La Parashá
(relato los hechos antes del estudio posterior)
Iaacov se establece en Jevrón con sus 12 hijos. Su favorito era Iosef, de 17 años. Los hermanos de Iosef estaban celosos por el trato preferencial que recibe de Iaacov.
Iosef le cuenta a sus hermanos dos sueños que tiene, que profetizan que él está destinado a gobernar sobre ellos, aumentando la envidia y el odio hacia él.
Shimón y Levi planean matarlo, pero Reuvén sugiere a cambio arrojarlo en un pozo con intención de volver más tarde y salvarlo.
Mientras Iosef está en el pozo, Iehuda lo vende a una caravana de Ishmaelitas.
Los hermanos manchan un saco especial que Iaacov le había regalado a Iosef con sangre de un cabrito y se lo muestran a su padre, haciéndole pensar que su más preciado hijo fue devorado por una bestia salvaje.
Iehuda se casa y tiene tres hijos. El mayor Er muere joven y sin dejar desendencia y su mujer Tamar es dada en matrimonio a su segundo hijo Onan. Onan peca al derramar su simiente y también muere joven. Iehuda no quiere que Tamar se case con su tercer hijo.
Determinada a tener un hijo de la familia de Iehuda, Tamar se disfraza de prostituta y seduce a Iehuda mismo. Más tarde Iehuda se entera de que Tamar está embarazada y la manda a matar por su infidelidad, pero cuando ella muestra ciertos objetos personales que Iehuda dejó de cómo garantía de pago, él admite públicamente que es el padre. Tamar tiene dos hijos Peretz ( ancestro del Rey David) y Zeraj.Iosef es llevado a Egipto y vendido a Potifar, el ministro encargado de las carnicerías del Faraón. Hashem bendice todo lo que él hace y pronto es nombrado encargado de todas las propiedades de su amo. La mujer de Potifar desea al muchacho; cuando Iosef se niega a estar con ella, le dice a su marido que el sirviente hebreo trato de forzarla y lo envían a prision.
Iosef gana la confianza de los carceleros, quienes le otorgan un cargo importante en la administración de la prisión. En prisión Iosef se encuentra con el maestro de coperos y con el maestro de panaderos del Faraón, ambos encarcelados por el Faraón. Los dos tienen un sueño, que Iosef interpreta: En tres días les dice al maestro de coperos será liberado y al maestro de panaderos en tres días será ahorcado. Iosef le pide al maestro de coperos que interceda por él ante el Faraón. Las predicciones de Iosef se cumplen, pero el maestro de coperos se olvida de Iosef.
Jánuca:
Esta Fiesta de las Luminarias tiene un significado ligado fundamentalmente a la renovación y la alegria.
Durante ocho jornadas Jánuca evoca la victoria hace 22 siglos de los macabeos sobre el ejército seleucida que culminó con la recuperación del templo de Jerusalem. Según la creencia en el Templo ocurrió un milagro: Los Macabeos prendieron un candelabro de siete brazos que permaneció 8 días encendido aunque tenían aceite para una jornada. Cada una de estas velas deben encenderse apenas iniciado el anochecer y no pueden ser utilizadas para otro propósito que no sea la contemplación y la reflexión.
La Januquia, además debe estar cerca de una ventana para que se pueda apreciar desde afuera. La tradición indica que al menos, se debe encender un candelabro por familia.
Las Fiestas de las Luminarias nos enseña que nuestra vida solo brillará si nos comprometemos con lo que sucede a nuestro alrededor, enfrentando nuestros desafíos y luchando por nuestra Fe, a pesar de los obstáculos parezcan imposibles de superar.
Shabat Shalom Umeboraj Ve Jánuca Sameaj
Marcelo Mann
Estudiando la Parashá
Por el Rabino Jonathan Sacks Z`L
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La historia de Iosef y sus hermanos, desarrollada a lo largo de cuatro parashiot, es la más larga y a la vez la más compacta de todas las narrativas de la Torá. Nada en ella es accidental, cada detalle cuenta. Una instancia, sin embargo, parece ser gloriosamente irrelevante – y es la que contiene una de las ideas más hermosas de la Torá.
A gran velocidad se nos presentan los lineamientos principales de la historia. Iosef es envidiado y odiado por sus hermanos. La animosidad es tan profunda que no pueden conversar pacíficamente entre ellos. Los hermanos han dejado su hogar para pastar las ovejas y Yaakov le dice a Iosef que vaya a ver cómo progresan. Este encuentro pondrá en marcha el drama central del cual se desprenderá todo lo que sigue: el momento en el que los hermanos venden a Iosef como esclavo a Egipto.
Pero por poco todo eso no ocurrió. Iosef arribó a Shejem donde supuso que estarían sus hermanos, pero no estaban allí. Podría haber caminado durante un tiempo por los alrededores y al no encontrarlos, retornar a su casa. Ninguno de los eventos descritos en el resto la Torá habría ocurrido: Iosef como esclavo, Iosef como virrey, el almacenaje de alimentos en épocas de abundancia, el descenso de su familia a Egipto, exilio, esclavitud, éxodo… nada de eso. Toda la historia – revelada a grandes rasgos a Abraham en su visión nocturna – parecía estar por desbarrancarse. Entonces leemos lo siguiente:
Un hombre lo encontró (a Iosef) deambulando por el campo y le preguntó “¿Qué buscas?” Y él contestó “Estoy buscando a mis hermanos. ¿Puede decirme dónde están pastando sus ovejas?” “Ellos se fueron de aquí,” contestó el hombre, “Yo les oí decir ‘Vamos a Dothan.’” Entonces Iosef buscó a sus hermanos y los encontró en Dothan. (Génesis 37:15-17)
No conozco un pasaje comparable en toda la Torá. Tres versículos dedicados a un episodio aparentemente trivial y eminentemente olvidable, de alguien que pide a un desconocido instrucciones de cómo llegar a determinado lugar. ¿Quién era este personaje anónimo? ¿Y qué mensaje podemos imaginar que este episodio pueda transmitir a futuras generaciones, a nosotros? Rashi dice que era el ángel Gabriel. Ibn Ezra, que era un transeúnte. Ramban, sin embargo dice que “El Santo, bendito sea, lo envió para hacer de guía, sin su conocimiento.”
No sé si Ramban quiso decir sin el conocimiento de Iosef o del guía, yo prefiero pensar que ambos. El hombre anónimo – así lo sugiere la Torá – representa la intromisión de la providencia para asegurar que Iosef llegue a donde debía ir y de esa forma pueda continuar el drama. Es posible que él no supiera que tenía ese rol. Iosef con certeza no lo sabía. Para expresarlo de la forma más simple posible: él era un ángel que no sabía que era un ángel. Tenía un rol vital en la narrativa. Sin él nunca habría ocurrido. Pero no tenía cómo saber, en ese momento, cuál era la importancia de su intervención.
El mensaje no podría ser más significativo. Cuando el cielo desea que algo ocurra, y parece imposible, a veces envía a un ángel que baje a la tierra – un ángel que no sabía que lo era – para cambiar el curso de la historia. Permítanme contar la historia de dos de esos ángeles, sin los cuales posiblemente hoy el Estado de Israel podría no existir.
Una es la destacada joven de familia sefaradí que a los diecisiete años se casó con uno de los personajes de la familia ashkenazí más famosa del mundo. Su nombre era Dorothy Pinto, su marido James de Rothschild, hijo del gran barón Edmond de Rothschild que tanto hizo para apoyar el asentamiento en la tierra en los días previos a la proclamación del Estado.
Se produjo una coyuntura crítica durante la Primera Guerra Mundial que más adelante provocó la caída del Imperio Otomano y la colocación de Palestina bajo el mandato británico. De pronto, Gran Bretaña se transformó en una pieza absolutamente central para el sueño sionista. Una figura clave del movimiento sionista, Jaim Weitzman estaba en Gran Bretaña realizando experimentos y enseñando química en la Universidad de Manchester. Pero Weitzman era un inmigrante ruso, no un miembro prominente de la sociedad británica. Manchester no era Londres. La química no era la política. La familia judía mejor conectada y más influyente era la de los Rothschild. Pero Edmond estaba en Francia, James en el campo de batalla. Y no todos los miembros de la familia de los Rothschild británicos eran sionistas.
En ese momento Dorothy súbitamente adoptó un rol de liderazgo. Tenía solo diecinueve años cuando se encontró con Weitzman en diciembre de 1914 y entendía muy poco de las complejidades políticas vinculadas a la realización del sueño sionista. Pero aprendió rápidamente. Era perspicaz, activa, encantadora, hábil y decidida. Conectó a Weitzman con todos los que debía conocer y persuadir. Simon Schama, en su fundamental descripción en su obra Two Rothschilds and the Land of Israel (Dos Rothschilds y la Tierra de Israel), señala que “aun siendo tan joven… combinaba encanto, inteligencia y mucho más que una pizca de resolución férrea, en la proporción exacta para sonsacar compromiso del ambiguo, entusiasmo del poco entusiasta y adhesión del indiferente.”
La opinión de Schama acerca del efecto de sus intervenciones es que “mediante su incansable pero prudente diplomacia social, logró abrir caminos de influencia y persuasión en un tiempo que eran tremendamente necesarios.”(1) El resultado fue, en 1917, la Declaración de Balfour, un hito en la historia del sionismo – y no debemos olvidar que la declaración en sí se materializó por medio de una carta a Lord (Walter) Rothschild.
James, el esposo de Dorothy, en su testamento dejó los medios económicos para construir el Knesset, el edificio del parlamento de Israel. Dorothy a su vez, lo hizo para construir un nuevo edificio para la Corte Suprema, proyecto realizado por su sobrino Jacob, el actual Lord Rothschild. Pero de todas las cosas que hizo, las conexiones que logró para Jaim Weitzman entre los años 1914 y 1917 fueron las más importantes. Sin ellas podría no haberse materializado la Declaración de Balfour y por ende, el Estado de Israel.
La otra figura que no fue menos que Dorothy de Rothschild, fue Eddie Jacobson. Hijo de inmigrantes judíos pobres, nacido en el Lower East Side de Nueva York, se trasladó con su familia a Kansas City donde se hizo amigo de otro hombre joven llamado Harry Truman. Se conocían desde la adolescencia y profundizaron la relación en 1917 cuando hicieron juntos el servicio militar. Al terminar la Primera Guerra Mundial, abrieron un comercio de mercería, que fracasó en 1922 debido a la recesión.
De ahí en más fueron por caminos separados, Jacobson como viajante y Truman sucesivamente como administrador de un condado, senador, vicepresidente, y luego cuando falleció el presidente F.D. Roosevelt en 1945, asumió la presidencia de los Estados Unidos. A pesar de sus trayectorias tan distintas, siguieron siendo amigos y Jacobson visitaba a Truman con frecuencia, comentándole, entre otras cosas, acerca del destino de los judíos de Europa durante el Holocausto.
Después de la guerra, la postura de los Estados Unidos con respecto al Estado de Israel era profundamente ambivalente. El Departamento de Estado se oponía. Truman se negó a recibir a Jaim Weitzman. El 13 de marzo de 1948 Jacobson fue a la Casa Blanca y persuadió a Truman para que cambiara de idea y que recibiera a Weitzman. En gran parte como resultado de ese hecho, Estados Unidos fue el primer país en reconocer diplomáticamente a Israel el 14 de mayo de 1948.
Muchos años más tarde, Truman escribió:
Uno de los momentos de mayor orgullo de mi vida ocurrió a la hora 6:12 de la tarde del viernes 14 de mayo de 1948, cuando pude reconocer el nuevo Estado de Israel en nombre del gobierno de Estados Unidos. Sigo estando especialmente gratificado por el rol que tuve la fortuna de cumplir en la creación del Estado Israel secundando las inmortales palabras de la Declaración de Balfour, “el hogar nacional del pueblo judío.”
Dos personas, Dorothy de Rothschild y Eddie Jacobson aparecieron en la escena de la historia y conectaron a Jaim Weitzman con personas que de otra manera no hubiera conocido, entre ellos Arthur Balfour (2) y Harry Truman. Fueron como el desconocido que conectó a Iosef con sus hermanos, pero con consecuencias infinitamente más positivas. Pienso en ambos como ángeles que no sabían que eran ángeles.
Quizás esto sea válido no sólo para el destino de las naciones sino también para cada uno de nosotros en coyunturas críticas de nuestras vidas. Yo creo que hay momentos en los que nos sentimos perdidos, y entonces alguien nos dice o hace algo que nos levanta o nos encamina hacia una nueva dirección y destino. Años más tarde, mirando hacia atrás vemos cuán importante fue esa intervención, aun cuando en el momento no lo parecía. Es así como reconocemos que también nosotros nos habíamos encontrado con un ángel que no sabía que lo era. De eso trata la historia del desconocido de Iosef.
Fuentes
- Simon Schama, Two Rothschilds and the Land of Israel [Dos Rothschilds y la Tierra de Israel], Collins, 1978, 196-98.
- Weitzman ya había conocido Arthur Balfour, pero sin Dorothy no habría tenido la influencia que eventualmente tuvo sobre un círculo de políticos eminentes.
Traductores
Carlos Betesh