Parashat Shemot con comentarios del rabino Jonathan Sacks

shemot

 

La Parashá
(relato los hechos antes del estudio posterior)

En esta parashá estamos comenzando el segundo de los cinco Libros de la Torá “ Shemot”.

Pasaron muchos años de la muerte de Iaacov y Iosef y los hijos de Israel se multiplicaron en Egipto.

Amenazado por la creciente cantidad de israelitas, el Faraón los esclaviza y ordena a las parteras hebreas Shifra y Púa matar a todos los bebés varones que nazcan. Cuando ellas no cumplen, manda a su propia gente a arrojar a los bebés hebreos al Niño.

Iojeved, la hija de Levi y su marido Amram tienen un hijo. El niño es colocado en un canasto en el Río Nilo mientras su hermana Miriam observa desde lejos. La hija del Faraón descubre al niño flotando en el Río, lo recoge, lo cría como propio y lo hace llamar Moshé.

Ya de joven Moshé deja el palacio y descubre las dificultades de sus hermanos hebreos. En una oportunidad ve a un Egipcio que golpeaba a un hebreo y Moshé mata al Egipcio.

Al próximo día ve a dos judíos peleando entre ellos (Datán y Avirám) cuando los advierte, viéndose forzado a huir de Egipto hacia Midián. Esta huida fue forzada, Moshé regaña a Datán y Avirám quienes lo delataron ante el Faraón, lo que resultó una orden de arresto y un decreto de muerte para Moshé.

Camino a Midián, Moshé pasa muchos años deambulando, particularmente por Etiopia. Al llegar a Midián en una fuente de agua donde tomaban agua los animales conoce Moshé a las hijas de Itro, se casa con una de ellas, Tzipora y se vuelve pastor del ganado de su suegro.

Hashém se aparece a Moshé, en un zarza ardiente al pie del Monte Sinaí y le instruye ir hacia Egipto y ver al Faraón y exigirle. “ Deja ir a mi pueblo, para que me sirvan”.

Aarón el hermano de Moshé es designado como portavoz.

En Egipto Moshé yAarón reúnen a los ancianos del pueblo de Israel para decirles que el tiempo de redención llegó. La gente le cree; pero el Faraón se niega a dejarlos ir, además intensificando el sufrimiento del pueblo.

Moshé retorna hacia Hashém y protesta porque haz hecho el mal a tu pueblo? D’s le promete que la redención está cercana.

Shabat Shalom Umeboraj

Marcelo Mann

 

Estudiando la Parashá

Acerca de no obedecer órdenes inmorales

Rabino Jonathan Sacks Z´L´

Los capítulos iniciales de Éxodo nos sumergen en el centro de eventos épicos. Casi de un golpe, los israelitas se transforman de minoría protegida en esclavos. Moshé pasa de príncipe egipcio a pastor midianita y de ahí a líder de los israelitas por medio del episodio transformador de la historia, la Zarza Ardiente. Pero un pequeño incidente frecuentemente pasado por alto merece ser visto como punto de inflexión de la historia de la humanidad. Sus heroínas son dos mujeres excepcionales, Shifrá y Puá.

No sabemos bien quiénes eran. La Torá no nos brinda más información sobre ellas salvo que eran parteras, con órdenes recibidas del Faraón: “Cuando están asistiendo a una parturienta hebrea, si ven que va a tener un varón, mátenlo; pero si es mujer, déjenla vivir”. (Éxodo 1: 16). La descripción hebrea de las dos mujeres es ambigua, hameyaldot ha’ivriot. Podría significar “las parteras hebreas” por lo que la mayoría de traductores y comentaristas las definen así. Pero también podría ser “las parteras de las hebreas” en cuyo caso se trataría de mujeres egipcias. Así lo entendieron Flavio Josefo1, Abarbanel y Samuel David Luzzato, señalando simplemente que improbable suponer que mujeres hebreas fueran partícipes de un acto de genocidio contra su propio pueblo.

Lo que sí sabemos es que se negaron a cumplir la orden. “Las parteras, sin embargo temieron a Dios y no hicieron lo que el Rey de Egipto les ordenó; dejaron vivir a los varones” (Éxodo 1:17). Esta es la primera instancia registrada en la historia de un caso de desobediencia civil: se resistieron a cumplir la orden emanada del hombre más poderoso del imperio, más poderoso del mundo antiguo, sólo por ser inmoral, inhumano y contrario a la ética.

La Torá sugiere que lo hicieron sin hacer drama ni escándalo. Citadas por el Faraón para dar explicaciones sobre su conducta, simplemente dijeron: “Las mujeres hebreas no son como las egipcias, son vigorosas y terminan de parir antes de la llegada de la partera” (Éxodo 1: 19). Frente a esto, el Faraón quedó sin respuesta. La naturalidad con que se relata todo el incidente me recuerda uno de los hechos más relevantes sobre el coraje de aquellos que salvaron vidas judías durante el Holocausto. Tenían poco en común entre ellos, salvo que no consideraron que lo que habían hecho fuera algo especialmente destacable2. Frecuentemente, la característica de los héroes morales es que ellos no se ven a sí mismos como héroes morales. Hicieron lo que debían hacer porque es lo que se supone que un ser humano debe hacer. Esa es la que probablemente sea la explicación de la frase «que temieron a Dios”. Es la descripción genérica de la Torá de los que tienen sentido moral3

Tuvieron que transcurrir más de tres mil años para que lo que hicieron las parteras fuera consagrado por la ley internacional. En 1946, los criminales nazis juzgados en Nuremberg plantearon su defensa diciendo que obedecían órdenes dictadas por un gobierno debidamente constituido y elegido democráticamente. Bajo la doctrina de la soberanía nacional cada gobierno tiene el derecho de dictar sus propias leyes y tomar sus propias decisiones. Debió instaurarse un nuevo concepto, el de “crímenes contra la humanidad” para definir la culpabilidad de los arquitectos y administradores del genocidio.

El principio de Nuremberg dio sustancia legal a lo que las parteras comprendieron de forma instintiva: hay determinadas órdenes que no deben ser obedecidas porque son inmorales. La ley moral trasciende y puede superar a la ley del estado. Como lo señala el Talmud:”Si existe un conflicto entre las palabras del Maestro (Dios) y las de un discípulo (un ser humano), las palabras del Maestro deben prevalecer” (Kidushin 42b).

El juicio de Nuremberg no fue la primera vez que el episodio de las parteras tuvo un impacto significativo en la historia. Durante la Edad Media la Iglesia, sabiendo que el conocimiento es poder y por lo tanto prefiriendo que quede exclusivamente en manos del sacerdocio, prohibió las traducciones vernáculas de la Biblia. En el curso del siglo XVI, tres desarrollos cambiaron la situación irreversiblemente. Primero fue la Reforma, que con su lema Sola scriptura “Solo por las Escrituras” puso a la Biblia en el centro de la vida religiosa.

Segundo, la invención de la imprenta a mediados del siglo XV. Los luteranos estaban convencidos de que ese hecho se debió a la Providencia Divina. Dios mandó la imprenta para que la doctrina de la Reforma se pudiera expandir mundialmente.

El tercero fue el hecho de que algunas personas, a pesar de la prohibición, igualmente habían traducido la Biblia. John Wycliffe y sus seguidores lo habían hecho en el siglo XIV, pero el rebelde más influyente fue William Tyndale cuya traducción del Nuevo Testamento comenzada en 1525, la primera versión impresa en inglés, le costó la vida.

Cuando la Reina Mary I hizo volver a  la Iglesia de Inglaterra al catolicismo, muchos protestantes de ese país huyeron con destino a la Ginebra de Calvino, donde crearon una nueva traducción basada en la Biblia de Tyndale, llamada la Biblia de Ginebra. Producida en formato pequeño y accesible, fue enviada ilegalmente a Inglaterra en grandes cantidades. Pudiendo leer la Biblia en forma individual por primera vez, los ingleses rápidamente descubrieron que era un documento altamente rebelde en contra de la monarquía.

En ella relata cómo Dios le dice a Samuel que al intentar nombrar un rey, los israelitas estarían rechazando a Dios como único Soberano. Describe gráficamente cómo los Profetas no tenían temor de desafiar a los reyes, cosa que hacían con la autorización de Dios. Y también, cuenta la historia de las parteras que se negaron a llevar a cabo las órdenes del Faraón.  Respecto a esto la Biblia de Ginebra, en nota aparte, apoya su decisión, criticando solamente que en su descargo, las parteras mintieron. La nota dice: “Su desobediencia fue legal, pero su implementación, malvada”.

El Rey Jaime (King James) comprendió la urgente implicancia de esa sola frase. Significaba que el Rey podía ser desobedecido bajo la autoridad de Dios, una clara y categórica refutación de la idea del Derecho Divino de los reyes4.  Posteriormente, no siendo posible frenar el ingreso de los ejemplares de la traducción de la Biblia, el Rey decidió comisionar la redacción de su propia versión, que apareció en 1611. Para ese entonces, el daño ya estaba hecho y las semillas de lo que posteriormente sería la Revolución inglesa, habían sido sembradas. A lo largo del siglo XVII, por muy lejos, el factor más influyente de la política inglesa fue la Biblia hebrea como fue entendida por los Puritanos, y fueron los padres peregrinos (Pilgrim Fathers) los que llevaron esa fe consigo en su camino hacia lo que luego serían los Estados Unidos de América.

Un siglo y medio más tarde, fue la labor de otro radical inglés, Thomas Paine, la que tuvo un impacto decisivo sobre la revolución norteamericana. Su panfleto, Common Sense, fue publicado en Norteamérica en enero de 1776 y se transformó rápidamente en best seller: vendió 100,000 ejemplares en forma casi inmediata. Su impacto fue tremendo y debido a eso se lo llamó “el padre de la revolución norteamericana». A pesar de  que Paine era ateo, las palabras iniciales de Common Sense , como justificación por la rebelión contra el Rey tiránico, están enteramente basadas en la Biblia hebrea. En ese mismo espíritu, Benjamin Franklin dibujó, como diseño para el gran escudo de América, una imagen de los egipcios (o sea, los ingleses) ahogándose en el Mar Rojo (o sea, en el Atlántico) con el subtexto “Rebelión contra los tiranos es  obediencia a Dios”. Thomas Jefferson quedó tan impactado por esa frase que la recomendó para el Gran Escudo de Virginia, y luego la adoptó para su sello personal.

La historia de las parteras forma parte de una visión más abarcadora, implícita en la Torá y el Tanaj en su totalidad: que el derecho es soberano por sobre el poder, y que el mismo Dios puede ser llamado a declarar en nombre de la justicia, como Le mandó expresamente hacer Abraham. La Soberanía pertenece en última instancia a Dios, de tal forma que cualquier acto humano u orden que transgreda la voluntad de Dios se considera de hecho ultra vires5. Estas ideas revolucionarias son intrínsecas a la visión bíblica de la política y del uso del poder. Sin embargo, fue finalmente el coraje de dos mujeres extraordinarias que crearon el precedente tomado más tarde por el escritor norteamericano Henry D. Thoreau en su clásico ensayo Civil Disobedience (1849) que a su vez inspiró a Ghandi y a Martin Luther King en el siglo XX. Su historia también concluye con un hermoso gesto. El texto dice: “Entonces Dios fue bondadoso con las parteras y el pueblo se incrementó y se tornó aún más numeroso. Y como ellas temieron a Dios, Él les otorgó casas” (Éxodo 1: 20-21).

Luzzato interpretó esta última frase como que Él les concedió familias propias. Frecuentemente, escribió, las parteras son mujeres que no pueden tener hijos. En este caso, Dios bendijo a Shifrá y Puá dándoles hijos, como había hecho con Sarah, Rebeca y Raquel.

Este también es un punto importante. La literatura griega más cercana acerca de la desobediencia civil es la historia de Antígona que insistió en dar entierro a su hermano Polinices, pese a que el rey Creón se negó a permitirlo por considerarlo traidor a Tebas. La Antígona de Sófocles es una tragedia: la heroína debe morir debido a la lealtad a su hermano y a su desobediencia al Rey. Por contraste, la Biblia hebrea no es una tragedia. De hecho el idioma bíblico hebreo carece de un término que equivalga al de “tragedia” en el sentido griego. Lo bueno es recompensado, no castigado, porque el universo, la obra de arte de Dios, es un mundo en el que el comportamiento moral es bendecido y la maldad, con breves momentos de prevalencia, es derrotada.

Shifrá y Puá son dos grandes heroínas de la literatura mundial, las primeras en enseñar a la humanidad los límites del poder.


  1. ¿Por qué no puede haber paz y verdad en forma simultánea? ¿ Estos valores están siempre en oposición?
  2. ¿Estás de acuerdo con que la paz es más importante que la verdad?
  3. ¿Podemos llegar a la conclusión de que la paz es el valor principal del judaísmo?

  1. Josefus, Antiquities of the Jews, II.9.2.
  2. Ver James Q. Wilson, The Moral Sense, New York, Free Press, 1993, pp. 35-39, y la literatura que allí se cita.
  3. Ver, por ejemplo, Génesis 20:11.
  4. Ver Christopher Hill, The English Bible and the Seventeenth-Century Revolution, London: Allen Lane, 1993.
  5. Principio jurídico que considera nulos los actos de las entidades públicas o privadas que rebasan el límite de la ley, y cuyo objetivo es prevenir que una autoridad administrativa o entidad de derecho privado o público actúe más allá de su competencia o autoridad.

Traductores

Carlos Betesh

Editores

Michelle Lahan

“Quién soy yo, para que vaya al Faraón”

Cinco veces rehusó Moshé la misión que le fue encomendada en el acto de la zarza ardiente. Cinco veces expuso sus argumentos e igual número de veces fueron rechazados por el Señor. Pasemos revista a este extraordinario diálogo

Y Moshé dijo a D-s:
“¿Quién soy yo, para que vaya al Faraón, y para que saque a los hijos de Israel de Egipto?” 
Pero Moshé dijo a D-s:
“He aquí, yo iré a los hijos de Israel y les diré … y cuando me preguntaren: ¿Cuál es su nombre? ¿Qué les responderé? 
Respondió Moshé y dijo: “y si no me creyeren ni escucharen mi voz, porque dirán: No te ha aparecido el Señor”


Y dijo Moshé al Señor: “¡Ay Señor! No soy hombre elocuente, de ayer ni de anteayer, ni desde que hablaste a Tu siervo, sino que soy torpe de boca y torpe de lengua”. 
Y él respondió: “¡Por favor Señor! Envía, Te ruego, por mano de quien quieras enviar”. 

Moshé aparece aquí como intentando ocultarse, en cada respuesta, tras un nuevo pretexto. En las dos primeras respuestas el motivo es su incapacidad personal para tal misión. Esto es notable especialmente en la segunda pregunta: “¿Qué les responderé?”

En la tercera oportunidad, el motivo de su negativa es el pueblo. La expresión “Respondió Moshé y dijo” prueba que Moshé adoptó esta vez un argumento nuevo. Casuto, en su comentario a Exodo dice:

Esta fórmula, sirve a veces, no sólo como significando directamente una respuesta, sino que también viene a indicar una idea o una iniciativa nuevas por parte de quien habla. Este es el uso que tiene en el libro de Yob y aquí.

Pero, luego que también este argumento fue rechazado por el Señor, vuelve Moshé a basar su negativa sobre una supuesta incapacidad personal, física o espiritual. Nuestros Sabios, debido a la extensión del discurso y a los numerosos “ni”, vieron reflejados en el texto la tremenda lucha interna de Moshé y su temor a asumir tal responsabilidad. Dijeron:

“ Y dijo Moshé al Señor: “¡Ay Señor!: Díjole Moshé al Santo, alabado sea: “Tú eres el Señor del mundo ¿y quieres que yo sea Tu emisario? Pero ¡si no soy hombre elocuente!”. Los Sabios explicaron que durante siete días, antes del acto de la zarza ardiente, trató D-s de convencerlo que asumiera la misión, pero Moshé no se rindió hasta que enfrentó la zarza. Interpretaron el texto así: “No soy hombre elocuente”, un día. “De ayer”, dos días. “Ni”, tres. “Desde anteayer”, cuatro. “Ni”, cinco. “Desde que”, seis. “Hablaste”, siete días.

Después que también este argumento fue rechazado por D-s, vino la quinta negativa – totalmente diferente a las anteriores: “Por favor, Señor, envía Te ruego, por mano de quien quieras enviar” – que carece por completo de motivo alguno. Sin embargo, nuestros Sabios intentaron encontrarle motivos también a esta negativa. Leemos en Shemot Rabá:

´´…y él dijo: “Por favor Señor, envía te ruego, por mano de …” Rabí Jiyá, el mayor, interpretó ésto así: “Dijo Moshé ante el Santo, alabado sea: ¡Soberano del mundo! ¿Por mi intermedio quieres redimir a la progenie de Abraham, aquel que Te proclamó como el Señor de toda la creación? “Envía, Te ruego, por mano de quien quieras enviar”: Dijo Moshé ante El: ¿Quién es más querido al hombre, su sobrino o su nieto? Cuando quisisTe salvar a Lot, el sobrino de Abraham, dispusisTe que fuese salvado por mano de ángeles; los hijos de Abraham, que son sesenta decenas de miles, ¿quieres salvarlos por mi mano? Dispone que sean salvados por manos de los ángeles que acostumbras a enviar.´´

Pero, en el versículo mismo no encontramos sino un rechazo liso y llano. El último. Moshé desespera casi; parece como si se le hubieran agotado sus argumentos y no le queda nada por alegar.

Estudiemos detenidamente la primera de las negativas. Las palabras de D-s a Moshé después que se reveló en la zarza.

“Ahora, pues, ven, y te enviaré al Faraón, y saca a Mi pueblo, los hijos de Israel, de Egipto”. 

Dado que cada hemistiquio contiene un mandato que Moshé debe cumplir, podemos en tal caso ver el versículo como conteniendo dos ideas. No le fue dicho: “para sacar a Mi pueblo” sino que le fue ordenado: “¡Saca a Mi pueblo!” Rashí explica ésto así:

“Ahora, pues, ven, y te enviaré al Faraón”: Y si preguntares ¿Para qué servirá ello?
“¡Y saca a Mi pueblo!”: Tus palabras servirán y los sacarás de allí.

La segunda parte del versículo revela el propósito de la misión y encierra también la promesa de que será exitosa. Vino la doble negativa de Moshé para rehusar las dos misiones:

“¿Quién soy yo, para que vaya al Faraón y para que saque a los hijos de Israel de Egipto?” 

Las opiniones de los comentaristas se dividieron al considerar esta doble respuesta. Estudiaremos dos opiniones opuestas para profundizar la comprensión de este texto. Rashí:

“¿Quién soy yo, …?”: ¿Qué importancia tengo para que vaya a hablar con reyes? “¿y para que saque a los hijos de Israel?” Y si soy importante, ¿cuál es el mérito de Israel para que se les haga un milagro y se los saque de Egipto?

Diametralmente opuesta es la opinión de Rashbam:

“¿Quién soy yo?” Quien desea comprender el significado directo de este texto podrá servirse de la explicación que propongo, pues mis predecesores no lo comprendieron en absoluto. Moshé respondió a dos cuestiones. Una, la orden de dirigirse al Faraón y la otra el mandato de sacar a los hijos de Israel de Egipto, por orden del Faraón. A lo primero contestó: “¿Quién soy yo para que vaya al Faraón?”, aún si le llevara un gran presente ¿acaso puede una persona extraña y desconocida como yo entrar en la corte real?

“¿Y para que saque a los hijos de Israel de Egipto?” Suponiendo que sea apto para presentarme ante el Faraón, para que me atienda en diversos asuntos, pero, en éste, ¿qué argumento convincente podré esgrimir? ¿Acaso es el Faraón tan tonto como para hacerme caso y liberar a un pueblo numeroso, esclavo suyo, y dejarlo salir de su tierra? ¿Qué podré decirle para convencerle? ¿Cómo podré convencerlo para que ordene la salida de Israel de Egipto? Quien interpreta estos versículos adjudicándoles otro significado yerra por completo.

He aquí una prueba del error en el que puede caer un racionalista, que, tratando de encontrar el sentido directo del texto se aleja de toda interpretación midráshica, llegando a desvirtuar el significado del texto. Aún cuando Rashbam puede alegar en oposición a la opinión de Rashí – a quien critica cuando dice: “Mis predecesores se equivocaron por completo” – que el orden de las palabras no armoniza con su explicación, pues de acuerdo con Rashí, Moshé no debía haber sido el sujeto del segundo hemistiquio; el pueblo de Israel debió haber sido el subjeto, es decir, según Rashí, el texto debería leerse así: “¿Quién es Israel para que sea sacado de Egipto?”. Este argumento y ni tampoco la explicación del mismo Rashbam resisten la crítica.

Uno de los principios fundamentales de la exégesis es explicar el texto conforme a su espíritu, lo cual permite intuir el significado de los pasajes oscuros de dicho texto. Con este principio en mente veremos hasta que punto erró Rashbam al ver en la negativa de Moshé una reflexión política.

Moshé está frente a la zarza que arde y no se consume. Escucha por primera vez, de en medio de la llama la palabra de D-s: “¡Ven! Y te enviaré al Faraón”. Vemos a Moshé cubriéndose el rostro, “porque tuvo temor de mirar a D-s”. En un momento tan majestuoso, en presencia de un milagro evidente, en circunstancias henchidas de santidad, responde Moshé, según Rashbam, con razones frías y calculadas: que la constelación política presente no es apropiada para tal empresa; que la casta reinante en ese momento en Egipto no está dispuesta a negociar la liberación del pueblo y, ¡ay de nosotros!, si nos equivocamos en la apreciación del enemigo, si lo consideramos tonto.

Este es el modo en que Rashbam interpreta las palabras de Moshé, sin darse cuenta que al hacerlo así, traslada la escena del escenario de la zarza ardiente al gabinete frío y calculador de un estado mayor militar; pero el texto se rebela contra tal explicación:

“…Le llamó D-s de en medio de la zarza, diciendo: “¡Moshé! ¡Moshé!”
Y él respondió: “¡Héme aquí!”
Y El dijo: “¡No te llegues acá!
Quita tu calzado de tus pies porque el lugar en que estás
Tierra santa es.” 

” Y dijo: “Yo soy el D-s de tus padres, el D-s de Abraham, el D-s de Yitzjak, y el D-s de Yaakov.”
Entonces se cubrió Moshé su rostro, porque tuvo temor de mirar a D-s. 
“Y el Señor dijo: “Ciertamente he visto la aflicción de Mi pueblo en Egipto y he escuchado su clamor a causa de sus exactores …” 

¿Contestaría acaso Moshé, en un ambiente como éste, frente a la zarza que ardía y no se consumía, con dudas políticas y diplomáticas? “¿Acaso es el Faraón un tonto en acceder a la liberación de un pueblo numeroso, esclavo suyo?”

Cuán superiores son las palabras de nuestro maestro Rashí a las del racionalista Rashbam. Rashí ve en las palabras de Moshé la única reacción apropiada en circunstancias como éstas, momentos iniciales de su carrera profética. Capta en las palabras de Moshé el eco de sentimiento de la insignificancia del hombre; percibe el estremecimiento espiritual de Moshé ante la vanidad del hombre – ceniza y polvo – frente al Supremo; intuye el sentimiento de su propia debilidad que tiene Moshé y de la falta de méritos del pueblo para ser redimido. ¿Qué valen nuestra vida y nuestra justicia para que se derrame sobre nosotros tal gracia? Podemos suponer sin duda, que sólo éste puede ser el sentido directo del texto. Tal interpretación armoniza con la respuesta de su Creador, que no niega la pequeñez, la insignificancia y la falta de méritos, pero, que opone a todo esto un sólo argumento:

“Porqué Yo estaré contigo” 

También esto fue explicado acertadamente por Rashí:

“No es éste asunto tuyo, sino Mío”.

A la segunda pregunta de Moshé, ¿Cuál es el mérito de Israel?, fue dada una gran respuesta:

“Y cuando hayas sacado al pueblo de Egipto serviréis a D-s en este monte.” 

Rashí:

En cuanto a tu pregunta, ¿Cuál es el mérito de Israel para que salgan de Egipto?”, te responderé: “Les tengo preparado algo grandioso: Están por recibir la Torá en este monte, al cabo de tres meses después que hayan salido de Egipto”.

No es un mérito el que tienen, sino una misión; no son redimidos por sus buenas acciones pasadas, sino por su futuro. Esta redención tiene una meta.

En más de una oportunidad lo hemos leído en la Torá:

“ … Que os saqué de la tierra de Egipto para ser el D-s vuestro.” Bamidbar 

Tomado de: “Reflexiones sobre la Parashá”, Prof. Nejama Leibowitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986 págs. 71 – 76

 

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