Otro signo del heroísmo: Janucá en la Shoá

por Dr. Israel Jamitovsky

Celebrar Janucá, la festividad de las Luminarias particularmente en Israel  no es obviamente fácil en las presentes circunstancias. Parte el alma percibir jóvenes vidas tronchadas, el dolor de las familias enlutadas, la angustia de los familiares de los rehenes apresados por Hamás.  Pero el pueblo judío  en el decurso de su  historia ha sabido superar tantas adversidades e incluso celebrar sus festividades en los espacios mas angustiosos.

Ejemplo palpable de lo que señalo, es la celebración de las festividades judías en el infierno nazi. En esta oportunidad me detendré en un ejemplo al que accedí relacionado con   la celebración de Janucá precisamente en el Holocausto.

Una de las coyunturas mas arduas que tuvieron que afrontar judíos en campos de exterminio y de trabajos forzados, era que amén de estar   sometidos a arduas tareas físicas desde horas tempranas de la mañana , el prisionero perdía  la noción del tiempo, todo día era semejante al anterior. Al prisionero le era prohibido detentar cualquier objeto que marcara el tiempo: reloj, almanaques, agendas, etc.

 Así, en este angustiante contexto el prisionero desconocía el día, la hora o fecha en que se encontraba,   por todo lo cual se tornaba muy difícil recordar y celebrar días especiales. Aún así, judíos echaron mano a su imaginación y celebraron las festividades judías. Uno de ellos, aflora en el volumen del historiador israelí Mordechai Eliav Yo creo, testimonios de  vida y muerte de las personas en los días del Holocausto.

Se trataba de  un prisionero del campo de trabajos forzados en Nidrarchal, sito en el corazón de Alemania.  Este prisionero se las ingenió para llevar una pequeña agenda en los cual solía anotar las fechas de las festividades judías. En cierto momento notó que se aproximaba la festividad  de Janucá y le propuso a un amigo del bloque a que pertenecía la idea del encendido de velas, a lo que su amigo aceptó gustoso señalando que ello contribuiría a  levantar la alicaída moral del colectivo al que pertenecían y mejorar  por cierto la atmósfera reinante.

Echando mano a la imaginación

A los efectos de cristalizar tal propósito, había que sortear dos escollos fundamentales y desplazarse con cautela.  Había que obtener aceite y un lugar apropiado, de tal suerte que pase desapercibido para los nazis.  En el establecimiento que trabajan no faltaba aceite, pero el desafío era  cómo apropiarse  y obtenerlo  el 11 de Diciembre, el primer día de Janucá de aquel año.

Los promotores de la idea sabían y eran conscientes que estaba prohibido arriesgar sus vidas para cumplir la normativa religiosa. Sin embargo para muchos de los integrantes de este colectivo, afloró un espíritu de sacrificio. Sumidos en  un estado físico deplorable y acusando una profunda depresión, estimaron que el calor de las  reducidas velas de Janucá les infundiría fe, coraje y esperanza para afrontar el futuro y  en primer término el prolongado  y duro invierno que les esperaba.

A tales efectos, decidieron efectuar un sorteo. El primer sorteado se encargaría de robar el aceite pertinente. El segundo tomó a su cargo ocultar el aceite hasta el segundo día por la noche y el sorteado quinto, las velas se encenderían debajo de su pequeña cama, de su litera.

El encargado de obtener el aceite pertinente se desempeñó magníficamente. Persuadió a su odiado capataz  nazi que su automóvil funcionaría mejor si recibiría una porción diaria de  aceite y a tales efectos lo recomendable sería obtener una   pequeña botella de aceite de excelente calidad y conservarla junto con el resto de los instrumentos de trabajo. El Oficial nazi aceptó la sugerencia, de tal suerte que no hubo problema alguno en ocultar el aceite pertinente.

Posteriormente volcaron el aceite sobre la mitad de una caja vacía de pasta de dientes, arrancaron algunos hilos de  sábanas livianas  de tal suerte de convertirlas en una suerte de mecha. Pero cuando estaba todo pronto para finalmente proceder al encendido de velas, los promotores de la idea se apercibieron que carecían de fósforos. Inmediatamente, uno de los promotores de la idea propuso que cada uno del grupo involucrado dejara un poco  de su sopa. En cinco minutos se intercambiaron con la pieza  contigua cinco platos de sopa por un cigarro. Una vez obtenido este cigarro se lo trocó con el responsable de la cocina por una caja de fósforos, quien además la entregó sin formular muchas preguntas.

El encendido de las velas trascendió e integrantes de otra piezas se acoplaron entonando las canciones de Janucá.

Para todo ellos fue como revivir. Entonando el Mao Tzur, la famosa canción que se despliega después de recitar las oraciones pertinentes en el encendido de la velas de Janucá, afloraron nítidamente el recuerdo de sus hogares, padres, hermanos, hermanas, esposas e hijos.Muchos de ellos no pudieron contener sus lágrimas. No era para menos, volvían a celebrar  Janucá  tal como  lo hicieron cuando eran hombres libres, añorando sus hogares, sus comunidades y un pasado por cierto no muy lejano.