Parashat Mishpatim: El orden de prioridades para ayudar al prójimo

Maale Adumim, Israel, febrero 5, 2024 / Shvat 27, 5784

Rabino Yerahmiel Barylka

La parashá “Mishpatim” que significa “ordenanzas” y comienza en Shemot 21:1, nos trae una serie de leyes divinas que Moshé ordenó a los israelitas. Entre ellas el trato al siervo contratado, esclavos, daños, préstamos, devolución de bienes, Shabat, el año sabático, las festividades y la destrucción de la idolatría. Asimismo, las penas por asesinato, secuestro, asalto y robo; las relativas a la reparación de daños, la concesión de préstamos, las responsabilidades de los guardianes de bienes; y las normas que rigen la impartición de justicia por los tribunales. También incluye leyes que advierten contra el maltrato a los extranjeros; la observancia de las fiestas estacionales y los regalos agrícolas que deben llevarse al Templo de Jerusalén; y la prohibición de cocinar carne con leche. En total, la Parashá Mishpatim contiene 53 mitzvot de las cuales 23 son mandamientos imperativos y 30 prohibiciones. Dios promete llevar al pueblo de Israel a Tierra Santa, y les advierte que no asuman las costumbres paganas de sus habitantes.

Cuando encontramos una ley, podemos aceptar, que asumen que la conducta que esa legislación prohíbe a la que prevalecía generalmente antes de que se aprobara una nueva.

Leemos, como parte de la legislación civil de la Torá que: “Cuando prestes dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portarás con él como logrero (la persona que aprovecha toda ocasión, aun deshonestamente, para obtener lucro o beneficio personal), ni le impondrás usura…” (Shemot 22:24).
Es este versículo el que, además de la prohibición de la usura, es la fuente del mandamiento de que debemos prestar nuestro dinero a los necesitados. Los sabios del Talmud (Baba Metziá 71a), preocupados por la extraña construcción del versículo – “Mi pueblo, a los pobres, contigo” dedujeron el siguiente orden de prioridad en cuanto a quién debe ser el beneficiario de nuestra generosidad: El término “la persona pobre” enseña que, si una persona pobre y una rica vienen a pedir dinero prestado, la persona indigente tiene preferencia. Y del término: “Quien está contigo”, se deriva: Si tu pobre, es decir, uno de tus parientes, y uno de los pobres de tu ciudad vienen a pedir dinero prestado, tu necesitado tiene preferencia. Si es entre uno de los menesterosos de tu ciudad y uno de otra ciudad, tiene preferencia el de tu ciudad.
Si dos personas solicitan tu préstamo, y una es local y la otra gentil, entonces, en igualdad de condiciones, si sólo tienes fondos suficientes para prestar a una de ellas, la nacional tiene prioridad sobre la extranjera. Si las dos personas que comparecen ante ti son iguales, pero una es pobre y la otra rica, el pobre tiene prioridad. Si te piden un préstamo un pariente pobre y un vecino pobre, el pariente tiene preferencia sobre el vecino. Si uno de ellos es un pobre que vive en tu ciudad, y el segundo es uno que vive en otra, el pobre que es tu vecino tiene preferencia sobre el que reside más lejos.

El Talmud no nos ordena desatender al gentil, al no pariente o al forastero. Nos da una lista de prioridades. Nos está diciendo que una ética altruista, que no reconoce los vínculos y las afiliaciones humanas íntimas, es antinatural, poco realista y poco práctica y, por lo tanto, carece de valor moral. Una ética que sí tiene en cuenta y afirma asociaciones humanas como la nación, el pueblo, la familia, el vecindario, es realista y, por tanto, valiosa moralmente.
A primera vista esa debería ser la actitud normal, pero ese principio aceptable y evidente se viola muy a menudo. De otra manera, el Talmud no hubiera tratado el tema.
Había, y hay, aparentemente, mucha gente que prefiere ayudar al extraño que, al conocido, que prefiere beneficiar al no allegado que al pariente.

LOS JUDÍOS ENAMORADOS DEL HOMBRE UNIVERSAL

Los judíos occidentales, desde la Emancipación, han crecido en el concepto del “Hombre Universal”, un universalismo que niega la identidad étnica y la singularidad nacional-religiosa.
Ese hombre universal es alguien que vive de una manera que lo abarca todo, que vive sabiendo que cada pensamiento, acción, palabra o acto tiene un efecto no sólo en su propia vida, sino en la vida en todas partes, de hecho, en el Universo mismo. Este conocimiento significa que asume una gran responsabilidad por la calidad de todas las elecciones que realiza, ya que cada una de ellas puede contribuir al daño y al caos del mundo o aportar sanación y divinidad.

De hecho, el hábito tribal no es exclusivo de los judíos. Pero, muchos jóvenes judíos hicieron grandes esfuerzos para liberarse del provincialismo de sus padres y abuelos. Si ellos habían migrado y traído consigo la pronunciación diferente de algunas letras o la construcción de las frases, se esforzaban para librarse de los resabios de extranjería.

Es racional que se dé prioridad emocional y práctica a los que están más cerca de uno, ya sea en cuna, fe o geografía. Uno puede sentir mayor apego por sus compatriotas judíos al leer sucesos tan desafortunados, sin menoscabo en lo más mínimo de su compasión humana por todos los semejantes. Dar prioridad a los judíos no implica despreciar al Otro. Dar prelación a los pobres de tu ciudad no te obliga a una actitud de crueldad con los que viven lejos. Amar a tu familia no implica que odies a tus amigos.
Todo pueblo tiene derecho a su propia expresión nacional, pero esos jóvenes se fueron convenciendo que sólo los judíos deben ser “universales”. Cuando los judíos afirman su individualidad nacional o étnica, entonces ese mismo espíritu atractivo del nacionalismo sufre un cambio traumático, pasando de la conocida autodeterminación a un patrioterismo etnocéntrico despreciable. La misma conciencia que, ejercen los enemigos del pueblo judío, es descrita como un movimiento de liberación sano, luchador y emergente. Cuando oyen que la mayoría de los judíos apoya el movimiento de liberación nacional, el Sionismo, recogen sin vacilar la crítica de los enemigos que acusan al movimiento de “imperialista opresor y neocolonialista.” Algo ha fallado en su razón. Han invertido la formulación talmúdica y creen que, entre su pueblo y uno de forasteros, el extranjero es lo primero; y los pobres de otra ciudad deben ser defendidos antes que los pobres de su ciudad.
Es conocida la militancia de judíos asimilados y semi-asimilados en búsqueda de ideologías vacías y triviales a las que miraron y todavía observan con solemnidad y respeto. En muchos casos fueron miembros totalmente judíos, quienes no pudieron alejarse de organismos supuestamente no sectarios que se opusieron a Israel y el Sionismo y dañaron así al Estado de Israel.

LA FARSA MAGNA

Parece vergonzoso tener la dignidad suficiente para acabar con esa colosal farsa de que cuando defendemos los intereses judíos lo hacemos sólo porque son ante todo intereses universales y así lo explicamos más de una vez.
No hay nada malo en defender los intereses propios y los de los más cercanos. Si hay una persona que no siente nada por los suyos, su sentimiento por los demás carece de sentido. No hay razón para abochornarse al afirmar clara e inequívocamente el principio de “los pobres de tu ciudad son lo primero”. No hay necesidad de excusar el apoyo judío a Israel buscando eslóganes que los justifiquen. No hay nada antidemocrático, no humanitario o no ilustrado en la solidaridad judía. Es natural, apropiada y comprensible. Por el contrario, que los judíos finjan, disimulen y se disculpen por ello es lo antinatural, degradante, indigno y humillante.
Durante demasiado tiempo hemos permitido que los apóstoles del universalismo extravagante reivindiquen en exclusiva la tradición profética, como si los profetas de Israel exigieran que los Hijos de Israel abandonaran toda reivindicación de su propio interés y pensaran, ante todo, si no totalmente, sólo en el bienestar de los egipcios y babilonios e hititas. Eso, por supuesto, no tiene sentido. El universalismo de los profetas surgió de su nacionalismo, y no estaba en absoluto en conflicto con él.

NO TE OCULTES DE TU PROPIA GENTE

Recordemos las palabras de Isaías (58:7 ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes?”) que ruedan sobre nosotros con la fuerza de un trueno cada tarde de Yom Kipur cuando las leemos como parte de la Haftará.
El profeta nos dice que el verdadero ayuno debe dar lugar a una auténtica transformación moral del hombre, para que parta su pan y lo comparta con el hambriento, y traiga a su propia casa a los pobres abandonados, y ofrezca ropa para cubrir la desnudez de los que no pueden permitirse ningún vestido. Pero el clímax llega en las tres últimas palabras: “umibesarjá lo titalam”, וּמִבְּשָׂרְךָ לֹא תִתְעַלָּם “¡no te escondas de tu propia carne!”. No te imagines que la caridad con todos significa descuidar a los más cercanos. Por supuesto que debes partir el pan con todos los hambrientos y ofrecer cobijo a todos los pobres y vestir a todos los desnudos, pero sin este último recordatorio de no ignorar a tu propia carne y sangre, lo que vino antes es simplemente una prédica que, por lo demás, es ineficaz y carece de sentido; con ella, tienes la verdadera profecía, la que puede actualizarse como una verdadera ética de vida. Los profetas no predicaron el amor al Hombre, sino el amor a los hombres, empezando por los tuyos. Sólo si “los pobres de tu ciudad tienen prioridad”, aprenderás a preocuparte también “por los pobres de otra ciudad”.
Toda la vida, el derecho, la política giran en torno a la cuestión de los intereses en conflicto y las reivindicaciones contrapuestas. Hay pocas cosas en estos ámbitos que sean totalmente blancas o totalmente negras. Es cierto que no siempre debemos preferir nuestros propios intereses individuales a los intereses primordiales del bienestar general. Pero, ¿No hemos llevado el mito universalista hasta el punto de la auto denigración y la auto-magulladura?

LOS JUDÍOS ANTIISRAELÍES

Los judíos antiisraelíes a menudo se expresan de forma similar a los antisemitas gentiles, especialmente los de ciertas izquierdas, aunque su énfasis es diferente. El antisionismo judío es una expresión de las complejidades de la identidad judía y debe entenderse en el marco más amplio de la redefinición en curso de la identidad judía y la existencia de grupo en las realidades del siglo XXI.
Los judíos antiisraelíes están provocando tensiones cada vez mayores dentro de la judería contemporánea en todo el mundo: hay que admitir que producen confrontación ideológica dentro de la judería. Muchos de sus puntos de vista y posturas son similares a los de los antisemitas no judíos.
El odio a los judíos es un fenómeno espiritual arraigado en la cultura universal que ha cambiado de expresión a lo largo de los siglos, manteniendo constante su actitud negativa. A menudo se tacha a los judíos antisionistas, sobre todo en Israel, de judíos que se odian a sí mismos o incluso de antisemitas judíos. No estoy en absoluto de acuerdo. Considerarlos así es simplista, inexacto y sólo entorpece la comprensión de un fenómeno ideológico creciente en la vida judía contemporánea, también apoyado, por extraño que parezca, por algunos israelíes, entre algunos grupos académicos.
Y no hay que olvidar el peculiar tipo de anti-israelismo que se da entre distintos grupos de judíos ultraortodoxos (jaredim), pero esto queda fuera del alcance de este comentario.

ISRAEL NO SE CREÓ A CAUSA DE LA SHOÁ

El Sionismo, como bien lo explica el profesor Evyatar Friesel, no fue ni el hijastro del antisemitismo ni Israel es el resultado del Holocausto. El Estado judío se creó NO a causa de la Shoá, sino a pesar de ella. El impulso esencial del sionismo era Ahavat-Zion, el amor a Sion, la idea de los vínculos históricos del pueblo judío con la Tierra de Israel. Es cierto que esa conexión es extremadamente difícil de explicar en términos ideológicos europeos occidentales, pero se articula en conceptos específicamente judíos.
El sionismo, vinculó estos conceptos a ideas tomadas del entorno europeo, como la estatalidad moderna, el nacionalismo y la semi-secularización. Si el resultado sionista es difícil de entender, o extraño, o inaceptable para las mentes occidentales (o musulmanas), eso no hace que los lazos judíos con la Tierra sean menos reales.
Tradicionalmente, los judíos modernos han estado cerca del llamado campo ideológico progresista o izquierdista de la sociedad occidental, y en cierto sentido han dependido de él. Este sector político tenía la disposición más positiva, o al menos la mentalidad más abierta con respecto a los judíos, y representaba un entorno político en el que los judíos se sentían relativamente confiados y seguros. El sector liberal y de izquierdas también apoyó a la empresa sionista en Palestina y, más tarde, al joven Estado judío.
Sin embargo, desde las últimas décadas del siglo XX, se produjo un cambio significativo.
Muchos izquierdistas y liberales occidentales pasaron del apoyo a la crítica y la oposición a Israel. Peor aún, esta nueva actitud negativa se formula a menudo en términos que revelan, directa o indirectamente, una sombra de la judeofobia clásica en una nueva formulación (¿en un nuevo disfraz?): ahora dirigida contra Israel, oscurecida por santurronerías pseudoliberales, pero potencialmente tan amenazadora como el antisemitismo del siglo XX.

EL DESCUIDO DEL LIDERATO

Todo ello pasó desapercibido por los líderes comunitarios y políticos. Descuidado por los escritores, filósofos y pedagogos. Algunos lo vieron como algo antipático pero jovial y pasajero. Una muestra más de la gran variedad de ideas de nuestro pueblo.
Pero… cuando hace apenas poco más que cuatro meses estallaron las más horribles hostilidades contra los judíos en los límites de la Franja de Gaza, cuyo propósito no fue únicamente degradar y humillar a los judíos y violar grupalmente a niñas y mujeres, sino el inicio del exterminio de los judíos, estén donde estén. Algunos de esos judíos acostumbrados en denostar todo lo que parecía judío se unieron activa o pasivamente a los antisemitas con los que compartían sus puntos de vista.
No podían y todavía no terminan de entender, que ellos serán las próximas víctimas de esos camaradas de ruta por su acendrado odio contra los judíos.
Muchos otros judíos despertaron de la pesadilla al descubrir el verdadero sentimiento de quienes hasta hace pocos meses eran sus camaradas y amigos y con quienes compartieron el pan y la sal, cuidando mucho de hacer desaparecer sus marcas que les identificaban como fieles a su pueblo. No pudieron contradecir a quienes predican la desaparición de los judíos y de todo aquel que no sea igual a ellos, porque cuando llegó el momento de condenar los crímenes su pensamiento quedó congelado por el viejo odio que presumían no tener. Pobre gente. Pobres miserables.

NO PERDER EL SENTIDO DEL EQUILIBRIO

Sin embargo, no debemos perder nuestro sentido del equilibrio. No debemos deslizarnos hacia el tipo opuesto de unilateralidad: un extravagante repliegue étnico que deseche la responsabilidad hacia los pobres de otra ciudad, hacia los pobres de los no judíos. Los residentes de Gaza que hasta hace poco trabajaban en nuestro territorio, son no menos víctimas que nosotros y no podemos hacerles responsables por lo que no hicieron. Nuestros victimarios homicidas también son los de ellos. No debemos lamentar si alguien les trae alimentos.
Es cierto que ya no podemos permitirnos este educado y malsano masoquismo colectivo que da prioridad a todas las demás causas sobre los intereses judíos. Pero tampoco es deseable que fomentemos una ola de reacción por la que descuidemos otras necesidades y causas humanitarias generales, ya sean los derechos civiles o la ecología, ya sea la política o la paz mundial o la justicia económica.
El Talmud (Julin 63a) se pregunta por qué en la Torá la cigüeña se llama “jasidá”, palabra derivada de la raíz “jesed”, que significa amor o caridad o bondad. El Talmud dice que se llama “jasidá” porque la cigüeña realiza actos de jesed, benevolencia, con sus amigos e hijos. Entonces los jasidim preguntan: si es así, ¿por qué la Biblia considera a la cigüeña un ave impura, no kosher y no apta para el consumo humano? Y responden: ¡porque sólo es amable con sus propias crías y no con las crías de otras especies de aves!
Si queremos ser judíos reflexivos y naturales, debemos cuidar primero de los nuestros. Pero si queremos ser judíos kosher, no debemos descuidar a los demás.
Por tanto, debemos encontrar un equilibrio entre la introversión étnica y el exclusivismo, por un lado, y el masoquismo universalista y la auto denigración, por otro. Con Maimónides, debemos elegir el camino del medio en esto como en todo lo demás, entre las consecuencias malsanas del mito universalista y el mandamiento “¡No te escondas de tu propia identidad, no abandones a los de tu propia familia!”.
El problema con algunas personas es que para ellas la caridad empieza en casa y termina en casa. El problema de otros es que su caridad excluye su propia casa, y por eso acaba siendo una broma solemne y vacua. El camino es que la caridad comience en casa, y luego se extienda en círculos cada vez más amplios y concéntricos hacia fuera, para abarcar a todas las personas. Tal vez todo esto se resumió mejor en aquel aforismo inmortal de Hilel el Viejo: “Si no soy para mí, ¿quién será para mí? Y si sólo soy para mí, ¿qué -o quién- soy?” (Avot 1:13).
Los estados de ánimo judíos son notoriamente volátiles, oscilando a menudo de un extremo a otro sin pasar por las transiciones. Lo mejor es que siempre recordemos y practiquemos ambos principios: “Si no soy para mí” – la prioridad de nuestras propias necesidades; y “Si sólo soy para mí, ¿qué soy?” – para proceder a partir de ahí al servicio de todos los demás seres humanos.
Ambos juntos son el Justo Medio, el del interés propio iluminado. Ahora, sobre todo, es el momento de reafirmar esta doctrina auténticamente judía, porque “si no es ahora, ¿cuándo?”.
Es muy difícil que podamos llegar el equilibrio frente a tanta destrucción, a tanto dolor. A tanto duelo. A tanta amenaza.
Pero debemos intentarlo ya.
Recuperar y abrir los brazos a nuestros hermanos que se reconciliaron con su nación al ver las reacciones de los otros.
Invitar a quienes todavía no entienden el presente, incluso a los que rehúsan apoyar al ejército de la Defensa de Israel, para que puedan darse cuenta que todas nuestras diferencias que son benditas, no pueden ni deben ser un instrumento de desunión en la autodefensa.
Tenemos nuevas prioridades. La primera es la de la continuación de nuestra existencia en el territorio de Israel y en todo lugar del universo con total libertad. Que no podemos aceptar ser refugiados en nuestro propio país. Que ningún israelí puede quedar a la intemperie sin defensa ante las agresiones de los asesinos más soeces.
El peligro continúa y ya es claro que no procede de solo algunas fronteras.
Pero… que también de él saldremos.
La Torá y el Talmud al pedirnos revisar nuestras prioridades, prelaciones y precedencias nos dicen que es posible. Nos quitan la ilusión de un judaísmo light descomprometido.
En estos días vemos que todo ello es imprescindible para que podamos seguir siendo un pueblo y una nación inmortales.

Shabat shalom!
QUE LLEGUEMOS A SHABAT SIN REHENES.
VESHAVU BANIM LIGVULAM, que los hijos regresen a sus fronteras.
Yerahmiel