importancia religiosa de la creencia de la novedad del mundo, de su creación divina, no es su lado histórico sino, tal como lo indicara Julius Gutman en su obra “Dat Umada” (Religión, Ciencia) 
“. . . La fe no está interesada en lo que alguna vez ocurrió, sino que tiene por objeto enseñar al hombre su realidad.

La signifi­cación religiosa del relato del Génesis es demostrar que ahora el mundo está en manos del Señor; el mundo es creación Suya así como yo soy criatura de Dios.”
La idea de la dependencia, de Su señorío y de nuestra obliga­ción de recibir el yugo de Sus mandamientos, se basa en nuestra creencia que El nos hizo y que a El pertenecemos. Por tal motivo, el sábado y el año sabático son un recuerdo de la creación del mundo.

Tomado de: “Reflexiones sobre la Parasha”, Prof. Nejama Leibowitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986 Págs. Págs. 181-186

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Gracías Uriel  (Templo Iona)

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