La Parashá
(relato los hechos antes del estudio posterior)
En esta parashá leeremos que al poco tiempo que el pueblo de Israel salió de Egipto al mando de Moshé, el Faraón los persigue para forzarlos a volver, el pueblo israelita se encuentra atrapado entre el ejército del Faraón y el mar.
Hashém le dice a Moshé que eleve el bastón por sobre el agua.
El Mar Rojo se abre para dejar pasar al Pueblo Judío y luego se cierra sobre los egipcios matándolos a todos.
Moshé y los Hijos de Israel cantan una canción de alabanza y agradecimiento a D”s. ( pesukei desimra).
En el desierto la gente sufre sed y hambre y repetidamente se quejan ante Moshé y Aarón.
D”s endulza milagrosamente las amargas aguas del Mara. D”s le dice a Moshé que lanzara una rama al agua y así milagrosamente se endulza.
El Rabino Avi Amsalem ( de la Comunidad Hebrea de Bogotá) nos hace la siguiente pregunta: “ Qué pasó con el pueblo y por el agua se endulzaría con una rama si esta es amarga?
La enseñanza que da Hashém a Moshé y al Pueblo es que el problema no era el agua amarga, sino que el pueblo era “amargo” y por eso, sabía así por esta circunstancia Hashém endulzó el agua con una rama amarga para decirle al pueblo de Israel que debían quitar su amargura y así el agua volvería a tener un sabor dulce.
Muchas veces llevamos dentro de nuestro sentimiento un sabor amargo y mal negativo afectando la manera de cómo podemos ver las cosas y por eso, las vemos mal y negativas, por tal razón algunas veces la corrección tiene que ser dentro de nosotros para poder tener un sentimiento con sabor bueno y positivo y así observar la realidad para volver a encontrar el bien y el positivo en nosotros y en nuestros semejantes.
Más adelante Moshé extraía agua de una roca golpeándola con su bastón en ella, no cumpliendo en el pedido de Hashém que le había ordenado que le hablara a la roca.
Hashém hace descender Maná del cielo antes de cada roció de cada mañana para desaparecer del campamento israelita al caer la noche. El Maná era el sustento que Hashém les proveía al pueblo.
El pueblo judío estaba instruido a recolectar una doble ración los días Viernes porque este no descendería los días sábados ( Shabat), día de descanso decretado por D”s.
Aarón preserva una pequeña cantidad de Maná en un jarro, como testimonio a futuras generaciones.
La Parashá termina relatándonos el pueblo es atacado por los Amalekitas, quienes son derrotados por las plegarias de Moshé y un ejército preparado por Josué ( Ioshua)
Shabat Shalom Umeboraj
Marcelo Mann
Estudiando la Parashá
Prof. Nejama Leibovitz
(La elegimos para nuestros estudios porque toma fragmentos de muchos comentaristas y los compara, de esa forma nos permite tener variedad de interpretaciones)
¡MANDA A LOS HIJOS DE ISRAEL QUE MARCHEN!
Por Nejama Leibowitz
Y dijo el Señor a Moshé:
“¿Por qué sigues clamando a Mí?
¡Manda a los hijos de Israel que marchen!
Mas tú, alza tu vara
y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo,
para que vayan los hijos de Israel
por en medio del mar seco.”
Rabí Jaim Ibn-Atar, en su comentario al Pentateuco “Or Hajayim”, planteó la siguiente cuestión en relación con estos dos versículos que transcriben las palabras del Señor a Moshé en el momento de supremo peligro:
Es difícil comprender: ¿hacia dónde habrían de marchar, teniendo a los egipcios pisándoles los talones y el mar por delante? Si la intención fué que marcharan después que el mar se hubiera dividido, debía haber dicho en primer lugar: “Alza tu vara y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo” y luego: “¡Manda a los hijos de Israel que marchen!”
Comprenderemos el extraño orden de estos versículos después que hayamos trabado conocimiento con el pueblo que acababa de salir de Egipto, tal como fue descripto por los Sabios en base a las Escrituras. Los versículos 9 y 10 del mismo capítulo describen la situación en que se encontraba sumido Israel antes de la división del mar:
De manera, que los egipcios – con todos los caballos y los carros del Faraón y sus jinetes y su ejército – los persiguieron, y los alcanzaron acampados junto al mar cerca de Pi-Hajirot frente a Baal Tsefón.
Y cuando el Faraón se iba acercando,
los hijos de Israel alzaron sus ojos
y ¡he aquí, a Egipto que venía marchando en pos de ellos!
y temieron mucho …
En los versículos mencionados en último término se habla de los egipcios, primero, en plural; “Los persiguieron”, “los alcanzaron”, pero, cuando el texto, la descripción de la realidad, pasa a relatarnos el estado de ánimo de Israel en esos momentos, revela un cambio significante, se habla de los egipcios en singular: “he aquí, a Egipto que venía marchando en pos de ellos.”
Rashí cita un Midrash que soluciona de un modo que le es usual, pintoresca y alegóricamente, el interrogante que plantea tal variación:
“Y he aquí que Egipto venía marchando en pos de ellos”: Vieron al príncipe angelical de Egipto que venía marchando …
¿Qué significa ésto? Hemos aprendido en diversas homilías de nuestros Sabios, que cuando dicen “El príncipe angelical de un pueblo”, se refieren a la personificación del espíritu de determinada nación (según la terminología de Najman Krojman).
¿Qué es lo que vieron los seiscientos mil hebreos que acababan de salir de la esclavitud de Egipto? ¿Vieron acaso los seiscientos carros y capitanes sobre todos ellos? Según los entendidos, estos carros eran vehículos guerreros sobre el que viajaban dos soldados, uno manejaba las riendas, mientras el otro, de pie guerreaba. En caso de emergencia podía subir también un tercero. Así pretenden explicar la expresión “veshalishim” (que nosotros traducimos “capitanes”[1]). Si esta explicación es exacta, los seiscientos mil hebreos fueron perseguidos por no más que mil ochocientos egipcios.
¿Acaso fué ésto lo que vieron los hijos de Israel cuando alzaron los ojos? No. Pues no está escrito: “Y he aquí a los egipcios que venían marchando en pos de ellos” sino que: “Y he aquí a Egipto …”, el príncipe de Egipto, la personificación del imperio egipto fue lo que vieron los esclavos que acababan de salir a la libertad. La Casa de la Esclavitud, Egipto, irguióse frente a ellos en toda su horripilancia. Por eso temieron.
En la continuación del versículo nos enteramos de la reacción de estos libertos atemorizados:
…y temieron mucho y clamaron los hijos de Israel al Señor.
Y dijeron a Moshé:
“¿Acaso por no haber sepulturas en Egipto
nos trajiste acá para morir en el desierto?
¿Qué has hecho con nosotros, sacándonos de Egipto?
Rambán sorprendido ente esta conducta la criticó:
No es comprensible como al mismo tiempo, esta gente, que clamaba a D-s por Su ayuda, despreciara la merced con la que los estaba agraciando y dijeron que habría sido mejor que no los hubiera redimido.
Rambán soluciona este interrogante con la hipótesis que entre los que salieron de Egipto había diversas fracciones:
Un partido clamaba al Señor mientras que el otro negaba al profeta y rechazaba el milagro que estaba teniendo lugar, y decían que ojalá no los hubiera redimido.
Un testimonio a su explicación ve Najmánides en el cambio de la voz “Hijos de Israel” por “pueblo”. Los que se dirigen al Señor son los Hijos de Israel, los justos. Moshé, en cambio, recibe orden de hablar al pueblo:
Entonces dijo Moshé al pueblo: “No temáis”.
Es decir, que quienes temen y se quejan “¿Qué has hecho con nosotros, sacándonos de Egipto?” son el pueblo, no los Hijos de Israel. Asimismo leemos en el último versículo:
Israel, pues, vió la obra prodigiosa que hizo el Señor contra los Egipcios, y temió el pueblo al Señor, y creyeron en el Señor.
Sólo después que vieron el milagro con toda claridad, creyó el pueblo en el Señor. Pero, mientras tanto, estamos antes del milagro. Israel ve al “Príncipe angelical de Egipto” a sus espaldas. Los Hijos de Israel claman, es verdad, al Señor, pero el “pueblo”, es todo nervios y temores.
Nuestros maestros divergieron en la apreciación de los redimidos de Egipto. En el tratado Sotá, encontramos la siguiente controversia entre Rabbí Meir y Rabbí Yehudá:
Dijo Rabbí Meir: Cuando los Hijos de Israel estaban junto al mar, discutían las tribus así. Una decía: “Yo descenderé primero al mar”. La otra decía: “No. Yo descenderé primero al mar”. Mientras estaban allí discutiendo, saltó la tribu de Binyamín al agua. Por tal motivo mereció hospedar en su predio a la Gloria. (Rashí: El Templo fué edificado en el territorio de Biniamín, pues está escrito: “Entre sus hombros El habitará” . Contestóle Rabí Yehudá: No. Los acontecimientos ocurrieron así: Uno decía: “Yo no entro primero al agua”, y el otro decía: “Tampoco yo entraré primero al agua”. Mientras estaban deliberando, saltó Najshón ben Aminadav, y su tribu, Yehudá, tras él, a las olas del mar, por éso mereció Yehudá el gobierno de Israel según está escrito: “Cuando Israel salió de Egipto … Yehudá vino a ser su santuario”. Díjoles el Santo, alabado sea: “Aquel que santificó Mi nombre en el mar, que venga y que gobierne a Israel”.
Rabbí Meír, aparentemente, defiende a Israel. Los ve como amantes del Señor y prestos a hacer Su voluntad. Dispuestos a penetrar en el mar con fe íntegra en Dios. Sólo Rabí Yehudá pretende conocer su verdadero carácter al describirlos como hombres que esperan ver su deber cumplido por otros.
Pero, hay quienes suponen que incluso Rabí Meír no creyó en su heroísmo y en su voluntad de saltar al mar sin garantías y sin promesas. De acuerdo a esta opinión, las palabras de R. Meír deben interpretarse así: Las tribus decían: “Yo salto primero – yo salto primero” pero, en realidad no eran éstas más que palabras, huérfanas de hechos. Sólo verbalmente quiso cada tribu ser la primera, pero no en la práctica.
Más aguda aún es la crítica del Midrash que describe a los hijos de Israel no en el momento del gran peligro, sino después del gran milagro. Los que hasta hace algunos momentos no veían sino la muerte segura, marchan ahora como hombres libres en medio del mar, seco, fuera del alcance de sus enemigos.
El Midrash los describe así:
Las escrituras dicen: “Rebeláronse junto al mar, junto al mar Rojo” ¿Porqué está escrito “mar” dos veces? La respuesta es: Se rebelaron junto al mar, cuando no querían internarse en las aguas. Allí fué la tribu de Yehudá la que saltó la primera al agua y glorificó el nombre de Dios.
¿Cómo sabemos que también se rebelaron en el mar? Cuando se internaron en el mar, vieron que estaba lleno de barro debido a las aguas que acababan de retirarse. Reuvén le decía a Shimón: En Egipto – barro. En el mar – Barro.
Así es como debe interpretarse el versículo: “Rebeláronse junto al mar, el mar Rojo”.
Vemos entonces que el milagro no cambió a los hombres. Que las rencillas por pequeñeces no cesaron. No desaparecieron el desagradecimiento y el amor a la comodidad. En lugar de ver las mercedes del Creador y Su providencia, que los redime de la esclavitud sobre “alas de águila”, ven sólo la pequeña cantidad de barro que se adhiere a sus zapatos. Este barro fue suficiente para que igualaran la esclavitud con la redención; ¡la oscuridad con la luz!
El milagro no transforma a los hombres. No es suficiente para cambiar sus corazones a fin que amen y teman al Señor.
Si ésta era su estatura espiritual y su manera de pensar, tanto en la hora de peligro y de estrechez como en la hora de milagro y de redención, cabe entonces la pregunta: ¿En mérito a qué se dividió el mar? La respuesta es: Por aquellos contados y aislados que llevaban al Señor en su corazón y que por su propio riesgo, no se detuvieron a pensar si tendrían éxito o no, y saltaron al mar.
En mérito de Najshón ben Aminadav, en mérito de aquellos que no preguntaron ni exigieron nada, que no se quejaron en el momento de necesidad, que no dudaron y que no impusieron la misión sobre los hombros del prójimo, sino que saltaron al mar. En mérito a estos hombres se dividió el mar. Estamos ahora en condiciones de comprender el extraño orden de los versículos que encabeza la lección y saber la respuesta a la pregunta del “Or Ha-jayim”.
Si habrían de creer en el Señor que los sacó de Egipto y hubieran marchado y saltado a las aguas antes que el mar se dividiera, también habrían podido estar seguros que el mar se dividiría. Por lo que dice Rashí:
“¡Manda a los hijos de Israel que marchen!” No deben hacer más que marchar, pues el mar no se opondrá.
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(1) Estamos en presencia de un juego de palabras, “Veshalishim” como derivado de la radical “shalosh” = tres, es decir que el carro estaba adaptado para “tres” soldados, mientras que su traducción real se refiere a los capitanes.
Tomado de: “Reflexiones sobre la Parashá”, Prof. Nejama Leibowitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986 págs. 91 – 95.
Haftará Beshalaj jueces 4:4-5:31
Nos encontramos en la época de los Jueces, entre la muerte de Ieoshúa bin Nun y el nacimiento del profeta Shmuel.
Nuestro pueblo está asentado ya en la tierra prometida, pero rodeado de naciones paganas con la práctica de la idolatría que en ellas reinaba.
Esta fuerte Haftará encuentra un paralelo claro con la parashá correspondiente. Mientras acá nuestra profetisa Déborah alienta y acompaña a Barak bn Abinojam a hacer frente a nuestro enemigo Iavin, rey de Cnaan, en la parashá nos encontramos con Miriam, parte fundamental de nuestro pueblo, alabando a D´s con su hermosa canción al lograr cruzar el Iam Suf. También la batalla final para vencer a Sisera, general del ejército enemigo, ocurre a orillas del arroyo Kishón, agua del Iam Suf, agua del Kishón.
Una vez más se le agradece a D´s por ayudarnos a pasar un momento tan difícil y dar un paso más adelante en hacer de nuestra tierra realmente nuestro lugar, en el mundo y en nuestro corazón. Se opone a la ira y a la idolatría; es un momento donde nos unimos todos en nuestro interior, nos hacemos ejad.
El agua es el símbolo de la creación, de la Torá, del vientre materno, sin agua no hay vida. Es notable la cantidad de alusiones al agua que encontramos tanto en la Haftará como en la parashá. Esto nos habla sin duda de la enorme presencia de la mujer en nuestra historia.
Vemos en el versículo 6 que D´s ordenó que Déborah impartiera justicia, en esos momentos era el juez el que conducía al pueblo. ¿Una mujer en lugar de juez en aquellos momentos? Así es, con el correr de los tiempos algo se fue oscureciendo y las mujeres quedamos más unidas a fantasías supersticiosas y tantas otras cosas…
Pero de un modo u otro la mujercita ha luchado por el lugar que considera que le corresponde. ¿Pensamos el lugar que en nuestra tradición tiene la mujer, una mujer jueza en aquel entonces? ¿Conduciendo a un pueblo? Y pensar que creemos haber avanzado tanto desde aquel entonces cuando en verdad sólo estamos recuperando lentamente el lugar que las mujeres tuvimos en nuestro pueblo.
Vamos descubriendo cada día, a través de las enseñanzas de Rabeinu Ale, cómo y cuánto sin la presencia y la acción de la mujer la historia de nuestro pueblo no hubiera sido posible o hubiera sido bien distinta. Si bien la palabra de los profetas, las haftarot, no forman parte de la Torá en sí mismas, tienen una profunda relación la mayor parte de las veces. También en la Torá está Miriam, la que da el agua, la que sobre el agua preserva la vida de nuestro líder Moshé, la que con su cántico, su poesía, agradece.
Bien sabemos que el agua es una representación de la Torá, de aquello esencial que necesitamos para vivir. También acá, como dijimos, es el agua del Kishón la que arrastrará los despojos del enemigo. Y será una mujer la que con valor ha recibido desde A´d la capacidad y la fortaleza para hacer frente al enemigo y nunca perder la esperanza.
Otra mujer, ya no de nuestro pueblo pero que forma parte de nuestra Haftará, es Iael. Considerando nuestra causa justa, valerosamente atrae a Sisera, y ofreciéndole un descanso, termina matándolo con una estaca y un martillo. Esta mujer no cree, como nos dice Edery, en el nacionalismo estrecho, sino que busca la justicia y la nobleza.
La lucha continúa todos los días. Tal como cada uno de nosotros realiza su lucha cotidiana, nuestro pueblo no baja los brazos. Felizmente, muchas veces es para sostener panderetas para agradecer, para cantar, para defender nuestro lugar.
Estamos todos juntos. A pesar de nuestras diferencias, hombres y mujeres necesitamos unos de otros para lo cotidiano que en verdad es lo trascendental, en el día día a través de los tiempos.
¡Shabat Shalom!
Norma Dembo