Geopolítica de la vacuna: ¿qué contiene la Sputnik V?





En la última década, Rusia pisó cada vez más fuerte en el escenario internacional, siendo muchas veces sospechada y mal vista. Hoy, esto se ve expuesto en la tan debatida “vacuna rusa”, despertando muchas repercusiones en América Latina y el mundo. Pero, ¿qué nos dice esto de la gran estrategia rusa y qué significa que Rusia encuentre y distribuya la cura al Covid-19?

En los últimos diez años, Rusia dejó atrás los dramas y prejuicios de la Guerra Fría. Hace tiempo ya no existe la URSS. Y aunque siga combatiendo contra una imagen que la califica como “la mala” de la película, el país ha intentado reinventarse a sí mismo dentro de los parámetros occidentales. Hoy en día, su aproximación al sistema internacional se puede clasificar de pragmática: las instituciones rusas comprendieron el juego liberal, y empezaron a ser parte de él. Empresas como Rosneft, Gazprom o Nornickel, se mueven en una dinámica de mercado y que tienen intereses claros que ni la ideología ni la política van a poder cambiar.

Teniendo esto en cuenta, continuar viendo al país euroasiático como el enemigo del sistema capitalista en el que vivimos es no entender sus verdaderos intereses y proyecciones en el mundo. Sus objetivos son claros e iguales a los de la gran mayoría de los países: lograr un crecimiento económico sostenible, de la mano de una fuerte presencia en el escenario internacional. Pragmatismo.

Poder y prestigio

Ahora sí, entonces, podemos pasar a la vacuna. ¿Es fundado el “temor” a la Sputnik V? Hoy el Covid-19 se convirtió en el principal desafío a resolver para el mundo entero. Fabricar su vacuna trae aparejados poder y prestigio, siempre y cuando implique resultados eficientes y duraderos.

En primer término, es importante aclarar que quien fabrica la vacuna es el laboratorio Gamaleya, que ya tuvo proyectos efectivos como el de la vacuna contra el Ebola. El hecho de que el Estado ruso se vea beneficiado por ser quien albergue a los laboratorios que consigan la cura a la pandemia más impactante del último siglo, es obviamente un efecto propio del proceso. Quién logre encontrar la solución a la mayor prioridad de la agenda actual, ganará mucho predominio e influencia en el sistema, algo que todos los actores del sistema internacional buscan. De eso se trata el juego de las relaciones internacionales.

Joseph Nye, el internacionalista de la Universidad de Harvard, divide el poder en hard power (poder fuerte) y soft power (poder blando), haciendo referencia a dos tipos de capacidades que tienen los Estados para conseguir sus objetivos. La vacuna podría ser un equilibrio entre estas dos categorías, lo que la vuelve un bien preciado y, sobre todo, codiciado. Es por este motivo que vemos la carrera de tantos países a conseguir la mejor vacuna.

¿Y entonces?

Quizás encontrar la vacuna sea un síntoma de una Rusia que ya logró insertarse en el mundo. Algo que no la convierte en una amenaza para el sistema. La vacuna es un factor de poder, porque es la solución al gran problema que preocupa al mundo hoy, por ende, es un elemento para reafirmar la posición rusa en el tablero internacional.

Desde las relaciones internacionales, lo que podemos ver es que estos desarrollos son la veta que encuentran las potencias para introducirse en nuevos escenarios. Por esto, países como Argentina que se encuentran “distanciados” de Estados Unidos, abren una ventana de oportunidad a nuevos postores, en este caso, la Federación Rusa. Sputnik-V es el vértice que Rusia encontró para hacer crecer sus relaciones con América Latina y otras potencias medias (o menores).

Visto esto, podemos afirmar que esta vacuna está lejos de contener los fines maliciosos que dan lugar a especulaciones hollywoodescas. Por el contrario, el antídoto representa un elemento de poder de un país que pretende recuperar liderazgo global.

Sofía Meijide y Francisco Oyuela / El Economista

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