Parashat Tetzavé con comentario del Rabino Jonathan Sacks

Belleza interna y externa. Las grandes ciudades frente a los pequeños pueblos.

El gran sabio Rabí Iehoshúa era el epítome de sabiduría y amabilidad. Por esa razón, una condesa romana se sorprendió muchísimo al conocerlo y descubrir que físicamente era tan poco atractivo. La condesa hizo un comentario sobre el tremendo contraste entre su interior y su exterior. En respuesta, Rabí Iehoshúa sugirió que ella vertiera un poco de su vino más valioso en un recipiente de oro. Ella lo hizo, y unos pocos días después descubrió (para su horror), que el vino se había podrido.

Rabí Iehoshúa explicó que su intención fue demostrar que a veces la belleza exterior puede arruinar un aspecto más importante del interior. La condesa protestó y respondió que conocía muchos hombres apuestos que también eran buenos y sabios. Rabí Iehoshúa le respondió que si esos hombres no hubiesen sido apuestos, habrían sido aún más sabios y amables.

Si bien Rabí Iehoshúa dejó en claro su opinión, el tema es, por supuesto, mucho más complejo. Por ejemplo, la Torá misma comenta sobre la belleza física de los patriarcas y las matriarcas. ¡Sin ninguna duda que la Torá no nos quiere decir con esto que hayan tenido una grandeza limitada! Más aún, de acuerdo con el misticismo judío, la belleza física se considera un reflejo de la composición espiritual profunda

Al igual que con tantas otras cosas, la belleza es una espada de doble filo. En manos de personas tan elevadas como los Patriarcas y las Matriarcas, era una herramienta para ayudarlos a atraer a otros a aprender sobre Dios. Pero en manos de personas menos elevadas, puede ser un obstáculo que impida el crecimiento espiritual. Por ejemplo, si una joven crece escuchando constantemente alabanzas sobre sus características físicas, quizás no se sienta tan motivada a desarrollar aspectos interiores de su personalidad.

El Rey Salomón dijo: “La gracia es una mentira, y la belleza es vana; la mujer que teme a Dios es loable” (Proverbios 31:30). Sobre este versículo, el Gaón de Vilna (siglo XVIII, Lituania), explica: “La gracia es una mentira y la belleza es vana” cuando no hay nada más, nada substancial que la respalde. ¡Pero cuando el “temor a Dios” también está presente, hasta la belleza es loable!

El tema de la belleza es central en la parashá de esta semana, Tetzavé, que describe las prendas sacerdotales utilizadas en el Templo Sagrado. La Torá nota que las prendas especiales del Cohén Gadol eran para “honor y esplendor”. Najmánides dice que eran similares a las prendas vestidas por un rey.

El Séfer HaJinuj explica que la magnificencia y la belleza del Templo servían para inspirar reverencia en los corazones de los que lo visitaban, y eso los acercaba a Dios. En una atmósfera así, todo lo que sea menos que hermoso estaría fuera de lugar y devaluaría lo que lo rodeaba. Esto ayuda a explicar la razón por la que la ley judía requiere que cuando la ropa de los cohanim se ensuciaba no fuera lavada y reutilizada, sino que era reemplazada por prendas nuevas.

La Torá también dice que está prohibido que un cohén (sacerdote) que tiene ciertos defectos sirva en el Templo Sagrado. ¿Esto se debe a que por tener esos defectos es menos amado por Dios?

Por supuesto que no. La razón por la que un cohén con una imperfección física no tenía permitido servir en el Templo era porque los visitantes podían perder el respeto por el Templo al verse distraídos por el defecto en el cohén. Dios no respeta menos al cohén que tiene una imperfección. Por el contrario, la Torá consideró la naturaleza imperfecta de las personas y advirtió que no era realista esperar que cada visitante que llegara al Templo se enfocara sólo en el alma del cohén que tenía el defecto, incluso cuando esa es la manera adecuada de ver a una persona.

Extraído de Aishlatino

La parashá

En este Shabat se leerá la Parashah Tetzave. Que relata que Hashem le dice a Moshe que reciba a los hijos de Israel aceite de oliva puro para que la llama eterna de la menora que Aarón deberá encender todos los días desde la tarde hasta la mañana.
También son descriptas las ropas sacerdotales que deberán ser vestidas por los cohanim ( sacerdotes) mientras realizan su servicio en el santuario. Todos los cohanim vestían: 
1) Ketonet una túnica larga de lino.
2) Mijnasaim pantalones de lino. 
3) Mitzvefet  o Mijbaat un turbante de lino .
4)Avnet un cinturón largo alrededor de las caderas. Además el Cohen Gadol ( sumo sacerdote) vestía Efod una especie de delantal hecho de lana teñida de colores azul, púrpura y rojo. También vestía Joshen una placa que iba pegada al pecho donde había incrustada dice piedras preciosas grabadas con los nombres de las doce tribus de Israel. Miel una túnica de lana azul con campanas y granadas de oro que se colocaba en el borde inferior. Tzitz una placa de oro que se colocaba en la frente con la inscripción “ Santo para D’s”.
Esta sección de la Parashah también incluye las instrucciones detalladas de Hashem para los 7 días de iniciación de Aarón y sus cuatro hijos Nadav, Avihu, Eliazar, e Itamar en el sacerdocio y para la confección del altar de oro donde el Ketoret ( incienso) era quemado .
Desde el libro de Shmot ( éxodo) hasta   Casi la última Parashah de la Tora se nombra a Moshe. Porque casi? Porque en esta Parashah es la única que a Moshe no se lo nombra. El porque tiene su respuesta. Cuando Moshe baja del Minte Sinaí con las Tablas de la Ley se encuentra con el pueblo estaba rindiendo culto al becerro de oro y en ese momento Hashem le dice a Moshe que va a destruir a todo el pueblo y va a surgir a través de Moshe un nuevo pueblo. Moshe le suplica a Hashem bórrame de tu libro y perdona a este pueblo. Cómo la palabra de un Tzadik se mantiene firme Hashem cumplió y no lo escribió en esta Parashah 
Shabat Shalom Umeboraj

Por Marcelo Mann


Inspiración y transpiración

por el Rabino Jonathan Saks Z´L´

Beethoven se levantaba cada mañana al amanecer y preparaba su café. Era maniático al respecto: cada taza debía llevar exactamente 60 granos, que contaba cada vez. Después se sentaba en su escritorio y componía hasta las 2 o 3 de la tarde. Luego hacía una larga caminata llevando consigo un lápiz y papel pentagramado para anotar alguna idea que se le presentara en el camino. Cada noche, después de la cena iba a tomar una cerveza, fumar la pipa y acostarse temprano, a las 10 como máximo.

Anthony Trollope , que además de escribir trabajaba en el Correo, le pagaba a un asistente para que lo despierte todos los días a las 5 de la mañana. A las 5 y media ya estaba en su escritorio y luego procedía a escribir durante exactamente tres horas, trabajando contrarreloj para producir 250 palabras cada cuarto de hora. De esta forma escribió 47 novelas, muchas de ellas de tres tomos, así como otros 16 libros. Si finalizaba una novela antes de las tres horas, tomaba inmediatamente una nueva hoja de papel para comenzar otra.

Emmanuel Kant, el filósofo más brillante de los tiempos modernos, era famoso por su rutina. Como lo describió Heinrich Heine: “Levantarse, tomar café, escribir, dictar clase, comer, hacer una caminata, todo lo hacía a su tiempo, y los vecinos sabían que eran exactamente las tres y media de la tarde cuando salía de su casa con su sobretodo gris y su bastón español en la mano”.

Estos detalles, junto con otros 150 ejemplos de grandes filósofos, artistas, compositores y escritores provienen del libro de Mason Currey titulado Daily Rituals: How Great Minds Make Time, Find Inspiration and Get to Work. (1) El tema central del libro es sencillo. La mayoría de las personas creativas tienen rituales. Es la tierra de la que se nutren las semillas de su inspiración.

En algunos casos tomaban intencionalmente trabajos que no necesitaban, simplemente para armar una estructura y una rutina en sus vidas. Un ejemplo típico es el del poeta Wallace Stevens que aceptó un puesto de abogado de seguros de la compañía Hartford Accident and Indemnity donde trabajó hasta su muerte. Dijo que tener ese trabajo fue una de las mejores cosas que le habían pasado porque “Introduce disciplina y regularidad en la vida de uno.”

Observen la paradoja. Todos ellos eran innovadores, pioneros, creadores originales que formularon nuevas ideas, originaron nuevas formas de expresión, hicieron cosas que nadie antes de ellos había hecho de esa manera. Rompieron el molde. Cambiaron el paisaje. Se aventuraron en lo desconocido.

Sin embargo sus vidas eran lo opuesto: ritualizadas y rutinarias. Hasta se podría decir, aburridas. ¿Por qué? Porque – el dicho es famoso aunque no sabemos quién fue el primero que lo enuncisó – el genio es el uno por ciento de inspiración y noventa y nueve por ciento de transpiración. El descubrimiento científico que cambia el paradigma, la investigación original, el producto sensacionalmente exitoso, la novela brillante, la película ganadora de premios, son en casi todos los casos el resultado de muchas años de largas horas y atención a los detalles. Ser creativo es un trabajo duro.

El hebreo antiguo denomina al trabajo intenso avodá. También significa “servir a Dios”. Lo aplicable a las artes, las ciencias, los negocios, la industria, también es válido para la vida del espíritu. Lograr cualquier forma de crecimiento espiritual implica un esfuerzo sostenido y rituales diarios.

De ahí el notable pasaje hagádico en el que varios sabios exponen su idea de klal gadol ba-Torá, “el gran principio de la Torá”. Ben Azzai dijo que es el verso “Este es el libro de las crónicas del hombre: en el día que Dios creó al hombre lo hizo a semejanza de Dios “ (Gen. 5:1) Ben Zoma dijo que hay un principio más abarcador, “Oye, Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor es Uno” (Deut. 6:4). Ben Nannas dijo que hay un principio aun más abarcador: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.”(Lev. 19.18) Ben Pazzi dijo que hay un principio que los supera, y menciona un verso de la parashá de esta semana : “Una oveja se ofrecerá a la mañana y una segunda a la tarde” (Ex. 29:39). O, como diríamos hoy en día, ShajaritMinjá y Maariv. En una palabra: “rutina”. El pasaje concluye: la ley es según Ben Pazzi. (2)

El sentido de la frase de Ben Pazzi está claro: todos los elevados ideales del mundo – la persona creada a la imagen de Dios, el creer en la unidad de Dios, el amor al prójimo – cuentan poco hasta que se constituyan en hábitos de acción que a su vez se transforman en hábitos del corazón. Todos nosotros podemos recordar momentos de inspiración en que tuvimos una gran idea, un pensamiento transformador, la visión de un proyecto que podía cambiar nuestra vida. Un día, una semana o un año más tarde ese pensamiento cayó en el olvido o se transformó en un recuerdo distante, y en el mejor de los casos, en un lo-que-podría-haber-sido.

Las personas que cambian al mundo, ya sea en forma mínima o en forma épica, son los que transforman experiencias vitales en rutina diaria, que saben que los detalles cuentan, y que han desarrollado una disciplina de trabajo intenso, sostenido en el tiempo.

La grandeza del judaísmo es que toma grandes ideales y visiones exaltadas – la imagen de Dios, la fe en Dios, el amor al prójimo – y las transforma en métodos de conducta. La Halajá (ley judía) comprende una serie de rutinas que – como en el caso de las grandes mentes creativas – reconfigura el cerebro, dando disciplina a nuestras vidas y cambiando nuestra forma de sentir, pensar y actuar.

Gran parte del judaísmo debe parecer a los ajenos, y a veces a nosotros mismos, aburrido, prosaico, mundano, repetitivo, rutinario, obsesivo con los detalles y desprovisto en su mayor parte de dramatismo o inspiración. Sin embargo, de eso mayormente se trata el escribir una novela, componer una sinfonía, dirigir una película, perfeccionar una aplicación exitosa o construir un negocio multimillonario. Se trata de mucho trabajo, atención enfocada y rituales diarios. Es de ahí que proviene la grandeza sustentable.

En Occidente hemos desarrollado una visión extraña de la experiencia religiosa: se asocia a lo que te impacta cuando ocurre algo completamente fuera del curso de la vida normal. Escalas una montaña y miras hacia abajo. Te salvas milagrosamente de un peligro. Te encuentras integrando una multitud clamorosa. Es lo que el teólogo luterano alemán Rudolf Otto (1869-1937) definió “lo santo”: un misterio (mysterium) tan tremendo (tremendum) como fascinante (fascinans). Te sientes apabullado por la presencia de algo que es vasto. Todos nosotros hemos tenido esas experiencias.

Pero eso es sólo lo que son: experiencias. Quedan grabadas en la memoria pero no son parte de la vida diaria. No están tejidas en la textura de nuestro carácter. No afectan a lo que hacemos, logramos o seremos. El judaísmo trata sobre los cambios necesarios para que seamos artistas creativos cuya creación más grande es nuestra propia vida (3). Y eso requiere rituales diarios: shajaritminjá, maariv, la comida que comemos, la forma en que nos comportamos en el trabajo o en el hogar, la coreografía de santidad que es la contribución especial de la dimensión sacerdotal del judaísmo, expuesta en la parashá de esta semana y a través de todo el libro de Vaikrá.

Estos rituales tienen su efecto. Sabemos ahora a través de las tomografías y resonancias magnéticas que el ejercicio ritual repetitivo reconfigura el cerebro. Nos da resiliencia interna. Nos hace más agradecidos. Nos da una sensación de confianza en la Fuente de nuestro ser. Configura nuestra identidad, la forma de actuar, hablar y pensar. El

ritual es a la grandeza espiritual lo que el entrenamiento es al jugador de tenis, la disciplina diaria de escritura al novelista, y la lectura de los balances empresarios a Warren Buffett. Es la condición previa al logro importante. Servir a Dios es avodá, o sea trabajo duro.

Si buscas inspiración repentina, trabaja para lograrla durante un año o durante toda la vida. Es así como viene. Como la frase atribuida a un famoso golfista cuando le preguntaron cuál es el secreto de su éxito: “Tuve suerte. Pero lo raro es que cuanto más practico, más suerte tengo.” Cuanto más buscas alturas espirituales más necesitas el ritual y la rutina de la halajá, el “camino” judío a Dios.


  1. ¿Encuentras sentido en las tareas diarias del judaísmo? ¿Sientes que funcionan?
  2. ¿Qué puedes hacer para que las mitzvot que haces a diario se sientan plenas de sentido?
  3. ¿Crees que la religión debe ser más acerca de experiencias religiosas intensas? ¿O estás de acuerdo con el Rabino Sacks, que el ritual y la rutina pueden cambiar la forma en que sentimos, pensamos y actuamos?

Fuentes

  1.  Mason Currey, Daily Rituals, New York, Knopf, 2013
  2. El pasaje está citado en la introducción del comentario HaKotev a Ein Yaakov, los pasajes hagádicos del Talmud. También citado por Maharal en Nevirot Olam, Ahavat Re´a 1. 
  3. Señalado por el Rab. Joseph Soloveitchik en Halakhic Man

Traductores

Carlos Betesh

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