La Parashá
(relato los hechos antes del estudio posterior)
- La parashá Jaiei Sara nos relata cuando a la edad de 127 años fallece Sara y es enterrada en la Cueva de Majpelá en Jevrón la cual Abraham adquiere a Efrón el Jiti por 400 Shekels de plata.
- Cuando Abraham despachó a Eliezer (su sirviente) para que encontrara una esposa para Itzak nos expresa la Tora que “ Lo mejor de su amo llevaba en sus manos” ya que Abraham entregó un documento a su sirviente a través del cual toda su riqueza pertenecería a su hijo Itzak, a parte de los muchos regalos que llevaría. De esta manera la familia de la novia tendría la seguridad de que Itzak sería heredero absoluto de las pertenencias de Abraham. Esto necesita una explicación: No es común y ni siquiera está contemplado en la Halajá ( Ley Judía) que el padre traspase todos sus bienes a su heredero en vida; más aún sabiendo que Abraham vivió 35 años más y necesitaba de su fortuna para subsistir. Además Abraham era un hombre muy acaudalado, siendo suficiente que le transfiriera a Itzak solo parte de su riqueza.
- Eliezer llega a Jarán. Allí encuentra el pozo de agua del pueblo, Eliezer pide una señal a Hashem, cuando las doncellas vienen al pozo, el le pedirá agua para beber ; la mujer que ofrezca darle de beber a sus camellos también, será la mujer elegida para el hijo de su maestro. Rifka, la hija del sobrino de Abraham Betuel, aparece en el pozo de agua y pasa “ La Prueba”. Eliezer es invitado a su casa , donde repite la historia de los eventos del día. Rifka retorna con Eliezer a la tierra de Canaan, donde encuentra a Itzak rezando en el campo. Itzak se casa con Rifka, la ama y es confortado por la pérdida de su madre ( Sara).
- Este casamiento entre Itzak y Rifka es el primer matrimonio judío. De esta boda resultaría el pueblo hebreo y de El toma firmeza hasta el final de las generaciones.
- Abraham toma una nueva esposa, Ketura y tiene seis hijos más, pero Itzak es designado como único heredero del pueblo judío. Abraham muere a los 175 años y es enterrado a lado de Sara por sus dos hijos mayores, Ismael e Itzak.
Shabat Shalom Umeboraj
Marcelo Mann
Estudiando la Parashá con el Rabino Jonathan Sacks Z´L´
La bondad de los extraños
En 1966 un niño afroamericano de once años se mudó con sus padres y familia a un barrio de blancos en Washington (1). Sentado con sus dos hermanos y dos hermanas en el frente de la casa, el esperó a ver cómo los saludarían. No fueron saludados. La gente que pasaba por ahí volteaban a verlos pero ninguno les dio una sonrisa ni siquiera una mirada de reconocimiento. Todas las historias aterradoras que habían escuchado sobre cómo los blancos trataban a los negros parecía estarse convirtiendo en realidad. Años después, escribiendo sobre esos primeros días en su nueva casa él dice: “yo sabía que no éramos bienvenidos aquí. Sabía que no éramos queridos aquí. Sabía que no debimos de habernos mudado aquí…”
Mientras él va pensando esos pensamientos, una mujer blanca viniendo a casa del trabajo pasó por el otro lado del camino. Ella volteó hacia los niños y con una gran sonrisa dijo “¡Bienvenidos!” Desapareciendo dentro de la casa, minutos después ella salió con una bandeja con bebidas y sándwiches de queso crema y mermelada que puso sobre los niños, haciéndolos sentir en casa. Ese momento – escribió después el joven – cambió su vida. Le dio un sentido de pertenencia donde antes no lo había. Le hizo darse cuenta, en un momento donde las relaciones raciales en Estados Unidos estaban aún tensas, que una familia negra podía sentirse en casa en un área blanca y que podía haber relaciones que fueran “ciegas al color” Con los años, el aprendió a admirar mucho a la mujer del otro lado de la calle, pero fue este espontáneo acto de saludo que se convirtió, para él, en una memoria definitiva. Rompió un muro de separación y convirtió a extraños en amigos.
El joven, Stephen Carter, eventualmente se convirtió en profesor de Yale y escribió un libro sobre lo que él aprendió ese día. Lo llamó Civilidad (Civility). El nombre de la mujer, nos dice, era Sara Kestenbaum, y ella murió demasiado joven. El incluye que no era coincidencia que ella fuera una judía religiosa. “En la tradición judía”, indica, esa civilidad es llamada “jesed” – el hacer actos de bondad – que a su vez se deriva del entendimiento de que los seres humanos son hechos a la imagen de Dios. “Civilidad”, agrega, “en sí misma puede parecer parte de jesed: requiere necesariamente de bondad hacia nuestros conciudadanos, incluyendo aquellos que son extraños, e incluso cuando es difícil.” Al día de hoy, agrega, “puedo cerrar mis ojos y sentir sobre mi lengua la suavidad, la dulce capa de queso crema y mermelada de los sándwiches que engullí en esa tarde de verano cuando descubrí como un acto de genuina y modesta civilidad puede cambiar la vida para siempre.”
Nunca conocí a Sara Jestenbaum, pero años después de que leí el libro de Carter di una conferencia a la comunidad judía en la parte de Washington donde ella vivía. Les conté la historia de Carter, que ellos no habían escuchado antes. Pero notaron con reconocimiento, “Si”, dijo uno, “ese es el tipo de cosa que haría Sara.”
Algo parecido a este pensamiento estaba seguramente en la mente del sirviente de Abraham, que no es nombrado en el texto pero tradicionalmente identificado como Eliezer, cuando llegó a Nahor en Aram Naharaim, al noroeste de Mesopotamia, a encontrar a una mujer para el hijo de su amo. Abraham no le había dicho que buscara rasgos específicos de carácter. Simplemente le dijo que encontrara a alguien de su propia familia extendida. Eliezer, sin embargo, formula una prueba:
Señor, Dios de mi señor Abraham, hazme tener éxito el día de hoy, y demuestra bondad a mi señor Abraham. Veras, yo estoy parado junto a este arroyo, y las hijas del pueblo están viniendo a sacar agua. Que sea que cuando yo diga a alguna joven mujer, ‘Por favor deja tu jarra para que pueda beber un trago’ y ella diga ‘Bebe, y también daré agua a tus camellos’ – deja que sea ella la que Tú hayas elegido para tu siervo Isaac. Pues así sabré que has demostrado bondad (jesed) a mi señor.” (Gen. 24:12-14?)
Su uso de la palabra jesed ahí no es accidente, pues es la característica tal que él está buscando para la futura esposa del primer hijo judío, Issac, y la encontró en Rivka.
Es el tema, también, del libro de Ruth. Es la bondad de Ruth a Naomi, y de Boaz a Ruth la que el Tanaj busca enfatizar en dibujar el trasfondo de David, su bisnieto, quien se convertiría en el rey más grande de Israel. Desde luego los sabios dijeron que las tres características más importantes del carácter judío son modestia, compasión y bondad (2) jesed, lo que yo he definido en otro lugar como “amor como acción” (3), es central para el sistema de valores judío.
Los sabios lo basan sobre los actos de Dios mismo. Rab Simlai enseñó: “La Torah empieza con un acto de bondad y termina con un acto de bondad. Empieza con Dios vistiendo al desnudo: “El Señor Dios hizo a Adán y a su esposa vestidos de piel y los vistió”, y termina con Él cuidado a los muertos: “Y Él (Dios) enterró (a Moisés) en el Valle” (4).
Jesed – provee casa al sin casa, comida al hambriento, asistencia al pobre, visita a los enfermos, conforta a los dolientes y provee un enterramiento digno para todos – siendo constitutiva del vida judía. Durante los muchos siglos de exilio y dispersión las comunidades judías fueron construidas alrededor de estas acciones. Fueron hevrot, “sociedades amistosas” para cada una de ellas.
En la Roma del siglo XVII, por ejemplo, había siete sociedades dedicadas a la provisión de ropas, zapatos, lino, camas y cubrecamas tibios en el invierno para niños, los pobres, viudas y prisioneros. Había dos sociedades proveyendo ajuares, dotes y préstamo de joyas para las novias pobres. Había una para visitar a los enfermos, otra para llevar ayuda a las familias que habían sufrido duelo, y otras para hacer los últimos ritos para aquellos que habían muerto – la purificación antes del entierro, y el servicio de entierro en sí mismo. Once sociedades existían con fines educativos y religiosos, estudio y oración, otra levantaba limosna para los judíos viviendo en la Tierra Santa, y otros estaban involucrados en las varias actividades asociadas con la circuncisión de los niños recién nacidos. Y así otros proveían a los pobres con los medios para cumplir con los mandamientos como mezuzot para sus puertas, aceite para las luces de Hanukkah, y velas para Shabbat (5).
Jesed, dijeron los sabios, es en algunos aspectos aún mayor que tzedakah:
Nuestros maestros enseñaron: bondad-amorosa (jesed) es más grande que la caridad (tzedakah) en tres formas. La caridad se hace con el dinero de uno, mientras que la bondad-amorosa puede ser hecha con el dinero de uno o con la persona de uno. La caridad se hace con el pobre, mientras que la bondad-amorosa puede darse tanto al pobre como al rico. La caridad se da solo al que vive, mientras que la bondad-amorosa puede ser demostrada a los vivos y a los muertos. (6)
Jesed en muchas formas se convirtió en sinónimo con la vida judía y uno de los pilares sobre la que se sostiene. Los judíos hacen bondades hacia otros porque era “el camino de Dios” y también porque ellos o sus familias habían tenido experiencia íntima de sufrimiento y sabían que ellos no tenían otro lugar al cual acudir. Proveyó un acceso a la gracia en momentos oscuros. Suavizó el soplo de la pérdida del Templo y de sus ritos:
Una vez, mientras R. Yohanan estaba caminando fuera de Jerusalén, R .Joshua lo siguió. Viendo el Templo en ruinas, el clamó, “Aflicción para nosotros es este lugar en ruinas, el lugar donde la expiación por las iniquidades de Israel se hacían.” R. Yohanan le dijo: “Hijo mío, no te aflijas, pues nosotros tenemos otras formas de expiación que no son menos efectivas. ¿Cuáles son? Son las acciones de bondad-amorosa, sobre las que las Escrituras dicen ‘Deseo bondad-amorosa y no sacrificio” (Oseas 6:6) (7)
A través de jesed, los judíos humanizaron el destino como, ellos creían, la jesed de Dios humaniza el mundo.
También añadió una palabra al lenguaje en inglés. En 1535 Myles Coverdale publicó la primera traducción de la Biblia Hebrea al inglés (el trabajo había sido empezado por William Tyndale quién pagó esto con su vida, quemado en la estaca en 1536). Fue cuando él llegó a la palabra jesed que se dio cuenta que no había una palabra en inglés que capturara su significado. Fue entonces que, para traducirla, el acuñó la palabra “loving-kindness” – bondad-amorosa.
El Rabino Abraham Joshua Heschel solía decir, “Cuando yo era joven admiraba la astucia. Ahora que soy viejo encuentro que admiro más la bondad.” Hay una sabiduría profunda en esas palabras. Es lo que llevó a Eliezer a elegir a Rivka para que fuera la esposa de Isaac y la primera novia judía. La bondad trae redención al mundo y, como en el caso de Stephen Carter, puede cambiar vidas. Wordsworth estaba en lo cierto cuando escribió que “la mejor porción de la vida de un hombre bueno (y una mujer)” son sus “pequeños, sin nombre, no recordados, actos / De bondad y de amor.” (8)
(1) Stephen Carter, Civility, New York: Basic Books, 1999, 61-75.
(2) Bamidbar Rabbah 8: 4.
(3) Jonathan Sacks, To Heal a Fractured World (Curar un Mundo Fracturado), 44-56.
(4) B. T. Sotah 14a
(5) Israel Abrahams, Jewish Life in the Middle Ages (La Vida Judía en la Edad Media), London, Edward Goldston, 1932, 348-363.
(6) B. T. Sukkah 49b.
(7) Avot de-Rabbi Natan, 4.
(8) De su poema ‘Tintern Abbey (Abadía de Tintern).’