elegida por el Todopoderoso.
Es interesante que esta parasha se llame La Vida de Sara, cuando precisamente inicia con su muerte y parece terminar con la muerte de Abraham su esposo.
La parasha inicia con el desglose de los años que vivió Sara y la forma en que mantiene su pureza y su belleza. La muerte de nuestra patriarca sucede mientras Abraham se encuentra fuera cumpliendo la voluntad de Hashem.
Abraham regresaba después de haber sido bendecido, pues Hashem le había dicho: “ que aumentaría enormemente su descendencia… como las estrellas, como la arena…, que por su descendencia serán benditas todas las naciones.”
Abraham fue sometido a un día de prueba a su inteligencia emocional, en el que se conduce con mesura, pues toma sus tiempos en cada situación por difícil y dramática que esta sea para dirigir sus acciones en forma correcta. Una vez tomó su tiempo para honrar, elogiar y honrar a Sara, busca un lugar para darle sepultura y va en busca de la “ Cueva de Majpelá” ( la cueva de las tumbas dobles) y entra en una negociación con Efron pagando 400 siclos de plata y teniendo como testigos de la transacción a los hijos de Jet. Hoy día es interesante leer la insistencia de pagar por este lugar y dejar constancia de este derecho por la propiedad, pues hace poco la UNESCO reconoce este lugar como patrimonio palestino de la humanidad.
Abraham enterró en ese lugar a Sara, sabiendo qué hay una promesa sobre su descendencia se ocupa de ello, consciente de haber sido bendecido por Hashem en todo.
Abraham había logrado a través de su edad ( y no pesar de) que la esencia de su alma se expresará en este mundo físico y la muerte de su esposa le hace ver que es tiempo de pasar la estafeta a su descendencia, ya tenia la bendición de parte de Hashem, pero ahora le tocaba encaminar sus acciones para que esto sucediera, así que se enfoca en su hijo Isaac y bajo juramento en el pacto envía a Eliezer su sirviente a buscar una esposa de entre su familia, pero por nada hacía retornar a Isaac a ese lugar de donde Hashem lo había sacado a él. Si bien las mujeres canaanitas eran idiólatras igual que las de Jarán, había en Abraham una preocupación más allí de la ideología, pues él era el ejemplo mismo de que esto puede ser cambiado, sin embargo Abraham buscaba que la familia de la que descendiera la esposa de Isaac evidenciaran las “ midot “ ( cualidades personales, rasgos de carácter que trae una persona) que son extremadamente difíciles de cambiar, esto era lo que pesaba sobre los canaanitas descendientes de Jam, Canaan quienes fueron maldecidos por Noaj. Por esto esperaba que los actos de bondad, fuera lo que la futura esposa de Isaac debía mostrar.
Haber recibido de parte de Hashem la bendición a través de su descendencia, requería de ser meticuloso y cuidar cada detalle para tener éxito ( Hatzlajá) y lograr dejar un matrimonio consolidado. Una vez logrado, Abraham, rehace su vida con Ketura ( Hagar) y continúa su descendencia también por esta línea, muriendo anciano y satisfecho. Fue tras su muerte que Hashem bendice a Isaac.
Los hechos de Abraham y Sara son la base de lo que somos hoy y quizá la vida de esta porción de la Torá está precisamente en continuar con este legado como descendientes que somos, cada uno tenemos un camino recorrido, una casa y una parentela de la que hemos salido, guiados por la voz de nuestra alma, trabajemos con nuestros descendientes físicos y espirituales para que no regresen a esos lugares de donde nos ha sacado El Eterno, pues es nuestra bendición.
Ni la ciencia, ni la modernidad se contraponen a estos propósitos, pues intelectualmente estamos dotados para razonar y tomar decisiones con base en esto, pero nuestras midot sí pueden ser un obstáculo, busquemos el equilibrio, hagamos nuestro Tikum personal, que cuando llegue el día en el que nuestra alma deje este cuerpo, nuestra vida pueda desglosarse con hechos que dejen huella y que se cumpla lo que rezamos “ mientras los recordemos… seguirán viviendo entre nosotros.”
Por Verónica Ahavá
Shabat Shalom Umeboraj
Marcelo Mann
La bondad de los extraños
Rabino Sacks Jaie Sara
En 1966 un niño afroamericano de once años se mudó con sus padres y familia a un barrio de blancos en Washington (1). Sentado con sus dos hermanos y dos hermanas en el frente de la casa, el esperó a ver cómo los saludarían. No fueron saludados. La gente que pasaba por ahí volteaban a verlos pero ninguno les dio una sonrisa ni siquiera una mirada de reconocimiento. Todas las historias aterradoras que habían escuchado sobre cómo los blancos trataban a los negros parecía estarse convirtiendo en realidad. Años después, escribiendo sobre esos primeros días en su nueva casa él dice: “yo sabía que no éramos bienvenidos aquí. Sabía que no éramos queridos aquí. Sabía que no debimos de habernos mudado aquí…”
Mientras él va pensando esos pensamientos, una mujer blanca viniendo a casa del trabajo pasó por el otro lado del camino. Ella volteó hacia los niños y con una gran sonrisa dijo “¡Bienvenidos!” Desapareciendo dentro de la casa, minutos después ella salió con una bandeja con bebidas y sándwiches de queso crema y mermelada que puso sobre los niños, haciéndolos sentir en casa. Ese momento – escribió después el joven – cambió su vida. Le dio un sentido de pertenencia donde antes no lo había. Le hizo darse cuenta, en un momento donde las relaciones raciales en Estados Unidos estaban aún tensas, que una familia negra podía sentirse en casa en un área blanca y que podía haber relaciones que fueran “ciegas al color” Con los años, el aprendió a admirar mucho a la mujer del otro lado de la calle, pero fue este espontáneo acto de saludo que se convirtió, para él, en una memoria definitiva. Rompió un muro de separación y convirtió a extraños en amigos.
El joven, Stephen Carter, eventualmente se convirtió en profesor de Yale y escribió un libro sobre lo que él aprendió ese día. Lo llamó Civilidad (Civility). El nombre de la mujer, nos dice, era Sara Kestenbaum, y ella murió demasiado joven. El incluye que no era coincidencia que ella fuera una judía religiosa. “En la tradición judía”, indica, esa civilidad es llamada “jesed” – el hacer actos de bondad – que a su vez se deriva del entendimiento de que los seres humanos son hechos a la imagen de Dios. “Civilidad”, agrega, “en sí misma puede parecer parte de jesed: requiere necesariamente de bondad hacia nuestros conciudadanos, incluyendo aquellos que son extraños, e incluso cuando es difícil.” Al día de hoy, agrega, “puedo cerrar mis ojos y sentir sobre mi lengua la suavidad, la dulce capa de queso crema y mermelada de los sándwiches que engullí en esa tarde de verano cuando descubrí como un acto de genuina y modesta civilidad puede cambiar la vida para siempre.”
Nunca conocí a Sara Jestenbaum, pero años después de que leí el libro de Carter di una conferencia a la comunidad judía en la parte de Washington donde ella vivía. Les conté la historia de Carter, que ellos no habían escuchado antes. Pero notaron con reconocimiento, “Si”, dijo uno, “ese es el tipo de cosa que haría Sara.”
Algo parecido a este pensamiento estaba seguramente en la mente del sirviente de Abraham, que no es nombrado en el texto pero tradicionalmente identificado como Eliezer, cuando llegó a Nahor en Aram Naharaim, al noroeste de Mesopotamia, a encontrar a una mujer para el hijo de su amo. Abraham no le había dicho que buscara rasgos específicos de carácter. Simplemente le dijo que encontrara a alguien de su propia familia extendida. Eliezer, sin embargo, formula una prueba:
Señor, Dios de mi señor Abraham, hazme tener éxito el día de hoy, y demuestra bondad a mi señor Abraham. Veras, yo estoy parado junto a este arroyo, y las hijas del pueblo están viniendo a sacar agua. Que sea que cuando yo diga a alguna joven mujer, ‘Por favor deja tu jarra para que pueda beber un trago’ y ella diga ‘Bebe, y también daré agua a tus camellos’ – deja que sea ella la que Tú hayas elegido para tu siervo Isaac. Pues así sabré que has demostrado bondad (jesed) a mi señor.” (Gen. 24:12-14?)
Su uso de la palabra jesed ahí no es accidente, pues es la característica tal que él está buscando para la futura esposa del primer hijo judío, Issac, y la encontró en Rivka.
Es el tema, también, del libro de Ruth. Es la bondad de Ruth a Naomi, y de Boaz a Ruth la que el Tanaj busca enfatizar en dibujar el trasfondo de David, su bisnieto, quien se convertiría en el rey más grande de Israel. Desde luego los sabios dijeron que las tres características más importantes del carácter judío son modestia, compasión y bondad (2) jesed, lo que yo he definido en otro lugar como “amor como acción” (3), es central para el sistema de valores judío.
Los sabios lo basan sobre los actos de Dios mismo. Rab Simlai enseñó: “La Torah empieza con un acto de bondad y termina con un acto de bondad. Empieza con Dios vistiendo al desnudo: “El Señor Dios hizo a Adán y a su esposa vestidos de piel y los vistió”, y termina con Él cuidado a los muertos: “Y Él (Dios) enterró (a Moisés) en el Valle” (4).
Jesed – provee casa al sin casa, comida al hambriento, asistencia al pobre, visita a los enfermos, conforta a los dolientes y provee un enterramiento digno para todos – siendo constitutiva del vida judía. Durante los muchos siglos de exilio y dispersión las comunidades judías fueron construidas alrededor de estas acciones. Fueron hevrot, “sociedades amistosas” para cada una de ellas.
En la Roma del siglo XVII, por ejemplo, había siete sociedades dedicadas a la provisión de ropas, zapatos, lino, camas y cubrecamas tibios en el invierno para niños, los pobres, viudas y prisioneros. Había dos sociedades proveyendo ajuares, dotes y préstamo de joyas para las novias pobres. Había una para visitar a los enfermos, otra para llevar ayuda a las familias que habían sufrido duelo, y otras para hacer los últimos ritos para aquellos que habían muerto – la purificación antes del entierro, y el servicio de entierro en sí mismo. Once sociedades existían con fines educativos y religiosos, estudio y oración, otra levantaba limosna para los judíos viviendo en la Tierra Santa, y otros estaban involucrados en las varias actividades asociadas con la circuncisión de los niños recién nacidos. Y así otros proveían a los pobres con los medios para cumplir con los mandamientos como mezuzot para sus puertas, aceite para las luces de Hanukkah, y velas para Shabbat (5).
Jesed, dijeron los sabios, es en algunos aspectos aún mayor que tzedakah:
Nuestros maestros enseñaron: bondad-amorosa (jesed) es más grande que la caridad (tzedakah) en tres formas. La caridad se hace con el dinero de uno, mientras que la bondad-amorosa puede ser hecha con el dinero de uno o con la persona de uno. La caridad se hace con el pobre, mientras que la bondad-amorosa puede darse tanto al pobre como al rico. La caridad se da solo al que vive, mientras que la bondad-amorosa puede ser demostrada a los vivos y a los muertos. (6)
Jesed en muchas formas se convirtió en sinónimo con la vida judía y uno de los pilares sobre la que se sostiene. Los judíos hacen bondades hacia otros porque era “el camino de Dios” y también porque ellos o sus familias habían tenido experiencia íntima de sufrimiento y sabían que ellos no tenían otro lugar al cual acudir. Proveyó un acceso a la gracia en momentos oscuros. Suavizó el soplo de la pérdida del Templo y de sus ritos:
Una vez, mientras R. Yohanan estaba caminando fuera de Jerusalén, R .Joshua lo siguió. Viendo el Templo en ruinas, el clamó, “Aflicción para nosotros es este lugar en ruinas, el lugar donde la expiación por las iniquidades de Israel se hacían.” R. Yohanan le dijo: “Hijo mío, no te aflijas, pues nosotros tenemos otras formas de expiación que no son menos efectivas. ¿Cuáles son? Son las acciones de bondad-amorosa, sobre las que las Escrituras dicen ‘Deseo bondad-amorosa y no sacrificio” (Oseas 6:6) (7)
A través de jesed, los judíos humanizaron el destino como, ellos creían, la jesed de Dios humaniza el mundo.
También añadió una palabra al lenguaje en inglés. En 1535 Myles Coverdale publicó la primera traducción de la Biblia Hebrea al inglés (el trabajo había sido empezado por William Tyndale quién pagó esto con su vida, quemado en la estaca en 1536). Fue cuando él llegó a la palabra jesed que se dio cuenta que no había una palabra en inglés que capturara su significado. Fue entonces que, para traducirla, el acuñó la palabra “loving-kindness” – bondad-amorosa.
El Rabino Abraham Joshua Heschel solía decir, “Cuando yo era joven admiraba la astucia. Ahora que soy viejo encuentro que admiro más la bondad.” Hay una sabiduría profunda en esas palabras. Es lo que llevó a Eliezer a elegir a Rivka para que fuera la esposa de Isaac y la primera novia judía. La bondad trae redención al mundo y, como en el caso de Stephen Carter, puede cambiar vidas. Wordsworth estaba en lo cierto cuando escribió que “la mejor porción de la vida de un hombre bueno (y una mujer)” son sus “pequeños, sin nombre, no recordados, actos / De bondad y de amor.” (8)
(1) Stephen Carter, Civility, New York: Basic Books, 1999, 61-75.
(2) Bamidbar Rabbah 8: 4.
(3) Jonathan Sacks, To Heal a Fractured World (Curar un Mundo Fracturado), 44-56.
(4) B. T. Sotah 14a
(5) Israel Abrahams, Jewish Life in the Middle Ages (La Vida Judía en la Edad Media), London, Edward Goldston, 1932, 348-363.
(6) B. T. Sukkah 49b.
(7) Avot de-Rabbi Natan, 4.
(8) De su poema ‘Tintern Abbey (Abadía de Tintern).’