Pekudei
En este próximo Shabat se leerá de la Tora la Parashah Pekudei. Moshe hace un recuento de Oro, Plata y Cobre donado por el pueblo para la construcción del Mishkan. Betzalel y Ahaliav y sus asistentes confeccionan las ocho vestimentas sacerdotales.
El Mishkan es completado junto a todos sus componentes y traído frente a Moshe quien bendice al pueblo. El versículo no explica cuál fue la bendición que Moshe les dió, pero Rashi lo aclara que Moshe les dijo: Sea su voluntad que la Shejina ( Presencia de D’s) repose sobre la obra de sus manos. Que la amabilidad de Hashem nuestro D’s este sobre nosotros y la obra de nuestras manos la establezcan. En otras palabras Moshe bendijo al pueblo judío pidiéndole a D’s que la Shejina , la presencia divina morara en la obra de sus manos.
Luego erige y unge con aceite de unción e inicia Aarón junto con sus cuatro hijos en el sacerdocio. Una nube blanca aparece sobre el Mishkan significando que la presencia divina vino a morar en él. Hashem habla con Moshe y le dice que el Mishkan debe ser establecido el primer día del mes de Nisan. Cada vez que la nube se aleja del Mishkan los hijos de Israel van tras ella. De noche la nube es reemplazada por una Columna de Fuego.
Shabat Shalom Umeboraj y Jodesh Tov
Por Marcelo Mann
Comentario del Rabino Jonathan Sacks Z´L´
Pekudei ha sido llamada “la parashá de los contadores”, porque comienza con el balance y la auditoría del dinero y los materiales donados al Santuario. Es la forma en la que la Torá nos enseña la necesidad de transparencia financiera.
Pero debajo de la superficie, que a veces resulta aburrida, yacen dos historias extraordinarias, una relatada en la parashá de la semana pasada, la otra en la semana anterior, que nos enseñan algo profundo acerca de la naturaleza judía que continúa siendo real aún hoy.
La primera tiene que ver con el propio Santuario. Dios le dijo a Moshé que le pida al pueblo que contribuya. Algunos trajeron oro, otros, plata y otros, cobre. Algunos dieron lana o lino, o pieles de animales. Otros contribuyeron con madera de acacia, aceite, especias o incienso. Algunos dieron piedras preciosas para la pechera del Sumo Sacerdote. Lo que es extraordinario es la presteza con la que dieron:
El pueblo continuó trayendo (a Moshé) regalos adicionales cada mañana. Entonces todos los trabajadores que se encontraban haciendo los trabajos de construcción del Santuario dejaron sus tareas, y le dijeron a Moshé “El pueblo está trayendo más que suficiente para el trabajo que Dios nos ha comandado.”
Moshé ordenó que sea anunciado a lo largo del campamento:
“Que ningún hombre o mujer haga más ofrendas para el Santuario.”
Y así el pueblo cesó de traer, porque lo que ya habían entregado era más que suficiente para todo el trabajo que debía hacerse. (Éx. 36:3-7)
Entregaron en demasía. Moshé debió pedirles que se detuvieran. Estos no son los israelitas que estábamos acostumbrados a ver, discutidores, litigiosos, desagradecidos. Este es un pueblo deseoso de dar.
Una parashá más temprano leemos una historia muy diferente. El pueblo estaba ansioso. Moshé había estado en la montaña por un largo tiempo. ¿Se encontraba aún con vida? ¿Le había ocurrido un accidente? Si era así, ¿cómo recibirían la palabra Divina que les diría que hacer y hacia dónde ir? Por lo tanto, la demanda de un Becerro – esencialmente un oráculo, un objeto a través del que la instrucción Divina pudiera ser escuchada.
Aarón, según la explicación más favorecedora, se dio cuenta que no podría detener al pueblo directamente rechazando su pedido, entonces adoptó una maniobra para ganar tiempo. Hizo algo con la intención de retrasarlos, confiando en que si el trabajo se retrasara lo suficiente, Moshé regresaría. Esto es lo que dijo Aarón:
“Tomen los anillos de oro de las orejas de sus exposas, sus hijos y sus hijas y traiganlos a mí.” (Éx. 32:2)
Según el Midrash, pensó que esto crearía discusiones en las familias, había resistencia al pedido de joyas, y el proyecto se atrasaría. Por el contrario, sin siquiera una pausa leemos:
“Entonces el pueblo tomó los aros de oro de sus orejas y los trajo a Aarón.” (Éx. 32:3)
Nuevamente la misma generosidad. Ahora bien, estos dos proyectos no podrían ser más diferentes. Uno, el Tabernáculo, era santo. El otro, el Becerro, era cercano a ser un ídolo. Construir el Tabernáculo era una mitzvá suprema, hacer un Becerro era un pecado terrible. Sin embargo, la respuesta del pueblo fue la misma en ambas cosas. De ahí este comentario de los Sabios:
Uno no puede entender la naturaleza de este pueblo. Si se les pide para un Becerro, ellos dan. Si se les pide para el Tabernáculo, ellos dan. (Yerushalmi Shekalim 1, 45)
El factor común es la generosidad. Los judíos pueden no haber siempre tomado las mejores decisiones acerca de para qué dar, pero dan.
En el siglo doce, Moshe Maimónides interrumpe en dos ocasiones su acostumbrada prosa legal calma en su código de leyes, el Mishné Torá, para resaltar el mismo punto. Hablando acerca de tzedaká, caridad, dice:
“Nunca hemos visto o hemos escuchado de una comunidad judía que no tenga un fondo de caridad.” (Leyes de regalos a los pobres, 9:3)
La idea de que una comunidad judía pueda existir sin una red de provisiones caritativas era casi inconcebible. Más adelante, en el mismo libro, Maimónides dice:
Estamos obligados a ser más escrupulosos en cumplir con la mitzvá de tzedaká más que cualquier otro mandamiento positivo porque la tzedaká es el símbolo de una persona justa, un descendiente de nuestro padre Abraham, como fue dicho “Ya que Yo lo conozco, sé que él ordenará a sus hijos… a dar tzedaká”… Si alguien es cruel y no muestra compasión, hay razones suficientes para sospechar de su linaje, ya que la crueldad sólo se encuentra entre las otras naciones… Quienquiera que se rehúse a dar caridad es llamado Belial, el mismo término que se aplica a los adoradores de ídolos. (Leyes de regalos a los pobres, 10:1-3)
Maimónides está diciendo aquí mucho más que solamente que los judíos dan a caridad. Dice que una disposición caritativa esta escrita en los genes judíos, parte de nuestro ADN heredado. Este es uno de los signos de ser un hijo de Abraham, tanto que si alguien no da a caridad hay “razones suficientes para sospechar de su linaje.” Ya sea naturaleza o crianza o ambos, ser judío es dar.
Hay una característica fascinante de la geografía de la tierra de Israel. Contiene dos mares: el Mar de la Galilea y el Mar Muerto. El Mar de la Galilea está lleno de vida. El Mar Muerto, como indica su nombre, no. Sin embargo, ambos son alimentados por el mismo río, el Jordán. La diferencia – y esta es clave – es que el Mar de la Galilea recibe agua y da agua. El Mar Muerto recibe pero no da. Recibir y no dar, tanto en la geografía como en la psicología judía, simplemente no es vida.
Era así en tiempo de Moshé. Es también así en nuestros tiempos. En virtualmente todas las naciones en la que viven judíos, sus aportes a caridad estpan fuera de toda proporcipon respecto a su número. En el judaísmo, vivir es dar.
- ¿Cómo afecta la intención detrás de nuestra caridad su impacto, como vimos en el Mishkán en relación al Becerro?
- ¿Cómo podemos balancear la importancia de dar con las limitaciones económicas o personales?
- ¿Cómo podemos inspirar a la próxima generación a mantener la tradición de la generosidad con su tzedaká?
Traductores
Abraham Maravankin