La larga historia de Israel de “retirar” a los científicos nucleares




El 27 de noviembre de 2020, el científico nuclear iraní Mohsen Fakhrizadeh fue asesinado en las afueras de Teherán. La República Islámica culpó a Israel por eliminar al hombre a cargo del programa de armas nucleares de Irán. De ser cierto, Fakhrizadeh no sería el primer científico en caer ante las armas del Mossad. De hecho, Israel tiene una larga historia de llevar a cabo operaciones encubiertas contra aquellos que trabajan para regímenes que buscan la destrucción del Estado judío.

Hace más de medio siglo, Egipto era el principal oponente de Israel. Liderado por el joven y carismático Gamal Abdel Nasser, El Cairo conspiró constantemente contra Jerusalem.

El 21 de julio de 1962, los periódicos egipcios informaron del exitoso lanzamiento de prueba de cuatro misiles tierra-tierra. Cuarenta y ocho horas más tarde, los misiles desfilaron por las calles de la capital egipcia y el Presidente Nasser señaló que podían alcanzar cualquier punto “al sur de Beirut”, en otras palabras: Israel.

El desarrollo de misiles en Egipto tomó al Estado judío por sorpresa. Y lo peor estaba por venir. Como Ronen Bergman relató en “Levántate y Mata Primero”, su historia de 2018 de las agencias de inteligencia de Israel: “Los científicos alemanes que desarrollaron los misiles egipcios que podían destruir Israel no eran técnicos oscuros. Eran algunos de los ingenieros de mayor rango del régimen nazi, hombres que” habían servido al Tercer Reich y “ayudaron a construir el V-1 -la bomba voladora que aterrorizó a Inglaterra- y el misil balístico V-2… que sirvió de prototipo para los actuales misiles superficie-superficie de largo alcance”.

El Mossad reclutó a un empleado suizo en la oficina de Zúrich de EgyptAir, una compañía, señala Bergman, “que ocasionalmente sirvió de tapadera para las agencias de inteligencia de Nasser”, y comenzó a abrir y fotografiar su correo. Los israelíes pronto tuvieron una comprensión relativamente avanzada -aunque tardía- del programa de misiles de Egipto. Las pruebas que reunieron mostraban planes para construir novecientos misiles que temían pudieran estar armados con ojivas radiactivas y químicas.

El 10 de septiembre de 1962, la inteligencia israelí secuestró a Heinz Krug, un ex científico nazi que había ofrecido sus servicios a Nasser y había ayudado a establecer una compañía de fachada en Alemania. Krug fue contrabandeado en secreto desde Alemania a Israel, donde fue interrogado. Simultáneamente, “el Mossad lanzó una amplia operación de desinformación, con un hombre parecido a Krug y que llevaba documentos a su nombre viajando por Sudamérica, dejando un rastro de papel que indicaba que Krug simplemente había cogido el dinero y huido de Egipto y sus colaboradores”.

La información obtenida de Krug, que posteriormente fue asesinado, llevó a Israel a colocar operativos en el interior de los países enemigos, incluido Egipto, e iniciar una campaña de asesinatos selectivos para destruir el programa de misiles de Nasser. AMAN, la agencia de inteligencia militar de Israel, irrumpió en el cuartel general alemán de EgyptAir e introdujo cartas bomba en las bolsas de correo que estaban destinadas a ser entregadas en Egipto.

Pero los esfuerzos iniciales del Mossad terminaron en fracaso. La amante y secretaria del científico principal Wolfgang Pilz abrió la carta-bomba, hiriéndola gravemente y dando lugar a que la inteligencia egipcia contratara a un ex oficial nazi de las SS, Hermann Adolf Vallentin, para proteger a los científicos. Una operación posterior, supervisada por el operativo del Mossad y el futuro primer ministro Yitzhak Shamir, fracasó.

Eventualmente, el Mossad se decidió por un plan poco convencional.

Un operativo del Mossad sedujo a la esposa de Otto Skorzeny, un infame operativo de las SS que una vez había servido como oficial superior de Vallentin. Un hombre grande con una gran cicatriz en su mejilla izquierda, Skorzeny había dirigido la operación nazi que rescató al dictador italiano Benito Mussolini durante la Segunda Guerra Mundial. Después de arreglar una reunión con Skorzeny, el Mossad prometió no asesinarlo ni perseguirlo, siempre que trabajara para ellos.

La información obtenida por Skorzeny ayudó al Mossad a atacar y amenazar a los científicos alemanes que trabajaban para Nasser. Más importante aún, le dio a los israelíes documentos que usaron para presionar al gobierno de Alemania Occidental para que ofreciera a los emigrantes alemanes mejores trabajos “siempre y cuando prometieran no ayudar a los egipcios”. Esto, señala Bergman, “paralizó fatalmente” las ambiciones de misiles de Nasser.

Las lecciones aprendidas de la Operación Damocles serían puestas en práctica más de una década después cuando se descubrió que el Irak de Saddam Hussein estaba desarrollando armas nucleares.

A finales del decenio de 1970, Israel se enteró de que Hussein estaba tratando de desarrollar armas nucleares y que Francia estaba ayudando al hombre fuerte iraquí a desarrollar la tecnología necesaria. Los ingenieros franceses, como los alemanes antes que ellos, fueron pagados generosamente.

Saddam pensó que los judíos eran una “mezcla de la basura y las sobras de varias naciones” y, como el egipcio Nasser, se había referido a Israel como un “cáncer”. Las protestas de Israel al gobierno francés y a la comunidad internacional fueron ignoradas.

Una vez más, el Estado judío no restringió su respuesta al Medio Oriente.

El 6 de abril de 1979, agentes del Mossad se colaron en un hangar vigilado para embarcaciones al oeste de Toulon en la costa mediterránea de Francia. Una vez dentro, los israelíes colocaron y detonaron con éxito los explosivos, destruyendo componentes que, cuando “estén completamente ensamblados… harían un reactor nuclear de setenta megavatios”.

Sin embargo, Saddam se mantuvo firme y ordenó que el proyecto continuara. El Mossad respondió apuntando a los que trabajaban para el dictador. El 13 de junio, la agencia asesinó a Yehia al-Mashad, un científico egipcio reclutado por Irak, en su habitación de un hotel de París. En las semanas siguientes, los ingenieros Salman Rashid y Abd al-Rahman fueron envenenados en Suiza y Francia, respectivamente.

También se enviaron cartas amenazadoras a los que trabajaban en el programa iraquí. Varios contratistas franceses dimitieron y, según Bergman, “el proyecto iraquí se retrasó ligeramente” pero “en el mejor de los casos, Israel había ganado algo de tiempo antes de que Saddam pudiera completar la construcción de los reactores y activarlos”. Finalmente, el gobierno del primer ministro israelí Menachem Begin decidió que sólo las bombas podían detener el programa. El 7 de junio de 1981, la fuerza aérea israelí destruyo con exito el reactor nuclear de Irak, una hazaña que repetiría en Siria el 6 de septiembre de 2007.

La República Islámica de Irán pronto retomaría donde Saddam había dejado. El líder supremo del régimen, el ayatolá Alí Jamenei, ha calificado a Israel de “tumor canceroso” y ha pedido la “eliminación” del Estado judío. Durante más de tres décadas, los mulás han perseguido la capacidad de construir armas nucleares. Desde por lo menos 1998 ese proyecto ha sido dirigido por Mohsen Fakhrizadeh, miembro del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, una entidad terrorista designada por los Estados Unidos responsable de entrenar a representantes terroristas como Hezbollah y la Jihad Islámica.

El Mossad ha respondido apuntando a los que ayudan a Teherán a lograr sus ambiciones nucleares. Israel ha llevado a cabo varias operaciones contra científicos e ingenieros asociados con el programa, muchas dentro del propio Irán. Jerusalem incluso ha reclutado presuntamente a ciudadanos iraníes, como Majid Jamali Fashi, quien más tarde fue acusado de colocar una bomba de control remoto en el vehículo del físico nuclear Masoud Almohammadi en enero de 2010. Once meses más tarde, otro científico, Majid Shahriari, también moriría en un atentado con coche bomba.

Los restos del coche de Shahriari se expondrían finalmente en el Museo de la Defensa Sagrada de Irán, una instalación multimillonaria en la que, como documentó el periodista Jay Solomon, “los cubos de basura están envueltos en banderas israelíes y los cráneos humanos se alinean en un pasillo”.

En su libro 2016 Iran Wars, Solomon observó que “los ataques del Mossad a los científicos nucleares continuaron a buen ritmo” después de que el régimen capturara y ejecutara a Fashi. “Los asesinos parecían estar decididos a eliminar” a los hombres involucrados en el programa, y “si no podían golpear a Mohsen Fakhrizadeh directamente, eliminarían a los más cercanos a él”.

Pero ahora Fakhrizadeh está muerto. La historia muestra que Israel no escatimará en gastos para eliminar a los que buscan su destrucción.

Sean Durns  / Noticias de Israel

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