Parashat Vaielej

vaielej

La Parashá

La parashaá Vaielej es la parashá más corta de la Torá, con apenas 30 Psukim (versículos), y se lee siempre en Shabat Shuvá ( Shabat que cae entre Rosh Hasana y Yom Kipur ).
Moshé finalmente entrega el liderazgo a Yoshua ben Nun (Josué), quien lo había acompañado como aprendiz durante el éxodo por el desierto. En el momento de traspaso de mando, Moshé le dice a Josué “ Jazak Veematz “ Fuerza y Coraje.
Hashem le cuenta a Moshé como serán sus últimos días de vida. Subirá al Monte Nevó, podrá desde ahí mirar la Tierra Prometida y luego morirá. Se dice que fue Justo en este momento cuando Moshé termina de escribir la Torá (incluyendo la narración sobre su propia muerte), y la entregó a los Cohanim (sacerdotes) para que los guardasen en el Arca Sagrada del Tabernáculo y la enseñasen a las futuras generaciones.
Este Shabat Shuvá cae en los días del Retorno ( Teshuvá) , en virtud de la Haftará que se lee ese día y que comienza con las palabras “ Vuelve” ( Shuvá) O Israel al Eterno tu D”s, porque tropezaste en tu iniquidad ( Óseas 14:2 ). Es sabido que el Shabat es la fuente de la bendición y todo lo que ocurre durante la semana se nutre de la vitalidad del Shabat, por lo que en cierta forma este Shabat es la fuente o raíz de Yom Kipur y por ello corresponde en este día estimular el retorno y el estudio de la Torá.
Se acostumbra que en este Shabat el rabino titular de cada comunidad diserte sobre cuestiones referidas a la ética judía y las halajot necesarias de cara a Yom Kipur impulse a sus feligreses a abandonar sus transgresiones , reforzarse en el estudio de la Torá, de caridad ( Tzedaká) y en el cumplimiento de los demás preceptos. Esta tefilá junto con el del shabat anterior a Pesaj “ Shabat Hagadol” son los más importantes del año. Por esta razón las Haftarot de estos dos Shabatot son leídas por el rabino titular. El día décimo de este séptimo mes ( Tishrei) es Yom Kipur día de expiar nuestros errores y trasgresiones cometidos, día en que Hashém está más cerca nuestro escuchando nuestras plegarias y nuestro pedido de perdón.
Deseo que Hashem nos perdone de todos nuestros pecados y seamos inscriptos y rubricados en el Libro del Perdón y la Absolución y como también en el Libro de la Vida Plena y que nos encontremos en el próximo Iamim Norahim con Salud, salud, salud y habiendo vivido muchas alegrías y con un espíritu de Shalom ( Paz).

Zolnmir obn ale a naiem gliklajn ior, mit guezunt, guezunt, guezunt und parnose ( que tengamos un año maravilloso con salud, salud, salud y sustento) Amén.
Shabat Shalom Umeboraj Ve Jag Sameaj Gmar Tova Tikateivu.

Marcelo Mann

 

Estudiando la Parashá

HE AQUI, SE ACERCAN LOS DIAS EN QUE HAS DE MORIR

Por Nejama Leibowitz

Esta exigua parashá – Vayélej – que no es sino la conclusión de las palabras de Moshé expresadas en la parashá Nitzavim, como también la conclusión general de las palabras de Moshé expresadas en el Libro Devarim, asombra y extraña con su verso prologal:

Fue pues Moshé y habló estas palabras a todo Israel. 31, 1

Exponiendo sus objeciones Abravanel:

Si antes leemos (ibid. 29, 1): “Llamó pues Moshé a todo Israel, y les dijo: ‘Vosotros habéis visto todo lo que hizo el Señor de­lante de vuestros ojos en la tierra de Egipto, al Faraón, y a todos sus siervos . . .’ “, continuando luego con la parashá Nitzavim: “Estáis hoy todos vosotros en presencia del Señor”, agregando todas las palabras del pacto; estaban pues todos frente a él en esa asamblea, ¿cómo es entonces que afirma aquí, que Moshé fue a dirigirles la palabra? Puesto que estaban todos reunidos juntos para escuchar el pacto, debería hablarles allí, y no había ninguna necesidad de dirigirse a cada tribu por separada para hablarles.

Resolviendo estas dificultades Rambán:

Cuando finalizó sus palabras, se fueron todos los reunidos, incluso los niños y las mujeres, cada uno a su respectiva tienda. Entonces Moshé se retiró del campamento de los levitas para dirigirse al campamento de los israelitas a fin de honrarlos, cual persona que quiere despedirse de su compañero y va a solicitar la respectiva licencia.

Con mayor amplitud explicó estos conceptos R. Shimshon Rafael Hirsch:

Con el texto de las bendiciones y maldiciones, y con el versículo que les sigue, se acabó todo lo que Moshé debía advertir al pueblo en nombre del Señor. Esto – según su parecer – era la conclusión de su misión. De allí en adelante había de concentrar su íntegra atención a todo lo relativo al momento de su defunción y a sus consecuencias correlativas. Consistiendo en: su despedida; presentación de su sucesor, agregando palabras alen­tadoras dirigidas al pueblo; y finalmente, entrega del texto de la Torá a los kohanim y a los ancianos, ordenándoles su lectura en Asambleas convocadas en la fiesta de los tabernáculos de cada año septenal. Es de señalar que Moshé no llamó al pueblo a su presencia, no los congregó en una asamblea como acostumbraba hacer comúnmente cuando debía comunicarse con ellos en nombre del Señor, sino que “fue”, se dirigió él mismo al encuentro del pueblo para despedirse de ellos con la sencillez absoluta, tan propia del carácter de quien el verso atestigua: “Y aquél varón Moshé era muy modesto, más que todos los hombres que había sobre la faz de la tierra”.

Sobre toda esta parashá se cierne algo de la tristeza propia de la despedida. De quien leemos: “Su vista no fue ofuscada, ni se había debilitado su vigor”; quien se elevó a las alturas viviendo como un ángel; quien la tez de su rostro despedía rayos de luz; y de quien fue afirmado “boca a boca hablo (Yo) con él” – confiesa ante su congregación: “Soy de edad de ciento veinte años este día; no podré ya salir ni entrar más . . .”. Si bien hay quienes interpretan el “no podré” en el sentido de “no deber”, como encontramos muchas veces en el Libro Devarim (v.g. “no podrás poner sobre ti a hombre de tierra extraña”  es decir: no estoy autorizado. Sin embargo, la mayoría de los exegetas lo interpretan en su sentido sencillo: “no podré ya salir ni entrar más”, ya sea según la opinión de R. Abraham Ibn-Ezra – “a la guerra” – o más bien según Rashí. “pues le fue obstruida la fuente de su sabiduría”. Rambán por su parte considera que Moshé destaca en este momento su debilidad frente al pueblo, a fin de consolarlo: “Es decir, ya estoy viejo, y ya no podrán obtener más provecho de mí.”

Esta tristeza propia de la llegada del fin de todo hombre se mece por sobre toda la parashá, y es recalcada más aún por las distintas expresiones del Midrash que coronan a los últimos versos de despedida, y a las palabras del Señor a Moshé: “He aquí, se acercan los días en que has de morir”.

Lo que leemos: “Volvíme y observé que debajo del sol (la victoria en) la carrera no es de los ligeros, ni (la vic­toria en) la batalla de los fuertes; ni tampoco de los Sabios el pan, ni de los entendidos la riqueza, ni de los inteligentes la gracia; sino que el tiempo y la casualidad les tocan a todos ellos”. Dijo Rabí Tanjuma: Este verso nos habla de Moshé. ¿De qué manera (se explica)? “(La victoria en) la carrera no es de los ligeros” – Ayer no más, se elevaba hacia el cielo cual águila; ahora ruega que le permitan atravesar el Yardén, y no lo con­sigue, como leemos: “Tu no pasarás este Yar­den”.

“Ni (la victoria en) la batalla de los fuertes” – Ayer no más, los ángeles temblaban frente a él, más ahora afirma “porque yo temía con motivo de la ira y de la ardiente indigna­ción”.

“Ni tampoco de los Sabios el pan (la Torá)” –  “Un Sabio escala la ciudad de valientes, y hace descender la fortaleza que fue la confianza de ella (del cielo).” (Es decir: el Sabio – Moshé – escaló la ciudad – al cielo – e hizo descender la fortaleza – la Torá – para entregarla a nosotros). Pero ahora le fue retirada (la Torá) y entregada a Yehoshúa.

“Ni de los entendidos la riqueza” – Ayer hablaba como un opu­lento: “¡Vuélvete del ardor de Tu ira!”: “Ruégote perdones la iniquidad de este pueblo”. Pero ahora implora como un menesteroso: “Y yo supliqué”: concédemelo, aun sin merecerlo, gratuitamente.

“Ni de los inteligentes la gracia – Ayer, sabía como conseguir la reconciliación con el Señor : “!Levántate, oh Señor…!” . . . “¡Vuélvete, oh Señor. . . !” Pero ahora, después de suplicar durante siete días, le dijo finalmente el Señor : “He aquí, se acercan los días en que has de morir”.

Y sobre el mismo tema, el fin del hombre en Devarim:

Dijo Moshé: ¡Dueño del mundo! ¿¡Después de todo el honor y la grandeza que vieron mis ojos, yo muero?!

!Moshé! – le replicó el Señor: ¿¡Cuál es el hombre que vivirá y no verá la muerte?!

¿Cuál es el hombre? – refiriéndose a Abraham, que se introdujo en la calera salvándose de una muerte segura, sin embargo leemos luego: “Y expiró Abraham y murió…”. ¿Cuál es el hombre? – refiriéndose a Yitzjak, que extendió su garganta sobre el altar, pero leemos luego: “He aquí, he envejecido, (y) no se el día de mi muerte”.

¿Cuál es el hombre? – refiriéndose a Yaacov, que luchó con el ángel y prevaleció, mas luego leemos: “Se acercaron entonces los días en que Israel había de morir”.

¿Cuál es el hombre? – como Moshé, que habló con su Creador cara a cara, y luego: “He aquí, se acercan los días en que has de morir”.

En forma excepcional se destaca el sentimiento de Moshé, pa­triarca de los profetas, quien veía las profecías con brillante claridad mientras que los demás profetas las veían sólo con claridad careciente de esplendor, ese sentimiento del instante en que le fue obstruida la fuente de su sabiduría.

Préstese atención: en todo lugar donde leemos que Moshé fue ordenado designar a Yehoshúa como sucesor se le dijo:

Toma contigo a Yehoshúa, hijo de Nun, hombre en quien está el espíritu, y pon tu mano sobre él, y luego de haberle presentado delante de Elazar, el sacerdote, y delante de toda la congregación, le darás el cargo delante de ellos. 

Manda empero a Yehoshúa, y fortalécele, y anímale; porque él ha de pasar al frente de este pueblo …

Sólo en nuestro capítulo leemos:

He aquí se acercan los días en que has de morir; llama a Yehoshúa, y presentaos en la tienda de reunión, para que Yo le imponga Mis cargos. Considerando la diferencia existente en las palabras divinas, expresadas en primera persona – “para que Yo le imponga Mis cargos” – que según ellas aparece Moshé como sobrando, hasta el punto de serle cancelada la misión de delegar sus funciones en manos de Yehoshúa, se expresa el Midrash de la siguiente manera:

Dijo Moshé: ¡Dueño del mundo, que Yehoshúa tome el poder, y déjame vivo!

Le replicó el Señor: – Condúcete como él, como él lo hace con­tigo.

(Es decir, conviértete en su discípulo).

De inmediato Moshé se dirigió a la tienda de Yehoshúa. Este se atemorizó. Y Moshé le dijo a Yehoshúa: Maestro, ven conmigo. Salieron, yendo Moshé a su izquierda y entraron a la tienda de reunión. Descendió la columna de humo y los separó. Cuando se retiró la columna de humo, se dirigió Moshé a Yehoshúa preguntándole: ¿Qué te dijo el Señor?

Respondióle Yehoshúa: – Y cuando el Señor se te revelaba a ti, ¿yo tenía conocimiento de lo que te decía?

En ese momento exclamó Moshé: ¡Prefiero cien veces la muerte a un instante de celos! Entonces aceptó la muerte.

Y con algunas variantes:

Le dijo (el Señor): Esto es lo habitual en este mundo: cada generación con sus predicadores; cada generación con sus gobernantes; cada generación con sus dirigentes. Hasta ahora era tuya la misión de servirMe, pero en adelante le toca a Yehoshúa esa misión.

Le dijo entonces: – Mi Señor, si es por Yehoshúa que debo morir, me convertiré en su discípulo.

Respondióle: – Si tú lo prefieres así, ve y hazlo.

Se levantó Moshé y se dirigió a la tienda de Yehoshúa. Este se encontraba predicando y enseñando. Moshé se inclinó, y puso sus manos sobre sus labios. Se le cerraron los ojos a Yehoshúa y no se percató de su presencia, a fin de que sufra y acepte finalmente la muerte. Los israelitas se dirigieron a Moshé para escuchar sus lecciones de Torá, (al no encontrarlo) preguntaron: ¿Donde está nuestro maestro Moshé? Les respondieron: Se dirigió a la tienda de Yehoshúa.

Fueron hacia allí y lo encontraron. Yehoshúa estaba sentado mientras que Moshé se encontraba de pie. Le dijeron entonces: – Yehoshúa, ¿cómo se te ocurre? ¿Moshé tu maestro de pie, y tú sentado?

Cuando alzó los ojos y lo vio, rasgó sus vestimentas, gritó, lloró y exclamó: ¡Maestro mío! ¡Maestro mío! ¡Maestro mío! ¡Mi padre y mi señor!

Dijeron entonces los israelitas: – ¡Moshé, maestro nuestro, ensé­ñanos Torá!

¡No estoy autorizado! – respondióles.

¡No te abandonaremos, (hasta que aceptes enseñarnos)! – insis­tieron.

Se escuchó la voz de la revelación, que dijo: ¡Tomad las lecciones de Yehoshúa!

Yehoshúa se sentó a la cabecera, Moshé a su derecha, y los hijos de Aharón a su izquierda. Predicaba Yehoshúa en presencia de Moshé … Y le fue quitada la sabiduría tradicional a Moshé entregada a Yehoshúa, de suerte que Moshé no entendía lo que Yehoshúa enseñaba. Después que los israelitas se habían levan­tado de la sesión, le dijeron a Moshé: – Nos ocultó (Yehoshúa) la Torá. (Es decir: no le entendemos como cuando tú enseñabas). Les contestó (Moshé): No sé explicarles. Y Moshé vacilaba y se caía.

En ese momento dijo: – ¡Dueño del universo! Hasta ahora rogué por la vida, pero ahora estoy dispuesto a entregarte mi alma.

En resumidas cuentas: Los Sabios no ven en Moshé una cria­tura super-humana. No es – libre y guarde – un ídolo, ni un hijo de Dios. Por eso con mucha razón citaron los Sabios – como últimas palabras suyas – la siguiente sentencia:

Tomó sus dos manos y las colocó sobre su corazón, diciendo a los israelitas: “Observad el fin de la criatura de carne y hueso”.

Tomado de: “Reflexiones sobre la Parasha”, Prof. Nejama Leibovitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986 págs. 299-304.

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