Oportunidades de Tishrei 5781

Hay una verdad incontrovertible: que estas festividades de Tishrei, desde Rosh Hashana y hasta Simjat Torá, serán distintas a todo lo que hemos conocido en los últimos setenta años, y por lo tanto únicas para varias generaciones. No importa en qué momento de la “curva” estemos cuando sea la tarde del viernes 18 de este mes, setiembre de 2020; es un hecho que, como mucho, recrearemos algo de lo que estamos acostumbrados, pero con certeza habremos de cambiar la mayor parte de los rituales, sus tiempos, y su dinámica social. Por más que queramos forzarlo, el virus es más fuerte; si ha paralizado países y ha puesto en aprieto a gobiernos, sin duda podrá cambiar la experiencia colectiva judía de las festividades de Tishrei. Que nadie se haga la ilusión en contrario.

Dicho y asumido esto, las alternativas frente a la coyuntura son tan diversas como lo es el Judaísmo mismo. No en vano el mundo judío se ha movilizado no sólo ahora, en Elul 5780, sino desde mucho antes, en la búsqueda de la mejor experiencia posible sin traicionar los principios más caros a cada congregación o comunidad. No somos el único colectivo con este desafío; miles de actividades multitudinarias que parecían pautadas por una inercia centenaria se han visto obligadas a enfrentarse a alternativas, concesiones, y compromisos para sobrevivir. Eventualmente dominaremos el virus y volveremos a ser multitudes, pero si no preservamos aquello que nos convoca, no tendremos razón para hacerlo. 

El desafío no está en las personas per se sino en las experiencias colectivas que podamos preservar para el “día después”.

En esta configuración, con asistencia presencial acotada, si no directamente mínima, con streaming o sin streaming, la cuestión no está en tratar de que lo diferente pase desapercibido, sino en que sea evidente, contundente, y trascendente. Si la situación es distinta, no podemos porfiar en hacer lo mismo. Las restricciones sanitarias lo impiden. Pensemos en ellas como oportunidades para probar alternativas que en la cotidianeidad de los tiempos no nos atrevemos, o no prosperan. La excepcionalidad es nuestra aliada: hagamos uso de ella.

Los servicios religiosos en cualquier sinagoga son una experiencia social, es inherente a la pertenencia comunitaria. Una de las grandes pérdidas de este año 5781 será que no veremos a muchos que solemos ver en estos días entre Rosh Hashaná y Iom Kipur. Estarán en sus casas, como podríamos estarlo nosotros. Seamos los que seamos, matemáticamente no tenemos chance: nunca seremos todos los que hemos sido y que volveremos a ser. 

El streaming permitirá generar la ficción de una gran congregación en torno a los servicios religiosos, pero será unidireccional; no podremos vernos. Sin embargo, sabremos que estaremos todos convocados, todos presentes, de la forma que elijamos y podamos. Como nunca, seremos una congregación, no una suma de individuos cuyos nombres están etiquetados en sus asientos…
 
…Por lo tanto, hagamos de este año una experiencia diferente, arriesgada, innovadora, que deje enseñanza para el futuro, que nos pruebe como comunidad, que nos desafíe como judíos. Atravesemos el umbral de la sinagoga sea física o virtualmente no para que nos reconozcan y nos nombren, sino para saber, con total certeza en medio de tiempos de incertidumbre, qué somos y dónde pertenecemos. Si hay que cambiar, cambiemos también paradigmas sobre los cuales muchas veces hemos dudado. 

 Quién dice que no nos sorprendamos a nosotros mismos. Quién dice que en el futuro no hayamos aprendido que el valor de la comunidad no está únicamente en lo que ella nos da, sino en lo que podemos dar en forma incondicional. Después de todo, el Judaísmo no deja de ser un ejercicio en superación personal y colectiva. Nunca más válido que estos Iamim Noraim de 5781. 

Ianai Silberstein

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