Liderazgo







Ante esta pregunta que me formulé, encontré algunas respuestas en un texto memorable de 1970 de Enrique Picho Riviére y Ana Quiroga en Psicología de la Vida Cotidiana (Edit Galerna- 1970)

“El ídolo es un personaje necesitado psicológicamente durante el curso del proceso de desarrollo en el que sirve como elemento o pantalla de protección de un objeto interno idealizado, que encarna las aspiraciones del sujeto y que cumple una función protectora frente al constante acecho de sus miedos.


A través de ese fenómeno de identificación con el ídolo, el sujeto adquiere una pertenencia a un grupo determinado, lo que le permite una ubicación en un contexto en que el héroe ejerce un liderazgo a distancia…

El ídolo es algo más que un personaje determinado: es un rol social cuya función consiste en asumir y gratificar aspiraciones colectivas. Cuanto mayor es la coincidencia entre estas aspiraciones y el comportamiento del sujeto ídolo, más intensa es la adhesión que despierta. Pero si se llega a producir el más mínimo desajuste entre el rol adjudicado y el asumido, la idolatría muestra su reverso en una tremenda hostilidad proporcional sólo al grado de frustración sufrido…

La conducta de estos héroes, que se convierten en personajes míticos, no puede ser comprendida sino dentro del fenómeno de la idolatría. Su vida está determinada por esa relación con sus fans, quienes terminan por poseerlos completamente. Su éxito de dimensiones casi inexplicables, exige un precio de dependencia total.

Su vida privada está al servicio de cientos de miles de seres, siendo al mismo tiempo ideales inimitables y modelos imitables.”

Reitero, qué ocurre, entonces, si cuestionamos al ídolo?


Qué ocurre si lo hacemos? Hasta cuándo se puede sostener la idealización de una “deidad” que muestra cada vez más facetas bochornosas que lo desacreditan primero a él y luego a nosotros?

Hasta último momento intentamos mantenerlo porque de lo contrario debemos revisarnos a nosotros mismos, a nuestro grupo de pertenencia, a todos los valores que depositamos en él. Nuestra identidad se forjó en ese espejo, en esa imagen que nos cautivó y a la que queríamos parecernos. Cómo soltarla?

Además, cuando las sociedades no ofrecen muchas figuras que sean realmente modelos para reemplazarlo o imitarlo, la problemática se agudiza.
Y qué ocurre con ese ídolo? Primero debió ser un triunfador y por ello sus pies suelen ser de barro, cuando el éxito se rompe, cuando se lo utiliza para todo, se lo vacía, se lo agota y el ídolo se desmorona.

Ser colocado en ese pedestal no es nada fácil y suele ser bastante peligroso. Quien lo ocupa debe cuidarse mucho. Muchas veces la muerte consolida la idealización, aunque suene sombrío: ya no tiene que cuidarse más. Es y seguirá siendo un ídolo eternamente.
La fama se suele pagar muy caro y no todos pueden sostenerla sin dañar su imagen pública. Es dificil “bajarse del caballo” a tiempo , es hacer un duelo por lo que se fue y ya no se es más.

Blanca Zylberman

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *