Los peones islamistas de Irán en el mundo árabe han vuelto por sus fueros y condenado el acuerdo de normalización entre Israel y Marruecos como lo hicieron previamente con los que suscribieron con el primero Emiratos, Baréin y Sudán.
Como es habitual, los islamistas y sus patronos de Teherán, juramentados con la erradicación de Israel, están recurriendo a pasajes del Corán y dichos atribuidos al profeta Mahoma para justificar su oposición a la normalización de relaciones entre los árabes e Israel.
No obstante, tras el acuerdo israelo-marroquí, los islamistas han reforzado su campaña de incitación contra los árabes que quieren firmar la paz con Israel.
Así, están instando al pueblo marroquí a rebelarse contra su Gobierno y contra el rey Mohamed VI, lo cual demuestra que están pasando de los ataques retóricos a los llamamientos a la violencia. Al urgir a los marroquíes a “resistirse” a la normalización, los peones de Irán están lanzándoles un mensaje para que derroquen al régimen “traicionero” sirviéndose de cualquier método, incluido el terrorismo.
Los iraníes fueron de los primeros musulmanes en condenar el acuerdo israelo-marroquí, lo que allanó el camino para que sus satélites tomaran la posta y urgieran a los marroquíes a levantarse contra el régimen de Rabat.
La normalización de las relaciones de Marruecos con Israel es una “traición” y una “puñalada por la espalda” a los palestinos, afirmo Hosein Amir-Abdolahanian, asesor del presidente del Parlamento iraní. Poco después, Hamás, el movimiento islamista palestino respaldado por Irán que controla la Franja de Gaza, emitió un comunicado en el que se leía:
La normalización con la entidad sionista es un movimiento deplorable que Marruecos no se merece y que no refleja las posiciones de los hermanos marroquíes, que han estado en todo momento y circunstancia con Palestina, Jerusalén y la mezquita de Al Aqsa.
En una apelación indirecta a la rebelión, Hamás llamó al “auténtico pueblo marroquí y a todos los pueblos libres” a “rechazar este acuerdo y todos los acuerdos baratos de normalización y a seguir boicoteando y no aceptar la ocupación sionista, al margen de tentaciones y circunstancias”.
El llamamiento de Hamás contradice su propia politica de no injerirse en los asuntos internos de los países árabes. “Hamás no se inmiscuye en los asuntos internos de los países árabes y musulmanes”, remacho su cabecilla Salah Bardawil.
Entonces, ¿por qué denuncia la decisión de Marruecos de establecer relaciones con Israel? ¿Y por qué llama a los marroquíes a “rechazar” un acuerdo bendecido por su rey? ¿Qué es ese llamamiento sino una clamorosa injerencia en los asuntos domésticos de un país árabe?
Para que quede más patente su hipocresía: Hamás sigue manteniendo comunicación con Egipto, el primer país árabe en firmar un tratado de paz con Israel. El otro día, miembros de los servicios de inteligencia egipcios acudieron a Gaza para hablar de seguridad con los líderes de Hamás. En los últimos años, los gerifaltes de Hamás han visitado frecuentemente El Cairo para departir con funcionarios de seguridad egipcios sobre la situación en la Franja.
Hamás teme decir una sola palabra contra Egipto por si El Cairo reacciona cerrando la frontera con Gaza o imponiendo sanciones a los cabecillas del movimiento islámico que les impidan viajar, por ejemplo. Una cosa es condenar a Emiratos, Baréin o Marruecos, que no tienen frontera con la Franja, y otra muy distinta arremeter contra tu poderoso vecino egipcio. Los líderes de Hamás saben que en el mismo momento en que lo hicieran, el paso de Rafah quedaría clausurado; y que si llamaran al pueblo egipcio a rebelarse contra el régimen de Sisi, miles de hamasistas egipcios acabarían entre rejas.
Aun cuando los egipcios cierran en ocasiones el paso de Rafah, Hamás no se atreve a lanzar un solo cohete hacia Egipto. Evidentemente, sus líderes saben que en cuanto atacaran a Egipto, la Gaza pagaría un precio muy elevado, lo más probable que en forma de ofensiva militar contra el movimiento islamista.
Los egipcios envían frecuentemente mensajes de advertencia a Hamás para que no se inmiscuya en los asuntos internos de su país ni amenace su seguridad nacional. “Si a Hamás se le ocurre penetrar un solo milímetro en territorio egipcio, será su último día de existencia”, afirmo una fuente militar del país norteafricano en 2014, luego de que se conociera que Hamás estaba acumulando fuerzas en la frontera para lanzar ataques contra los egipcios.
Es de notar la paciencia egipcia para con Hamás, hijuela de los proscritos Hermanos Musulmanes, pese a la injerencia de esta organización terrorista en los asuntos internos de Egipto y la amenaza que representa para su seguridad nacional.
Precisamente, el mes pasado Egipto cerró el paso de Rafah a bienes y vehículos por las “transgresiones” de Hamás. El Cairo no dio más detalles, pero el diario Egypt Today aludió crípticamente al historial antiegipcio de Hamás, que comprendia: 1) los beneficios que obtenía traficando con bienes y alimentos para palestinos de bajos ingresos subsidiados por Egipto pero contrabandeados por túneles clandestinos; 2) su implicación en el asesinato de 16 soldados egipcios en el propio Rafah en agosto de 2010; 3) sus operaciones de cambio de divisas de libras egipcias a dólares americanos, que dañaban la economía egipcia; 4) su incursión fronteriza de 2008, en el curso de la cual cometió varios delitos; 5) su irrupción en varias prisiones egipcias en 2011, que provocó la fuga de varios terroristas; 6) sus asesinatos de manifestantes en la Plaza Tahrir de El Cairo en 2011 y 7) sus ataques contra oleoductos y puestos militares del Sinaí.
Es por esto que Hamás pone sumo cuidado en sus relaciones con Egipto. Lo último que quiere es que El Cairo borre de la faz de la Tierra el movimiento islamista. Presumiblemente, es por eso que se comporta en los últimos años con Egipto. Esto, por supuesto, no aplica a Marruecos, cuyo rey jamás ha amenazado a Hamás ni atacado Gaza.
El hamasino Mahmud Zahar ha pedido a los marroquíes que «hagan frente a la política de normalización” con Israel y urgido al Parlamento del reino a criminalizarla y a adoptar las leyes necesarias para combatir la paz con Israel. Ya no es que ese líder de Hamás esté incitando a la violencia y la desestabilización en un país árabe, sino que da consejos al Legislativo de ese país sobre qué leyes ha de adoptar. Uno no puede sino imaginar cuál sería la reacción de Zahar si un funcionario marroquí llamara a los gazatíes a levantarse contra los gobernantes de Hamás.
Para seguir con la política hamasina de no injerencia en los asuntos internos de los países árabes, Zahar incitó asimismo al pueblo marroquí a rebelarse contra su monarquía. La Yihad Islámica Palestina (YIP), el segundo grupo terrorista proiraní de Gaza, se sumó a Hamás en la incitación a la rebelión en Marruecos. “Estamos plenamente confiados en que el pueblo marroquí rechazará poderosamente la normalización con la ocupación sionoista, y la tierra del Reino de Marruecos no será un vivero para los sionistas, pues el pueblo marroquí y sus fuerzas políticas rechazarán y combatirán la normalización”, afirmo por medio de un comunicado. “Los regímenes y líderes árabes que corren en pos de la entidad sionista serán maldecidos”.
De la misma manera, el grupo terrorista libanés Hezbolá, otro satélite de Irán, declaro que apostaba por “el pueblo marroquí libre” para que desbaratara el acuerdo de normalización con Israel.
Las amenazas contra Marruecos y otros países árabes por parte de los peones de Irán –Hamás, la YIP y Hezbolá– son preocupantes para numerosos árabes de Oriente Medio. Los árabes, especialmente aquellos que quieren hacer las paces con Israel, son completamente conscientes de que Irán y las milicias palestinas e iraníes seguirán provocando problemas en la región y queriendo reemplazar a los líderes que quieren la paz con Israel por musulmanes extremistas que reporten a los mulás de Teherán. Esos árabes confían en que la nueva Administración americana respalde una política dura hacia Irán y no mande un mensaje de debilidad a los mulás. Todo intento de apaciguar a Irán o aliviar las sanciones no hará más que fortalecer a los mulás y moverles a seguir instigando golpes de Estado en el mundo árabe.
Jaled Abu Toameh / Gatestone