“¡Ustedes han ido muy lejos! Todos en la comunidad son santos, cada uno de sus integrantes, y el Señor está con ellos. ¿Por qué entonces se colocan ustedes por encima de la congregación de Dios?” (Números 16:3).
¿Qué fue exactamente lo que dijeron erróneamente Koraj y su banda de seguidores agitadores? Sabemos que Koraj era demagogo, no demócrata. Quería el poder para sí, no para el pueblo. Sabemos también que los que protestaban no eran sinceros. Cada uno tenía sus razones para estar resentidos con Moshé, con Aarón o con el destino. Dejemos de lado por un momento estas consideraciones, lo que dijeron ¿era verdadero o falso?
Tenían toda la razón en afirmar que “Todos en la congregación son santos”. Después de todo, eso fue lo que Dios pidió que fuera el pueblo: un reino de sacerdotes y una nación santa, o sea, un reino en el cual todos sus miembros fueran (de alguna forma) sacerdotes, y una nación en la cual todos sus ciudadanos fueran santos
También tuvieron razón en decir “Dios está con ellos”. Ese fue el sentido de la decisión de construir el Tabernáculo: “Haz que construyan un Tabernáculo para Mí, y Yo viviré con ellos”. (Éxodo 25:8) El libro de Éxodo finaliza con estas palabras: “Y la Nube del Señor cubría el Tabernáculo de día y había fuego en la Nube de noche a la vista de todos los israelitas durante sus travesías”. (Éxodo 40:38) La Presencia Divina era visible para el pueblo dondequiera que fuera.
Lo que estuvo mal fue su última pregunta: “¿Por qué entonces se colocan ustedes por encima de la congregación?” Este no fue un error insignificante. Fue fundamental. Moshé representa el nacimiento de un nuevo tipo de liderazgo. Eso fue lo que Koraj y sus seguidores no comprendieron. Muchos de nosotros aún no lo entendemos.
Los más famosos monumentos de la antigüedad fueron los zigurats de la Mesopotamia y las pirámides egipcias. Eran más que meras construcciones. Eran declaraciones puestas en piedra del orden social jerárquico, anchos en la base y angostos en la punta. En ese extremo estaba el Rey o el Faraón (en la punta, ya que creían que era en donde se unían el cielo y la tierra). Un poco más abajo estaban las élites, y en la base, las masas trabajadoras.
Se creía, entonces, no que esta era una forma de estructurar la sociedad, sino que era la única. El universo estaba organizado así, igual que todo el resto de la vida. El sol reinaba en los cielos. El león en el reino animal. El Rey dominaba la nación. Así funcionaba la naturaleza. Así debía ser siempre. Algunos nacieron para dominar, otros para ser dominados.
El judaísmo representa una protesta contra este tipo de jerarquías. Todo ser humano, no solo el rey, está hecho a la imagen y semejanza de Dios. Por lo tanto, ninguno está autorizado a gobernar al otro sin su consentimiento. Siempre existe la necesidad de conducción, porque una orquesta sin conductor caería en la discordia. Sin un capitán, un equipo podrá tener jugadores brillantes pero no será equipo. Sin generales, un ejército sería una muchedumbre. Sin gobierno, la nación caería en la anarquía. “En aquellos días no había Rey en Israel. Cada uno hacía lo que era correcto ante sus ojos”. (Jueces 17: 6, 21: 25).
En un orden social en el que todos tienen igual dignidad ante los ojos del Cielo, el líder no se coloca por encima del pueblo. Los líderes sirven al pueblo y sirven a Dios. El gran símbolo del Israel bíblico es la Menorá, que es un zigurat o pirámide invertida, ancho en la parte superior y angosto en la base. El líder más grande es el más humilde. “Moshé era muy humilde, más que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra”. (Números 12:3)
El nombre dado a este concepto es liderazgo servidor y su origen está en la Torá. El elogio más grande que recibió Moshé fue ser “servidor del Señor”. (Deuteronomio 34: 5). Moshé recibió este título dieciocho veces en el Tanaj. Ieoshúa fue el único que mereció ese título, y solo en dos ocasiones.
No menos fascinante es el hecho de que solamente a una persona en la Torá le fue ordenado ser humilde, el Rey:
Cuando uno ocupa el trono de su reino, debe escribir en un papiro una copia de esta ley, tomada de los sacerdotes levíticos. Debe permanecer consigo, y lo deberá leer todos los días de su vida para aprender a reverenciar al Señor su Dios y a seguir cuidadosamente las palabras de esta ley y estos decretos y no considerarse mejor que los demás israelitas. (Deuteronomio 17: 18-20).
Maimónides describe la conducta apropiada del Rey de esta forma:
Así como la Torá le ha otorgado el gran honor y ha obligado a todos a reverenciarlo, también le ha ordenado ser humilde y vacío de corazón, como dice: ‘Mi corazón está vacío en mí’ (Salmos 109:22). Tampoco debe tratar a Israel con arrogancia dominante, como está dicho: ‘no se deberá considerar mejor que sus semejantes’ (Deuteronomio 17:20)
Debe ser misericordioso y con gracia hacia pequeños y grandes, involucrándose en su bondad y bienestar. Debe salvaguardar el honor de aun los más humildes.
Cuando dirige la palabra al pueblo como comunidad, lo debe hacer gentilmente, como ‘Escuchen mis hermanos y mi pueblo… (Palabras del Rey David en Crónicas 28: 2). Similarmente en Reyes 1, 12: 7 señala “Si en este día serás un servidor del pueblo…”
Debe conducirse siempre con gran humildad. No hubo nadie más grande que Moshé, nuestro maestro. Sin embargo él dijo: ‘¿Qué somos nosotros? Vuestras quejas no son contra nosotros’ (Ex. 16: 8). Debe soportar las dificultades, cargas, quejas y enojos de la nación de la misma forma que una niñera cuida a un niño
Lo mismo se aplica a todos los puestos de liderazgo. Maimónides agrega a la lista de los que no tendrán cabida en el mundo venidero al que “impone la ley del temor sobre la comunidad en lugar de por el bien del Cielo”. Tal persona “gobierna la sociedad por la fuerza, de tal manera que aterroriza al pueblo” haciéndolo “por su propia gloria y por su interés personal”. Maimónides agrega a esta última frase “al igual que los reyes paganos”. La intención de la polémica es clara. No es que nadie se comporta de esta manera. Es que esta no es la forma judía de comportarse.
Cuando Rabán Gamliel actuó de una manera que sus colegas consideraron altanera, fue destituido como Nasí, cabeza de la comunidad, hasta que reconoció su falta y pidió disculpas. Rabán Gamliel aprendió la lección. Más tarde le comentó a dos personas que habían declinado su ofrecimiento de ocupar posiciones de liderazgo: “¿Ustedes piensan que les estoy ofreciendo un puesto de honor (serarah)? Les estoy dando una oportunidad para servir (avdut)”. Cómo dijo una vez Martin Luther King “Todo el mundo puede llegar a ser grande… porque cualquiera puede servir”.
C. S. Lewis correctamente definió la humildad no como pensar menos de uno mismo sino como pensar menos en uno mismo. Los grandes líderes respetan a los demás. Los honran, los elevan, los inspiran para llegar a alturas a las que no hubieran podido llegar de otra forma. Están motivados por ideales, no por una ambición personal. No caen en la arrogancia del poder.
Algunos de los errores más grandes que cometemos ocurren cuando proyectamos nuestros sentimientos sobre otros. Koraj era un hombre ambicioso, por lo tanto vio a Moshé y a Aarón como dos personas impulsadas por la ambición “colocándose por encima de la comunidad”. No comprendió que en el judaísmo liderar es servir. Aquellos que sirven no se elevan a sí mismos.