La Parashá
(relato los hechos antes del estudio posterior)
La Parashá Vaerá nos relata cuando Hashém se revela a Moshé utilizando “ Las cuatro expresiones de Redención “.
Hashém promete sacar a su pueblo de Egipto, Redimirlos de su servidumbre, para después adquirirlos como su pueblo elegido en el Monte Sinai; luego Hashem los llevaría a la Tierra prometida a los patriarcas como su eterno legado.
Moshé y Aarón hablaron con el Faraón repetidas veces para demandarle en nombre de D”s : “ Deja salir a Mi Pueblo, para que me sirvan en el Desierto “. El Faraón se niega en todas las veces.
En la primera oportunidad el bastón de Aarón se vuelve serpiente, los brujos se rieron y también transformaron sus bastones en serpientes. Luego cuando la serpiente de Aarón se transformó en bastón se produjo un milagro el bastón de Aarón se tragó los bastones de los brujos egipcios.
D’s envía 10 plagas sobre Egipto. Las aguas del Nilo se vuelven sangre. Una plaga de ranas asota a Egipto, piojos infestan a todos los hombres y bestias, hordas de animales salvajes invaden las ciudades.
La peste mata a los animales domésticos, dolorosas ampollas afligen a los egipcios.
Sin embargo vemos cómo El Eterno no endurece el corazón del Faraón sino hasta después de haber pasado cinco plagas.
Durante las cinco primeras plagas fue el mismo Faraón que fortaleció su corazón para no hacer caso a la palabra del Eterno. Según el Midrash las cinco primeras plagas duraron cinco meses.
Es valioso aquí citar lo que el célebre intérprete Rambam escribe refiriéndose a este tema: “ No pienses lo que dicen los necios de las Naciones del Mundo, como la mayoría de los indoctos de Israel, que el Santo Bendito Es, decreta desde el principio de su creación si el hombre va a ser Justo o malvado.
No hay nadie que lo obligue, que le imponga o que lo arrastre hacia cualquiera de estos dos caminos, sino que el mismo y por su propia decisión se inclina hacia el camino que desee”
Para la séptima plaga, fuego y hielo se combinan para descender del cielo con una lluvia devastadora. Aún el corazón del faraón se endureció y no dejaba a los Hijos de Israel ir como Hashém le había dicho a Moshé.
Shabat Shalom Umeboraj
Marcelo Mann
Estudiando la Parashá con el rabino Jonathan Sacks Z´L´
El peso del corazón
En la parashá de esta semana, aún antes de que la primera plaga cayera sobre Egipto, Dios le dice a Moshé: “Yo endureceré el corazón del Faraón y multiplicaré mis señales milagrosas y portentos en Egipto.” (Éxodo 7: 3)
El endurecimiento del corazón del Faraón se repite no menos de veinte veces durante el transcurso de la historia de Éxodo. Unas veces es el Faraón quien lo hace. Otras, es Dios el que actúa. La Torá usa tres verbos distintos en este contexto: j-z-k, fortalecer, k-sh-h, endurecer y k-b-d, hacer pesado.
A través de los tiempos los estudiosos se han preocupado por un problema. Si Dios endureció el corazón del Faraón, ¿cómo podía ser él el culpable de no dejar ir a los israelitas? No tenía ninguna opción. Era una decisión de Dios, no de él. Que él y su pueblo fueran castigados parecería soslayar el principio fundamental de la justicia: que somos culpables solo por lo que decidimos libremente.
Sin embargo, los estudiosos notaron que en las primeras cinco plagas el Faraón dice haber endurecido su propio corazón. La obstinación, la negación, la intransigencia, eran propias de él. Sólo a partir de la sexta plaga es Dios el que actúa. Esto condujo a elaborar distintas explicaciones.
Rashi dice que el endurecimiento del corazón del Faraón en las últimas cinco plagas fue un castigo por las primeras cinco, cuando fue la obstinación del Faraón lo que impidió la salida del pueblo. (1)
Maimónides interpreta que el endurecimiento del corazón del Faraón por Dios significa que “el arrepentimiento le fue negado y la libertad de alejarse de su maldad no le fue concedida.” (2)
Albo y Sforno proponen interpretaciones opuestas. Dios endureció el corazón del Faraón precisamente para restaurar su libre albedrío. Después de la sucesión de plagas que devastaron la tierra, el Faraón estaba bajo una presión apabullante para dejar salir a los israelitas. Si lo hubiera hecho, no habría sido por voluntad propia, sino por fuerza mayor. Dios por lo tanto fortaleció su corazón para que aún después de las primeras cinco plagas tuviera la voluntad auténtica de decir Sí o No. (3)
Es posible que los tres tengan razón y que simplemente estén dando respuesta a los distintos verbos. K-sh-h, “endurecer” corresponde a la lectura de Rashi. El Faraón fue duro con los israelitas, por lo tanto Dios fue duro con él. K-b-d, “hacer pesado” corresponde a la lectura de Maimónides. El Faraón no tuvo la fortaleza ni la energía para arrepentirse. J-z-k, “fortalecer,” corresponde a la lectura de Albo y Sforno. El texto permite las tres posibilidades.
Sin embargo, parte de la verdad puede estar en una dirección completamente distinta. (4) A los egipcios – especialmente los faraones – les preocupaba la muerte. Sus prácticas funerarias eran sorprendentemente elaboradas y estaban destinadas a preparar a la persona para la vida después de la muerte. Las tumbas de los faraones están entre las creaciones más fastuosas que se conocen. La de Tutankamón, descubierta en 1922, es un ejemplo deslumbrante. Una de las más grandes obras literarias del antiguo Egipto es El libro de los muertos.
La Torá llama la atención sobre la importancia que le daban los egipcios a la muerte. Al final de Bereshit, leemos cómo acompañaron los egipcios a Iosef y su familia en la procesión fúnebre del entierro de Yaakov. Los canaanitas fueron testigos de ello y dijeron: “Los egipcios están llevando a cabo una solemne procesión de duelo.” Llamaron al lugar Abel Mitzraim (Génesis 50:11). Observemos que lo llamaron “el lugar de duelo de los egipcios,” no de los israelitas, pese al hecho de que era por Yaakov, que no era egipcio. Después leemos cómo Yosef mismo fue embalsamado y puesto en un ataúd en Egipto. En la Torá solo Iosef y Yaakov, a pedido de Iosef, fueron embalsamados. O sea que ya hemos sido advertidos sobre la importancia de la significación de la muerte en la mente de los egipcios.
Sin embargo, hay un aspecto específico de la creencia egipcia que abre una perspectiva totalmente novedosa con respecto al corazón del Faraón. Según el mito egipcio, el fallecido es sometido a un juicio para establecer su valor y gozar de la vida después de la muerte en Aaru, el Campo de los Juncos, donde las almas viven placenteramente por toda la eternidad. Creían que el alma residía en el corazón, y juicio consistía en la ceremonia del Pesaje del Corazón. Los otros órganos eran separados después de la muerte, pero el corazón quedaba en su lugar porque era necesario para el juicio.
En un platillo de la balanza había una pluma. En el otro se colocaba el corazón. Si éste era liviano como la pluma, el muerto podía ir a Aaru, pero si era más pesado, era devorado por la diosa Amit (combinación de león, hipopótamo y cocodrilo) y su dueño era condenado a vivir en Dual, el inframundo. Una ilustración en el papiro del Libro de los Muertos muestra la ceremonia, llevada a cabo en la Sala de las Dos Verdades y supervisada por Anubis, el Dios egipcio de los muertos.
Se deduce que la raíz k-v-d “hacer más pesado,” tendría un significado muy específico para los egipcios de esa época. Implicaría que el corazón del Faraón se había vuelto más pesado que una pluma. Habría fallado en la ceremonia del pesaje y por lo tanto le sería denegado lo que para él era lo más importante – la reunión con los otros dioses en la vida futura.
Nadie tendría duda de por qué era esto así. La pluma representaba Ma’at, el valor central de los egipcios que incluía los conceptos de verdad, equilibrio, armonía, justicia, moralidad y ley. No solo era esto fundamental para la cultura egipcia, era la tarea del Faraón la de asegurar que prevaleciera. Este había sido un principio egipcio desde mil años antes del Éxodo, encontrado en textos de las pirámides datados en el tercer milenio a.e.c. Ma’at significaba el orden cósmico. Su ausencia era el caos. Un faraón cuyo corazón se había vuelto más pesado que la pluma de Ma’at no solo era un peligro para su vida futura, sino para todo el pueblo sobre el cual reinaba con confusión y desorden.
Una de las cosas que los muertos debían hacer como parte del juicio era una serie de confesiones negativas, 42 en total, declarándose inocentes del tipo de pecado que los excluirían del paraíso. Estas son algunas de ellas:
No he hecho daño a los hombres.
No he oprimido a los que están a mi cargo.
No he asesinado.
No he mandado matar.
No he causado sufrimiento a hombres. (5)
Si el aumento de peso del corazón del Faraón es una alusión a la ceremonia del Pesaje del Corazón, nos permite leer la historia desde una perspectiva completamente distinta.
Primero, sugiere que está dirigido tanto a los egipcios como a los israelitas; a la humanidad en su totalidad. La Torá nos dice en tres ocasiones que el propósito de estas señales y portentos era “para que todos los egipcios sepan que Yo soy el Señor” (Éxodo 7:5, 14:4, 14:18). Esta es la esencia del monoteísmo. No se trata de que los israelitas tengan su Dios y los egipcios su panteón, sino que hay Un solo poder soberano en el universo.
Ese es el punto en al menos tres de las plagas: la primera, dirigida contra Hapi, el dios del Nilo; la segunda, ranas, contra Hequet, la diosa de la fertilidad y la reproducción, representada en forma de rana; y la novena, la plaga de la oscuridad, dirigida contra Ra, el dios del sol. El mensaje de estas plagas sería muy claro para los egipcios: hay un poder más grande que los que han adorado hasta ahora. El Dios de Israel es el Dios del mundo y de toda la humanidad.
La religión de Israel no pretende ser la religión de toda la humanidad. En ningún lugar de la narrativa figura que Dios desea que los egipcios adopten las prácticas religiosas israelitas. El tema es bastante diferente. La religión es particular. La moralidad es universal. Si la historia de “hacer pesado” el corazón del Faraón alude al Libro de los Muertos, entonces la historia del Éxodo no es simplemente una versión unilateral de los israelitas. Nos está diciendo que ciertas cosas están mal, sea quien sea el causante y contra quien sea que esté dirigida. Según las normas egipcias, también están mal. Eso era válido para la decisión del Faraón de matar a todos los varones israelitas recién nacidos. Fue un pecado imperdonable contra Ma’at.
La justicia es universal. Ese punto está expresado muy claramente en las tres historias de la Torá referentes a la vida temprana de Moshé. Ve al egipcio maltratando a un israelita e interviene. Ve a dos israelitas agrediéndose mutuamente e interviene. Ve a pastores no judíos molestando a las hijas de Itró, e interviene. El primer caso era de un no israelita contra un israelita. El segundo, entre dos israelitas. El tercero entre no israelitas. Es la forma más simple de decirnos que el sentido de justicia de Moshé era imparcial y universal.
Finalmente, y en un plano más profundo, la Torá insinúa una contradicción en el corazón del concepto egipcio de Ma’at. La interpretación más favorable de la negación del Faraón de dejar ir al pueblo es que estaba a su cargo el mantener el orden en el Imperio. Una minoría exitosa como la de los israelitas podría aparecer como una amenaza a ese orden. Si se quedaran y se desarrollaran, podrían tomar el control del país como lo hicieron los Hicsos unos siglos antes. Si se les permitía salir, otros grupos esclavizados podrían estar tentados de hacer lo propio. Cuando se trata de una superpotencia, el hecho de que haya una emigración masiva es una mala señal. Es por eso que durante años la Unión Soviética no permitió la salida de los judíos.
El Faraón, en su reiterada negativa a dejar salir al pueblo, indudablemente justificó su decisión en cada caso en que estaba cuidando el Ma’at, el orden. Mientras tanto, con cada nueva plaga se producía un caos mayor. Eso fue porque la opresión del pueblo, que era lo que estaba haciendo el Faraón, era una transgresión fundamental contra Ma’at.
En esta lectura, todo el tema del endurecimiento del corazón del Faraón es más político que psicológico. En su rol de jefe de estado semi divino de un imperio que utilizaba el trabajo forzado a escala masiva, el Faraón no podía dejar ir a los israelitas sin correr el riesgo de que otros grupos pudieran desafiar el Corvée, la labor impaga, reclutada, semi esclavizada, que era parte de la sociedad egipcia desde la creación de las pirámides hasta su abolición en 1882.
Con las primeras cinco plagas, el Faraón podía auto convencerse de que estaba produciendo un inconveniente mínimo en aras de un principio mayor. Pero cuando las plagas fueron más serias, reduciendo al país al caos, el margen de maniobra del Faraón fue cada vez menor. Habiéndole dicho “No” a los israelitas en cinco ocasiones, no podía ahora dar marcha atrás sin quedar en ridículo, minando su autoridad y afectando su status. El Faraón resultó prisionero de su propio sistema, cautivo de sus propias decisiones.
Intentando proteger el orden, generó caos. Eso fue porque el orden que estaba tratando de proteger estaba basado en una injusticia: la esclavización de muchos para el beneficio de pocos. Cuanto más trataba de defenderlo, más pesado resultaba su corazón.
Yo creo que la justicia es universal. La historia de Éxodo de cómo el Poder supremo entró en la historia para liberar a los supremamente indefensos, no es sólo para los judíos. Es la meta narrativa más grande del mundo de esperanza.
Fuentes
- Rashi a Éxodo 7:3
- Mishné Torá, Hiljot Teshuvá 6:3
- Albo, Ikkarim, 4:25; Sforno a Éxodo 7:3
- Mi agradecimiento al Rabino Dr. Rafi Zarum por sugerir esta línea de pensamiento.
- Las confesiones negativas son raras en el judaísmo, pero existe una: Vidui Bikurim, la confesión que se hacía sobre los primero frutos: “No me he alejado de Tus mandamientos ni he olvidado ninguno de ellos… He obedecido al Señor mi Dios; he hecho todo lo que Tú me comandaste” (Deuteronomio 26:13-14)
Traductores
Carlos Betesh
corazn
(La elegimos para nuestros estudios porque toma fragmentos de muchos comentaristas y los compara, de esa forma nos permite tener variedad de interpretaciones)
Cuando os hablare el Faraón y dijere:
“Mostrad en favor vuestro un milagro”,
entonces dirás a Aharón: “Toma tu vara,
y échala delante del Faraón,
y se tornará cocodrilo.”
Estas fueron las instrucciones que Moshé recibió antes de su segunda entrevista con el Faraón. Recordemos que en la primera vez se presentaron ante él sin proponerle señal o maravilla alguna, sólo invocaron el nombre “del Eterno, el D-s de Israel” y le plantearon Su exigencia: “Deja ir a Mi pueblo”. Atónitos ante la respuesta del Faraón: “No conozco a ese Eterno, ni tampoco dejaré ir a Israel”, no supieron qué responderle. El Faraón reaccionó haciendo más pesado aún el yugo, agravando la esclavitud y la crueldad. Esta vez aparecerán, por segunda vez, los emisarios del Eterno y propondrán señales y milagros. Pero, ¿está acaso interesado el Faraón en señal alguna? Objetando al respecto Abravanel:
¿Para qué les pedirá el Faraón tal prueba? Puesto que ya vimos que no quiso escucharles ni ver sus milagros, como les dijo (en la primera entrevista): “Id a vuestras cargas”. ¿Cómo es entonces que les dijo el Señor: “Cuando les hablare el Faraón” y os pidiese “mostrad en favor vuestro un milagro”? Como si estuviera interesado en ello.
En realidad la pregunta es más grave aún. Comparemos este caso con la actitud de Ajaz, rey de Yehudá, al negarse a recibir la señal que le propuso Yeshayá como prueba del cumplimiento de la promesa de D-s. En el Midrash Tanjumá, parashá Vayetzé, leemos el siguiente comentario:
Díjole Yeshayá: “Pide para tí una señal de parte del Señor, tu D-s; en lo profundo pídela” – que resuciten los muertos – “o en lo alto arriba” – que descienda Eliahu del cielo. Respondióle Ajaz: “Yo sé que puede hacerlo, pero no quiero que se glorifique por mi mano el nombre del Señor”. Así fue dicho: “No (la) pediré, ni tentaré al Señor.
Si Ajaz, rey de Yehudá, fue capaz de conducirse así, con más razón aún era de esperar tal conducta del Faraón, rey de Egipto. ¿Acaso él sí estaría interesado que se glorifique el nombre del Señor por su mano; y que se demuestre el poder del Creador ante los ojos de todos sus sabios y hechiceros, por medio de señales y milagros?
Nos parece acertada la opinión de los comentaristas que sostienen que el Faraón estaba muy seguro que estos dos ancianos extranjeros no fueron ni serían capaces de mostrar señal alguna. Precisamente, por este motivo, les exigiría una señal. Pasemos revista a los acontecimientos ocurridos entre la primera entrevista y la segunda. Agravóse el yugo de la esclavitud, aumentaron y agravaron sus sufrimientos; los capataces de entre los hijos de Israel, viendo a sus hermanos en desgracia se dirigieron al Faraón para implorarle piedad para ellos y para sus hermanos. Pero como sus ruegos no tuvieron éxito, se dirigieron a Moshé y a Aharón viendo en ellos – no en el Faraón – la causa de sus sufrimientos. Puesto que fueron ellos los que irritaron al Faraón, con sus entrevistas desprestigiaron al pueblo a sus ojos; también fueron ellos la causa de la intensificación de las desgracias. El Faraón había conseguido su propósito. La ira de los sojuzgados ya no se dirigirá contra él, sino contra sus propios dirigentes. La agravación del decreto no aumentó el odio hacia él, sino que creó en el corazón del pueblo la desconfianza y hasta el descontento contra sus dirigentes. Ahora sólo resta hacer pública la vergüenza de estos dos. Es necesario demostrar su total impotencia, e inmediatamente estos dos ancianos quedarán aislados y expuestos al escarnio, no sólo de los hechiceros y sabios, sino también de su propio pueblo. Por éso diría el Faraón:
“Mostrad en favor vuestro un milagro.”
No diría – como es habitual – “mostradme (a mí) un milagro” (como por ejemplo leemos: “Si se levantare en medio de tí profeta … que te propusiere (a ti) una señal o maravilla”), pues él mismo no necesitaba señal alguna, el sabía por anticipado que no hay nada serio en su misión. Pero dijo: ¿Quieren Uds. Mostrar vuestro poder?, como no. Mostrad en favor vuestro un milagro, y veremos.
Alshej, que acostumbra interpretar el término lémor como indicación que lo que se dice se ha de transmitir a otros, se encuentra en aprietos para explicar la expresión lémor que figura aquí. Lo habitual es explicado – según Alshej – como por ejemplo en el versículo tan común en la Torá: “Y habló el Señor a Moshé, (‘lémor’=) diciendo”; es decir, para que Moshé lo transmita a su vez a los hijos de Israel. Pero aquí, en el verso: “Cuando os hablare el Faraón (‘lémor’=) y dijere …”, explicó de la siguiente manera:
Dijo: “lémor”. Puesto que el Faraón no les iba a pedir un milagro, para que le merezcan fe, sino para poder hablar después en contra de ellos, cuando todos verían que no pueden realizar milagro alguno. Este es el sentido de “lémor” aquí: cuando el Faraón diga “mostrad en favor vuestro un milagro”, lo hará con la intención de poder decir sus argumentos en vuestra contra, no para creerles.
Y debido a que esta señal infligirá un golpe decisivo al Faraón, y no ha de servir para la sola demostración de la veracidad de la misión encomendada, se ordenó la demostración de una señal distinta a la que fue mostrada a los mismos israelitas, respecto a quienes leemos:
Y El dijo: “Echala a tierra”, y él la echó a tierra, y convirtióse en una serpiente.
Mientras que frente al Faraón:
“Toma tu vara y échala delante del Faraón, y se tornará cocodrilo.”
Esta diferencia fue interpretada de un modo muy indefinido por Casuto, en su comentario a Shemot:
En lugar de la serpiente, propia del desierto, donde le fue comunicada la señal a Moshé, aparece aquí el cocodrilo, que es más apropiado a la fauna egipcia.
Evidentemente Casuto no captó la mordacidad de la variante, tal como lo vió el Midrash:
Dijo el Santo, alabado sea: “Este malvado se envanece y se denomina a sí mismo, cocodrilo, como leemos: ‘El Faraón, rey de Egipto, el grán cocodrilo que yace en medio de sus ríos’. Vé y díle: Observa esta vara, es un trozo de madera seca, se ha convertido en un cocodrilo y posee espíritu y alma, se traga todas las varas, pero finalmente tornaráse en un trozo de madera seca.
También tú, te formé de una gota maloliente, te dí poder y te envaneciste y dijiste: ¡Mío propio es mi río (el Nilo), pues yo me lo hice! Pues he de tornarte a la informidad y al vacío. Tú te has tragado las tribus de Israel, he aquí, pues, que saco el bocado de tu boca”.
Pero con todo ésto, vemos que la ejecución de la señal – que simboliza la derrota de Egipto – tampoco hizo mella en el Faraón.
Y se endureció el corazón del Faraón, de manera que no los escuchó.
¿Cómo es posible?
El Midrash responde a esta pregunta explicando como logra el Faraón liberarse de la prueba demostrativa que implica el milagro. Cómo busca y encuentra enseguida una explicación cómoda a fin de evitar todo temor, toda impresión que puede haberle causado la señal:
Shemot Rabá
Entonces el Faraón también llamó a los sabios y a los hechiceros. En ese momento comenzó el Faraón a hacer escarnio de ellos, y les decía: “¿Estas son las señales de vuestro D-s? … Es usual que los mercaderes ofrezcan sus mercaderías en los lugares donde son requeridas, ¿acaso se le ocurriría a alguien … echar agua a la mar? ¿No saben Uds. Que todos los hechizos están a mi disposición?” De inmediato mandó traer a niños de su escuela que lograron hacer lo mismo. No sólo éso, llamó también a su esposa y también ella lo hizo.
Dijeron Yojaní y Mamré– dos de los hechiceros más importantes de Egipto – a Moshé: ¿Paja traen ustedes a Ofaraim? (Refiriéndose a una ciudad donde abundaban los cereales).
Resulta entonces: La señal o el milagro no convencen sino a quien está predispuesto a convencerse. También Eliahu, que en su ira y su celo por D-s, trató de ir por este camino de convencer por medio de maravillas, pero se dió cuenta de lo pasajero de su influencia.
¿Acaso no conocía también el Faraón la inutilidad de la hechicería de Egipto? Por ello, no podía ser ésto lo que conmovería al Faraón, que aseveró: “No conozco a este Eterno” ¿Cuándo se conmovió su soberbia? Al final de la parashá, después de la plaga del granizo escuchamos decirle por primera vez:
Y el Faraón envió y llamó a Moshé y Aharón, y les dijo:
“He pecado esta vez;
el Eterno es el justo,
y yo y mi pueblo somos los malvados”.
Notamos aquí un cambio en su manera de pensar. Su seguridad se conmovió. Mas, no fue la señal lo que lo conmovió. ¿Cuál fue entonces el factor que produjo este gran cambio, hasta el punto de llevarlo a tal confesión? Nuestros Sabios en el Tanjumá lo explican de la siguiente manera:
Dijeron nuestros Sabios: En ninguna de las plagas dijo el Faraón: “El Eterno es el justo”, salvo en la plaga del granizo, ¿por qué? Cuando alguien le hace la guerra a otro, lo ataca de improviso, lo mata y lo despoja, pero el Santo, alabado sea, no obró así, sino dijo al Faraón: “Ahora, pues, envía y haz que se ponga a cubierto tu ganado, y todo lo que tienes en el campo, porque sobre todos los hombres y animales que fueren hallados en el campo, y que no estuvieren bajo techo, caerá granizo, y morirán”.
No lo influenciaron la señal ni la maravilla, sólo Su misericordia que fué una novedad en el mundo pagano del Faraón, extraño al espíritu de su imperio, denominado “la Casa de los Esclavos”. Pero, aún este doblar de cabeza ante la misericordia del Eterno fue sólo momentáneo.
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Según la opinión de los Sabios, aún en el instante que requirió del Señor una señal para demostrar la verdad, aún en el momento que esperaba un cambio de rumbo de los corazones por medio de la señal, al mismo tiempo sabía fehacientemente que la señal no es convincente.
Por lo que dijeron los Sabios en el Talmud, tratado Berajot 9b:
Leemos (Melajim I, 18, 37): “¡Respóndeme, oh Señor, respóndeme!” Dijo Rabí Abahud: “¿Con qué motivo repitió Eliahu el vocablo ‘respóndeme’ dos veces? De lo cual deducimos que Eliahu dijo al Señor: ‘¡Señor del mundo, respóndeme!’ y que caiga fuego del cielo y consuma el holocausto. Y
además ‘respóndeme’ y que se descuiden, para que no se los ocurra decir que es obra de magia”.
(Explicando Rashí: “Que se descuiden, y no penetre en sus corazones el mal designio de los inicuos de rebatirme y decir: Por medio del arte de la magia has conseguido este fuego).
Tomado de: “Reflexiones sobre la Parasha”, Prof. Nejama Leibowitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986 págs. 77 – 82.