Parashat Balak y comentario del rabino Jonathan Sacks

Balak

La Parashá
(relato los hechos antes del estudio posterior)

Por el Rab. Gustavo Surazski
Mira quien habla……

El Ma Tovú Ohaleja Iaacov ( Cuan buenas son tus tiendas, oh Iaacov! ) oración que abre las plegarias matutinas – nace en la sección de la Torá que leeremos esta semana, en la segunda sección Parashá Balak.

La historia es más o menos conocida.

Balak, rey de Moav, decide contratar los servicios de un hechicero a fin de maldecir el paso de los hijos de Israel. Hashem permite a este hechicero, llamado Bilam, marchar tras Israel pero no le permite maldecirlos poniendo en su boca palabras de bendición.

Entre la catarata de elogios que salieron de boca de Bilam, el Ma Tovu es sin duda el más célebre a punto tal que fue elegido por nuestros Rabinos para encabezar nuestra liturgia diaria.

¿Por qué darle semejante honor a un hechicero gentil?

Esto me recuerda a una vieja historia judía. Dos paisanos estaban sentados en un café de Viena. De repente el uno saca de su bolso un conocido diario antisemita y comienza a leerlo ante la mirada atónita de su compañero.
¿Te volviste loco? Le dijo el otro. ¿Cómo se te ocurre leer un diario que habla pestes de los judíos?
“ Es simple”, le respondió.
“ Ocurre que leer este diario me llena de satisfacción y emoción, mientras que cuando leo diarios judíos me vienen ganas de llorar. En el diario judío leo qué hay progroms en Polonia, persecuciones en Checoslovaquia, pintadas antisemitas en Hungría, desgracias en Rumania, árabes atacando judíos en la Tierra de Israel.

¡Desgracias y más desgracias!

Sin embargo, abro el diario antisemita y veo que los judíos somos dueño del mundo, manejamos la prensa mundial y las compañías más exitosas del planeta. No solo eso; se dice ahí que los líderes del mundo hacen lo que decimos.

¿Qué diario leerías vos?”

Muchas veces existe un abismo entre la autopercepción de un pueblo y la percepción que el mundo tiene de él ( a propósito, el gran pecado de los espías no fue ver gigantes entre los pueblos de Canaán sino un defecto en su auto percepción.

Cuando regresan al campamento dicen ante los hijos de Israel: “ Y allí vimos a los gigantes…. ya parecíamos ante nuestros ojos como langostas; y así éramos ante sus ojos”. ( Bamitvar 13:33).

Aquí, en Parashá Balak, ocurre algo parecido. No se cuantos son los judíos que podrían elogiar al pueblo de Israel, al modo que lo hace Bilam.

Sin duda tenemos notables aspectos positivos como comunidad. Pero quien habita en las entrañas del pueblo de Israel sabe que junto a estas virtudes se esconden no pocos defectos. ¡Bilam solo ve virtudes en Israel!

El Midrash dice en nombre de Rabí Ajá: Hubiera sido más apropiado que los maldiciones salgan de boca de Bilam y las bendiciones de boca de Moshé!
Ocurre que de haberlos maldecido Bilam, Israel habría dicho: “ Nos maldice quien nos odia!”
Y si Moshé los hubiera bendecido, las naciones del mundo habrían dicho:
“ Los bendice quien los ama!”
Dijo el Kadosh Baruj Hu: “que sean amonestados por Moshé, quien los ama, y bendecidos por Bilam, quien los odia! “ ( Devarim Rabá 1:4)

La crítica del que odia es previsible y por ende- carente de valor objetivo ( a menudo escucho a la dirigencia iraní y a ciertos países árabes afirmar que Israel se violan los Derechos Humanos, y suenan como una cofradía de carniceros pronunciándose en pos del vegetarianismo)

En lo que respecta a la bendición del que ama, no cabe duda, de que esta es importante, sobre todo si el que lo bendice es un padre o un maestro. Sin embargo, también ésta carece en cierta medida de valor objetivo.

El hecho de que sea el que odia, Bilam, aquel que bendice a Israel, es lo que confiere a su bendición un carácter extraordinario. Esto explica la razón por la cual el Ma Tavú fue elegido para encabezar la liturgia diaria de Israel.

La bendición del que odia tiene valor especial o como diría aquel viejo cuento:
“ Que diario leerías vos?”

Seleccionado por Marcelo Mann

 


Estudiando la Parashá

Rabino Jonathan Sacks

La soledad de la maldición

En el transcurso de la bendición al pueblo judío, Bilaam dijo unas palabras que a muchos les podría parecer que sintetizan la historia judía:
 
¿Cómo puedo maldecir a quien Dios no ha maldecido?
¿Cómo puedo denunciar a quien Dios no ha denunciado?
De la cima del peñasco los veo,
Desde los montes miro hacia abajo
Un pueblo que vive solo
No reconociéndose entre las naciones. (Números 23: 8-9)
 
Es así como parecía durante las persecuciones y pogroms en Europa. También como parecía durante el Holocausto. Es así como en la actualidad se ve a veces a Israel y sus defensores. Nos encontramos solos. ¿Cómo podemos entender este hecho? ¿Cómo interpretar este versículo?
 
En mi libro Future Tense (Tiempo Futuro) describo el momento en que por primera vez me di cuenta de cuán peligrosa puede ser esta autodefinición. Estábamos almorzando en Jerusalem en Shavuot en 5761/2001. Estaba presente uno de los grandes luchadores mundiales contra el antisemitismo, Irwin Cotler, a punto de ser nombrado Ministro de Justicia de Canadá, junto con un diplomático israelí. Hablábamos de la próxima Conferencia de las Naciones Unidas Contra el Racismo a llevarse a cabo en Durban en 2001.
 
Todos estábamos de acuerdo en que iba a ser un desastre para Israel. Fue ahí donde en sesiones paralelas de las ONG se acusaba a Israel de los cinco pecados cardinales contra los derechos humanos: racismo, apartheid, limpieza étnica, crímenes contra la humanidad e intento de genocidio. La conferencia fue, en efecto, el punto de partida de un antisemitismo nuevo y violento. En la Edad Media, los judíos eran odiados a causa de su religión. En los siglos XIX y XX, lo eran por su raza. En el siglo XXI, son odiados por su estado nacional. A medida que hablábamos de las posibles consecuencias, el diplomático suspiró y dijo: “Siempre ha sido así, Am levadad Yshkon: siempre hemos sido la nación destinada a estar sola”.
 
La persona que dijo esas palabras tenía la mejor de las intenciones. Había pasado su vida profesional defendiendo a Israel, y buscaba reconfortarnos. Su objetivo fue el mejor y no quiso brindar más que un comentario apropiado. Pero repentinamente vi cuán peligrosa podía ser esa actitud. Si crees que tu destino es estar solo, casi con certeza que eso ocurrirá. Es una profecía autocumplida. ¿Para qué molestarse en cultivar aliados y amistades si sabes de antemano que será un fracaso?.¿Cómo entender entonces las palabras de Bilaam?
 
Primero, que quede claro que esta bendición es muy ambigua. Desde la perspectiva de la Torá, estar solo no es cosa buena. La primera vez que aparece en la Torá las palabras “no es bueno”es en el versículo “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2: 18). La segunda, cuando el suegro de Moshé, Ytró, lo ve liderando solo y le dice “Lo que estás haciendo no es bueno” (Éxodo 18: 17). No podemos vivir y progresar en soledad. El aislamiento no es una bendición, es más bien, lo contrario.
 
La palabra badad aparece en dos otros contextos profundamente negativos. El primero es en el caso del leproso: “Vivirá separado; su vivienda será fuera del campamento” (Levitico 13: 36). El segundo es en el comienzo del Libro de Lamentaciones: “Qué solitaria está la ciudad, alguna vez colmada de personas” (Lamentaciones 1:1). El único contexto en el que badad tiene un sentido positivo es cuando se aplica a Dios (Deuteronomio 32: 12), por obvias razones teológicas.
 
Segundo, Bilaam, que pronunció esas palabras, no amaba a Israel. Contratado para maldecirlo y aun habiendo sido prevenido por Dios, sin embargo lo intentó en una segunda ocasión, esta vez exitosamente, al persuadir a las mujeres moabitas y midianitas de seducir a los israelitas, razón por la cual 24,000 de ellos murieron. (Números 25, 31: 16) Fue esta la segunda estrategia de Bilaam, después de haber declarado: “¿Cómo puedo maldecir a quien Dios no ha maldecido? ¿Cómo puedo denunciar a quien Dios no ha denunciado?
El Talmud (Sanhedrin 105b) indica que todas las bendiciones que dio Bilaam a los israelitas se tornaron más adelante en maldiciones, con la única excepción de la bendición “Cuán bellas son tus tiendas, Yaakov, tus moradas, Israel” (Números 24: 5). Por lo tanto, según la visión de los rabinos, “un pueblo que vive solo” resultó ser, no una bendición sino una maldición.
 
Tercero, en nigun lugar del Tanaj dice que el destino de Israel, o de los judíos, es el de ser odiado. Por el contrario, los profetas predijeron que llegaría el tiempo en el que las naciones se volverían hacia Israel en busca de inspiración. Isaías vislumbró el día en el que “Muchas personas vendrán y dirán ‘Vengan, subamos a la montaña del Señor, al templo del Dios de Yaakov. Él nos enseñará sus modos, de manera que podamos transitar por Sus caminos.’ La ley saldrá de Sión, la palabra de Dios de Jerusalén” (Isaías 2: 3).
 
Zacarías vio que “En esos días diez personas de todas las lenguas y de todas las naciones tomarán a un judío del dobladillo de su manto y le dirán: ‘Déjanos ir contigo porque hemos oído que Dios está contigo” (Zacarias 8: 23). Existen suficientes datos como para dudar de la idea de que el antisemitismo es eterno, incurable, e inserto en el destino y en la historia de los judíos.
 
Solo en la literatura rabínica encontramos declaraciones que sugieren que Israel es odiado. La más famosa es la del Rabí Shimon bar Yojai:
 
“Halajá: es bien sabido que Esav odia a Yaakov”.
 
Rabí Shimon bar Yojai era conocido por su desconfianza hacia los romanos, a quienes los rabinos identificaban con Esav/Edom. Fue por esta razón, dice el Talmud, que él tuvo que estar oculto durante trece años. (Shabat 33b). Su visión no era compartida por sus contemporáneos.
 
Los que citan este pasaje lo hacen sólo parcial y selectivamente. Se refiere al momento en el que Yaakov se encontró con Esav después de su largo distanciamiento. Yaakov temía que Esav intentara matarlo. Después de tomar elaboradas precauciones y de luchar con el ángel, a la mañana siguiente lo ve a Esav. El versículo entonces dice: “Esav corrió a encontrarse con él y lo abrazó, y tomándolo del cuello con los brazos lo besó y (ambos) lloraron” (Génesis 33:4).
 
Sobre la palabra “besaron” tal como aparece en el Sefer Torá, hay una serie de puntos que indican un significado especial. Fue en este contexto que Rabí Shimon bar Yojai dijo: ”Aunque es bien sabido que Esav odiaba a Yaakov, en ese momento fue superado por un sentimiento de compasión y lo besó con todo su corazón” (Ver Rashi ad. loc.). En otras palabras, el texto citado para mostrar precisamente que el antisemitismo es inevitable, demuestra lo contrario: que en ese encuentrto crucial Esav no odiaba a Yaakov. Se encontraron, se abrazaron, y después cada uno siguió por su camino sin mala voluntad.
 
En síntesis, no hay nada en el judaísmo que sugiera que el destino de los judíos es el de ser odiado. No está escrito ni en la textura ni en el código del genoma humano. No es la voluntad de Dios. Los judíos lo han creído solamente en momentos de profunda desesperación, especialmente, según describe Leo Pinsker en su tratado de 1882 Auto-emancipación donde señala: “La judeofobia, como aberración psíquica, es hereditaria; y como enfermedad transmitida durante dos mil años, es incurable”.
 
El antisemitismo no es misterioso, insondable ni inexorable. Es un fenómeno complejo que ha mutado a través del tiempo, y sus raíces han sido identificadas, ya sean sociales, económicas, políticas, culturales y teológicas. Puede ser combatido, y puede ser derrotado. Pero no lo podrá ser si se piensa que es el destino de Yaakov el de ser odiado por “Esav” o ser “el pueblo que vive solo,” un paria entre los pueblos, un leproso entre las naciones, un marginado del ámbito internacional.
 
¿Qué significa entonces la frase “un pueblo que vive solo”? Quiere decir que es un pueblo preparado para erguirse solo si fuera necesario, de vivir con su propio código moral, de tener el coraje de ser distinto y de andar por el camino menos transitado.
 
Rabí Samson Rafael Hirsch tuvo una delicada percepción en cuanto a la diferencia entre “pueblo” (am) y “nación” (goy) (o como diríamos hoy en día, entre »sociedad” y »estado”).  Israel singularmente fue sociedad antes que estado. Tuvo sus leyes antes que su tierra. Fue un pueblo, un grupo ligado por un código común y una cultura, antes de ser nación, o sea, de tener una entidad política. Como indiqué en Future Tense, la palabra peoplehood (categoría de personas como grupo) apareció en 1992, y su utilización estaba referenciada casi con exclusividad a los judíos. Lo diferente de los judíos, según la lectura de Hirsch del episodio de Bilaam, es que constituyen un pueblo distintivo, o sea, un grupo definido por memorias compartidas y responsabilidades colectivas, “no tomados en cuenta entre las naciones” ya que son capaces de sobrevivir aun sin una nacionalidad, en el exilio y en la dispersión. La fortaleza de Israel reside no en el nacionalismo sino en la construcción de una sociedad basada en la justicia y la dignidad humana.
 
La batalla contra el antisemitismo puede ser ganada, pero no lo será si los judíos creen que están destinados a vivir solos. Esa es la maldición de Bilaam, no la bendición de Dios.
 

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