Bienvenido a AIP, decinos como te llamas y contanos el porque de tu nombre
Los nombres representan nuestra identidad no sólo porque son una manera conveniente de distinguirnos el uno del otro, sino porque nos definen. El nombre que recibimos al nacer no es fortuito. Es, hasta cierto punto, profético. Captura nuestra esencia. Es la llave de nuestra alma.
La palabra en hebreo para ‘alma’ es neshamá. La parte central de esta palabra, las letras del medio shin y mem, forman la palabra shem, que significa ‘nombre’. Tu nombre es la llave para conocer tu alma.
El Midrash nos enseña que a pesar de que la profecía se acabó después de que se terminó de escribir la Biblia, todavía hay una pequeña área en donde podemos experimentar un cierto aspecto de profecía. Esto es, cuando elegimos un nombre para nuestros hijos.
Los nombres de nuestros hijos son el resultado de una colaboración entre nuestro esfuerzo y la respuesta de Dios, es por eso que la palabra en hebreo para ‘nombre’, shem, tiene el mismo valor numérico que la palabra en hebreo para ‘libro’, sefer, esto es, 340.
Los nombres son un libro. Ellos cuentan una historia. La historia de nuestro potencial espiritual, así como también la de nuestra misión en la vida. Eso explica el fascinante Midrash que dice que cuando completemos nuestros años en esta tierra y nos enfrentemos al juicio celestial, una de las preguntas más poderosas que nos preguntarán es: ¿Cuál es tu nombre? Y ¿Le hiciste honor a tu nombre?
¿Quién fue el primero en llamar a algo o alguien por su nombre? La Torá deja en claro que no fue otro sino Dios. Y Dios utilizó los nombres no sólo para identificar, sino que los utilizó para crear.
Cuando la Torá dice “Dios creó”, no sugiere que Él realmente realizó una labor manual, sino que simplemente habló, y las palabras que describían el objeto hicieron que este comenzara a existir. Dios dijo “que haya luz, y hubo luz”. Dios simplemente nombró las cosas, y las mismas letras de estos nombres moldearon la estructura atómica de estas cosas.
Los nombres no son sólo una forma conveniente de diferenciar objetos. Los nombres son responsables por las diferencias que existen entre todas las cosas creadas en este universo.
Los nombres existen antes de las cosas que luego serían identificadas con estos nombres. Los nombres no son la descendencia, sino los padres de todo lo que hay en el universo. Las cosas son como son llamadas. O en palabras más simples, las cosas son lo que son por el nombre que recibieron, a pesar de la creencia de Shakespeare de que “Una rosa con otro nombre no dejaría de esparcir su aroma”.