La Parashá
(relato los hechos antes del estudio posterior)
Shavuot: Una Festividad Doble:
Shavuot es una de las tres festividades judías más importantes, las llamadas Shalosh Regalim ( tres peregrinajes), pues en la época en que existían los dos Templos de Jerusalem todo el pueblo se dirigía a la ciudad para esta celebración.
Debido a su brevedad ( dura 1 día en Israel y 2 días en la diáspora), Shavuot tiende a generar menos agitación familiar que las otras dos Regalim ( Pesaj y Sucot), que duran una semana cada una.
Pero Shavuot conmemora el evento más importante en la historia judía: La entrega de la Tora en el Monte Sinaí.
En Shavuot como ya hemos dicho se celebra la entrega de la Tora por Hashem al pueblo judío en el Monte Sinaí, tras la salida de Egipto.
Esto sucedió en el año judio 2448, es decir hace más de 3.000 años.
Todo el pueblo judío de aquel momento experimentó directamente esta revelación divina: “ Hashem le habló de en medio del fuego; estaban oyendo el sonido de sus palabras, pero no estaban viendo una forma, sólo el sonido.
El les dijo de su pacto, ordenándoles cumplir los Diez Mandamientos y El los grabó en dos Tablas de Piedras” ( Devarim – Deuteronomio 4:12-13).
La entrega de la Torá fue un evento de inmensas proporciones que grabó indeleblemente al pueblo judío con un carácter, fe y destino únicos.
A lo largo de los milenios, los ideales de la Torá – monoteísmo, justicia, responsabilidad- se convirtieron en el fundamento moral de la civilización occidental.
Shavuot es también la Fiesta de las Primicias, es decir los primeros frutos del campo.
En el antiguo reino de Israel, todas las familias que trabajaban el campo enviaban a varios de sus miembros con primicias ( bikurim) como ofrenda y agradecimiento por el inicio de la época de la cosecha, que se entregaban al Templo en medio de cánticos.
Esta ofrenda estaba compuesta por cinco frutos: Granadas, Uvas, Higos, Dátiles y Aceitunas, a los que se sumaban el Trigo y la Cebada; estas siete especias siguen considerándose actualmente como los cultivos tradicionales de Israel.
Así, Shavuot es una festividad que combina lo natural ( la agricultura) con lo espiritual ( la Tora).
En junio de 1967 tuvo lugar la Guerra de los Seis Días, pocos días antes de Shavuot Israel recuperó la ciudad vieja de Jerusalem con el Muro Occidental, y por primera vez desde 1948 los judíos tuvieron nuevamente acceso al área que rodea al Monte del Templo, al sitio más sagrado del judaísmo.
Para la Festividad de Shavuot, tras despejar el área, el Muro Occidental se abrió para los visitantes y en ese memorable día de 1967 más de 200.000 personas de todo el país caminaron hacia el Kotel. Esta fue la primera peregrinación del pueblo judío soberano hacia el lugar de su antiguo Templo en 1900 años.
Shabat Shalom Umeboraj
Marcelo Mann
Estudiando la Parashá
Rabino Jonathan Sacks
El significado de tikún y su conexión con Shavuot.
Extraído del Majzor Koren de Shavuot, con una introducción de Rav Jonathan Sacks.
La palabra tikún, como en tikún haolam ‘arreglar el mundo’, y tikún leil Shavuot, la costumbre de permanecer despierto y estudiar Torá toda la noche de la primera noche festiva tiene una curiosa historia.
En el hebreo de la Mishná, es decir, hasta el siglo III, tikún sólo significaba ‘orden social’, las reglas que hacían que una sociedad fuera un espacio seguro y predecible. Pero de acuerdo al misticismo judío, pasó a significar algo más metafísico: reparar las fracturas en el universo que hacen que la vida en esta tierra esté llena de sufrimiento e injusticia, y cuyo símbolo principal es la situación de exilio del pueblo judío.
De acuerdo a Rav Isaac Luria, el gran místico del siglo XVI, esto tuvo que ver con el hecho de que ocurrió algo malo en la creación misma. La luz divina del primer día de la creación probó ser demasiado intensa para los vehículos físicos que debían contenerla. Los utensilios se rompieron, dejando ruinas y fragmentos de luz desparramados por todos lados.
El nuestro es, según los místicos, un ‘mundo roto’, y sus fracturas son tan profundas que afectan al Ser divino mismo.
El exilio no es sólo un fenómeno humano, sino que representa una lucha entre Dios y Él mismo; una lucha entre el Infinito, Ein Sof, el Ilimitado, y la Shejiná, la presencia Divina, la forma en que Dios se manifiesta entre nosotros. Cuando los judíos salieron al exilio, la Shejiná fue con ellos. Entonces debemos —por así decir—, con nuestros esfuerzos místicos, ayudar a curar las fracturas en lo Divino. Todo acto religioso, si es realizado con suficiente intensidad de mente y alma, hace algo para reunir al Santo, Bendito Sea, con su Presencia inmanente.
Sin embargo, la palabra tikún tiene una tercera acepción que no es para nada mística, pero que es muy poderosa en relación a la visión judía del mundo.
Ocurren cosas malas entre las personas. Los inocentes salen lastimados. Hay envidia, celos, enojo, resentimiento. Hay injusticia, opresión, explotación. El mundo está lleno de lágrimas.
Si crees, como lo hicieron los politeístas en el mundo antiguo y como lo hacen algunos ateos hoy, que la vida es esencialmente conflicto, una lucha darwiniana por la supervivencia, entonces no es extraño que el mundo esté lleno de dolor.
Así es como es. No hay ‘derechos’, sino sólo ‘poder’. La justicia es lo que sea que sirva a los intereses de los más poderosos.
La historia es escrita por los victoriosos. Las víctimas son meros daños colaterales en la lucha para imponer nuestra voluntad sobre el mundo o, en el lenguaje de los neo darwinianos, para transmitirle nuestros genes a la generación siguiente.
Creemos en la esperanza, y la esperanza tiene el poder suficiente para derrotar a la tragedia, ya que tenemos la capacidad para reparar lo que otros han dañado.
Así, sin embargo, no es como lo entendemos los judíos.
La condición natural del mundo es la armonía, como un jardín bien ordenado, una familia llena de amor o una sociedad agraciada. Así es como era en el comienzo, cuando Dios hizo el universo y vio que era bueno. Sin embargo, Dios le dio a los seres humanos libertad, y los humanos a menudo utilizan esa libertad para desobedecerle.
Dios crea orden. Nosotros creamos caos.
Esa es —o sería— la tragedia humana, si los judíos creyéramos en tragedia. Pero no creemos. Creemos en la esperanza, y la esperanza tiene el poder suficiente para derrotar a la tragedia, ya que tenemos la capacidad para reparar lo que otros han dañado.
Esa es la filosofía que yace detrás del tan fundamental principio judío de teshuvá, que significa ‘arrepentimiento’ o ‘retorno’.
A través de teshuvá podemos curar algo del dolor que otros han creado. Si bien el principio de teshuvá no aparece explícitamente en las historias de Génesis, está debajo de la superficie. Las relaciones problemáticas son reparadas. Ishmael, el hijo de Abraham con la esclava Hagar, fue expulsado cuando pequeño, pero lo vemos parado junto a su medio hermano Itzjak en la tumba de Abraham.
Yaakov y Esav, divididos porque Yaakov tomó las bendiciones de Esav, se encuentran veintidós años después y se abrazan sin rastros de resentimiento. Yosef perdona a sus hermanos, quienes lo vendieron como esclavo. Génesis termina con una nota de reconciliación. Hay heridas que pueden curarse.
Ni el Tanaj, ni los rabinos, ni siquiera los místicos, llamaron a esto tikún, pero eso es lo que es: la capacidad puramente humana de reparar las relaciones dañadas y de restaurar el orden social en el mundo. Ahora bien, ¿y si pasa el momento? ¿Qué pasa si quienes hicieron el daño y quienes lo sufrieron ya no están con vida? ¿Podemos, en el presente, reparar algo que se rompió hace tiempo, incluso antes de nuestra época? Ese es uno de los subtextos del Libro de Rut (que se lee en Shavuot), y aplica a dos personas: a Rut misma, y a Boaz…
Rut, en su vida y a través de su ejemplo, realizó un tikún. Si bien no hay ningún elemento de teshuvá, el verbo shuv, que significa ‘retorno’, aparece trece veces en el libro. Algo ha sido sanado. Mediante su conducta y su carácter, ella mostró que no todos los moabitas carecían de bondad.
Ellos, también, venían de la misma familia, la de Téraj, como Abraham mismo. Rut redimió algo del pasado. Reuniendo dos ramas de la familia, separadas hacía tiempo, su bisnieto se convirtió en la persona que uniría posteriormente a la nación.
Eso es tikún. Mediante nuestros actos en el presente podemos sanar algunas de las heridas del pasado.