Parashá Vayerá

 
vayera
 

Resumen de la Parashá

La parashá de esta semana relata el momento en que Abraham estaba sentado, luego de su circuncisión (Brit Milá) frente a su tienda y a la espera de algún visitante con quien cumplir la mitzvá de guemilat Jésed.  Aparecieron tres visitantes a los que Abraham les dio la bienvenida y agasajó.  Abraham se apresuró a atenderlos con gran hospitalidad, a pesar de que en el tercer día es cuando la circuncisión causa mas dolor.

Pero en realidad éstos eran ángeles enviados por el Eterno, corporizados como seres humanos, y que venían a cumplir ciertas misiones en este mundo.  Así es como un ángel informó a Abraham al cabo de un año Sará, su esposa, le daría un hijo.  Sará rió en su interior, ya que a sus noventa años de edad, esa noticia le parecía increíble.  

Hashem criticó a Sará por su duda, por no haber confiado con su corazón en la promesa del Todopoderoso.  Luego otro ángel curó a Abraham el malestar que aún sentía por su circuncisión.  El tercer ángel debía cumplir con su misión que era la destruir las ciudades de Sedom y Amorá (Sodoma y Gomorra).  Pero previamente Hashem informó a Abraham sobre este asunto y él pidió al Eterno que tuviera misericordia con los habitantes de esas ciudades, argumentando que los hombres justos no debían ser eliminados junto con los perversos.

Abraham Avinu dijo en su alegato, «Si se encontrara en esa ciudad 50 hombres justos ¡sería lógico salvar a la ciudad por ellos!  ¿Acaso Tú no harás justicia e impedirás que mueran esos 50 piadosos por causa del resto?».  Y Di-s le contesta que no destruiría la ciudad si  realmente hubiesen 50 hombres justos.  Abraham «negocia» con Di-s bajando el número a 10 hombres justos.  Luego, Hashem le prometió que no los destruiría si encontraba por lo menos diez tzadikim.  De todas maneras, ni siquiera 10 hombres encuentra.


Los malajim fueron a casa de Lot en Sedom, y allí los habitantes enterados de sus presencias, trataron de molestar a los visitantes y Hashem los castigó produciéndoles ceguera.  Los ángeles informaron a Lot que debía inmediatamente abandonar la ciudad junto con su familia.  Lot dudó pero los malajim lo tomaron con su esposa y sus dos hijas, y lo llevaron fuera de la ciudad.   El Eterno derramó azufre y fuego sobre las ciudades de Sedom y Amorá destruyendo así toda el área.  Los ángeles advirtieron sobre no observar el castigo que cayó sobre esos habitantes, pero la esposa de Lot desobedeció esa orden mirando la destrucción y por ello fue convertida en una estatua de sal.

Luego Lot se trasladó hacia una cueva en la montaña.  Las hijas de Lot temiendo que como resultado de la destrucción no hubieran hombres para casarse, deciden embriagar a su padre y y tener descendencia a través de él, y hacer perpetuar a la humanidad.  En ese lugar sus hijas dieron a luz a quienes serían luego los fundadores de las naciones de Moab y Amón.  De la hija mayor nació Moab y de la menor Amón.

Abraham se trasladó con su esposa hacia el Neguev, a la ciudad de Guerar en Beer Sheva.  Declaró que Sará era su hermana y esta fue llevada al palacio de Abimélej, rey de Guerar, y Hashem le castigó con enfermedades y en un sueño se le apareció señalándole que debía devolver a Sará a su esposo, caso contrario moriría.  Abimélej presuroso la devolvió a Abraham y a su vez le dio muchos regalos.

Transcurrido un año, tal como les fue prometido, Abraham y Sara tienen un hijo, al que Abraham llamó Yitzjak.  Por orden de Dios, en el octavo día después del nacimiento, Abraham lo circuncida.  Abraham hace una fiesta cuando Yitzjak es destetado.

Yitzjak crecía y Sará sentía que Ishmael ejercía una mala influencia sobre él.  Entonces pidió a Abraham que alejara a Hagar y su hijo; Abraham se angustia al pensar que tiene que desterrar a su hijo, pero Dios le dice que escuche a Sará.  Abraham aceptó el consejo luego de que Hashem le indicara hacerlo y también le aseguró que Ishmael sería el padre de una gran nación.

Hagar y su hijo, deambularon por el desierto, y allí Ishmael estaba sediento a punto de morir.  Apareció un ángel que le indicó a Hagar un lugar donde había milagrosamente agua.  Di-s le promete que va a ser el progenitor de una gran nación.  Ishmael vivió en Parán y se casó con una mujer de Mitzraim.

Cuando Abimélej ve que Di-s está con Abraham, entra en una alianza con él.

Abraham fue siempre un servidor del Todopoderoso, habiendo sobrepasado nueve difíciles pruebas gracias a su fidelidad y devoción por Hashem.  Pero fue la prueba número diez la más difícil de todas, ya que Hashem le ordenó tomar a su único hijo Yitzjak, quien tiene 37 años, y lo ofrendara como sacrificio.  Abraham acepta, aunque esto iría a anular a la nación judía y al mismo tiempo contradice su enseñanza en contra del sacrificio humano. 

Abraham llevó a cabo esa orden a la mañana siguiente, bien temprano partiendo al lugar indicado por el Eterno, en una montaña de Moriá.  Allí construyó un altar y ató a Yitzjak a la madera y en el momento de tomar el cuchillo para sacrificarlo la voz de un ángel lo detuvo indicándole no hacer daño a su hijo.  Luego Abraham encontró un carnero enredado en los arbustos, sacrificándolo.  Por su obediencia incuestionable, Di-s le promete que aunque el Pueblo Judío peque, nunca estará completamente dominado por sus enemigos.  El Todopoderoso lo bendijo señalando que sus hijos (los Bnei Israel) serían numerosos y que heredarían las ciudades enemigas.La parashá finaliza con una genealogía y con el nacimiento de Ribká.

 

Por Rab. Marcelo Kormis
Las tres personas que vio Abraham:

Con el correr de los años, se desarrolló una hermosa costumbre en el pueblo judío.

Muchas familias anotan en la tapa de sus libros fechas, nombres, versículos que han sido importantes en sus vidas.

En muchas Hagadot de Pesaj, por ejemplo, encontramos fechas con los nombres de las personas que han compartido el Seder durante ese año.

En la portada de Sidurim encontramos fechas de nacimientos, Brit Mila, casamientos o fallecimientos que acontecieron dentro de la familia.

En la primera página de muchos Majzorim se inscriben fechas y nombres que han compartido cena de Rosh Hashana o de corte del ayuno de Iom Kipur.

Esta semana quisiera contarles algo muy especial. Tengo un Tanaj que recibí de regalo hace 20 años cuando estudiaba en el Instituto Hebreo.

Durante años su tapa estuvo vacía, hasta que escuché una enseñanza que escribí en su primera página. Esta enseñanza se basa en los pzukim que abren Parashat Vayera.

El primer Pasuk de nuestra Parashá dice:
“ Se le apareció a él (a Abraham) Adonai en el Encinar de Mamré.” Y a renglón seguido, el segundo Pasuk que dice: “ (Abraham) alzó sus ojos, y vio y he aquí que tres hombres estaban parados junto a él.” Al comienzo de esta parashá Hashem se le aparece a Abraham, pero fíjense cómo lo hace. Cuando nuestro patriarca levanta la vista, y mira, no ve a Elokim, sino que ve a tres personas que se le acercan.

Hashem se reveló a nuestro patriarca, pero lo hizo a través de tres seres humanos (ángeles) que lo visitaron.

Cuando escuché por primera vez esta enseñanza, que se le atribuye al filósofo judío Franz Rosenzweig, recuerdo que me llamo mucho la atención. Me llamo la atención porque pensé inmediatamente en el mundo materialista, concreto, empírico en el cual vivimos. Un mundo donde muchas veces nos cuesta encontrar la presencia de Hashem. Pero estos psukim me dieron un acercamiento a una posible solución. Creo que una de las formas principales a través de las cuales Hashem se revela en nuestro mundo es a través de los seres humanos.

Cada uno de nosotros tiene en su interior una parte de D’-s, una chispa divina, y cada vez que actuamos con amor, con bondad, con misericordia, hacemos más tangible su presencia.

Para algunos Hashem se revela en el mundo a través de la naturaleza, para otros, Hashem se revela en la historia, para otros, Hashem simplemente no se revela. Para mi, Hashem se revela a través de nuestros actos.

Por eso elegí estos versículos, y es por eso que cada acción que realizamos en nuestra vida es de vital importancia. Cada decisión puede inclinar la balanza, nos puede alejar o acercar a D’-s. Solo nosotros depende qué camino tomar.

Shabat Shalom Umeboraj

Marcelo Mann


Respondiendo al llamado Vaierá, por el Rabino Jonathan Sacks
 
Traductor: Carlos Betesh
Editora: Michelle Lahan
 

La historia temprana de la humanidad comienza en la Torá con una serie de trastornos. Dios le dio libertad al ser humano que, luego, desaprovechó.

Adán y Eva comieron el fruto prohibido. Caín asesinó a Abel. En relativamente poco tiempo, antes del Diluvio, el mundo estuvo dominado por la violencia. Toda carne en la tierra se pervirtió. Dios creó el orden pero la humanidad creó el caos. Aún después del Diluvio, al construir la Torre de Babel, la humanidad fue culpable de una arrogancia desmedida y la convicción de que se podría construir una torre que “llegara al cielo.”(Génesis 11: 4)
 
Los humanos fallaron en responder a Dios, que es cuando Abraham entra en escena.
En el comienzo, no estamos seguros de qué es lo que está convocado a hacer Abraham. Sabemos que se le ordena dejar su tierra, su lugar de nacimiento y la casa de su padre para ir “a una tierra que Yo te indicaré,” (Génesis 12:1) pero qué es lo que debe hacer cuando llegue, no lo sabemos. Sobre esto la Torá guarda silencio. ¿Cuál es la misión de Abraham? ¿Qué es lo que tiene él de especial? ¿Qué es lo que le hace ser algo más que un buen hombre en una mala época, al igual que Noaj? ¿Qué es lo que hace que sea un líder y padre de una nación de líderes?
 
Para decodificar este misterio tenemos que revisar lo que nos señala la Torá antes de este punto. Yo sugerí hace unas semanas que un – quizás el – tema clave es la falta de la responsabilidad. Adán y Eva carecieron de responsabilidad personal. Adán dice “No fui yo, fue la mujer.” Eva dice “No fui yo, fue la serpiente.” Es como si negaran ser los autores de sus propias historias – como si no comprendieran qué es la libertad ni la responsabilidad que esta implica
 
Caín no niega su responsabilidad personal. No dice “No fui yo, fue culpa de Abel por provocarme.” En cambio, niega su responsabilidad moral: “¿Acaso soy el guardián de mi hermano?”
 
Noaj fracasa en la prueba de responsabilidad colectiva. Es un hombre virtuoso en una era de vicio, pero no impacta en sus contemporáneos. Salva a su familia (y a los animales) pero a nadie más. Según la lectura simple del texto, ni lo intenta.
 
Si entendemos esto, comprendemos a Abraham. Él ejerce la responsabilidad personal. En la parashá Lej Lejá, se desata una pelea entre los pastores de Abraham y los de su sobrino Lot. Al ver que no era un conflicto banal sino que había un exceso de ganado para la tierra disponible, Abraham inmediatamente propone una solución:
Abram le dice a Lot, “Que no haya una disputa entre tú y yo ni entre nuestros pastores, pues somos hermanos. ¿No está toda la tierra delante de ti? Separémonos. Si tú vas a la derecha, yo iré a la izquierda; si vas a la derecha, yo iré a la izquierda.”(Génesis 13: 8-9)
 
Observen que Abraham no emite juicio alguno. No pregunta quién es el culpable de la disputa. No indaga quién se beneficiará del resultado. Le da a Lot a elegir. Ve el problema y actúa.
 
En el capítulo siguiente de Bereshit vemos una guerra local, que deriva en la captura de Lot junto a otras personas. Inmediatamente, Abraham reúne sus fuerzas, persigue a los invasores, rescata a Lot y a todos los demás cautivos y los devuelve a salvo a sus hogares, negándose a recibir cualquier recompensa ofrecida por el agradecido rey de Sodoma.
 
Este es un pasaje extraño, lo retrata a Abraham de manera muy distinta al pastor nómade que vemos en otros lados. Se comprende mejor en el contexto de la historia de Caín. Abraham muestra que es el guardián de su hermano (o del hijo de su hermano). Inmediatamente capta la naturaleza de la responsabilidad moral. Pese al hecho de que Lot eligió vivir en ese lugar con los riesgos implícitos, Abraham no dijo: “Su seguridad es responsabilidad de él, no mía.”
 
En la parashá Vaierá de esta semana, llega el gran momento: un ser humano desafía a Dios mismo por primera vez. Dios está por emitir Su juicio a Sodoma. Abraham, temiendo que esto signifique la destrucción de la ciudad, dice:
 
“¿Vas a eliminar a los justos junto a los malvados? ¿Y si hubiera cincuenta virtuosos en la ciudad? ¿Vas, realmente, a destruirla y no salvar al lugar en mérito de los cincuenta justos que estarían allí? Lejos de Ti esta hacer tal cosa – matar a los justos junto con los malvados, tratar a ambos en pie de igualdad. ¡Lejos de Ti! ¿Será que el Juez de toda la tierra no imparta Justicia?” Génesis 18: 23-25)
 
Este es un discurso notable. ¿Qué derecho tiene un mero mortal de desafiar al mismo Dios?
 
La breve respuesta de Dios es que sí, que puede hacerlo. Escuchemos cuidadosamente el texto:
 
Entonces el Señor dijo: “¿Debo esconder de Abraham lo que pienso hacer? Abraham con seguridad se transformará en una nación grande y poderosa y todas las naciones de la tierra serán bendecidas a través de él”…Entonces dijo el Señor: “El clamor contra Sodoma y Gomorra es tan grande y sus pecados tan graves que bajaré a ver si lo que han hecho es tan malo como el clamor que Me ha llegado.” 
 
Estas palabras “¿Debo esconder de Abraham lo que pienso hacer?” es una clara indicación de que Dios quiere que Abraham le conteste, si no ¿por qué lo habría dicho?
La historia de Abraham sólo puede comprenderse con el trasfondo de la historia de Noaj. Ahí también Dios le adelantó a Noaj sus planes de castigar al mundo.
 
Entonces Dios le dijo a Noaj “Yo voy a poner fin a todos los humanos, pues la tierra se ha plagado de violencia debido a ellos. Ciertamente voy a destruirlos a ellos y a la tierra.” (Génesis 6:13)
 
Noaj no protestó. Por el contrario nos dice la Torá que tres veces Noaj “hizo lo que Dios le ordenó.” (Génesis 6:22, 7:5, 7:9) Noaj aceptó el veredicto. Abraham lo cuestionó. Abraham comprendió lo del tercer principio que hemos estado explorando en estas últimas semanas: el de la responsabilidad colectiva.
 
Los habitantes de Sodoma no eran hermanos ni hermanas de Abraham, por lo que él estaba haciendo, incluso, más de lo que había hecho por Lot. Rogó por ellos porque comprendió el concepto de la solidaridad, manifestado por John Donne:
 
               Ningún hombre es una isla,
               Enteramente en sí…
               La muerte de cualquier ser me disminuye
               Pues estoy involucrado con la humanidad. [1]
 
Pero queda latente una pregunta. ¿Por qué Dios hizo Abraham lo desafíe? ¿Había algo que Abraham sabía y Dios no? Esa idea es absurda. La respuesta seguramente es: Abraham estaba por convertirse en el referente e iniciador de una nueva fe, alguien que no debía defender el statu quo del ser humano, sino desafiarlo.
 
Abraham debía tener el coraje de desafiar a Dios si sus descendientes habrían de retar a los gobernantes humanos, como lo hicieron Moshé y los Profetas. Los judíos no aceptan el mundo tal cual es. Lo desafían en nombre del mundo que debería ser. Este es un punto de inflexión crítico en la historia humana: el nacimiento de la primera religión de protesta – la aparición de una fe que desafía al mundo en vez de aceptarlo tal cual es.
 
Abraham no era un líder convencional. No gobernó a una nación. No había aún nación para gobernar. Pero fue el modelo de líder como lo entiende el judaísmo. Asumió la responsabilidad. Actuó, no esperó que lo hicieran otros. De Noaj, la Torá dice, “caminó con Dios” (Génesis 6: 9) Pero a Abraham Dios le dice, “Camina delante de Mí” (Génesis 17:1), o sea, sé un líder. Camina delante. Asume responsabilidad personal. Asume responsabilidad moral. Asume responsabilidad colectiva.
 
El judaísmo es el llamado de Dios a la responsabilidad.

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